En 1994, a los 19 años de edad, Masaru visitó por primera vez Tōhoku, una de las regiones más remotas y abrumadoramente hermosas de Japón. Siempre tuvo presente el recuerdo de ese lugar, y en 2006 regresó para fotografiar la región “desde el punto de vista de las personas de la tierra ancestral”. Acompañó a cazadores de venados, conoció a unos hermanos que todavía usan métodos primitivos de pesca con lanzas para atrapar peces espada, y se hizo amigo de una médium casi ciega que aseguraba poder escuchar las voces de los muertos. Tras el devastador terremoto del 11 de marzo de 2011, los subsecuentes tsunamis y el desastre en las plantas nucleares, mucho de lo que Masaru había fotografiado en Tōhoku quedó destruido o drásticamente modificado (el epicentro del terremoto estaba a menos de 80 kilómetros del lugar). A lo largo de los últimos años, Masaru ha regresado varias veces para documentar este lugar.
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