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Cultură

La poesía es materia orgánica

Gerardo Deniz dedujo la biogénesis de la picrotoxinina e hizo poemas con fórmulas químicas elementales.

Imágenes cortesía de Fernando Fernández

"La cantárida –y, por ende, su ingrediente más notable– es, desde siempre, símbolo de lo afrodisiaco, y eso basta para un poema." Gerardo Deniz, Erdera, FCE, México, 2005. p. 329 

No leer, sino ver un poema, no es cosa de todos los días. Se puede pensar en los caligramas de Apollinaire (en los que de todas formas tenías que leer versos con una disposición gráfica) o en la poesía visual de Joan Brossa (que eran más bien brillantes ejercicios tipográficos), pero ninguno de estos produce una descarga de endorfina directa a lo que sea que lleves en la entrepierna. Con la poesía de Gerardo Deniz es diferente. Después de ver sus poemas, más que de leerlos y hacer una pedante glosa al respecto, te quedas como después de haberte dado un tanque de cloruro de etilo: sabes que algo pasó, pero no sabes exactamente qué. Y lo haces de nuevo sin pensarlo dos veces. Si en el mejor de los casos, la poesía interfiere en el sistema nervioso central (en cierta medida como una sustancia química), el poeta tendría que dejar de llamarse tal cosa y nombrarse químico, alquimista o ingeniero de cuanto desdoblamiento enzimático se produce en quienes abordan su trabajo.

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Gerardo Deniz, seudónimo de Juan Almela, nació en Madrid, en 1934, y luego de vivir por algunos años en Suiza, vino a México para convertirse en una de las figuras fundamentales de la poesía mexicana. Desertor de la academia, autodidacta y políglota, Deniz es también un amante de la bioquímica, una disciplina que aparece constantemente en su poesía, como en el poema de Tristán, donde despliega una cadena molecular de la cantárida (un poderoso afrodisiaco), y que también tiene dibujos pornográficos con fórmulas elementales. Como además de ser un poeta innovador, divertido y visionario, fue el primero en deducir la biogénesis de la picrotoxinina, fuimos a hablar con él para que nos explicara qué rayos era eso y qué tiene que ver eso con su poesía.

VICE: ¿Qué es exactamente lo que está dibujado en el poema de la cantárida?
Gerardo Deniz: El título del poema es propiamente el famosísimo acorde del Tristán que son dos acordes de cuarta superpuestos y que, efectivamente, tiene un sonido nunca oído. Y entonces, como la historia es una historia de amor debido a una pócima amorosa, por eso interviene la cantárida como un ingrediente de la pócima y a la vuelta de la página aparece un poco de pornografía hecha con dos estructuras: la estrona, que es la principal hormona femenina, y la testosterona, que es la principal masculina.

Moléculas de estrona y testosterona en posiciones sexuales, dibujadas por el poeta. Gerardo Deniz, Erdera, FCE, México, 2005. p. 330 

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¿A qué edad empezó a interesarse en la química?
Eso no tiene manera de determinarse. Tendría unos ocho años, cuando ya me gustaba preparar revoltijos con las cosas de la cocina, y preparaba unas mezclas de sal y de pimienta, pero eso sería la prehistoria de mi química. Lo que fue un motivo desencadenante importante fue que mi padre. Tuvo –el pobre, para ganarse la vida– que leerse las 2,222 páginas de tres tomos titulados Productos químicos y farmacéuticos que era la descripción de la preparación de mil y pico de sustancias. Entonces todo eso me fascinó y me propuse que algún día tendría yo que entender aquello.

Entonces pasaron unos tres años y ya me decidí a que eso había que tomarlo en orden y conseguí una química inorgánica, me la estudié y después fue la orgánica y después fue el despapaye porque ya me puse a leer todo lo habido y por haber. Entré a ayudar en un laboratorio de investigación, que por desgracia dirigía –por interpósita persona– una bruja, aunque las brujas tienen fama de hacer una química formidable, pero eso sobre todo en la literatura, porque en la vida real son bastante odiosas. Y como dirigía la bruja el laboratorio, pues se encargó de hacerme la vida difícil, pero aquello tuvo la virtud de mantenerme un par de años en trabajo de laboratorio. Cuando entré al laboratorio iba a cumplir 18 años. La química que me interesa no es la teórica que es comparativamente poco volumen y que es más que nada física teórica y para eso soy muy malo. En cambio, las formulitas, estructurales o de todas clases que me iba encontrando, siempre me encantaron y las conocí muy bien. Hasta ahora que no veo. Trato de dibujar un hexágono y me sale un Felipe Calderón.

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¿Qué nos puede decir de la biogénesis de la picrotoxinina?
Entre mis especulaciones, ya dentro de la química de papel, cultivé mucho las que se llaman especulaciones biogenéticas, que se tratan de ir examinando la estructura de productos que hacen las plantas o los animales o nosotros, tratar de –a partir de la estructura– deducir caminos razonables por los cuales pudiera ser que procediera la formación de esas sustancias en el ser vivo auténtico, con lo cual, actualmente ya es una ramita consagrada del asunto y que nunca es publicable hasta que no sea confirmado o refutado experimentalmente. Entonces yo me he quedado en la especulación, me quedé porque ahora ya ni eso, por eso ya ni sé qué cosas hay para especular.

