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Cultură

Lo más vergonzoso que me pasó en la escuela

La escuela es el escenario perfecto para cometer los actos más vergonzosos de nuestra vida.

Todo ser humano que haya pasado más de dos años con el mismo grupo de personas, debió cometer algún acto que lo avergonzara y provocara las risas de todos los que estaban con él (y hasta la fecha lo recuerdan). Si dicen que no es cierto y que ustedes nunca han pasado por un momento incómodo, déjenme decirles que son unos mentirosos.

Hay quienes lo toman por el lado amable y se ríen de ellos mismos y otros que se refugian en el baño hasta la hora de la salida a llorar sus penas.

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La escuela es ese lugar donde encontramos a los mejores amigos, donde tenemos nuestro primer novio y donde pasamos la mayor parte del tiempo de nuestra vida, al menos hasta los 25 años, y también es el escenario perfecto para cometer los actos más vergonzosos de nuestra vida. Ya sea tirarnos un pedo en clase cuando casualmente todos estaban en silencio, vomitar en el salón, caernos rodando por las escaleras o ser la víctima de una mala broma de algún compañero.

Para que no piensen que son los únicos que han tenido eventos desagradables en su vida, les traemos una serie de historias que plasman el vergonzoso paso por la escuela y que no importan cuántos años hayan pasado, nunca las van a olvidar.

Erección precoz

Iba en segundo de primaria y mi escuela en ese entonces dividía los salones entre hombres y mujeres, sólo había como cuatro o cinco salones de puros hombres y dos de mujeres por grado, pero lo vergonzoso fue que al ser la escuela bilingüe yo tenía una maestra de inglés que me daba clase como cuatro horas al día y me gustaba mucho, se llamaba Raquel o se llama, no sé si siga viva.

Se vestía sexy, a lo que yo consideraba atractivo a esa edad, llevaba falda, medias, tacones y me provocaba erecciones. Una vez que la estaba viendo se me paró el pene y casualmente nos puso un ejercicio para participar y me escogió para pasar. Me hizo levantarme de mi asiento y obviamente se dio cuenta, así como el resto de mis compañeros, de que un bulto se me veía entre las piernas y todos se empezaron a reír.

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Lo más vergonzoso es que la maestra ya sabía y todo el tiempo me pedía pasar a participar. Todos se siguieron riendo de mí, a esa edad éramos muy inmaduros y me hacían muchas bromas. Ahora no me arrepiento porque significa que desde bien chiquito me gustaban las mujeres.

Infierno sangriento

Mi mamá trató de criarme con una amplia apertura con respecto a la sexualidad y las cosas "raras" del cuerpo. Esa crianza no salió bien porque siempre me contaba las cosas con demasiado tiempo de anticipación y yo no estaba lo suficientemente grande como para entenderlas.

Ella no pudo esperar a que estuviera en la pubertad para darme la charla del periodo. Me contó todo lo que me esperaba allá abajo de forma explícita y me dio un rápido repaso de cómo se utilizaba el tampón. Mi regla llegó hasta los 13 años y para ese entonces la conversación que había sostenido con mi madre estaba borrosa. Mi periodo llegó una mañana antes de que me fuera a la escuela así que con mis vagos recuerdos agarré un tampón y lo metí ahí abajo con todo y el aplicador y seguí mi rutina como si anda hubiera pasado.

Por supuesto que era incómodo pero pensé que como ahora ya era una mujer y todas pasaban por lo mismo, tenía que aguantarme. Para ser honesta estaba orgullosa de cómo había manejado la situación sin haber hecho mucho escándalo.

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Mi orgullo duró poco. El aplicador de plástico no era muy absorbente y para la primera clase ya tenía una mancha en el trasero. Una amiga lo señaló muy discreta y cuando íbamos caminando en el pasillo yo inventé una gran mentira para explicar todo y evitar sentirme avergonzada.

Estaba divagando con mi ridícula historia de que había pedido prestados unos pantalones con muchos detalles falsos cuando sentí que el aplicador de plástico se había salido y empezaba a deslizarse por mi pierna. Mis pantalones eran sueltos y mientras caminaba rápido para llegar al baño el ensangrentado tampón/aplicador cayó al suelo justo junto a mi pie. Mi amiga lo vio y luego volteó a verme y sólo hizo una cara de terror para después irse mortificada. Yo lo pateé, corrí al baño y lloré hasta que alguien me escuchó y llamó a la maestra, quien me llevó a la enfermería y me envió a casa. No tengo idea de qué fue del tampón que quedó en el pasillo. Mi amiga no volvió a mencionarlo nunca más.

