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Este tratamiento está siendo tan efectivo en mi caso porque actúa en el presente y se basa en la acción. Es práctico y tangible. Cuando estoy a mi suerte, dejo de vivir la realidad y me pierdo en un tumulto de pensamientos fantásticos y catastróficos. Necesito la terapia para anclarme al presente, sin renacimientos ni análisis oníricos junguianos. Además, es más difícil cagarla al centrarse en el presente. Cuando acudí a esta terapeuta, mi desesperación era tal que no podía permitirme ocultar mi vulnerabilidad. Cada vez que me sorprendía fingiendo ante ella, me preguntaba ¿Para qué vienes, entonces? Así que evitaba hacerlo por el bien de ambos.Quisiera compartir dos de los recursos más útiles que he aprendido en los últimos meses. Lo primero que me ayudó de verdad es hacer un análisis de la sensación que estoy experimentando y el significado que le doy a dicha sensación. Así, cuando estoy al borde de sufrir un ataque de pánico, busco una hoja de papel y la divido en dos partes. En la parte de la izquierda escribo las sensaciones: latidos acelerados, dificultad para respirar, presión en el pecho, sensación de ahogo, visión borrosa, cosquilleo en el estómago, mareo. En el otro lado, escribo el significado que le doy a todas esas sensaciones, los pensamientos que les asigno.Estos, por ejemplo, son algunos de los pensamientos que me suelen pasar por la cabeza al principio y durante un ataque de pánico: Oh, no. Algo va mal. Me muero. ¿Cómo voy a llegar a alguna parte profesionalmente? ¿Qué me pasa? ¿Cómo voy a poder hablar? ¿Cómo voy a poder quedarme aquí? Tendré que marcharme. ¿Cómo me voy a poner de pie? La gente se va a dar cuenta y me juzgarán. ¿Por qué estoy sufriendo un ataque de pánico cuando estoy con alguien querido? Esto va a ser así siempre. Soy diferente al resto. Esto va a durar eternamente. ¿Por qué tengo esta sensación tan extraña? Me voy a quebrar. Todo está mal.
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