Roshell Terranova: una trans que nació prodigio

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Roshell Terranova: una trans que nació prodigio

El Club de Roshell AC es una casona que funciona como bar, cabaret, show travesti pero también para proyectar películas, impartir talleres, exposiciones y eventos, y todo sobre diversidad sexual, sobre lo que significa ser trans.

Fotos por María Fernanda Molins

Roshell Terranova está sentada en el lobby de su club, con un vestido corto de color gris y puntos negros, zapatillas de pico oscuras y un largo collar de esferas tonos blanco y rojo. Están la brillante y abultada melena, los labios gruesos, rojos, y la sonrisa permanente, como si Roshell le hubiera declarado la guerra a la tristeza. Sentada en un sofá negro, cruza las piernas, extiende el brazo, toma la pequeña copa y da un sorbo a su tequila. "Canto de todo", presume, "popular, ranchero, teatro musical. Mis shows cabaret contienen crítica social y los presentó en este lugar, o donde me contraten", cuenta Roshell, con su voz matizada, por momentos fuertes, a veces suave.

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Hace unos minutos pulsé el timbre del número 75 de la calle Aragón, en la colonia Álamos, y una mujer trans delgada, con vestido negro y avanzada en años, abrió la puerta. "Roshell está en camino", informó. Lo primero que observé al ingresar en el vestíbulo, fue a un enorme travesti, de espalda amplia y diminuto vestido, que, sonriente, daba sorbos a su bebida. El Club de Roshell AC, también llamado casa travesti para la diversidad sexual, es una casona que funciona como bar, cabaret, teatro breve, show travesti, lugar de ligue, pero también para proyectar películas, documentales, impartir talleres, exposiciones y eventos, y todo sobre diversidad sexual, sobre lo que significa ser trans. Y una de sus funciones, la principal, es brindar un espacio a aquellos hombres que deseen transformarse, vestirse con prendas femeninas, pues en otro lugar es imposible, por miedo, pudor, porque no se atreven.

En Club Roshell encuentran todo lo necesario: vestidos, faldas, blusas, lencería, pelucas, maquillaje, accesorios y la asesoría de la anfitriona, fundadora de la idea.

Roshell apareció, extendió una sonrisa, caminó sin prisa, se sentó, tocó su cabellera y de inmediato se jactó de sus dotes artísticos. "A los musicales, sobre todo de Broadway, les arreglo la letra para contar lo que quiero", explica y cuenta que ella creó el espectáculo La vestida frente al espejo y participa en otro cuyo nombre anticipa la parodia: Los monólogos de la vestida, al lado de otras actrices.

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La de Roshell no es la habitual historia de la trans cuya familia y amigos expulsaron de sus vidas. Inquieta desde pequeña, mostró sus cualidades en el canto y nadie se le resistió. Luis, como la nombraron en casa, nació artista, y su primer escenario fueron las reuniones y fiestas familiares: todo mundo pedía verla bailar, cantar, imitar a la protagonista de la telenovela y celebraban su naturalidad artística, aunque nadie sabía de dónde la había heredado. Sus hermanas no perdieron el tiempo y la inscribieron a una escuela de actuación cuando tenía 10 años. Ahí había talento.

Ya nadie podría detenerla. Continuó con sus estudios en el Instituto Andrés Soler y, al poco tiempo, debutó en la obra de teatro Los héroes inútiles, con el personaje de un varón. De inmediato comenzó su trabajo en teatro infantil, de manera profesional, y mostró su versatilidad: príncipe, duende, mago, genio. Roshell podía hacer de todo y continuaba preparándose: estudiaba actuación en el Centro Cultural Manolo Fábregas, tomaba clases de comedia musical, de baile y canto.

Consciente de sus facetas, acudió a una audición para un espectáculo con la intención de ser contratada como bailarín, pero los responsables de la selección no tuvieron duda de que el papel ideal para Roshell era el de travesti en el Magic Travesti Show, lo que redefiniría su vida para siempre. Ahora, no sólo era príncipe de día y travesti de noche: al transformarse cada nueva jornada, descubrió que no era un hombre gay. Toda la vida le habían mentido. Roshell era una mujer trans, aunque ese par de palabras y sus 10 letras aún no formaban parte de su vocabulario.

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"¿Cuántos años tenías?", le pregunto a Roshell.

"Acababa de cumplir 18 años".

"¿Cuántos tienes ahora?"

"La edad no se pregunta… bueno, sí, pero no se contesta. Yo tengo todos los que quieras, lo importante es cómo se siente uno. Y yo me siento fabulosa".

