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Viajes

Karachi kills Vice

Un reporte desde la ciudad más desquiciada de Pakistán.

Uno de los famosos camiones decorativos de Pakistán es alcanzado por uno de los actos de violencia en Karachi. 

Entrevistar a un “asesino a sueldo” en Karachi, Pakistán, es quizá la cosa más aterradora que he hecho en mis 17 años en VICE. Viajábamos en el asiento trasero de un auto y su pistola descansaba entre mis pies mientras dábamos vueltas por su barrio. He visto bastantes armas y violencia haciendo documentales para VICE, pero sentarme junto a alguien que ha asesinado a 35 personas (por entre 550 y 1,100 dólares por cabeza) me revolvió el estómago por horas.

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¿Quién contrata a estas personas? Según el sicario al que entrevisté, los políticos ordenan el 80 por ciento de los asesinatos en la región, y el otro 20 por ciento está relacionado con el crimen organizado. Me dijo que hace 20 años había un total de seis personas en su profesión. Hoy, hay más de 600 asesinos a sueldo operando en Karachi.

He visitado Pakistán muchas veces y me sé mover por el país, pero ésta era la primera vez que trabajaba en Karachi. Este lugar es distinto. Se trata de una metrópoli ultraviolenta con 18 millones de habitantes. Es una de las ciudades con mayor crecimiento en el mundo y, en Occidente, es mejor conocida como el lugar donde el periodista del Wall Street Journal, Daniel Pearl, fue secuestrado y decapitado.

Karachi tiene una larga historia de violencia que se remonta hasta 1947, cuando Pakistán resurgió de entre las cenizas del imperio británico. El enorme flujo de musulmanes refugiados al naciente país trajo consigo guerras territoriales, tensiones y rivalidades étnicas, guerras políticas, pandillas violentas, asesinatos entre sectas y, en años recientes, atentados suicidas.

Los reportajes occidentales sobre Pakistán suelen enfocarse en la “guerra contra el terrorismo” y lo bien que le están saliendo las cosas a Estados Unidos y a la OTAN. Todos hemos escuchado las historias de los exitosos ataques de aviones no tripulados contra el Talibán y Al Qaeda en las zonas tribales, así como historias de esos mismos aviones que fallan sus objetivos y terminan destruyendo pueblos enteros con mujeres, niños y ancianos inocentes; pero parece ser que el sentimiento generalizado es que todo está bien porque se trata de gente de las montañas que no tienen nombre, y porque “vamos ganando”.

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De izquierda a derecha: Algunas estimaciones indican que podría haber cuatro millones de adictos a la heroína en Pakistán, y en Karachi se vende a diez pesos el gramo. La heroína y el opio fluyen libremente desde Afganistán: 160 toneladas cruzaron la frontera en 2009, el mismo año en el que un reporte de la ONU estimaba el valor del mercado del opio en Pakistán (incluyendo el tráfico y el consumo privado) en unos 1,200 millones de dólares; en las afueras de Karachi, los niños buscan sobras en uno de los basureros más grandes del mundo, junto a Surjani, supuestamente uno de los lugares favoritos de la mafia para esconder a sus víctimas secuestradas.

Después del 11 de septiembre, los talibanes cruzaron la frontera afgana hacia las zonas tribales y montañosas de Pakistán. Cuando los estadounidenses los siguieron, haciéndolos pedazos con aviones de control remoto, huyeron hacia las ciudades.

Deshacerse de militantes extremistas es como matar cucarachas: pisas una y aparecen dos más, y dos segundos después ya están en todos lados. Se han visto obligados a esconderse en los centros urbanos; en el caso de Karachi, esto implica que hay una nueva pandilla en la ciudad, y se hacen llamar el Talibán. Esto, aunado a las guerras entre pandillas y la pobreza, hacen que esta ciudad sea todavía más aterradora, en especial después de que conoces a los policías locales.

La fuerza policiaca ha sido completamente desplazada, y consiste en un grupo de güeyes mal pagados y mal entrenados, básicamente una versión tercermundista de Loca academia de policía. Los acompañamos durante una “operación”, junto a reporteros de todos los canales de televisión de Karachi, y aunque se suponía que estábamos cazando talibanes en una de las zonas más peligrosas de Karachi, todo se sintió como una versión pakistaní de bajo presupuesto de COPS. De hecho, la situación fue tan absurda que la televisión terminó acusándonos de pertenecer a la CIA.

