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La vuelta a México en cien días

Un reporte de los primeros meses de la presidencia de Enrique Peña Nieto.

Habiendo transcurrido los cien primeros días del gobierno de Enrique Peña Nieto, la consigna fue clara: “No nos vamos a andar con chingaderas”. Los rituales priistas de legitimación del poder han transcurrido sin mayores cambios en 82 años. “No nos van a poner de rodillas”. Mostrar la zanahoria y no temer a usar el garrote. Incluir en la lista de los más buscados a algún líder sindical, encarcelarlo e invitar de buena manera al resto a moderar sus excesos. Cambiar el discurso bélico por el de la paz. Dejar que el presidente saliente siga acumulando odios. Sentar a las diferentes fuerzas políticas de México a firmar un pacto, ahora sí, en beneficio de todos. Invitar al Papa a visitar al más católico de los países de Latinoamérica, besar niños, estar presente dirigiendo operativos de rescate en tragedias. Estar presente en todos los medios. Pasar de ser motivo de protesta a ser medianamente aceptado por el círculo rojo, los líderes de opinión, invitar a sumarse a su proyecto —ahora sí— por el bien de México.

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El periódico Reforma presentó hace algunos días cifras sobre la popularidad del presidente Peña, que sorprendieron a más de uno dentro de los propios medios de comunicación. En ella se afirma que 50% de ciudadanos aprueban la labor de Peña Nieto y un extraño 78% de líderes lo “aprobaba”. En cien días la percepción de que Peña Nieto estaba “moviendo a México” había cautivado más a los medios y líderes de opinión (no especifica a cuáles) que al resto los mexicanos. El reporte omite señalar que Peña es el presidente de México con la aceptación más baja desde Carlos Salinas de Gortari, de quien Peña se había inspirado para emprender una agresiva campaña mediática en medios nacionales y extranjeros (en lo que su equipo es experto) para dar la percepción de que en cien días se habría logrado pasar de la inacción de doce años de panismo, a la transformación y que las reformas estructurales que el país necesitaba se habían finalmente logrado.

Al presidente Peña Nieto no le tembló la mano para usar el garrote en Atenco durante su gestión como gobernador del estado de México. Defendió su posición en la campaña presidencial y se ha asegurado que la misma estrategia sea empleada en caso de ser necesario. En días pasados, grupos de maestros de Guerrero y Oaxaca se han manifestado en contra de una de las reformas aprobadas en estos cien primeros días del gobierno federal, la reforma educativa. Ambos estados han protagonizado batallas campales en contra de lo que consideran significa la privatización de la educación, la evaluación a los maestros y en defensa de los derechos y privilegios que han capitalizado durante años de poca productividad laboral. Inclusive el gobernador de Oaxaca —emanado de una coalición de izquierda— ha pedido una tropicalización de la reforma educativa que se adecúe a los usos y costumbres de la región.

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En Guerrero, las guardias comunitarias se han mezclado con el movimiento magisterial y el resultado pone en riesgo la gobernabilidad de la administración de Ángel Aguirre Guerrero e inclusive se amenazó al gobierno de Peña Nieto con la posibilidad de que el estado de Guerrero contara con su propia reforma educativa. La dirigencia del Movimiento Popular Guerrerense (MPG), encabezada mayoritariamente por la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (CETEG) habría mandado su versión tropicalizada —como la pedía el gobernador de Oaxaca, Gabino Cué— pero los personeros del Pacto por México, el programa estrella de reformas del presidente Peña no les temblaría la mano para aplicar el garrote si el pacto no caminaba.

Emilio Chuayffet, secretario de educación ex profeso para cumplir y hacer cumplir con la ley del garrote y enemigo histórico de Elba Esther Gordillo, encarcelada y depuesta líder del SNTE, no lo puede expresar mejor: O hay estado de derecho o habrá aplicación de la ley. El desalojo de la autopista del sol ha sido revisado, planeado y ejecutado con pulcritud quirúrgica. Relatores de derechos humanos, policías desarmados y un manejo de medios que harían ver la buena disposición del gobierno federal a pedirle por las buenas a los cabrones revoltosos de siempre desistieran de su derecho a protestar.

El pacto por México si bien ha logrado sacar de la inmovilidad y lograr reformas pendientes, ha sido en demerito de la oposición en un sistema que debería tenerla para equilibrar las decisiones de gobierno. Pero, ¿hasta dónde estaría permitida la protesta como expresión legítima de inconformidad? Todos los hombres del presidente se sienten seguros agarrados de su garrote. La zanahoria se presenta en forma de mujer. Rosario Robles, ex jefa de gobierno del DF y actual secretaria de desarrollo social, anuncia otros de los ejes rectores del gobierno de Peña Nieto, la cruzada contra el hambre. Sería Rosario Robles también la primera en poner en riesgo la continuidad del mismo pacto.

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En su comparecencia en el senado mexicano y tras revelarse la red de corrupción en el uso de programas sociales en la Secretaría de Desarrollo Social, pareciera confirmarla como inamovible en su cargo. “No te preocupes, Rosario”, quizá pueden ser las palabras con que se defina la primer crisis mayor del gobierno entrante. Aceptar responsabilidades de compra de votos pudiera venir con el tiempo, pero doblegarse ante la evidencia y la oposición en los primeros días de su mandato enviarían la señal equivocada.

Habiendo desaparecido de las primeras planas el ejecutómetro al que nos tenían gráficamente acostumbrados, los medios omitieron de paso comparar cifras. Miguel Ángel Osorio Chong, Secretario de Gobernación, acepta que la violencia y los asesinatos relacionados con el crimen organizado sólo han disminuido 17 por ciento. En su reunión con los líderes de los partidos dentro del pacto por México, Chong tendrá la responsabilidad de pegar el jarrón roto con el caso Veracruz mientras el presidente está en visita a Perú. Por lo pronto, todas las actividades entre los partidos firmantes del pacto están suspendidas.

La imagen negativa del presidente Peña al interior del país no parece reflejarse en la encuestas ni en los medios mexicanos; los escándalos de corrupción electoral, la negativa de los sindicatos a las reformas y el incremento en la violencia relacionada al crimen organizado parecen no abollar su armadura.

El documental La herida se mantiene abierta hace un recorrido de los últimos trece años del movimiento popular en Atenco, Estado de México y pasa por los años de la gubernatura de Enrique Peña cuando fueron cometidas graves violaciones a los derechos humanos. A cien días de la administración de Peña Nieto la fotografía que se nos muestra no es muy diferente a la de Tlatelolco, Aguas Blancas, Acteal, Atenco o la operación del primero de diciembre durante su asunción a la presidencia.

México se está moviendo. A punta de chingadazos pero se está moviendo.

@RomanCotera