***

A un nuevo trago a su tequila, le sigue la declaración: "soy una chica trans, transgénero, así me asumo. Me gustan los hombres, pero no me pongo etiquetas. Mi pareja es travesti, lleva una vida de chico y me gusta como tal. No hay ningún problema con eso".

Tras la explicación, Roshell cuenta que desde niña le atraían los varones. A los seis años se enamoró de un amigo y siempre, cuando podía, le daba un beso en la mejilla. Ese fue su primer amor, libre de egoísmo. Roshell jamás cuestionó sus preferencias, no tenía por qué hacerlo… pero entonces llegó su etapa en la secundaria. Pese a la educación privilegiada, Roshell no pudo escapar a los señalamientos por su comportamiento amanerado y, además, porque no se apartaba de otro alumno, su segundo amor. Los compañeros le aconsejaron al amigo de Roshell que más valía que no se juntara con ella y le preguntaban si también era gay. "Entiende, te estás quemando", le dijeron un día, con Roshell a un lado.

"Para mí, todo era bueno, me sentía bien. Estaba muy empoderada: a las personas les gustaba lo que hacía, no tenía miedo al ridículo. Bailaba, cantaba, estudiaba. Pero, como cuento en mis shows, estaba en un mundo de gañanes adolescentes y, como ellos decían que yo estaba mal, comencé a reprimirme", recuerda Roshell, un poquito indignada por aquel viejo recuerdo. "Hoy, a mí me puede criticar la sociedad y me vale gorro", dice, eufórica, "pero para un adolescente, es complicado".

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Desde primaria, Roshell sabía que era diferente al resto. "Jugaba con sus primas y quería tener bubis, me ponía naranjitas. Yo no sabía qué era trans, en mi época no estaba acuñado el término. Pensaba que era gay, ahora sé que era una niña trans".


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Roshell sabe y reconoce que ha sido afortunada. Aunque no nació bajo el cobijo de una familia millonaria, cada uno de sus seres queridos impulsaron su educación y jamás le negaron el acceso a una escuela. Su mamá era contadora y su papá fabricaba muebles en un taller y, siempre, quizá porque Roshell fue la menor de siete hermanos, accedieron a sus caprichos, en la medida de sus posibilidades. "Pero la escuela es otra cosa, y me topé con la educación machista de los niños, y es que yo siempre me comporté como una niña.

"Mis hermanos supieron quién era yo antes de que yo misma lo racionalizara. Uno nace así, no piensas en quién eres, si está bien que te guste un niño. Sí me afectaron algunos comentarios escolares, ya sabes: joto, marica, pero el carácter que tengo no logró que eso me afectara demasiado", indica Roshell, triunfante. Así que, harta de los agravios, un día, puso un alto a los compañeros castrosos, que no eran más de tres, cuando, en la escuela, tomaba agua del bebedero. Uno de ellos jaló su cabello y Roshell le arrojó un puñetazo, el primero de su vida. "Le rompí el hocico, y se dieron cuenta de que si se metían conmigo les iría mal. Antes, hablar de eso me entristecía, pero ya no".

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Roshell descubrió su identidad de género en el show travesti, sí. Antes, ya había tomado prestadas prendas femeninas de sus hermanas. En su hogar abundaban las pelucas, pestañas, vestidos, blusas, y Roshell jugaba a ser mujer, porque quería, porque le gustaba. Transformarse para subir a un escenario profesional fue distinto y, al pasar las semanas, un día, sentada ante el espejo, con el rostro maquillado y la peluca dorada, se dijo a sí misma: "yo soy esta persona".

"Al principio era un trabajo", cuenta, "en el que realizaba giras en todo México. Lo disfrutaba, me sentía bien. El espectáculo trataba sobre chicos que se travestían, no sobre trans, porque las trans estaban en otros ámbitos laborales: en los salones de belleza, en la calle. Nosotros éramos actores, hacíamos magia, y justo ese era el slogan: 'actores haciendo magia'".

Para que Roshell descubriera su identidad trans fue necesario un proceso, que dio inicio después de identificar en el espejo a su verdadero yo: comenzó a documentarse, a leer sobre trans. Después, cuando realizaba el show travesti, conoció a Francis, la actriz de teatro nocturno. "Francis comenzó a crecer", recuerda, "estaba en un grupo que se llamaba Peinetas Travesti Show. A finales de los ochenta, principios de los noventa, fue el boom del show travesti, y ella ayudó mucho a que fuéramos tema", reconoce Roshell.

