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El número de los pecados capitales

Las mujeres del Ejército Libre de Siria

La casa de la tía Mahmoud, punto de encuentro para la unidad local del ELS compuesta de mujeres.

Una brigada del ELS enteramente femenina se apiña en la casa de la tía Mahmoud en Atmeh, Siria.

A unos pocos cientos de metros de la frontera entre Turquía y Siria se encuentra Atmeh, una granja en su día tranquila que, en los últimos meses, se ha convertido en un refugio para el Ejército Libre de Siria. Quince mil sirios desplazados por la guerra deambulan con libertad, junto a varias brigadas y militantes islámicos. También está la casa de la tía Mahmoud, un punto de encuentro para una unidad local del ELS compuesta exclusivamente de mujeres.

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La tía Mahmoud es anciana y fuerte, y no tiene problemas en estrecharte la mano, mientras que las demás mujeres sirias del pueblo reaccionan rechazándola con timidez. Vive en una pequeña casa al otro lado de la calle de la base del ELS, y se ha echado a las espaldas la tarea de enterarse de todo lo que se cuece a su alrededor. El suelo de su sala de estar está cubierto de delgados colchones, y cuando recientemente fuimos a visitarla encontramos a ocho mujeres con hiyab negro sosteniendo kalashnikovs en sus regazos. Estas valientes mujeres son miembros del ELS, y están dispuestas a enfrascarse en intensos combates urbanos junto a sus contrapartidas masculinas, de ser necesario. Aunque proceden de ciudades como Alepo, Hama e Idlib, muchas de ellas viven ahora en el campamento cercano a Atmeh y comparten bagajes notablemente similares: cada uno de sus maridos fue asesinado o encarcelado luchando contra el régimen de Assad, sus hogares fueron arrasados en bombardeos u otro tipo de ataques y todas, a lo largo de los dos años de guerra civil en Siria, se han cansado de quedarse al margen esperando a que el conflicto se resuelva de forma favorable.

Am Ar'ou, de 37 años de edad y anteriormente estudiante de derecho en Alepo, es la líder la brigada. Con chaleco militar y el rostro cubierto por un niqab, acariciaba su rifle mientras nos explicaba que su marido fue arrestado simplemente por llevar barba y rezar cinco veces al día. Ella trabajó muy de cerca con el ELS cuando estalló la guerra, almacenando armas y suministros en su casa hasta que el alijo fue descubierto y destruido con bombas. Tras el ataque tuvo que pasar tres meses en un hospital con daños en la mandíbula, la espalda y una mano. Cuando le dieron el alta no tenía un hogar al que regresar, convirtiéndose en una refugiada en su propio país. Viajó hasta el campamento de Atmeh y no tardó en encontrar a otras mujeres que tampoco tenían nada salvo las unas a las otras, historias tristes y unas cuantas armas.

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Las mujeres de la brigada de Am han declarado la yihad contra el presidente Assad en nombre de la libertad, la democracia y los derechos de las mujeres en una sociedad dominada de forma abrumadora por los varones. Sin embargo, les preocupan también algunos de sus aliados, ya que Atmeh es un vivero de actividad rebelde y cobijo de grupos salafistas del ala dura como Jabhat al-Nusra (uno de los grupos islámicos combatientes en Siria más conocidos, añadidos recientemente a la lista de EE.UU de organizaciones terroristas), la brigada Al Farouq, Al Qaeda y varias otras de combatientes muyahidines extranjeros. Esto ha hecho que la misión de Am y sus camaradas sea especialmente difícil de realizar. Jhabhat al-Nusra, por ejemplo, apoyan en teoría a las mujeres pero rechazan luchar junto a ellas y que lleven sus armas a la vista. A pesar de que todos se oponen a Assad, los grupos rebeldes islámicos están decididos a hacer de Siria un estado islamista, algo a lo que son contrarios la mayoría de los sirios. Am y su brigada son también musulmanas devotas, pero desean una democracia, no un estado islamista.

Avivar las divisiones sectarias en Siria ha sido una estrategia clave de las fuerzas de Assad, y puede decirse que está funcionando en su favor. Cuando comenzó la revolución, arrestó y ejecutó a incontables personas que creían en el poder de la no violencia, liberando al mismo tiempo de prisión a centenares de salafistas; gente sin ninguna intención de garantizar la igualdad de derechos de las mujeres. Assad ha utilizado durante largo tiempo a las mujeres como herramienta de propaganda de sus políticas seculares, poniendo a mujeres chiíes y alauíes en posiciones de poder dentro del estamento militar. No hace mucho, cuando Estados Unidos reformó sus políticas militares para permitir a las mujeres combatir en primera línea, Assad adotó la misma medida, haciendo desfilar a su propia brigada de mujeres soldado por las calles de Homs.

