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Badasyan también estaba consciente de lo parecida que era su obra —que se estaba convirtiendo en una ocupación— al trabajo de las sexoservidoras. Empezó a entrevistar gente en Kurfuerstenstrasse, en el distrito rojo de Berlín, y a tener encuentros sexuales con escorts locales. Con el tiempo, empezó a trabajar como escort ahí mismo, aunque nunca pidió dinero a cambio.Descubrió que sus encuentros sexuales, como era de esperarse, se volvieron rápidos y carentes de emoción. El sexo ordinario se volvió rutina y empezó a buscar formas de intensificar la experiencia. "Tenía que recurrir a la violencia para disfrutar la sexualidad", dijo. "Golpeaba a la gente. Me convertí en una máquina".Algunos hombres que conoció en Kurfuerstenstrasse también se tornaron violentos. "No me golpeaban pero sí me gritaban y, una vez, un tipo estuvo apunto de atropellarme y otro me aventó una botella de cerveza", explicó. También recibió una amenaza de muerte en línea por parte de un neonazi y justo antes de terminar el proyecto, un hombre le roció gas pimienta en la calle sin razón aparente.Aunque también surgieron cosas positivas: "Algunas de las personas con las que salí se volvieron mis amigos y hasta encontré socios en el mundo del arte", dijo. Mantiene contacto con varios y ha logrado incorporar a algunos de ellos en proyectos artísticos.Una de las últimas citas que tuvo Badasyan fue con Ahmed Baldr, un estudiante de 20 años de edad que se identifica como heterosexual.
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Badasyan durmió con personas muy distintas en esos 365 días y noches, desde un periodista de 76 años hasta un instructor de yoga escocés y una estrella porno serbia. Durante ese año, Badasyan viajó para coger con gente en Suecia, Dinamarca, Holanda, República Checa y Polonia.También tuvo varias parejas que tenían VIH. Ya había participado en activismo sobre el VIH y una organización alemana dedicada al VIH le regaló condones para el proyecto. Sin embargo, nunca había dormido con un hombre con VIH hasta el proyecto. "Me daba miedo tener contacto sexual con alguien VIH-positivo", escribió en Facebook. " Save The Date cambió mi vida y mi realidad".Badasyan dijo que no quería que la gente hiciera interpretaciones alternativas de su proyecto. "Para unos, se trata se sexualidad; para otros, se trata de libertad; para otros más, se trata de soledad", señaló.En definitiva, la soledad fue parte de su experiencia. En un diario detallado que cargó con él todo el año, me enseñó cómo sus recuentos pasaron de ser párrafos detallados a una sola oración.
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Badasyan ha trabajado arduamente desde que terminó el proyecto. Me dijo que se fue a trabajar al campo de refugiados más grande de Alemania y ofrece apoyo a los refugiados queer. También está trabajando en un nuevo proyecto, TOUCH, "un intento para reconstruir la conexión entre otras personas y yo. Para entender algo, tienes que tocarlo"."Mi sexualidad es muy extraña ahora", dijo. "Ya no salgo con gays. La única forma en que puedo disfrutar del sexo es espiando en los baños de hombres y ligando heterosexuales, bisexuales e indecisos en las calles de Berlín".Cuando hablé con Badsayan en agosto del año pasado, me enseñó un póster conmemorativo que le hicieron: tenía una silueta que representaba cada hombre con el que había dormido en todo el año. "Es casi imposible… tuve que concentrarme mucho y ser muy disciplinado todo el año", dijo. "Cogí con tanta gente… Estuvo muy loco".Sigue a David Levesley en Twitter.