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Cultură

La historia más gay jamás contada

En junio, fui a la semana de apertura de la Bienal de Venecia, con la intención de entrevistar a las más grandes y más brillantes estrellas del arte para

Ilustración por R. Crumb R. Crumb, Portada rechazada del New Yorker, 2009, acuarela, tinta, y grafito sobre papel, 14 1/2 x 10 5/8 pulgadas. Cortesía del artista, Paul Morris, y David Zwirner, Nueva York, Copyright ©Robert Crumb, 2009. En junio, fui a la semana de apertura de la Bienal de Venecia, con la intención de entrevistar a las más grandes y más brillantes estrellas del arte para un show online del que soy anfitriona y también productora. Tristemente, ninguno tendría una conversación larga conmigo. O por lo menos sus manejadores no me consideraban que valía su tiempo. En un punto me metí a codazos entre un grupo de reporteros que rodeaba la alfombra roja e intenté acorralar al aclamado artista Christian Marclay. De lo único que pudo hablar es de que no sabía cómo mandaría su león dorado, el premio de la Bienal al mejor artista en su exhibición principal, de vuelta a casa. Me guardé mi sugerencia de registrarlo en el avión. Después, pude ver al artista suizo Thomas “Hershey Highway” Hirschhorn, que es un gran talento; pero un mal conversador. Literalmente, no tuvo nada qué decir. Lo más interesante que me sucedió fue un momento con John Waters, cuya mafia de RP se la pasó disculpándose todo el día por bloquearme. Cuando finalmente lo pude confrontar, lo más que pudo decirme fue: “Apúrate, antes de que nos vean” mientras posó para una fotografía conmigo. En el vuelo a casa rumbo a Berlín, revisando mi bolso me di cuenta que traía un libro rojo que había olvidado que adquirí. Era el catálogo de la exhibición del afamado pabellón danés de la Bienal, lo cual me pareció un premio de consolación culero, hasta que lo abrí en el separador entre sus páginas. El separador de cartulina presentaba un cómic a color de R. Crumb mostrando una drag queen y un drag king tomados de la mano frente al tipo de licencias para matrimonio. Del otro lado, había un pequeño escrito de Crumb, explicando que la imagen sería una portada del New Yorker en el 2009; pero fue rechazada por motivos desconocidos. Aunque me emocionó encontrarme un artefacto tan extraño, no tenía sentido. Aparte del separador, la imagen que sería portada del New Yorker y Crumb, no estaban en la Bienal de Venecia. En lugar de eso, su incendiario “When the Niggers Take Over America!”, que apareció pro primera vez en 1993 en una edición de Weirdo, se estaba mostrando. ¿Había alguien tratando de mantener la controversia del New Yorker oculta? Me imaginé a Sy Hersh apareciendo de la nada, con su mano dentro del bolsillo de su gabardina: “Esconde estos en un libro que nadie vaya a leer…o lo vas a pagar caro”. Antes de seguir desarrollando mi teoría de conspiración, tomé la decisión de contactar a Crumb para preguntarle sobre el embrollo de la portada rechazada. Si hay una constante universal en la que todos podemos contar, es que R. Crumb es incapaz de decirle mentiras a alguien. VICE: Me impresionó mucho un separador con una de tus ilustraciones, una que nunca había visto. La conseguí en la Bienal de Venecia.
R. Crumb: ¿Separador? No se nada de ese separador. En el pabellón danés, estaban entregando un libro llamado Speech Matters, que compartía el título de la exhibición. Adentro había datos aburridos sobre los artistas de la exhibición, pero mi copia también incluía un separador que mostraba lo que parece ser una pareja gay o transgénero registrándose para matrimonio.
Me mandaron el libro. ¿Pero no te mandaron el separador?
No. ¿Te ofendió el rechazo?
Estoy en una posición privilegiada porque no necesito el dinero. Cuando vas a la oficina del editor de portada, te das cuenta de que sus paredes están cubiertas de portadas rechazadas del New Yorker. A veces hay dos portadas rechazadas en una sola edición. No se cuál es la política normal, pero a mí, David Remnick, editor en jefe, el que toma las decisiones finales, no me dio ninguna explicación. ¿Te ha pedido trabajo el New Yorker después de esa portada?
