FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Santiago Lorenzo ha escrito una novela como las de antes

Santiago Lorenzo dirigió en 1997 Mamá es boba, una película que hacía de la tragicomedia un sayo y que le quedó de lo más pintona. Hasta diez años después no firmó otro largometraje, Un buen día lo tiene cualquiera, pero en el entretiempo ha ido...

Santiago Lorenzo dirigió en 1997 Mamá es boba, una película que hacía de la tragicomedia un sayo y que le quedó de lo más pintona. Hasta diez años después no firmó otro largometraje, Un buen día lo tiene cualquiera, pero en el entretiempo ha ido haciendo maquetas, fabricando juguetes, diseñando menaje del hogar, cacharrería y a saber qué más cosas. Ahora ha escrito Los millones, una novela sobre un tío del GRAPO al que le tocan doscientos kilos en la Primitiva pero no puede cobrarlos porque no tiene DNI. La hemos leído y podemos decir que, de entre las escritas en castellano o en español, es la novela del año. Cansados de nocillas y de bobadas, Los millones es lo que un cursi llamaría un auténtico soplo de aire fresco. Además se encarga de inaugurar la colección de libros de Mondo Brutto, y como todo esto nos pone muy contentos hemos ido a decírselo.

Publicidad

Vice: Santiago, tómatelo como un piropazo, pero quedas coronado desde ya el Eduardo Mendoza de los madriles. Los millones es un pedazo de psicogeografía con un antecedente muy claro en, por ejemplo, El misterio de la cripta embrujada.
Santiago Lorenzo: Pues como piropazo me lo voy a tomar, porque no ha sido un día muy allá y a algo habrá que agarrarse para dormir bien. Dormiré como un duque, de hecho, porque me apasionan La isla inaudita o Sin noticias de Gurb. Pero no le llego yo a ese ni a la altura de los zapatos.
El caso es que manejas Madrid un poco como él Barcelona. Carandell dejó escrito que Madrid come mucho fuera, que es una ciudad que está mucho en el bar. A los catalanes eso nos da cierta envidia y un poco de reparo…
Que no te dé envidia, porque la gracia no está en los bares sino en la calle. ¿Que te tocan ciudades con bares? Menos calle tocarás, pero adelante. ¿Que caes en una ciudad de ley seca? A la calle igual. A mí me dan envidia las jugueterías de Barcelona.
Y entre esa gente de la calle están esos hombrecitos a lo Azcona que rondan tus libros y tus películas, un tipo de personaje de ética grande al que se le ha perdido un poco el respeto, que de pronto se mira con la condescendencia que promulga cierto cine social…
Hay cierto cine sobre el exiliado pesaroso, sobre el gay constreñido en sociedad viril, sobre el que saltó de la patera, etcétera, que le encanta a los blancos de clase media o alta porque así ven de la que se han librado. Así ven la suerte que han tenido, creyendo además que poniéndose ante el tal film “me hago cargo”. Vamos: un cine para cabritos. Lo que es pésimo es el cine que da por hecho que el alcohólico, el homeless, el republicano, el desasistido, no pueden ser sino santos. Lo serán cuando lo sean, no antes, ni porque sí. Estas de las que hablo son películas hechas para la gentuza, entendiendo aquí por gentuza la gente cuya necesidad de simplificación, paradójicamente, les lleva a creerse sujetos de inquietudes.
¿Tú has sido niño bien? No es pregunta capciosa, pero en tu libro se detecta esa envidia de la calle, de la vivencia pero sobre todo del lenguaje. Uno que habla así no se detiene a escribirlo, pero a ti se te ve fascinado y lo transmites muy bien.
Yo soy de Portugalete, pura margen izquierda de la ría de Bilbao. Zona industrial (al menos entonces), obrera y sindical en cuyas zonas más periféricas podías dar con un niño con el pito al aire porque no tenía pantalones. Por una serie de circunstancias, sin embargo, estudié desde los seis años en un colegio del Opus Dei de la margen derecha. Un sitio muy de niño bien. A mí ese Opus me encantó (digo ese porque seguramente ningún Opus se parece a otro, como no es lo mismo ser del PP en un pueblo de Cádiz que en Ávila capital, o ser del PSOE en un villorrio de Pontevedra que en la calle Ferraz, o ser gay en una aldea de Zamora que en Tele 5). Espero haber heredado caracteres que no son privativos de ellos pero a los que allí me expuse. Entre ellos, el cierto pudor, que suena de pena pero que hay que fomentar en uno mismo porque sólo reporta ventajas. En ese colegio conocí en 1971 a Daniel Torres, quien durante el invierno de 2006 me ayudó mucho a la hora de ordenar las ideas de Los millones. Sólo por eso ya valió la pena. El 24 de octubre de 1983 me tiré a la calle y no volví a entrar en casa (a ver, en sentido figurado) hasta el 28 de febrero de 2005. Y a poner la oreja en todos sitios, que es pasatiempo tan grato. Así sigo, si bien con otros horarios y otros hábitos.

