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Carnaval de Oruro: VICE en la gran fiesta andina

Armadillo que se duerme lo convierten en matraca

Este mamífero se convirtió en parte fundamental del Carnaval de Oruro, como matraca utilizada para marcar el ritmo en la danza tradicional de la Morenada.

En Bolivia hay una frase que dice "Quirquincho que se duerme despierta convertido en matraca". Este animalito tímido y escurridizo pertenece a la familia Dasypodidae, comúnmente conocidos como armadillos, y es una especie propia del altiplano boliviano cuyo hábitat son las tierras orureñas.

Desde más o menos 1945 este mamífero se convirtió en parte fundamental del Carnaval de Oruro, como matraca utilizada para marcar el ritmo en la danza tradicional de la Morenada.

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"Sin la matraca no hay danza de la Morenada. Con este instrumento llevamos el ritmo acompasado, además nos sentimos motivados para bailar: tiene un mágico sonido que nos entusiasma a cada uno de los bailarines que se siente atrapado por tan pequeño instrumento", comenta uno de los danzantes.

Sin embargo, desde 1992, esta especie de armadillo está protegida por la ley, razón por la cual los danzarines de la "Morenada Cocanis" y la "Morenada Central Oruro" —dos de los grupos más radicales en el uso de matracas de caparazón de quirquincho— han buscado reemplazar éstos con imitaciones de madera o latón, trabajado por hábiles artesanos. Algunos tienen forma de arpa, de barril, de vehículos pequeños o lingotes de estaño porque sus integrantes o pasantes de la fiesta del Carnaval solían ser ejecutantes de arpas, camioneros o trabajadores metalurgistas.

De acuerdo con antropólogos y familiares de matraqueros, las primeras matracas que utilizaban los bailarines de las morenadas eran construidas de madera y latón, hasta que a mediados del siglo 20 surgieron las matracas trabajadas en caparazón de quirquincho, al igual que los charangos, ya que la concavidad de esta cubierta osificada se convierte en una caja de resonancia que puede ser aprovechada para construir artísticos instrumentos rítmicos.

A pesar de ser la capital del folklore y dueña de una de las fiestas andinas más grandes del mundo, en Oruro han existido y aún existen contados matraqueros. Uno de ellos fue don Manuel Pérez Loayza, que en 1938 trabajó las primeras matracas de madera en forma de barrilitos y arpasa petición de un artesano bordador de apellido Canchari. "Ahí empezó mi padre a elaborar estos instrumentos; él era carpintero ebanista, y se convirtió en hacedor de matracas", me cuenta el hijo Hugo Pérez Flores, abogado de profesión.

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En 1945, a pedido de la morenada "Los Veleros", hoy "Cocanis", fabricó las primeras matracas de caparazón de quirquincho. Le entregaron al artesano caparazones secos y moldeados para ser convertidos en matracas, que con el correr del tiempo se convirtieron en una tradición y en un elemento infaltable de la danza de los morenos, como también se le conoce a la Morenada.

Quizá la parte más complicada del arte de construir una matraca de quirquincho con un acabado artístico de calidad empieza con el colocado de la caja donde se encuentra el engranaje, la lengüeta y el mango que hace girar la rueda dentada para que al ser frotado con la laminilla emita ese sonido raspante y característico.

Según explican los propios constructores de este instrumento idiófono, primero se mide el largo —desde la cabeza hasta la cola y el ancho del caparazón— y luego se preparan unas maderas delgadas de mara o pino con la forma de un óvalo que se fija en la concavidad de la coraza. Posteriormente se prepara el engranaje que se prolonga hasta el mango que sobresale a un costado del caparazón; todo este mecanismo se fija con un pegamento a la caja de madera.

Después de colocar el empotrado de la lengüeta —que debe estar hecha de una madera resistente para evitar que se rompa— se busca el sonido de la chicharra, ya que algunos bailarines exigen un sonido fuerte otros suave. Finalmente, para que el sonido se expanda y se escuche a distancia, se hacen unos orificios en la parte inferior.

Cada año, el sonar de la chicharra durante la peregrinación de más de tres kilómetros hasta los pies de la Virgen del Socavón anuncia el paso de una morenada, contagiando al público solo con el ruido de la matraca, bellamente trabajada y de colores llamativos por hábiles artesanos que dan la forma de barrilitos, pequeños satélites, camioncitos, arpas, imitación de quirquinchos de madera y latón de varios tamaños. El público termina bailando en la tribuna y llevando el ritmo con la palma de las manos. Y aunque hasta los bailarines más tradicionales han decidido reemplazar el quirquincho, la matraca desde tiempos inmemoriales se ha convertido en un elemento cultural infaltable del Carnaval de Oruro.

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