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Estos son los síntomas de un país que está a punto de explotar y, tomando en cuenta todos nuestros reportajes sobre la región en los últimos siete años, parece que Karachi podría ser el detonante. Es el motor económico del país, con algunas áreas modernas y occidentalizadas, una industria de la moda en crecimiento, pequeñas empresas de tecnología, mucha gente con dinero y millones más que viven en una miseria inimaginable. Pero también alberga uno de los barrios bajos más grandes del mundo, y el basurero más grande del planeta, donde los niños buscan comida o cualquier cosa de valor. La heroína se consigue por el equivalente a diez pesos el gramo y el hash está en todos lados. La corrupción es un problema endémico en todos los niveles y la disponibilidad de agua potable y electricidad es un problema que enfrenta casi todo mundo. Más personas mueren de forma violenta en la ciudad de Karachi que en las zonas tribales, donde están en “guerra”.

Izquierda: Suroosh cara a cara (o cara a casco) con un asesino a sueldo, quien le habla sobre los gajes del oficio.

Derecha: Un puesto de seguridad sobre el bastión de Kati Pahari en Pashtún, donde los partidos políticos se enfrentan a tiros casi todos los días.

Después de pasar cinco días rodeados de locura y malas vibras, mi equipo y yo intentamos encontrar algo de normalidad. Sólo queríamos ver gente divirtiéndose; una pequeña señal de esperanza. Así que organizamos un pequeño evento con jóvenes de la escena musical y artística local. El nombre de la fiesta iba a ser VICE Kills Karachi, como muchas otras fiestas que hemos organizado en todo el mundo a las que les hemos puesto así (sería algo como VICE mata a Karachi, que en inglés significa, que VICE la hizo en grande en Karachi). Pero nuestros amigos locales sugirieron que le pusiéramos el nombre al revés, Karachi Kills VICE, porque Karachi en realidad “mata todo”. Estuvimos de acuerdo.

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(La portada del disco de 2003 de Dusk, Jahilia). Después de enviar este volante, la gente nos escribió preguntando si queríamos morir. Respondimos: “Amigo, eso debería estar claro por el título del evento”.

El volante 

POR AZIZA AHMAD

¿Qué es más punk que un volante con un collage de la subcultura pakistaní hecho con Microsoft Paint en horas de clase? ¿Y si el güey de las copias se ríe de tu volante (e inmediatamente te lo devuelve), tus conocidos lo desaprueban, y el local en donde se va a hacer el evento prohíbe que se use?

El póster que hice para el evento de nuestra serie Karachi Kills VICE, recibió esa respuesta por mostrar un trasero muy similar al que uno ve en las caricaturas. Y no es como si el sexo fuera un tabú en Karachi. Si caminas por las calles es muy probable que encuentres: una hijra (transexual) que quizá te ofrezca ir a un callejón oscuro; un niño de diez años jugando dados y padroteando a unas florecitas (que quizá acaban de regresar de un callejón oscuro); o una prostituta con burka a la que seguro no le va eso del callejón (será mejor que lleves tu auto). Aun así, esta ciudad enloquece por un dibujo mal hecho de un acto sexual (el cual estuvo a un diminuto garabato de ser prohibido en las paredes del cine local), pero que no tiene problema con el talibán rodeado de corazones y el avión no tripulado que dispara flores a su lado.

Al final, convertí el volante en algo de lo que mi madre estaría orgullosa: cubrí los detalles perversos con el rostro sonriente de un terrorista. Porque en Karachi eso es más aceptable que VICE.

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El headbanging no es un crimen 

POR BABAR N. SHEIKH

Poco después de las 10PM en Karachi, los pocos metaleros que viven en esta gigantesca ciudad se reúnen después del trabajo para cenar comida china y discutir la nueva entrevista de Fenriz, y el hecho de que DRI decidió hacer una gira por Asia. Las conversaciones incluyen una buena dosis de trivias metaleras y las clásicas mentadas de madre sobre un güey que estafó a otro en un intercambio de discos. Quizá estos morros no le recen a Alá, pero definitivamente adoran el segundo demo de Tormentor y todos los álbumes de Sarcófago.