Publicidad

"Madrid no era ciudad para lo que estaba pasando. Aquí no pegaba nada que nadie estuviera danzando en torno a todo este mejunje grotesco de espionajes de pacotilla. En Madrid todo lo apolíneo se ajaba en banalidades: la ópera se había diluido en zarzuela, el clavecín en organillo, la repostería en churros." Y resulta que no eres madrileño, ¿tal vez por eso logras cumbres como ese párrafo, porque lo miras desde fuera, o no es el caso?
Yo me creo vallisoletanísimo en Madrid y en Portugalete, vasquísimo en Madrid y en Valladolid y madrileñísimo en Valladolid y en Portugalete. Ahora voy a empezar a pasar temporadas en un pueblecico de Segovia que se llama Matabuena, como vecino de día laborable. Atención al lío de combinaciones y desubicaciones que se me viene encima.
No deja de ser impúdico y tremendo erigir una novela en el dinero, está muy bien. En Los millones sacas billetes de dos mil pelas rojos como pimientos morrones…
¡Los problemas de dinero son tan excitantes! En Los millones se habla de su carencia. Pero me da mucho que pensar un contraproblemón de contradinero con el que me encontré un día: a un amigo mío, las cosas le iban muy bien, le salía la pasta por las orejas y se le antojó meterse mil euros en el bolsillo y salir a la calle a gastarlos en cualquier cosa. Volvió a casa con un estuchito de chocolates y una camiseta de manga larga.
Entre lo más logrado del libro está la minuciosidad administrativa que ejerce el protagonista, que lo mismo lija el mobiliario para quitarle la roña que se cena unos chicles para marear el hambre. Toda la novela se demora muy gratamente en esas menudencias, que digo yo que tendrán que ver con el tempo de tu cabeza, con multiplicar panes y peces y con tu afición al plastimodelismo y las manualidades; ¿cuál es tu relación con todo eso?
Mer García Navas (directora de arte de Un buen día lo tiene cualquiera) y yo cogimos un día un local en Madrid para ir a pintar, a dibujar, a fabricar trastos y a hacer el indio. Pero nos empezaron a llamar para hacer trabajos relacionados con cine, teatro, tele, publicidad, etc. Hemos hecho de todo: decorados, atrezo, ficticios, maquetas, ilustraciones, animaciones. Hasta ebanistería hemos hecho. Como somos muy alemanitos y muy serios, el antojo de tener una guardería se fue convirtiendo en una especie de empresa surgida sin pretenderlo. Se llama Lana, S. A. (“lana” es “trabajo” en euskera, pero lo pronunciamos como si nos dedicáramos a lanzar cohetes al espacio). Mer es la que está más centrada en la dirección de arte, y anda luciéndose por series, películas y anuncios. Yo estoy más con maquetas y atrezo.

