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Cultură

Por qué todas las chicas deberían coger durante su regla

Y por qué me cagan los güeyes a los que les da asco un poco de sangre menstrual.

En toda relación llega un momento —ya sea en la primera cita o un año después— donde existe la posibilidad de tener sexo durante la regla. La respuesta que recibas del chico en cuestión dice mucho sobre él. Un tipo que se niega a coger cuando estás tirando aceite apenas merece el título de hombre.

Una vez al mes, sale sangre de mi vagina. Eso es normal y definitivamente no es asqueroso. Esa sangre forma parte de un proceso de creación de esas pequeñas bolas de carne que nosotros llamamos bebés y que, en un futuro, serán personas como tú y yo. Esa sangre es tan vital para la preservación de nuestra especie como los pequeños espermatozoides. Y a pesar de eso, esta sangre, rastro de mi fecundo útero, es considerada por no sé qué razón como algo más sucio que el asqueroso requesón que se forma todos los días en el pito de los chicos. Pero seguimos siendo más indulgentes con el cuerpo de los hombres que con el de las mujeres. No entiendo por qué me sorprende.

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No quiero tener nada que ver con un hombre que se niega a cogerme cuando ando en mis días. Sangro, luego existo. Y si tú quieres mi puchita, debes aceptarla como ella está, es decir: algunas veces verás coágulos y otros cachos de pared uterina que salen de ella.

He descubierto que la mayor parte de las mujeres han pasado por esto: les ha sido negado el sexo durante sus reglas. Ahora, consideremos que un pene tampoco es un feliz paseo en un campo de rosas, ¿han olido una madre de esas después que estuvo encerrada todo un día en un pantalón? Huele a carne pasada, a pies pero con un ligero aroma de pipí y moho. Entonces, ¿con qué ojos viene un hombre a decirme que no le da a una vagina sanguinolenta?

Mi cuerpo y sus funciones no son ni más ni menos maravillosos o extraños que los del hombre. Y para ser franca, guardo un consolador en mi mesita de noche cuyas pilas no dejarán de funcionar por un poco de sangre. Así que reflexionen bien antes de negarse a practicar el sexo menstrual.

Rechazar a mi vagina sanguinolenta es un serio error. Cuando estoy menstruando tengo un, por llamarlo de alguna manera, hocico femenino permanente, mi panochita está pre-lubricada y lista a hacer las cosas abominables que el yo premenstrual e insumiso a las hormonas probablemente no haría jamás si no hubiera sangre de por medio. Bueno, al menos no sin antes haber bebido una copa de vino o dos. Ok, una botella.

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La otra noche estaba hablando con una amiga y le conté de este nuevo chico con el que me gustaría compartir mi río de sangre, y ella me aconsejó que compartiera las razones por las que me gusta tener sexo durante mi regla. Sin embargo ella hizo una pequeña objeción:

—Mira, no sé tú, pero generalmente, el segundo o tercer día de mi regla, mi pepa huele a carne de res.

—Sí, ya sé a qué olor te refieres. ¿Y qué? —Ya iba a empezar a ladrar todos mis argumentos sobre el acre olor del pene.

—Bien, no me siento tan sexy cuando mi panocha huele a carnicería.

Lo que me parece muy justo: es su pucha, ella hace lo que quiera. Tu pucha, tu lucha. En el fondo, es responsabilidad de los hombres que la mujer se sienta una ciudadana de segunda, simplemente a causa de su implacable historia biológica.

Hace tiempo salía con un tipo maravilloso, quien, desde que me desvistió salvajemente y me arrojó a la cama, me lo advirtió: no importaba que hubiera sangre. Se acostó a mi lado y recargó su codo. Me miró directo a los ojos y me dijo, con su hermoso y serio acento europeo:

—Kat, ¿quién soy yo para decirle a una mujer cuándo puede o no hacer el amor?

Sonreí e intenté levantarme de la cama. Él me tomó mi mano y me preguntó: —¿A dónde vas?

—Al baño, a quitarme el tampón.

Él me abrazó: —No vayas. Quítatelo y tíralo en la esquina.

Qué hombre, pero qué hombre…

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