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Oktoberfest en Cisjordania

Dejen que los palestinos muevan el bote y pisteen.

Gente bailando en el Oktoberfest palestino.

En un domingo de otoño en Ramalá, el patio del hotel Movenpick de 60 millones de dólares está a reventar de palestinos borrachos. En un escenario al final de la multitud, la banda de Jerusalén Khallas toca su característico "metal oriental". Al mismo tiempo, grupos de jóvenes palestinos hacen su danza clásica conocida como dabke, al son de una canción que suena a algo entre los inicios de Black Sabbath y el folclor tradicional árabe.

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Es el segundo día del festival y hay un evento anual organizado por la cervecería Taybeh, la única productora de cerveza palestina en todos los territorios ocupados por Israel. El festival de cerveza palestino es notoriamente más reservado que el original alemán, pero en los últimos nueve años ha logrado atraer a miles de personas —casi siempre jóvenes ricos palestinos, tanto cristianos como musulmanes— para celebrar la cerveza tomando mucha agüita de cebada fermentada.

Iniciado en 2005 por el dueño de Taybeh, Nadim Khoury, el Oktoberfest palestino era llevado a cabo originalmente en el pueblo que dio el nombre a la cervecería, justo al norte de Ramalá. De acuerdo con Nadim, el propósito del festival era "impulsar la economía de la aldea, promover los productos locales y presentar una nueva cara de la Palestina ocupada”.

Después de estudiar para ser ingeniero en destilación en una universidad de California, Nadim —como muchos palestinos— regresó a su país tras la firma de los Acuerdos de Oslo en 1994, diciendo que el acuerdo de paz "nos dio esperanza". Sin embargo, la situación que Nadim y sus paisanos esperaban no se ha llevado a cabo; el aparato de estado israelí continúa, y la autonomía y soberanía del territorio palestino siguen siendo vulneradas. "Seguimos bajo la ocupación", dice Nadim. "Aún no tenemos un país, pero tenemos nuestra propia cerveza. Estoy orgulloso de eso".

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La organizadora del Oktoberfest y cuñada de Nadim, Maria Khoury, dice que el festival ha ayudado a las personas a sobrellevar el fracaso de los Acuerdos de Oslo y de la Segunda Intifada: "Trajo un necesitado sentido de normalidad", dice. "Por varios años, la gente ha estado muy triste, por la violencia, el toque de queda, la pared de separación… el Oktoberfest ha ayudado a las personas a escapar de esas realidades".

Mientras que la idea de un festival que haga olvidar dos décadas de persecución sistemática por parte de sus vecinos en Israel es un poco inverosímil, Oktoberfest ha sido una gran historia de éxito en un país que no es conocido por sus éxitos. Los ocho años en los que se hizo el festival en Taybeh, cerca de cinco mil parranderos bajaban a la aldea cada otoño para disfrutar de las cervezas artesanales, música en vivo y los falafel caseros.

Turistas en el Oktoberfest palestino.

Desafortunadamente, las políticas internas (incluyendo al nuevo alcalde de Taybeh que no apoyaba el festival) y la creciente popular del Oktoberfest causaron tensiones con la comunidad de Taybeh, obligando a Nadim a mover el evento al pretensioso hotel de cinco estrellas Movenpick, en el vecindario rico de Masyoun en Ramalá. La mayoría de los asistentes con los que hablé estaban decepcionados del cambio de lugar; como un joven palestino dijo mientras caminaba por la alberca, "este lugar es vulgar".

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Las razones exactas tras el cambio del lugar no están completamente claras. Aún así el festival ha crecido desde sus humildes inicios, y realmente no hay suficiente espacio en Taybeh para recibir al creciente número de asistentes, pero de acuerdo con Nadim tiene que ver más con política. "Hay envidia en el pueblo", explica. "La nueva alcaldía tiene una mente muy cerrada, no saben lo que ha traído a Taybeh el Oktoberfest los últimos ocho años".