Ese atrezo, tanto en Los millones como en tus pelis, te delata un poco arqueólogo de tu propia infancia, muy interesado en referenciar el pasado próximo y en rastrear posibles iconos. No es algo que lastre nunca lo que cuentas, pero parece clave en todo lo que haces. ¿Eres archivista, nostálgico, coleccionista?
Colecciono trenes eléctricos, soldaditos de plástico y plomo, y juguetes “figurativos” (para niños de más de doce años). A veces los miroteo como un lerdo. Tenemos también el Museo de Antigüedades Recientes, cachivaches cotidianos que son reliquias sólo desde ayer por la mañana. Esto lo lleva más mi socia, la imprescindible Mer.
¿Y el tema de las películas? ¿Tienes cosas en marcha o eres de los que se han ido quemando?
No tengo nada pensado en cuanto a películas. Precisamente, porque me pasa todo lo contrario a quemarme. Me explico: yo lo único que tengo en esta vida es mi afán de evasión por medio de absurdas invenciones. Eso, y cierta capacidad para convertirlas en algo tangible e incluso comercializable. Lo que no me apetece hacer, precisamente por falta de queme, por incapacidad para el desaliento o por mantener el entusiasmo intacto, es estar esperando a misteriosas confluencias estelares para hacerlas. No voy a dejar de escribir o dibujar mis cosicas (que serán a veces pasables, a veces nefastas). Es el único lujo que quiero permitirme: hacerlas cuando quiera, sin más demora que la propia marcha natural de las cosas. Estoy convencido hasta las trancas de que no se trata de rodar filmes, sino de estar contento en el mundo. Para serlo, a mí me pasa que me conviene imaginar paridas, y hacerlas después. En el formato que sea. Es decir, en el que haya  más a mano. Las motivaciones para hacer una película suelen ser tres. Dos son la pasta y esa asquerosidad de “yo lo que quiero es que me quieran”. Yo ya me siento muy querido y lo del dinero siempre me ha dado muy igual (siempre he preferido comprar tiempo a comprar dinero). Queda una tercera motivación: hacer una cosa tuya con la ilusión de que alguien la haga suya, soltar un chiste con el que no hagas el panoli, exponer un punto de vista con la esperanza de que coincida con el de algún congénere, fabricar una cosa que no existía para intentar cumplir con el deber sagrado de entretener. Esa es mi motivación real, así que seguiré con mis historietas, y me darán igual canal, soporte, inversión o envergadura, o si los fotogramas van encolados o si las páginas van perforadas a razón de cuatro agujeros por cada lado del cuadro
Esa es una actitud saludable. ¿Como espectador qué te gusta?
Las genialidades de Pepón Montero y Juan Maidagán para tele o para teatro. La grandeza sin paliativos de Joaquín Reyes y los suyos. Y los anuncios que se hacen aquí. Muchos me parecen de caerse de espaldas.
En cuanto a libros, ¿lees cosas de ahora o estás con los muertos?
De los muertos, a mí me ha gustado mucho Galdós, tomando la precaución de saltarte los episodios sentimentales que (me parece a mí) se obligaba a meter como subtrama en todas sus novelas. De los de ahora, estoy con dos libros, de autores a los que deseo larguísima vida: un ensayo sobre catedrales góticas españolas de Miguel Sobrino y Los comedores de tiza, de Oscar Áibar. Ambas obras son formidables, escritas por personas de una pieza y poseedoras de una ciencia y de un brillo encomiables.

No sé si fue el caso de Los comedores de tiza, pero tengo entendido que Los millones sí nace de un guión para cine.
Sí, pero a ver a dónde iba yo en 2000 o en 2002 con un guión en el que aparece un término tan espinoso –entonces– como GRAPO. Luego, del GRAPO es de lo que menos se habla, pero ahí estaban las siglas, como grapando los cojones. Al final, utilizar el guión como base para rodar una novela ha sido como haberla dirigido. Con la ventaja de que hay muchas más posibilidades escribiendo a mano que con una cámara. Y sin limitaciones ni de presupuesto ni de mandangas.
¿Llegaste a pensar en un reparto?
No llegué a tanto. Sólo tenía un personaje asignado. El de un disminuido psíquico que trafica con camisetas de Benetton falsas. Papel que quería hacer yo.