En Pakistán el metal nació muerto. Hubo una breve fase embrionaria a mediados de los noventa cuando bandas como Dusk (de la cual soy miembro) pusieron a Pakistán en la escena metalera internacional, y todavía hay un pequeño grupo de fanáticos incondicionales. Era una época en la que las entrevistas sólo se podían leer en las revistas, cuando matabas a alguien si rompía tu disco en el camión de regreso a casa, cuando Jo Bench de Bolt Thrower era la reina. En Karachi, a pesar de que ya estamos en 2012, algunos seguimos viviendo en aquella época.

de Izquierda a  Derecha: Zafar Baloch mira una de las muchas cadenas de noticias para seguir los planes del gobierno para acabar con ellos; Uzair Baloch resultó ser un gran anfitrión, incluso mientras esperaba a que la policía invadiera su palacio; 

Cena y cine con un par de mafiosos de Karachi

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POR BASIM USMANI

Durante nuestra primera cena en Karachi, casi me siento en un AK-47. Resulta que Uzair y Zafar Baloch, quienes son miembros importantes del Comité Amán del Pueblo (una organización ilegal) y los gánsters más reconocidos de la ciudad, también son unos grandes anfitriones. Son patrones, pero también caballeros. Su sala está equipada con una alberca techada y vacía, y una enorme pantalla plana; el jardín tiene una pecera con animales exóticos y una fuente super kitsch. Es como si se tratara de la mansión de Tony Montana pero en Pakistán.

Durante la comida con los Balochs y sus colegas, noté que siempre tenían armas automáticas a la mano. Zafar pasó gran parte de la comida en el teléfono, discutiendo cómo los llamaron gánsters en el noticiero local, Uzair y yo comíamos korma de Lyari en platos de aluminio.

La conversación llegó hasta Nueva York. “El barrio de Lyari es básicamente como el Bronx”, dijo su vocero, Habib Jan. “He ido al Bronx muchas veces, y la gente que conozco en Nueva York siempre dice: ‘No, no, no vayas al Bronx’. Le han hecho muy mala fama”. Al igual que Karachi, aunque probablemente por mejores razones. La gente de Karachi me ha dicho que no deberíamos salir de noche en Lyari, a menos que queramos convertirnos en una más de las “personas desaparecidas” que el Talibán y las pandillas locales han secuestrado.

VICE necesitaba la protección de Uzair y Zafar, pero en Pakistán los periodistas no suelen ser observadores muy objetivos, y querían saber quiénes éramos realmente. Así que les pusimos La Guía VICE del Congo y Crimen y castigo en la Franja de Gaza en su enorme televisor. Los hermanos Baloch rápidamente decidieron que nos ofrecerían protección. Mientras luchaban contra la policía local, también se asegurarían de que no fuéramos secuestrados ni asesinados. ¡Gracias gánsters, qué amables!

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de Izquierda a  Derecha: Nabil Gabol, del Partido Popular pakistaní, viaja con una enorme milicia privada y aun así carga con su propia Kalashnikov; en Orangi, donde se sospecha se esconde el Talibán, la policía lleva a cabo una redada para beneficio de los medios y para capturar a un güey barbón con una 9mm.

Karachi se suicida

POR OSAMA MOTIWALA

En la mañana del martes 27 de marzo, unas horas después de que VICE se fuera de Karachi, dos miembros del Movimiento Muttahida Qaumi (MMQ), un partido político liberal, fueron asesinados en sus casas. Todos sabían que la ciudad estaba a punto de irse a la mierda… a lo grande. El sospechoso estaba conectado con el Comité Amán del Pueblo, el rival político del MMQ. Parecía ser un caso más de: “¡Si te llevas, te aguantas!”

Como era de esperarse, el MMQ tomó el control de la ciudad, incendiando vehículos en el proceso. Al atardecer, docenas de autos y camiones estaban en llamas, había nueve personas muertas, y otros habían sido lesionados, principalmente en las zonas en las que VICE había estado grabando. Cerraron tiendas, escuelas, transportes públicos, y estaciones de gasolina.

Los enfrentamientos entre los grupos políticos y étnicos han hecho de Karachi un cagadero. Unas 1,700 personas perdieron la vida el año pasado por la violencia en la ciudad. Lo peor es que, como sucede en otros lugares donde hay conflictos de este tipo y la violencia es constante, pareciera que la gente llega a acostumbrarse. Los habitantes ven las noticias y se quejan de lo mal que está la situación, pero eso es todo.