Mientras que el Oktoberfest es el último y tal vez el más visible de sus problemas, a la cervecería de Taybeh no le extraña la adversidad. Desde que empezó en 1994, ha enfrentado diversos retos mientras navega numerosos obstáculos sociales y políticos que hacen a los territorios palestinos el complicado lugar que es. "Somos la única cervecería palestina; los obstáculos están por doquier", dice Nadim. "La ocupación, el sitio económico y restricciones —sin mencionar los aspectos culturales y religiosos— son tantos que podrías escribir un libro".

"Sí, creo que mucha gente no está de acuerdo con el estilo de vida", dice María, hablando sobre el hecho de que beber alcohol es tabú en la mayoría de los países musulmanes. "Nosotros en Taybeh creemos en el consumo responsable, pero claro, en un país en el que el 99 por ciento de la población no debería tomar, el Oktoberfest y la cervecería son temas sensibles", me explica. "Pero queremos que la gente pase un buen rato, que disfrute de la comida y las bebidas locales. Queremos construir una Palestina que englobe a todos en su diversidad; es una cultura rica y hermosa".

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Hablé con uno de los cantineros en el hotel Movenpick que hizo eco de los sentimientos de María: "Oktoberfest no encaja en las expectativas que la gente tiene de Palestina, pero hay una comunidad establecida de cristianos dentro y al rededor de Ramalá", dice. Un amigo mío musulmán está de acuerdo: "Realmente no es sorprendente; hay muchos extranjeros, cristianos y un número sorprendente de musulmanes participantes aquí", me dice antes de dar un trago a su cerveza mientras sonríe. "¡De hecho, estás viendo a uno!"

Aún así, eventos como éste siempre crean polémica en el complicado espacio social de Ramalá. A pesar del hecho de querer hacer un punto al presentarse como una ciudad moderna, amigable con Occidente y cosmopolita, no todos los residentes apoyan el Oktoberfest como esperarían Nadim y María.

La entrada a la cervecería Taybeh en la aldea ocupada Taybeh.

Un comerciante local llamado Muhammed me dice, "aquí no hay moral, sólo mucho dinero y extranjeros perdiendo la cabeza. No es bueno". Y Fadi, un estudiante palestino que creció en Chicago, comparte un sentimiento similar: "Creo que es una pena que hagan el evento aquí", dice. "Veo gente tomando en la calle —gente rica, extranjeros y palestinos— y es irrespetuoso para la mayoría de nosotros".

El problema del dinero foráneo y el local surge cada que se discute el Oktoberfest con aquellos que desaprueban el evento. Porque mientras los estándares religiosos y culturales sin duda contribuyen a las tensiones, lugares como Movenpick —un punto de referencia de la prosperidad en la capital de facto de Palestina— y eventos como el Oktoberfest también hablan de la disparidad en ingresos en Rammalá y de cómo afecta la experiencia de ocupación de Palestina.

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Como un amigo de Fadi, un estudiante de la Universidad de Birzeit, me dijo: "No es por el beber, sino quien puede beber. Es muy caro comprar alcohol aquí, y aquellos que toman pertenecen a la sociedad de élite palestina, los que parecen estar más cómodos con la oc
upación".

Dentro de la destilería Taybeh, la única en Palestina.

La tensión es evidente en todo Ramalá; un café/bar cerca del centro de la ciudad es blanco de ataques con botellas de vidrio cada semana, y apenas el jueves pasado, uno de los pocos bares que toca música en la ciudad fue atacado con una bomba molotov.

Aunque sea improbable que las tenciones desaparezcan por completo, la gente de Taybeh está orgullosa de lo que hacen y dicen que continuarán mientras puedan. Como María me dice_ "Vienen muchos más Oktoberfests. Queremos construir un país democrático, libre, liberal, moderno, para que podemos existir con gente que tiene diferentes puntos de vista al nuestro. Si honramos sus puntos de vista, queremos el mismo respeto y honor de vuelta".

Y como dice Nadim: "La cerveza Taybeh es todo para nosotros, es más que cerveza. No pedimos mucho; pedimos libertad. Y cuando llegue ese momento, usaremos la cerveza Taybeh —incluso si es nuestra versión sin alcohol— para brindar por la paz y la libertad”.