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Cultură

Me pregunto... sobre los nuevos psicópatas de la fama

Llevo varios años (desde mediados de los noventa) intentando escribir un guión sobre un asesino serial homosexual.

Llevo varios años (desde mediados de los noventa) intentando escribir un guión sobre un asesino serial homosexual, pero no es cosa fácil: por alguna razón, muchos de los financiadores no piensan que sea un proyecto que apoye los intereses de la agenda homosexual. El truco es hacer una película que sea, si no exactamente simpatética con el asesino serial, al menos sensible a las circunstancias y a la psicología que lo llevaron a ese horrible y psicopático camino, y así reconocer que hay un cierto potencial monstruoso en lo profundo de todos nosotros.

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Uno de los mejores ejemplos de esto es Psycho de Alfred Hitchcock, basada en mucho de los detalles del asesino serial de la vida real, de la clase trabajadora, Ed Gein, cuya historia también inspiró muchas otras películas de terror, desde Masacre en Texas hasta El silencio de los inocentes. Al igual que Glein, el personaje principal, Norman Bates, es el introvertido hijo de mami y un homosexual reprimido, cuya mente ha sido trastornada por una madre sexualmente posesiva y asfixiante. La Señora Bates predica sobre los demonios del sexo (igual que la madre de Carrie White en Carrie), convenciendo a su hijo que todas las mujeres son unas putas, para después desatar la furia de Edipo cuando se contradice encontrándose un amante. Norman envenena a su madre y a su novia, y después adopta su personalidad a través de un desorden de identidad disociativa y asesina a la pobre Marion Crane, a quien percibe como una puta, en parte debido a su pánico homosexual, la base de toda buena película de terror. Es un increíble juego de prestidigitación psicológica, pero uno con el que nos podemos relacionar, aunque sea inconscientemente, dado que nosotros también tuvimos nuestra etapa de Edipo (al menos según el padre del género del terror, Sigmund Freud).

Otro ejemplo obvio de una película con un cierto grado de simpatía por su asesino serial es Patty Jenkins en la película Monster, sobre Aileen Wuornos, una lesbiana vagabunda que fue sentenciada por asesinar a seis hombres y eventualmente ejecutada en 2002. La infancia de Wuronos fue todavía peor que la de Ed Gein: su padre, un esquizofrénico sentenciado por acoso sexual de menores, se suicidó en prisión, mientras su abuelo, quien la crio, la golpeaba y abusaba sexualmente de ella. Fue violada por un amigo de su abuelo cuando tenía 14 años, y tiempo después dio a luz a un bebé que dieron en adopción antes de que la corrieran de casa, lo que la orilló a la prostituirse. En su caso, la ira está dirigida contra la figura paternal que la ha brutalizado en repetidas ocasiones. Como una mujer que fue víctima de múltiples acosos sexuales y violaciones (incluyendo, según parece, en manos de algunas de sus víctimas), Wuornos se convirtió en una especie de antiheroína feminista, un símbolo de la victimización de las mujeres a manos de una sociedad arraigadamente misógina. Es otra muestra del género de terror que, lamentablemente, termina convirtiéndose en entretenimiento más que en una crítica.

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Wuornos tiene una película y dos documentales (por Nick Broomfield), pero ni ella ni Gein, a quienes podríamos llamar asesinos seriales de “vieja escuela”, crecieron en una época en la que se promovía ese deseo narcisista de volverse famoso a través de sus actos desquiciados. Esta parece ser la psicopatología de una posible escuela emergente de psicópatas asesinos: los monstruos de la fama. Son producto de una cultura que ha borrado la línea entre la ficción y la realidad, y que ha creado una nueva bestia que hará lo que sea para convertirse en celebridad.

No me malinterpreten, Ed Gein era realmente el monstruo de un monstruo. Una revisión de su casa reveló una pantalla de lámpara y nueves máscaras hechas de piel humana, nueve vulvas en una caja de zapatos, un cinturón hecho de pezones de mujer, y otros recuerdos asquerosos. Pero estos actos abominables fueron resultado de un comportamiento sexualmente compulsivo encerrado en un mundo interior, privado y demencial; una asquerosa perversión de la infancia de un niño dentro de la propia unidad familiar, una desquiciada corrupción de lo que Freud llamó “romance familiar”. (Gein probablemente mató a su propio hermano, y elegía víctimas femeninas que se parecían a su madre, persona en la cual su mente perversa se quería convertir). La idea de un monstruo nuevo, sin embargo, que proyecte sus enfermizas fantasías en el escenario global como un fin en si mismo es lo que podríamos llamar, llevarlo al siguiente nivel. (Es obvio que la discusión no incluye a los psicópatas que usan a la guerra como excusa, como Hitler, o un asesino múltiple en Noruega, una categoría distinta de monstruos).

Muchas personas en los medios sociales han sugerido que haga una película de la historia de Luka Magnotta, el psicótico caníbal canadiense que tiene monopolizada la atención mórbida de los medios, pero no sé si me pueda relacionar. Antes de entrar en la abnormal (o quizá, la muy normal) psicología de Magnotta, quiero mencionar que era un stripper de nombre Angel, que bailaba en el Remingtons, el bar de strippers para hombres más viejo de Toronto, así que como el semirregular que fui durante años, es posible que lo haya visto en acción. Mi amiga Nina Arsenault, la conocida artista transexual con la que he colaborado en varias ocasiones, salió con Magnotta por un tiempo hace diez años, y fue arrestado por la policía en Kreuzcolln, a una cuadra de donde suelo hospedarme en Berlín. Así que la historia me parece incómodamente cercana.

Al principio rechacé la idea de usar su historia como base para una película, simplemente porque me parece muy molesto que se trate de una narcisista en busca de atención. Después de un poco de investigación, parece tener muchas de las marcas de un asesino serial de “vieja escuela” (se cree que tiene más víctimas); igual que Gein, viene de una familia disfuncional, fue repudiado por su niñez afeminada, abusado por los miembros de su familia, etc. Pero este tipo de victimización interna que se desata contra el mundo ha sido filtrada a través de otra psicopatología todavía más popular; el nuevo narcisismo de la fama y la automitología: creó su propio “reality show” sobre su persona (el cual termina en una película snuff), en cierta forma, escribió y dirigió su propia historia antes que nadie. Hacer una película sobre él podría ser redundante.

Es interesante cómo Magnotta y otro demente canadiense (siempre recuerda, Canadá es el nuevo Imperio del Mal), Travis Baumgartner, un joven policía con muchas aspiraciones y que mató a tres compañeras de seguridad en Alberta, desarrollaron su propia persona retorcida, ególatra y poco sexy, en Facebook; ambos se veían como posibles “estrellas”. (Baumgartner decía que era un “10” y escribió: “Me pregunto si saldría en el noticiero de las seis si empiezo a matar gente”. Internet está ahora repleto de fotos de ese policía con aspiraciones a convertirse en modelo y de la “estrella porno” Magnotta). Ambos también se describieron como “persona sociable”. (Podría ser un buen momento para redefinir lo anterior). Pero lo triste es que ambos parecen estar jugando un papel poco convincente, y parecen hacerlos sólo por la atención. No es material para una buena película; es material para un pésimo reality show.