La picrotoxinina era un caso especial, una sustancia muy interesante. De por sí la química de la picrotoxinina es todo un poema y muy complicado, muy bonito; las ideas que había acerca de su biogénesis [unos] haciéndola derivar de un esteroide, y otros haciéndola derivar de la arbitrariedad de la naturaleza, pues no daban una. A mí se me ocurrió un caminito que de paso se podía combinar con otras cosas y formaba un cierto cuerpo… y fui el primero en deducir esa estructura, pero yo no tenía nada más que demostrarlo, y demostrarlo sin un laboratorio muy grande… no había esperanzas. No es el único caso, yo deduje la estructura de la muscopiridina o de qué se yo, cuántas cosas. Y resultaron ciertas después.

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En su poema “Ciencia”, de Cuatronarices alude a la teoría de las fuerzas antagonistas de Oken. ¿Cuáles podrían ser las fuerzas antagonistas que impulsan su trabajo como poeta?
[Risas burlonas] Que me sale. Me nace de las tripas. Eso sí, no fue espontáneo fue más cultivado. Yo jamás hubiera pensado que iba a escribir poemas cuando tenía 20 años, no digamos 15 o algo así. Claro, yo había hecho versitos, todo el mundo hemos hecho versitos a la novia, ¿verdad? Pues sí, a mucha honra. Pero ésa es una etapa normal del desarrollo del adolescente occidental, eso no tiene nada de particular. Lo mismo que lo de cuando acababa de descubrir –llamémosle así porque tiene mucho de cierto– acababa yo de descubrir la poesía, que ya ni siquiera iba ya a la escuela. Bueno, siempre anduvo muy mal conmigo la escuela.

En la preparatoria había poetas natos que escribían unos culebrones espantosos y que tenían todos el ansia de publicar una plaquette que se llamara “Rosas de la aurora” y cosas así. Yo no. Yo lo encontraba incluso bastante desdeñable hasta que descubrí la poesía, después de que los maestros se habían esforzado por hacérmela odiosa, por lo menos en parte me curé. Por lo menos en parte, ¿eh? Porque a mí la poesía en general me sigue aburriendo bastante –la ajena– pero claro, ya he descubierto unos cuantos autores.

En 1953, mientras esperaba en una biblioteca que me trajeran una revista de química orgánica (estereoquímica, claro), estiré la mano y encontré un periodiquito cultural de esos que se publican a millones y que duran tres números, un número… Pero éste no era cosa de unos cuantos entusiastas, era una cosa de la SEP o de no sé qué (o sea, peor todavía), y me puse a hojearlo y encontré en la última página dos columnas: una decía “Poetas de hoy”, la otra decía “Poetas de ayer”.

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Entonces la leí, y la de los “Poetas de ayer” no me pareció mala, era de Rafael López que era un poeta estimable. Pero la de la izquierda fue verdaderamente trastornable, eran unos poemas de Octavio Paz, ni más ni menos. Un hombre que yo desconocía absolutamente para entonces y que leí con gran interés. Y dije: “caray, esto también es poesía”. Y está visto que la poesía también tiene sus recovecos interesantes, y de ahí en adelante mejor dicho, un año después, me lancé a pepenar poetas sin guías sin nada y descubrí rápidamente, por fortuna, algunos que son evidentemente esenciales. En México, o en español: López Velarde, Gorostiza, Sor Juana, y por fuera Saint-John Perse, T.S. Eliot. Otros en cambio, se me atoraban en la garganta, y ahí siguen, la mayoría.

Y por otra parte, la lista que hacía yo allá por allá los años sesenta, setenta más tardar, casi no han cambiado. No he descubierto ningún mediterráneo nuevo en materia de poesía, tal vez porque dejé de leerla porque toda me sonaba igual. Ahora ya es crítico, desde hace ya muchos años, que todo lo que leo en español me suena igual.

Aquí te dejamos un fragmento del poema en cuestión, el cual tiene una concepción del origen de la vida.

La orgona se liga a proteínas, por enlace no peptídico,/polimeriza las clorofilas, / decolora los carotenoides, /toca el tárogató. / Structureless streams of orgone energy are attracted to each other. / They superimpose in a great cosmic embrace. The result– / a galaxy! / Lo cual previó genialmente Oken: / Ya en el curso de los astros está prefigurado el acto supremo / de la vida a animal, /la cópula. La creación misma no es otra cosa que un acto fecundante. / Desde / el origen está presente el sexo, vínculo sagrado que mantiene / a la naturaleza entera. Los que niegan el sexo no comprenden el enigma / del universo… /Abreviado, pero así me gusta. (Deniz: 2005, 700)

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El poeta Gerardo Deniz en el bosque de Chapultepec. Foto por Fernando Fernández.

