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En Bogotá no están tan claros esos referentes, menos a nivel mundial. No tanto. Hay ciertos lugares que tienen alguna carta de identidad pero eso todavía es borroso. No tenemos esa tradición de literatura urbana geolocalizada. Entonces si vas a escribir sobre Bogotá te toca amoblar el espacio. Si le escribís a alguien de afuera "se fue al Transmilenio", esa palabra es demasiado opaca. Un Transmilenio, que para todo el mundo acá es normal, para un lector de afuera puede sonar a ciencia ficción. ¿Qué demonios es un Transmilenio? Entonces, si tenés un personaje peatón, que gasta suela de zapatos, te toca mostrar esos trayectos, esos recorridos, ponerles árboles, casas y asfalto y colores y sonidos. Para que se sienta. La ciudad tiene que pesar. ¿Se siente identificado con ese personaje peatón? No me falta calle. Fijate que en la universidad trabajé como asistente de dirección en unos documentales que hacía un profesor sobre tres calles de Bogotá. De alguna manera me familiaricé con ese proceso de investigar las calles y de meterme en las calles. Soy muy de tomar fotos, de llevar grabadora, de grabar sonidos, hago videítos. Muy a lo reportero. Además de Literatura, usted estudió Periodismo. ¿Ha sido buen complemento a la hora de investigar para sus novelas o cuentos? Yo no me impongo el límite de que uno no pueda inventar, pero a veces no me tengo la confianza para pintar y describir lugares desde el escritorio. Me da como miedo falsearlos. En la novela, por ejemplo, está el call center. Entonces, si alguien que trabaja en un call center lee tu libro y no siente que eso es falso, pues lo hiciste bien. Y el único procedimiento para lograr eso es ir a esos lugares, acercarse, hablar con gente y ver cómo es. El decorado es muy importante.
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Declive arranca con una escena medio kafkiana. Jorge, el protagonista, se despierta de una siesta y calza cuatro tallas más. Su reacción es muy racional: pide una cita a la EPS. Eso tiene que ver con la naturaleza del personaje. El tipo de personaje, por su formación como enfermero, impedía que tuviera una aproximación más naive al crecimiento de pies. Por otro lado, tenía la premisa de que los personajes no se entregaran kafkiana o cortazarianamente a algún episodio así. El referente es un cuento de Cortázar que se llama Las manos. A un man le empiezan a crecer las manos de manera monstruosa y al final el tipo es tratando de meterlas a la fuerza en un taxi. Pero él no se pone a pensar en por qué le pasa eso sino que dice como "mierda, me crecieron las manos, pues que encarte". Otra cosa con la naturaleza del personaje es que Jorge, a diferencia de lo que hacen algunos escritores, no es culto ni calcado de la imagen de intelectual. El man es un oficinista. Me parece muy refrescante de mí mismo poder escapar a otras psiques más alejadas, hacia otros oficios. Meterme en otros mundos me parece bueno. A veces un no es muy pesado para uno mismo, estar soportándote 24 horas al día. El ejercicio de la escritura te permite zarpar a realidades más lejanas, así sean agobiantes. En esa medida, he procurado hacerlo la mayoría de las veces con realidades que son más ajenas de mí. Una de mis motivaciones es aprender. La novela transmite una angustia con la que se identifica mucho más fácil la gente. No es el personaje de escritor agobiado, con personalidad autodestructiva, con un bloqueo creativo. Este es un tipo que se enfrenta al transporte público, al despelote de las EPS, a trabajar un turno de noche en un call center, al papá aburrido en un asilo. Sí, uno suele encontrar personajes que están agobiados porque no han podido escribir su novela. Pero si el lector no escribe novelas es muy difícil que haya empatía. Si vos, como lector, sos contador público juramentado u odontólogo, puede ser muy lejano ese trauma del señor que no puede sentarse a redactar unos párrafos. Las que pasan en Declive son un tipo de cosas más mundanas. Tienen más conexión con la vida práctica.
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Hay algo en la novela que me causa curiosidad. A protagonista le crecen un montón los pies sin razón aparente. Y sí va al médico y eso, pero se distrae muy fácil con otras cosas. ¿No debería dedicarle más tiempo a su angustia principal, la de los pies? Yo siento que es una dinámica en la que tienes que seguir viviendo. Él está metido dentro de una rueda grande que está dando vueltas y no puede parar. También me parece que cuando se sienta a ver esa película de zombis con esa pelada ahí al lado es el típico momento similar a cuando los nazis están bailando vals en el búnker faltando horas para que Hitler se suicide. Están a instantes de que la guerra se termine y ese momento es una suerte de evasión. El tipo por momentos necesita abstraerse un poco de lo que se le está viniendo encima. Eso es lo que los diferencia de los personajes de Cortázar, que se entregan con absoluta mansedad al fenómeno extraño. En esa evasión funciona muy bien el elemento de la televisión. Jorge ve mucha televisión, muy mala, y parece que eso le diera vida. Mirá que es un poco como un hombre sin atributos. Y no tenerlos lo deja en manos de la televisión que es lo más simple. No tiene ni un hobby ni una novia. Además este man tiene una sobrecarga de trabajo, de seis de la tarde a seis de la mañana, en un cubículo incómodo, yo creo que está a punto de quemarse, como un fusible.