"Yo, por mi parte", indica, "me consolidé diez años después de que me di cuenta de mi identidad, pues seguí estudiando, terminé mi carrera de publicista en el Tec de Monterrey, incursioné en belleza e incluso realicé una maestría en la Confederación Nacional de Estilistas. A la par que estudiaba, actuaba, bailaba. Me autobauticé Roshell Terranova porque me gustó el nombre, no creas que me quebré mucho la cabeza".

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Su familia no se equivocó: Roshell había nacido con diversos talentos. El esfuerzo constante logró que se independizara, al lado de su entonces pareja, y continuó informándose sobre su identidad de género. Ya no relacionaba a los trans con escoria, educación que había recibido de niño de las revistas alarmistas que a veces encontraba en casa.


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"Esa es un parte de nuestra historia, claro, pero no es lo único. Hay quienes tuvimos oportunidad de estudiar, prepararse, por fortuna. Pero insisto: somos afortunadas. Leyendo, descubrí la violencia constante a la que se enfrentan cientos de compañeras. Después fundé una estética, y luego otra y otras, y las trabajadoras me contaban sus traumáticas historias, de golpes constante".

No había de otra. El paso siguiente era el activismo. Roshell no podía permanecer indiferente. "Y no lo hice", afirma, al tiempo que da el último sorbo a su copa. Poco tiempo después nació Club Roshell.

***

Convertirse en activista significó conocer cientos de historias, la mayoría dolorosas y difíciles de superar. Insertada en la sociedad trans: shows y salones de belleza, sobre todo, se enteró de que casi todas habían sido echadas a patadas de sus hogares. El único refugio fue la calle, donde, para sobrevivir, se prostituyeron, con todo lo que eso implica: violencia de autoridades, discriminación y transfobia de las personas en general. "Si su familia no daba un centavo por ellas, imagínate al resto", comprueba Roshell.

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La idea del club nació porque a la estéticas comenzaron a llegar decenas de hombres con una solicitud que Roshell jamás previó: querían que les enseñara a maquillarse, a elegir el atuendo más coqueto y llamativo. "Hagamos un show y nos enseñas", proponían. Roshell accedió, y ellos pidieron un último favor: que ella se encargara de guardar sus accesorios. Temían que en sus casas descubrieran sus actividades secretas. "Comencé a hacer talleres, después eventos. Me di cuenta de que necesitaba un espacio para esta red de travestis, sobre todo de clóset, que no van a ser trans nunca, porque no quisieron o pudieron, o no se pudo, pero quieren serlo", detalla.

Ese espacio nació en 2004. En el club hay vestidores y Roshell se encarga de proveer a los interesado de todo lo necesario y los capacita en maquillaje y atuendo.

Fundar la casa travesti trajo nuevas amistades trans a Roshell, varias de ellas de ideología de izquierda. "Presentamos ese año ante la Asamblea Legislativa la primera iniciativa sobre cambio de identidad. Nos la echaron para atrás. Regresamos en 2006 y de nuevo nos cerraron las puertas. En 2008, accedieron, pero el proceso tenía un costo elevado, de al menos 40 mil pesos. Apenas el año pasado se logró, por fin, que fuera sólo un trámite", celebra Roshell.

La mujer trans también ha apoyado otras legislaciones a favor de la comunidad LGBT: la sociedad de convivencias, el matrimonio igualitario.

"¿Cuál es tu balance? ¿Qué tanto ha cambiado la comprensión?", le pregunto.

"Aquí en la ciudad, hay más apertura, pero no es suficiente. Con todo, aún violentan nuestros derechos. Por eso realizo talleres, para que trans aprendan a defenderse. Los crímenes de odio y transfobia suceden a cada rato. Debemos luchar para que en todo el país hablemos el mismo idioma, que en todo México se tengan los derechos que en CDMX. Hay marchas contra el matrimonio igualitario y las familias diversas. Hay mucho por hacer".

Roshell festeja que las trans ahora se organicen, se reúnan, a diferencia de antes, cuando, afirma, no se interesaban por sus derechos, "sólo dejaban ir la vida, se dejaban extorsionar por la policía. Hoy saben que la reforma de cambio de género no es suficiente, que hay que seguir trabajando en ello para garantizar el acceso a la educación, salud y trabajo. Se necesita que más voces que sumen al esfuerzo, que esto se visibilice. El activismo no es sólo ir a gritonear, que así empezamos, eh, pero ahora hasta nos invitan a eventos, por ejemplo".

Roshell, con conocimiento de causa, puede afirmar que siempre falta un poco más. Que las leyes son perfectivas y con los años cambian. Un perfecto ejemplo es la ley de identidad de género. Por eso, al final de la entrevista, afirma, casi susurrando: "todo ayuda, todo suma".