Hablando se sustancias químicas ¿le parece válido usar drogas para estimular la creación artística?
¡Ay, vaya! ¡¿O qué?! En la creación se vale todo, [risas] lo importante es el resultado, eso es lo que vamos a ver. Pero de valerse… sólo nos faltaría un código de procedimiento poético. ¡No, eso no!

¿Alguna droga que a usted le interese en particular?
¿Yo? No, no, no, no nos metamos en camisa de muchas varas. Droga, esencialmente, cuando yo estudiaba mi Tratado de farmacognosia, droga se llamaba todos los productos naturales, la mayoría vegetales, poquitos animales, que se utilizaban en su forma nativa: es decir, sin extraer de ello una sustancia. Eso eran las drogas, la corteza de quina era una droga, o qué se yo, tantísimas plantas con algún efecto más o menos real o imaginario de provecho farmacéutico. Todos eran drogas. Luego ya se ha ido concentrando y ahora drogas son, pues no sé, sustancias que afectan el sistema nervioso. Eso siempre me aburrió considerablemente. Sí, leí; antes de que se pusiera de moda ya estaba yo leyendo los artículos de Hoffman en Helvetica Chimica Acta, donde aparecía por primera vez la síntesis del LSD, bueno, pues todavía no se sabía lo sabrosa que era… dicen. Por las consecuencias sobre gente que conozco, en general parecen efectos bastante cretinizantes.

Cuando yo dejé de enterarme de estas cosas estaban saliendo una cantidad de sustancias formidables, interesantísimas, en animales marinas… uf, ¿por dónde irá eso ya?

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¿Qué opina de la criminalización de los químicos, por sus objetos de estudio, como Timothy Leary?
No sé. Allá los químicos, yo soy poeta. (Si lo hubiera abordado por el lado de los poetas, hubiera dicho “ay, no sé, yo soy químico”). [risas]

¿En qué se parece un poema a una fórmula química?
[Suspira]. Bueno, se pueden hacer caligramas, así como se hacen caligramas de jarros de flores y tal, cosa que tiene una rancia tradición grecolatina en lo que llamaban creo que technopaegnia, que era representar un altar, una mesa con las palabras del poema; son bonitos pasatiempos. Yo he hecho algunos injertos, uno de ellos fue la pornografía del poema que hablábamos para empezar, y luego después escribí un rengloncito entero de una cosa inejecutable y sin maldita la gracia pero que se podía leer tomando los símbolos químicos (C es carbono, H es hidrógeno) con la nomenclatura de las notas musicales que nosotros no usamos pero que es la usual en inglés o en alemán, representadas por letras. A, B, C, D, significan La Si Do Re y curiosamente la H es el Si natural porque la B es el Si bemol, toda esta tiene una historia interesante pero que no viene al caso.

Me costó mucho dibujar las notitas y las formulitas, y luego lo metí entre las hojas de un libro, pero como tenía yo muchísimos libros, ya no sé en cuál. Un día lo encontrará un erudito y publicará un artículo apasionante si es que no salió en Pauta, cosa posible.

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[También hice] la fórmula del ácido fluorhídrico convertida en notitas, o la fórmula del teflón, ¡era sensacional!, porque eran unas largas cadenas de corcheas de un carbono (C) con dos flúores (F), o sea CF2, carbono flúor repetido ad náuseam, y cosas así.

¿Y ahora que ya se le dificulta leer, cuál es su relación con la poesía?
No puedo leer ya, y podré leer cada vez menos. Pero escribo. Escribo a ciegas. Y se lo doy a un amigo para que rescate lo rescatable si tiene tiempo, y si no, que lo tire y santa paz. Lo siento porque algunas cosas me gustan o quisiera poderlas seguir. Pero como yo no soy genial, entonces no puedo escribir, como la mayoría de los poetas, así con los ojos en blanco, odas admirables; yo tengo que trabajar lo que hago, releerlo, volver a ello, corregir, retocar, y ahora ya no puedo.

¿Sobre qué tema está trabajando actualmente?
Sobre lo que cae, sobre lo que se me ocurre. La terminología química que me reviento algunas veces es porque tengo la idea anticuada de que la poesía se hace con las tripas, así con el relleno que tiene uno, y como una parte considerable de mi relleno es químico, pues entonces para escribir, inevitablemente a veces escurre un poquito de mí. Así como afortunadamente todo el mundo lleva en la cabeza la rosa y el ruiseñor, yo –aparte de rosas y ruiseñores que me gustan mucho– llevo también uno que otro polipéptido. Una de las fórmulas que dibujaba Juan Almela durante sus largas horias de estudio de la química. Sólo él y algún lector que sea químico, entenderán lo que está escrito ahí. A nosotros sólo nos pareció bonito, además de tener el encanto que tienen los documentos inéditos.

Si quieres leer más de Gerardo Deniz te recomendamos Erdera, su poesía reunida, publicada por el Fondo de Cultura Económica. Un agradecimiento especial a Fernando Fernández (oralapluma.blogspot.com) y a Rodrigo Castillo por su ayuda para este artículo.

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