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Música

¿Por qué no ha regresado el rockabilly?

El rockabilly se convirtió en un estilo de vida y después comenzó a morir.

Las razones por la cuales la gente se queja de las cosas suelen ser las mismas razones por las que les gustan. Una de las características que definen a cualquier escena o subcultura es un montón de personas dentro de esa escena quejándose de que se trata de una bola de presumidos. Si esta queja no existe sobre una subcultura, entonces es muy probable que esa subcultura no exista.

Las subculturas están guiadas por una necesidad universal de aceptación; también es por eso que terminan repletas de posers. Queremos empaquetarnos. Queremos que nos reconozcan. Queremos ser bienvenidos. Descubrimos que podemos garantizarnos esa bienvenida si imitamos las estructuras de una comunidad preexistente. Una subcultura es una diagrama para cómo ser amado: sigue estos simples pasos para encontrar un hogar.

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El rockabilly es un híbrido musical entre dos cosas fuertemente influenciadas entre si. En ciertos sentidos, sus padres parecen estar tan incestuosamente cercanos que un hijo parecería imposible. Una mezcla entre el rock 'n' roll y la música country ("música hillbilly"), es una escena que revive por segunda o tercera vez. El country y el blues se combinaron para formar el rock 'n' roll a principios de los años treinta. Elvis, por supuesto, es el punto de referencia, abarcando el country y el rock 'n' roll, y dando a conocer al rockabilly al imaginario cultural.

En los noventa y a principios del nuevo milenio, el rockabilly revivió una vez más. Un estilo nostálgico de los cincuenta estadounidenses, en toda su grasienta gloria kitsch: chicas con bras picudos y labios rojos, chicos con el cabello engelado y los jeans apretados, cajetillas enrolladas en sus mangas. También surgieron las bandas. Social Distortion es quizá la más conocida, y disfrutó de un verdadero éxito musical. Durante un tiempo los tatuajes, el pelo engelado y los autos clásicos apuntaban a una fusión particular del country y el blues con un rock a la antigua, estridente y bailable.

Pero hoy pocos de esos artistas son conocidos fuera de las escenas rockabilly, y pocas escenas rockabilly existen fuera de ciertas localidades muy específicas. Muchas otras subculturas parecen haber visto su regreso recientemente: las escenas góticas y rave están reviviendo, y el punk lleva tiempo haciéndolo, aunque realmente nunca ha muerto. Pero el rockabilly no parece haber regresado con ellos.

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Las culturas musicales conocidas más por su moda que por su música se convierten en chistes y advertencias. Otras simplemente se desvanecen. El rockabilly se popularizó nuevamente durante la fiebre de mediados de siglo por lo estadounidense, ese tendencia cultural más generalizada que metió un show de burlesque en todo los bares de Brooklyn. El rockabilly se volvió parte de nuestra breve obsesión con una época en la que nuestros padres eran jóvenes (nuestras madres seguro gritaban por Elvis. Nosotros gritamos sobre los recuerdos de otras personas gritando por Elvis). Pero esa tendencia ya desapareció en gran medida.

Viva Las Vegas, una convención anual de rockabilly en Las Vegas, es uno de los eventos rockabilly más grandes del mundo, sino es que el más grande. Leí dos terceras partes de la página del evento antes de darme cuenta que no mencionaban a ninguna banda ni ningún escenario musical. Viva Las Vegas incluye un show de autos, una competencia de burlesque, una fiesta en la alberca, un concurso en trajes de baño, un show de moda vintage, un evento de boliche (probablemente vintage), y el Guitar Geek Festival Show, que sí incluye actuaciones musicales pero es más que nada una presentación de “guitarras extrañas y vintage”. Parece que el rockabilly todavía existe en Vegas, pero en torno a los objetos, no a la música.

