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Profundidades

Los petroleros de Dakota del Norte luchan por crear una comunidad gay

Trabajadores gays del sector petrolero luchan por crear una comunidad en Dakota del Norte.

Jason Marshall, un obrero petrolero (a la izquierda) recientemente aceptó un trabajo que ofrecerá seguro social a su pareja, Cody, un beneficio raro para las parejas LGBT en Dakota del Norte. Fotos por Matthew Leifheit.

Mi única relación en la zona petrolera del oeste de Dakota del Norte fue con un camionero de 23 años.

Como muchos encuentros en el camino del petróleo, el nuestro se originó en Grindr, la aplicación móvil para ligar entre gays, bisexuales y hombres curiosos. Él me envió una foto e intercambiamos algunos datos biográficos. Unas horas después, él estaba en mi cuarto, en el motel Williston Super 8.

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Después de nuestra cita, mientras que el aire nocturno de noviembre llegaba a los diez grados bajo cero, nos refugiamos en su carro para fumar cigarros. Yo me quedaría en el estado solamente 48 horas más, pero hicimos planes tentativos para ir de caza al siguiente día. Yo estaba menos interesado en ejercer por primera vez mis derechos de la Segunda Enmienda (que permite la posesión de armas) que en extender nuestra aventura. Él sólo tenía que ver si podía zafarse del trabajo ese día, lo cual no es algo fácil para alguien acostumbrado a turnos de 16 horas, durante seis días a la semana.

Nunca sabré realmente si él era capaz de escaparse del trabajo, pero cuando me dijo que tenía que trabajar, me pareció lo suficientemente creíble. Esto es un sacrificio que hacen casi todos aquellos que se han congregado a trabajar en la extracción de petróleo de esquisto del yacimiento de Bakken, en Dakota del Norte. Cuando estás trabajando en la trepidante y físicamente desgastante economía petrolera, tienes muy poco tiempo para el romance.

La mayoría de los encuentros gay en la cuenca petrolera de Bakken se originan en la aplicación Grindr.

[–¿Estás hablando de Williston?
–En Williston no hay ni madres y apesta que te digan marica en tu trabajo.
–¿Qué te gustaría saber?
–Puedo decirte que desde que llegué nunca había tenido tantas ganas de irme, como ahora; ellos no hacen nada por nosotros y tampoco nos apoyan, luego hay viejos raros que andan de cabrones.]

"Haces dinero aquí y te vas", me dijo otro trabajador gay, de 23 años, que trabaja para una compañía que renta y vende motores para perforar pozos. "Ese tipo de cosas arruina las relaciones".

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Y deja poco tiempo para que los hombres gays construyan una comunidad. Las actitudes son cambiantes, pero la herencia tradicionalmente conservadora que prevalece en el estado aún se erige en plenitud. Las relaciones entre personas del mismo sexo son asuntos a menudo muy privados —si no completamente encubiertos— y los espacios abiertos a la comunidad LGBT aún son irritantemente limitados. Algunas páginas como Grindr proveen medios a algunos trabajadores gays en el área para que se conecten con otros. Sin embargo, este tipo de interacciones efímeras y, sobre todo, de uno-a-uno no hacen mucho por romper el sentimiento de soledad.

La homofobia nunca permanece lejos de la superficie. "Yo estaba en un bar la otra noche cuando un güey empezó a gritarme 'Pinche puto'", me dijo Jon Kelly, un vendedor de bienes raíces de 29 años, que se mudó a Williston hace cuatro años.

Kelly intentó apaciguar la situación. Pero cuando el borracho enfadoso no se calló, no tuvo otra opción: "Lo golpeé en la cara, lo tiré al piso. Y le dije: 'Un pinche puto acaba de patearte el culo'".

Conocí a Jim en Outlaws' Bar & Grill, un restaurante de cortes en Williston. Él es un hombre de 52 años, padre de dos hijos, dos veces divorciado y originario de Wisconsin. Jim tenía su propio negocio de publicidad que quebró en la crisis de 2008. Después de esforzarse para pagar su deuda, decidió mudarse a Dakota del Norte para trabajar en lo que eufemísticamente se llama "eliminación de agua salada": el proceso de bombear desechos líquidos hacia el subsuelo.

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"Básicamente sigo en el clóset", me contó Jim. "Solamente no quiero tener que lidiar con todo lo que trae consigo, tú sabes, todas las preguntas. Para mí se trata de conocer a Don Correcto. Si encuentro a Don Correcto, entonces sería más abierto".

El clóset es aún una institución fundamental en Bakken. Algunos están en el clóset por miedo a perder sus trabajos. Otros creen que el riesgo que hay de crear fricción en el lugar de trabajo no vale el sacrificio de su tranquilidad.