Sí, Françoise (Mouly, edición de arte) me manda constantemente unas cartas formato, y esos se los mandan a artistas con los que quieren trabajar. Dice algo así como: “Estos son los temas de las próximas portadas”. Lo mandan un par de veces al año. Pero es una carta formato, no una carta personal. ¿Recibiste una disculpa de ellos?
¿Disculpa? No espero una disculpa. Pero si voy a trabajar con ellos necesito conocer los criterios bajo los que aceptan o rechazan trabajo. El arte que hice, sólo funciona como una portada del New Yorker. No hay otro lugar para él. Pero sí me pagaron por adelantado, una cantidad decente de dinero. No tengo ninguna queja en ese sentido. Le pregunté a Françoise que sucedía y me sólo me dijo: “Ah, Remnick todavía no decide…” y cambió de opinión en varias ocasiones. Le pregunté por qué, y me contestó que no sabía. Pasaron varios meces. Hasta que un día, me regresaron mi arte por correo, sin ninguna carta explicativa o algo parecido. Retrato por Johnny Ryan Le pedimos a Johnny Ryan que hiciera un retrato de R. Crumb porque es uno de sus héroes. ¿Puedes aclararnos los sexos de la gente en la portada, o eso sería revelar un secreto muy profundo?
Todavía no hay un veredicto; ese es el punto. Prohibir el matrimonio gay es ridículo porque ¿cómo se supone vamos a saber que sexo es cada quien si se puede alterar? Podría ser cualquier cosa: una machorra casándose con un transexual, o yo qué sé. Las personas son capaces de todas las cosas sexuales. Prohibir su matrimonio porque a alguien no le agrada la idea de que sean del mismo sexo, es algo ridículo. Ese era el punto de la portada; aquí esta este oficial del buró de licencias de matrimonio, y no sabe si esta viendo a un hombre, a una mujer o a dos mujeres. ¿Qué carajos son? ¡No se puede saber! Tuve la idea de hacer que los dos se vieran unisex, asexuados. Una vez vi en TV a una persona que luchaba contra las definiciones sexuales, y no se podía ver si la persona era hombre o mujer, era completamente asexual. Originalmente iba a hacer así la portada, pero cuando lo dibujé, no se veía muy interesante, así que tuve que hacerlo más vivo y colorido. Una drag queen y un drag king contrayendo matrimonio.
Sean lo que sean. ¿Piensas que el New Yorker es homofóbico?
Creo que es lo opuesto. El New Yorker es en su mayoría políticamente correcto, con terror de ofender a las personas gay. Le pregunté a un amigo gay, Paul Morris, “Si vieras esto en la portada del New Yorker, ¿te ofenderías?”. Me contestó: “¡Lo colgaría en mi pared!”. ¿Sabes si comisionaron a otro artista para esa idea en particular, matrimonio gay?
¿Sobre ese tema? No, no lo creo. Creo que no hicieron ninguna portada con tema de matrimonio gay. Y una vez que el tema deja de estar en boca de todos, pasan a otra cosa. No espero una disculpa, sólo que me traten igual, ¿me explico? La mayoría de los artistas se ponen de rodillas con los editores, pero yo estoy mimado. Tuve completa libertad para dibujar lo que yo quisiera, comenzando en la era hippie. Se podía imprimir lo que fuera en esos periódicos underground. Lo que fuera. Esa es una libertad que pocos han experimentado.
No había dinero en ello, pero la libertad era increíble. No había que responder ante ninguna política editorial. Incluso después de que mi trabajo se hizo popular, continué trabajando sin censura. Después el New Yorker habló, y cuando el New Yorker te habla, es mucha emoción. Es algo grande: circulación de 2 millones, blah blah blah, y pagan muy bien. Espero ciertas limitaciones del New Yorker; no puedo mostrar sexo explícito, lenguaje vulgar o al menos no demasiado vulgar. Esas cosas se esperan de una publicación de alta circulación, puedo vivir con eso. El New Yorker normalmente tiene una política de que los artistas manden bocetos de lo que quieren hacer, y el editor puede sugerir cambios, y les dije desde el principio: “Yo no hago eso, no trabajo así. Les mandaré mis piezas terminadas, y pueden tomarlo o dejarlo, aceptarlo como está o rechazarlo”. Me contestaron que no tenían problema alguno con esa postura. Bien por ti.
Fue la primera vez que rechazaron algo mío. Podría vivir con ello si me dieran una razón. Si no, estaría adivinando las intenciones del editor y… Y es una pérdida de tiempo.
