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Cultură

Me gustan las drogas porque son divertidas

¿Por qué no puede nuestro gobierno confiar en nosotros para tomar nuestras propias decisiones?

Imagen por Sam Taylor.

Como toda buena chica británica, puedo sentarme y tomar pastillas hasta ver vacas imaginarias. Pero si tengo que leer una estúpida historia más sobre alguna celebridad que va a rehabilitación después de meterse una raya de coca, voy a destruir las oficinas de toda revista de chismes y miar en sus computadoras para que ya no puedan publicar más mierdas sobre las personas que sí consumen drogas.

Cada vez más, las personas parecen —o al menos eso quieren hacer creer— tener una mentalidad más abierta hacia las drogas. Aún así, es común es encontrar aquellos que defienden los argumentos económicos y de salud de las drogas, pero afirman que "solo se han echado un toque" en la vida, o que han probado las drogas pero no les gustaron, solo para encontrarse con sus amigos en el baño del bar para esnifar unas cuantas líneas en secreto y poder continuar haciendo el ridículo legalmente con tequilas y 4 Lokos. En serio, ¿qué tan hipócritas son esos argumentos? ¿Están a favor de las drogas pero ven con desprecio el consumirlas?

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El otro día estaba platicando con las células de mi cuerpo. Resulta que de hecho no saben diferenciar entre las drogas legales y las ilegales, así que cuando tomo alcohol, por ejemplo, mi cuerpo tiende a intoxicarse, mi cerebro comienza a funcionar de una manera diferente y mi riñón tiene que hacerse cargo, igual que con cualquier otro químico sicoactivo. ¡Qué pedo con eso! Otra cosa que mis células no discriminan es los diferentes grados de diversión que las drogas legales e ilegales pueden brindarme. Mi cuerpo no va a evitar que la pase bien simplemente porque algo que me metí es prohibido por la ley, incluso si las condiciones de esos viajes difieren un poco. Por ejemplo, el alcohol me hace bailar como idiota, vomitar y coger con gente horrible en algún callejón. Las pastillas me hacen perrear, no vomito y a veces termino rodando con alguien en el piso de su sala incluso si no tenemos sexo. Por el momento disfruto de ambas.

No sé nada sobre ti, pero yo he pasado cinco años poniéndome hasta el culo con casi lo que se me cruce. Y casi siempre han sido buenos viajes, excepto por esos bajones culerísimos de ketamina, ataques ocasionales de paranoia, y una úlcera monstruosa. Cuando me di cuenta que me estaba impidiendo a mí misma lograr cualquier cosa además de un estado de éxtasis sintético semanal, dejé de ponerme hasta el culo cada vez que salía y mi carrera se disparó. No estoy diciendo que las drogas sean maravillosas e inofensivas —a diferencia de los cristianos anti drogas, yo creo que no todo es completamente bueno o malo— pero era muy divertido cuando era adolescente, y lo volverá a ser cuando tenga algo especial que celebrar.

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Recuerdo que la gente se comió viva a Kate Moss cuando la atraparon metiéndose cocaína, y aún así, en ese entonces, me tomaba sin problemas las pastillas que me encontraba tiradas en el piso del baño. No podía con esas mamadas. ¿De verdad nadie sabía que las modelos se meten cocaína? ¿Y se supone que debemos creer que los periodistas tampoco lo hacen? Todos mis amigos y yo tomábamos drogas cada fin —probablemente en los mismos lugares que las modelos y los periodistas— y éramos tan felices como podíamos ser. Cuando el gobierno del Reino Unido sacó a uno de sus especialistas en drogas, al profesor David Nutt, para decir que no todas las drogas te pudren los brazos o te matan de golpe, los jóvenes como yo y mis amigos amantes de pastillas solo abrimos más nuestras ya dilatadas pupilas. Dile a los niños que "las drogas son malas" y lo único que la gente tomará en serio serán las drogas.

¿Pero por qué importa esto? Porque las drogas pueden ser malas. Muy malas. Nunca he tenido una adicción a la heroína o al crack, pero tengo amigos que sí, y he visto como les destruye la vida. Muchas personas que están leyendo esto probablemente han perdido a alguien cercano por las drogas, pero a los periódicos no les importa eso. Quieren que las personas consuman drogas, siempre y cuando sean lo suficientemente famosas para sacarles la clase de confesiones que llenan los titulares del domingo. De hecho, me asustaba un poco escribir este artículo. ¿Qué tal si se vuelve más difícil para mí conseguir un trabajo en el futuro? ¿Qué tal si soy etiquetada como una yonqui irresponsable por un periódico hasta el punto en el que a la gente le importe? Estas son preocupaciones reales. Pero, ¿por qué debería asustarme decir que las drogas no me han hecho daño si no lo han hecho? ¿Por qué las personas se sienten obligadas a mentir acerca de sus experiencias más honestas? ¿Acaso eso es un verdadero debate público?

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Legalicen las drogas. Solo entonces podremos tener un debate significativo. Se supone que nuestros políticos y policías no las consumen —y la mayoría afirma que jamás lo ha hecho—, lo que significa que nuestras políticas de drogas son hechas y ejecutadas por personas que supuestamente no tienen ninguna experiencia de primera mano en el asunto. Es como si personas vírgenes trataran de prohibir el sexo diciendo que es malo. No estoy diciendo que las personas necesitan drogarse para tener una opinión sobre éstas, pero es absurdo tener a solo un tipo de personas controlando la conducta de otro tipo de personas al que nunca, jamas, van a tomar en serio.

La adicción a las drogas es sinónimo de crimen, pero no tiene por qué ser así. En la era de la prohibición de alcohol, las pandillas se hicieron poderosas vendiendo chupe, pero desaparecieron tan pronto como se hizo legal. Hoy, los cárteles trabajan con armas, niñas y gramos. Las políticas prohibicionistas están destruyendo países como México, donde decenas de miles de personas han muerto en la última década por violencia relacionada con el narcotráfico. Así que hasta cierto punto es verdad, al meterte coca estás contribuyendo con el problema de violencia. Pero si tomas una copa de vino no necesitas preocuparte por hacer la vida de los productores franceses más peligrosa. De hecho, probablemente contribuirías a la vida de los propietarios del viñedo que mucha gente aburrida sueña con tener.

Hacer el alcohol ilegal no terminaría con la adicción a éste. En cambió apartaría a los alcohólicos de la sociedad, aumentando su probabilidad de muerte mientras reduce sus oportunidades de romper el hábito. ¿Así que por qué hacemos eso con las drogas? ¿Y por qué no podemos confiar en las personas para que limiten su consumo de la misma manera en que confiamos que limitan su consumo de alcohol?

¿Por qué no puede nuestro gobierno confiar en nosotros para tomar nuestras propias decisiones? ¿Somos bebés? ¿Por qué los adultos no podemos meter cualquier sustancia que queramos en nuestro cuerpo? ¿Y por qué no podemos tener acceso a drogas que sean controladas, puras y legales?

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