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El alfabeto (ilustrado) del narco mexicano

T de "traición"

La pérdida de ese equilibrio sostenido por un aparato inmenso.

Éste es uno de 29 testimonios que he recogido entre gente metida en la Guerra contra el Narco. Los nombres y locaciones específicas han sido omitidas por seguridad. Lo he acompañado de un dibujo y mi definición sobre alguna de las 29 palabras que he escuchado mentar a esta gente. Aquí les dejo la palabra de esta semana: Traición.

I. “Antes de ser policía fui maestra. Aparte de dar clase daba pláticas sobre drogas para que los chamacos no se metieran de mañosos. Resultaron muy exitosas en la prepa donde trabajaba, así que la policía me invitó a impartirlas en el resto de la ciudad. Quien me jaló fue un comandante muy guapo que después mataron: ay, cómo me gustaba el comandante. Y yo le gustaba a él así de grandota y güera como me ves, pero en ese entonces con una cinturita, con un bustote, con unas piernototas. Un día el Comandante Cuero me rogó que le ayudara en un cateo. Como no había mujeres en la corporación, quería que lo acompañara a la casa que catearía. Que ahí tocara el timbre y dijera Soy Fulana, la muchacha que pidieron. Pues ai’ voy de aventada con el Comandante y su contingente, yo en tacones y escote. Toqué el timbre y dije Soy Fulana, la muchacha que pidieron. En cuanto abrieron la puerta me pasaron encima todos los judiciales. Cuando pude levantarme, vi a unos hombres tirados en el piso. El comandante esculcaba maletas y cajones, por supuesto que lo que buscaba era dinero. Al fondo de la casa miré a una india correr con unas maleta; me le abalancé y, como pude, se la arrebaté tan fuerte que del jalón se abrió. Ya encontré la droga, le grité al comandante. Pues bien, la emoción que tuve en ese instante me hizo querer ser policía. A los días le dije a mi papá que me inscribiría a la academia y, aunque al principio se negó, aceptó enviándome a la capital acompañada de mi hermano. A pesar del machismo de mis compañeros, llegué rápidamente hasta Comandante de la Judicial Federal. El punto más alto de mi carrera fue cuando fui asignada a una ciudad de playa con turismo internacional. Ahí me negué a pactar con Zetas: Ustedes hagan lo que se les pegue en gana, les advertí, Yo no trato con delincuentes. Todo estuvo bien, hasta que de sorpresa me avisaron que sería enviada a la sierra. Y me fui a la sierra. Pues a tres meses de estar adscrita en mi nueva plaza fui acusada de dirigir una red de narcomenudistas en la ciudad de playa. Supuestamente participé en un cateo donde hallé droga y dinero que nunca reporté al gobierno federal; además, que dizque asesiné a varios policías en la balacera aquella famosa, una en la que hubo once ejecutados. La verdad que sí participé en ese cateo, pero no reporté lo decomisado por órdenes de mi superior, el delegado. Fui arrestada en medio de un operativo bien aparatoso, llevada de inmediato a la capital y encarcelada nomás por los huevos de quien me traicionó. Estuve presa durante cuatro años. Después se comprobó mi inocencia y fui absuelta de todos los delitos. Desde entonces no ha pasado un solo día en que no piense en la persona que me traicionó.”

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II. La traición es un paradigma fundamental en el universo simbólico del narco. La fidelidad a un pacto establecido entre dos o más partes adquiere un valor cuasi obsesivo en el marco de la violencia, pero también de los vertiginosos traslados del poder. La traición recrudece el castigo: algunas veces tortura y ejecución, otras muerte política. El caso del malogrado ex gobernador Mario Villanueva es prueba de ello.

Extraditado en los Estados Unidos, en espera de una sentencia que lo podría encarcelar por veinte años en una prisión de máxima seguridad, El Chueco fue castigado no por sólo por su vínculos con el narcotráfico, que comparte con otros ex gobernadores en libertad, sino por haber traicionado políticamente a la jerarquía priísta. Al intentar imponer a un sucesor en la gubernatura, El Chueco se distanció definitivamente de la cúpula de su partido. Ello lo convirtió en un apestado, luego en un perseguido. Las escurridizas divisiones entre lo legal y lo ilegal hacen del ejercicio delincuencial una práctica arquetípicamente vertiginosa: el equilibrio sólo puede ser alcanzado mediante contratos pactados verbalmente, pero con el crédito que otorga el dinero y/o el poder político. La traición ocupa el centro de los temores de todos los agentes inmiscuidos en la delincuencia organizada: la traición es la pérdida de ese equilibrio sostenido por un aparato inmenso, edificado a veces con mucha sangre, otras con mucho esfuerzo. La traición revela que dicho equilibrio es incierto y toda estructura, a pesar del dinero y el poder, frágil.

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S de "sicario"

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