Ya sabes, no necesito tanto el trabajo como para preocuparme sobre lo que le gusta o no a David Remnick. Hablemos de algo más agradable. ¿Vas a publicar un proyecto de libros con Taschen de 10 volúmenes el año próximo?
De hecho, todo es material de boceto. Taschen piensa a un nivel grandioso. Querían hacer un libro gigante con todo mi trabajo, algo así como un libro de 50 kilos con todo lo que he hecho, y pensé: “No, no hay manera de que hagamos eso, olvídenlo”. ¿Por qué no?
¿Por qué? Primero que nada, ¿has visto esos libros gigantes de Taschen? Son ridículos. Ni siquiera se pueden leer. Debes colocar el libro en un podio y cambiar las hojas como si fuera una Biblia. Es ridículo, no quiero nada parecido a eso. Pero sí acepté hacer un proyecto de bocetos. Básicamente, son bocetos de material desde 1960 hasta el 2011. Probablemente van a terminar siendo 12 libros en lugar de 10 porque soy muy egoísta como para rechazar mi propio material. Pero no sé cuándo va a salir. OK, una última cosa: escuché que ya no haces entrevistas grabadas con cámara. ¿Por qué?
Todo es una pinche producción gigantesca, ¿me explico? De hecho, si voy a algun lugar en Nueva York y alguien dice: “¿Puedo entrevistarte (con cámara) mientras das tu conferencia?”, está bien. Pero no quiero que vaya gente a mi casa. No me gusta cómo me veo en la TV. Me tortura tener esas pinches cámaras en mi cara; odio que me fotografíen. Me rehúso a ser sujeto de un fotógrafo profesional. Pueden ser muy agresivos. Los odio. Espero que sepas que te estoy entrevistando en ropa interior y te lo estas perdiendo. Hubiéramos hecho esta entrevista por video chat.
Oye, sí. Tal vez deberíamos hacerlo por Skype o algo así. Tengo senos muy, muy grandes y se parecen a los de las mujeres que te gusta dibujar.
¿Qué tan grande es tu culo? ¿También es muy grande? No, sí está chico. Me han dicho que es lindo, pero mis senos son doble D. La gente se fija primero en mis senos que en mi cara.
Especialmente si eres alta porque los senos están en tu cara. Exacto. Mido casi 1.80. Voy a tener que mandarte mis fotos sexy.
Por favor hazlo. ¿Tienes mi dirección? Te la voy a dar, ¿tienes dónde apuntar? No vayas a decir dónde vivo. No quiero que nadie aparezca en mi puerta. ¡Especialmente gente con cámaras de video!
Exacto, especialmente ellos. Este texto, escrito por R. Crumb, aparece en la parte trasera del separador que se incluyó en el catálogo de la exhibición del pabellón danés en la Bienal de Venecia 2011: “El editor de portada del New Yorker me sugirió que hiciera una portada para una edición que saldría en junio del 2009. Como era un tema en boca de todos en ese momento, se sugirió que tal vez podría hacerla sobre el matrimonio gay, y fue exactamente eso lo que hice. Después, el editor de portada me explicó que el editor en jefe, David Remnick, cambiaba constantemente, primero aceptando mi portada y después rechazándola, después aceptándola para rechazarla de nuevo. Así fue durante meses. No oí nada de ellos por mucho tiempo. Finalmente, se me regresó el arte sin explicación, y de hecho esa explicación nunca llegó. Remnick no dio el motivo por el que rechazó la portada, ni al editor de portada ni a mí. Por esta razón me rehúso a hacer más trabajo para el New Yorker. Me sentí insultado, no tanto por el rechazo sino por la falta de razón. No puedo trabajar para una publicación que no te proporciona los lineamientos o criterios para aceptar o rechazar un trabajo. ¿El editor quiere que estés adivinando o que? Creo que parte del problema es el enorme poder del editor en jefe del New Yorker. Todo el poder que maneja lo ha corrompido. Hay tantos artistas deseosos de hacer portadas para el New Yorker pero están devaluados ante los ojos de David Remnick. Son sólo peones. El no tiene por qué tomarse la molestia de mostrarles un poco de respeto. Un artista es fácilmente sustituido por otro. Afortunadamente para mí, no siento que necesite al New Yorker tanto como para soportar un tratamiento tan brusco a manos de su editor el jefe. ¡Al diablo con él!”.