De hecho, las escenas rockabilly más importantes del momento existen fuera de Estados Unidos, en Japón y en Alemania. En Japón, la cultura rockabilly existe bajo la subcultura de la moda Harajuku. Los chicos rockabilly se reúnen en el parque Yoyogi, con su peinados altos y resplandecientes, sus chamarras de cuero aterradoramente estilizadas. Haciendo una fuerte generalización, tiene sentido que esta subcultura estadounidense sea tan popular en una ciudad en la que la estética manda. Los chicos rockabilly están categorizados junto a las Lolitas góticas, una subcultura que empieza y termina con la moda. En su mayor parte, la música en la escena de Tokio parece ser grabada, no hay nada en vivo. Los chicos y chicas rockabilly bailan al ritmo de discos viejos de los cincuenta y sesenta. Ahí, el rockabilly se divorcia por completo de una escena musical, y existe de una forma puramente estética.

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La escena en Alemania se va más por lo psicobilly, el matrimonio entre el rockabilly y el punk. Esta hibridación seguro se debe a la fuerte presencia de la escena punk en Alemania. Aun así, lo que mejor parece definir a los rockabilly y psicobilly parece ser una estética y una moda estadounidenses seudoironizada. El hecho de que el rockabilly, una subcultura definitivamente estadounidense, tenga éxito fuera de Estados Unidos ayuda a explicar porque no ha regresado a su propio país.

El camp y el kitsch necesitan distanciarse para tener éxito. No es de sorprender que una subcultura tan agresivamente basada en la americana sea más popular fuera de Estado Unidos. En Alemania o Japón, es fácil convertir la americana en una fantasía y en una forma de disfraz (algo muy popular en Japón). Sin embargo, lo americana en Estados Unidos hace referencia inmediata a una realidad muy presente. Es difícil mantener una fantasía cuando esa fantasía está basada en realidades tan cercanas al campo estadounidense, en esa historia de la música country y del campo mismo.

Esa manía por ese mediados del siglo pasado, nuestra extraña nostalgia por la juventud de nuestros padres, también parece haber perdido popularidad. Los estilos cincuenteros y sesenteros vintage estaban en todos lados hace unos años; Mad Men era un catálogo porno del estilo de vida urbano más que una serie de televisión. Pero este estilo de vida parece haber perdido su encanto, y quizá eso se deba a que intenta regresar a una época de gran represión. Otras subculturas tratan sobre el anarquismo, el desorden y la pérdida del control. La música prospera con la rebeldía, ya sea una anarquía política literal en el caso del punk, o la desafiante pérdida de control en las escenas tan cargadas de la cultura de drogas duras (parece ser que otro factor que también contribuyó a la pérdida de popularidad del rockabilly fue la falta de una cultura de drogas como tal).

El problema es que la gente no quiere ordenar su vida. La gente no quiere levantarse en la mañana, lavarse la cara, arreglarse el pelo, y combinar sus zapatos con su ropa. Al final, pocos le son fieles a la higiene y a los buenos modales. El punk no puede morir porque el punk implica que todo te valga madres, implica no levantarse en las mañanas, implica no arreglarse el pelo, no lavarse la cara, no recordar tus modales y no pretender que no estás increíblemente encabronado con todo lo que conoces. Lo mismo podría decirse del rave, con su amplia gama de disfraces estúpidos y su plétora de drogas. Buscamos esa música que tiene una escena que la rodea porque queremos escapar de las restricciones de los buenos modales, no porque queramos obedecerlos. Acudimos a la música y sus escenas porque nos permiten ser un desmadre. Porque no piden que seamos un desmadre.

El rockabilly se convirtió en un estilo de vida y murió porque se volvió irrelevante, porque no quería que sus participantes fueran un desmadre. El rock siempre ha sido la música de la anarquía y la rebeldía. La música country, la música hillbilly, se pierde en las enormes e indomables colinas, no tiene ley, y desciende a esa amarga narrativa sobre pérdidas y carencias. Pero los cincuenta, la época en la que la subcultura basó su imagen, está gobernada por la represión. Los cincuenta son tu padre, y el rock se trata de rebelarte contra tu padre. La moda y la música se contradicen; una somete a la otra. La represión permite unos atuendos muy sensuales, pero eventualmente los devora, una ecuación que genera un resultado infinitamente pequeño.