James Deen y el pene espantoso

Yo era la oveja negra de la escuela. Era distante con todos y estaba en una institución católica a pesar de que yo no era muy religiosa. Mis compañero lo sabían y me juzgaban por eso. En mi último año, fui voluntaria para guardar todos los documentos de un proyecto en mi computadora. Una tarde todo mi grupo estaba alrededor de ésta y el resto de la clase estaba trabajando en silencio. Cuando abrí mi laptop una fuerte y ruidosa escena de sexo de James Deen estaba en toda mi pantalla.

Era sexo anal rudo. Mis compañeros de equipo estaban horrorizados, hay que recordar que eran muy religiosos y yo sólo me avergoncé más tratando de explicarlo.

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La siguiente ocasión, estaba en clase y fui víctima de un juego delante de un compañero. Para que entiendan, este juego se llama Peening. Junto con un grupo de amigos buscábamos imágenes en internet de horrorosos penes y las mandábamos los unos a los otros, entre más asqueroso, mejor. La meta era mandar la imagen cuando la otra persona estuviera acompañado para que pensaran que estabas saliendo con alguien con un pene realmente desagradable lleno de herpes o cualquier cosa.

Es un gran juego, lo recomiendo.

Total que en la misma clase en la que pensaban que era una adicta a la pornografía, estaba trabajando cuando mi teléfono, el cual estaba boca arriba en el escritorio cuando me llegó un mensaje —en ese tiempo tenía una Blackberry Curve en la que los textos se desplegaban y podías ver lo que contenían— y me llegó una imagen enorme de un pene, era bastante buena, tengo que aceptarlo.

No volteé a ver mi teléfono de inmediato pero escuché un jadeo de la chica que estaba sentada a mi lado. Cuando la vi ella estaba mirando fijamente mi teléfono con una cara de horror. Para ser justos, era un pene espantoso.

Me disculpé y ella se cambió de lugar de inmediato y no se volvió a sentar ahí. De hecho, nadie se sentó a mi lado por el resto del año. Todos en esa clase me tenían asco.

La vomitona

En segundo de secundaria un día me empecé a sentir mal de la panza en la escuela. Desde que llegué me sentía mal y en clase de matemáticas le pregunté a una amiga que si me veía mal "te ves verde", me dijo y luego me mandó a la enfermería.

La maestra también me vio y me dijo que fuera a la enfermería. Salí del salón y todos me veían con asco, no tenía idea de cómo me veía sólo sabía que me sentía muy mal. No sé cómo empecé a sentir el vómito venir y sólo pensé "no voy a llegar" porque estaba relativamente cerca del baño. Bajé todas las escaleras y comencé a correr como loca.

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No alcancé a llegar al baño. Agarré un bote de basura y ahí eché todo. Cuando pensé que nadie me había visto y que todo estaba bien, levanté la cabeza y me di cuenta que en frente de mi el niño que me gustaba. Me vio y me hizo cara de asco y me dijo "¿Estás bien?" le contesté que sí y me fui a la enfermería.

Después de mi oso, ese chico me molestaba mucho con mi vomitada, sólo un día me hizo plática pero me daba pena.

Indio mexicano

Iba en la primaria, en el México City School. Se acostumbraba hacer obras en las diferentes festividades del año. Como era bilingüe se tomaban en cuenta las festividades de Estados Unidos además de las mexicanas. Una de las que fui partícipe fue referente al nacimiento de la gran Tenochtitlán. Si no mal recuerdo fue en 4to.

Entonces lo primero que hice fue avisar en casa para que mi mamá se pusiera trucha con el vestuario correcto para mi representación. Fuimos al mercado y adquirimos mi bello "conjuntito" de indio hecho de manta. La obra se llevó a cabo y todo fue perfecto.