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Una mujer en el campo de refugiados de Atmeh, donde escasean la comida y los medicamentos para los miles de sirios que viven allí.

Al finalizar nuestra visita a casa de la tía Mahmoud, me sentí frustrado. Había ido a ver mujeres preparándose para entrar en batalla. Antes de mi viaje las imaginaba disparando sus armas y encargándose de puntos de control, pero no tardé en darme cuenta de que me había hecho demasiadas ilusiones. Aunque estaban listas para combatir, sus compañeros de armas islamistas no se lo permitían. Me pregunté cómo los grupos extremistas podían impedir que las mujeres combatieran cuando, según la mayoría de las interpretaciones, el Corán dice que la yihad también la pueden librar ellas. Nuestra fixer, Safa, sugirió que hablara con los miembros de Jabhat al-Nusra.

Safa arregló un encuentro para la noche siguiente con Mohamed Abdul Salam, uno de los capitanes de Jabhat al-Nusra y comandante del ELS. Me explicó que no permiten a las mujeres portar armas y que cuando los hombres terminen de combatir, entonces será el turno de las mujeres. Afirmó que, por ahora, se necesitaba a las mujeres en casa con sus familias. Cuando saqué el tema de los que especifica el Corán en relación con los derechas de las mujeres durante la yihad, replicó, "No puedo responder a eso ahora".

Mohamed admitió, no obstante, que él creía que las mujeres deberían tener permiso para armarse para la autodefensa. Se ha informado ampliamente de que el ejército y los matones paramilitares de Assad, los shabihah, han recurrido a la violación como táctica para minar la moral de las mujeres que apoyan a los rebeldes. Según un reciente informe del Comité de Rescate Internacional, "Siria: una crisis regional", muchas mujeres han sido violadas en sus hogares y en público. Estas violaciones, perpetradas a veces entre varios, a menudo tienen lugar enfrente de la familia de la víctima. Los bloqueos de carretera son ubicuos en toda Siria y se han convertido en especialmente peligrosos para las mujeres. El equipo del CRI para la protección de las mujeres en Líbano fue informado de una chica joven que padeció una violación múltiple, siendo luego obligada a regresar desnuda a su casa, amplificando su vergüenza en una sociedad en la que la modestia y la castidad se tienen en muy alto valor.

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Am y sus camaradas están intentando salir del aprieto entablando un diálogo con aquellos en la comunidad local –incluyendo grupos militantes islamistas y sus comandantes– que se oponen a que las mujeres se les unan en primera línea de fuego. Crear una presencia visible en el pueblo es su primer objetivo, y Safa, nuestra fixer, es un ejemplo perfecto de mujer moderna e independiente que apoya de forma activa a la revolución. Cuando en marzo de 2011 estallaron en Alepo las protestas contra el régimen, Safa acudió a tantas como pudo. Cuando la carnicería y el derramamiento de sangre se adueñaron de la ciudad, ella y su familia se mudaron a Atmeh por seguridad. Safa asumió entonces la responsabilidad de ayudar a los niños del campamento: empleando dinero de sus propios ahorros, facilitó a los niños entretenimiento y terapia artística para escapar y ayudarles a superar sus traumas. Ahora trabaja de administradora y traductora en un hospital secreto de Médicos sin Fronteras. Safa comprende, quizá mejor que la mayoría, las dificultades a las que se enfrentan Am y su brigada. "Esta revolución no es solo contra Assad", dijo. "También es un movimiento de la juventud en contra de la generación anterior. Fue la generación más mayor la que rehusó levantarse contra Assad. Cuando le derrotemos, creo que habrá una segunda revolución para cambiar por completo la sociedad de las viejas normas de la generación anterior".

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Am y las mujeres de su brigada encarnan la lucha por la igualdad en la Siria devastada por la guerra. Se encuentran en medio de dos ominosas fuerzas: el totalitarismo criminal y el extremismo islámico. Pero si Am, sus camaradas y Safa desempeñan un papel en ella, la revolución no terminará ni siquiera cuando caiga Assad; terminará cuando las mujeres puedan ocupar el espacio que les corresponde en la sociedad siria.

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