Como la gran mayoría de empleadores en el estado, muchas compañías en esta mancha de petróleo no proveen a los trabajadores gays o trans con protección contra la discriminación. Esto significa que si eres un matón que está haciendo su trabajo —o un camionero, soldador o montador de tuberías— tu jefe puede despedirte sólo por ser gay y no hay nada que puedas hacer al respecto. Hay cierta protección en algunas de las compañías transnacionales más grandes que han abierto en la región, como Halliburton y el gigante noruego del petróleo Statoil, por ejemplo. Pero esto muchas veces significa poco en términos prácticos, ya que la industria depende ampliamente del trabajo subcontratado u outsoursing. "Puedes estar trabajando para Statoil, pero en realidad eres empleado de otra compañía, así que esas protecciones pueden no estar allí a través de tu empleador", dijo Joshua Boschee, un legislador estatal que está trabajando en pasar una prohibición de discriminación contra la gente LGBT.

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A lo largo del día Jim patrulla Grindr varias veces buscando por otros tipos "masculinos". No hay escasez de ellos: los chicos que lucen barbas y tatuajes —algunos llenitos, otros más en forma— y los que se autoidentifican con la tribu "de facciones duras" o los que insisten buscar "sólo masculinos". Además de las redes sociales para chismear —y si no puedes soportar trivialidades, siempre está Craigslist— no hay muchas otras maneras para que Jim conozca a Don Correcto.

No hay bares gay en Dakota del Norte. De la zona de los pozos petroleros, el más cercano está a siete horas, en Winnipeg. Las tres ciudades más grandes del estado (Bismarck, Grand Forks y Fargo) ofrecen el ocasional show de travestis, pero estos lugares también están a horas de Bakken.

Minot, una ciudad de 46 mil habitantes en el borde este del estado, es lo más cercano a una meca gay por los rumbos. Hace unos años, James Lowe, originario de Minot, de 36 años, y su amigo James Falcon ayudaron a organizar una serie de bailes y fiestas LGBT, pero hubo desacuerdos internos que hicieron que esto parara. El año pasado, el grupo Pride Minot tuvo fiestas semanales para el show de televisión RuPaul's Drag Race y planea hacer lo mismo con la siguiente temporada del programa. Hoy en día existen un par de bares en Minot que son conocidos por atraer una considerable clientela gay masculina que reúne a locales, pilotos, viajeros y obreros petroleros dispuestos a hacer la peregrinación hasta allá.

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Comparado con Williston, la Ciudad Mágica —como se le conoce a Minot— tiene un aire cosmopolita. En el club Starlite, un karaoke en un centro comercial al lado del aeropuerto local, estuve un rato con varios hombres gays, una mujer bi, y una chica autodenominada Fag hag (mujer atraída exclusivamente por hombres gays o bisexuales). Una multitud que parecería heterosexual vestida en la estética moderna, casual y vaquera del estado, bailaba al ritmo de los himnos de rock country de Kellie Pickler, Alabama y de la Zac Brown Band. Cuando el bar cerró a la una, me presentaron a Essy Parizek, una de los propietarios de Starlite, quien además es MC.

"No nos importa", me dijo Parizek cuando le pregunté qué hacía a su lugar uno de los pocos faros LGBT de las Dakotas. "Sólo queremos que todos se diviertan".

Hay una especie de comunidad en crecimiento en Williston, en el centro de la industria petrolera. Jon Kelly hace fiestas ocasionales en casa para sus amigos queer. Las reuniones son pequeñas, pero Kelly las ve como evidencia de un progreso más grande.

"Aquí están los inicios de toda una escena. A lo largo de los últimos años, más y más gente está dispuesta a abrirse sobre eso", me dijo Kelly.

Jason Marshall, un obrero de 36 años, aceptó recientemente una oferta para operar una planta procesadora de gas en Lignite, un tranquilo pueblito de 150 habitantes cerca de la frontera de EU con Canadá. En un comportamiento raro entre las empresas del área, su nuevo empleador le ofrece beneficios a él y a su pareja, Cody, quien está considerando adoptar una identidad de género más andrógina. Cody dijo que no está muy preocupado acerca de la recepción cuando se muden. "Es mejor no mencionar eso", dijo.

Muchos otros incontables —pobres, solos y calientes— luchan para encontrar confort en Bakken. "Yo solamente no sé qué pensar de estas personas", dijo un gay de 22 años que llegó a vivir hace poco a Williston de Las Vegas. "Es una ciudad rara, güey. Si no hubiera dinero, yo no viviría aquí".