Como dos años después, tocó ahora una representación en inglés y fui de esos que están sentados y que nadie ve. Ni siquiera sus papás. Entonces, yo muy despreocupado nunca avisé a mi mamá que tenía ese compromiso porque la maestra dijo que sólo teníamos que ir vestidos de indios.


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Total, llegó la noche antes del festejo y le dije a mi mamá que si se acordaba dónde estaba mi disfraz de indio. Me preguntó el motivo y ya le dije que: "mañana tenía obra y tenía que ir de indio". Obvio me regañó por no avisar y dejar todo al último. Pero al final se tranquilizó porque ya tenía mi traje y no necesitaba nada más.

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Al día siguiente entré a mi salón y me sentí el güey más chafa del mundo, porque efectivamente todos mis compañeros iban de indios, pero no como yo. La obra era una representación de Thanksgiving e iban de indios americanos, tipo Redskins y yo era el único indito mexicano entre todos ellos. Me sentí bien chafa y yo digo que las maestras sintieron lástima, y ni me regañaron. Sólo me mandaron hasta atrás. Me hicieron las burlas típicas y se rieron un poco de mí, eso porque era de los influyentes pero sí me sentí muy tonto.

No es pipí, es boing

Iba en cuarto primaria y mi primo mayor en sexto, compartíamos recreo y cuando tocaron el timbre y salí corriendo al baño porque quería hacer pipí. De la nada salió mi primo y me dio un arrimón. Se me metió el pene en el pantalón mientras estaba haciendo pipí, me mojé los pantalones y lo peor es que tuve que salir a formarme con mi grupo.

Salí con cara de inocente y frente a mí estaba la chica que me gustaba y me dijo "¿Te orinaste?" y dije "No, es boing". A todos los que me preguntaron si me había hecho pipí les dije lo mismo así que nadie me puso apodos o me hizo burla.

Farty Potter

Toda mi carrera escolar fue una gran vergüenza, pero un momento que en destaca fue durante un viaje escolar a México. Yo era un idiota al que molestaban mucho, pero pasar tiempo con los populares en otro país era un sueño hecho realidad. Ingenuamente pensé que todos nos íbamos a hacer mejores amigos y que mis días de ser un perdedor habían terminado.

En México la comida es deliciosa pero mi sistema digestivo no pensó lo mismo. Una mañana mientras todos nos juntábamos dejé que saliera una flatulencia con gran impacto. Me agarró fuera de lugar por lo que no pude prevenirla. Lo único que pude hacer fue quedarme parado en el mismo lugar mientras todos me veían. Por el resto del viaje, todos me llamaron "Farty Potter" a referencia de Harry Potter del cual yo era fan. Por supuesto que regresando a la escuela ese apodo logró llegar hasta ahí. Viví con él por mucho tiempo.

Meados en el baño

Mi amigo John y yo éramos los chicos raros de cuarto año, los payasos de la case que no sentían vergüenza de nada. Había otro tipo de la clase de deportes que siempre nos seguía y un día decidimos que formara parte de nuestro grupo, de dos hombres.

Los tres fuimos al baño y comenzamos a hacer pipí uno a lado de otro como normalmente sucede y eso se convirtió en un concurso de meado. Estábamos solos, así que el baño era para nosotros y era un juego justo. Yo comencé echando pipí al espejo arriba del lavabo, luego John comenzó a echar por todo el inodoro. Yo logré darle a las paredes con todas mis fuerzas. Con eso basta decir para concluir que se la situación se descontroló y pronto había meados por todo el baño.

El otro chico no pudo seguirnos la corriente y se conformó con vernos hacer pipí por todo el baño. Más tarde fue de chismoso. Así que John y yo tuvimos que ir con el conserje y ayudarlo a limpiar el baño, lo que resultó bueno porque era un tipo agradable. Nos enseñó su oficina la cual era desconocida por todos y logramos saltarnos una clase. Pensábamos que ya habíamos saldado nuestra deuda.

Cuando regresamos al salón, nos dimos cuenta de que estábamos en un error. Nuestra maestra nos hizo pasar al frente de toda la clase y nos exigió que le contáramos a todos lo que habíamos hecho. Nos quedamos viendo fijamente el suelo y casi al mismo tiempo dijimos "Hicimos pipí en las paredes del baño". Todos se rieron, incluyendo a las niñas bonitas. Nunca había estado tan avergonzado.