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6 jóvenes latinoamericanos nos cuentan lo que no volverían a hacer en una cuarentena

En nuestra próxima cuarentena no volveremos a cometer los mismos errores.

Como personas optimistas diremos que de toda desgracia se aprende. Porque así fue como vivimos el 2020. Como una constante lección ante el derrumbe total de nuestros planes a corto, mediano y largo plazo. Como un cimbronazo que nos enseñó la dimensión real de lo que significa tener contacto y habitar distintos espacios.  

En diciembre tuvimos la falsa ilusión de que con el cierre de año venía también el fin del confinamiento eterno. Y cuando nos creíamos inmortales, la realidad retumbó: 2021 arrancó con un desborde de contagios y una nueva cepa del virus. Ante este panorama catastrófico los gobiernos vuelven a contemplar las cuarentenas estrictas.

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Esta vez no nos cogerán distraídos. Armaremos un búnker que hará frente a todo aquello que hicimos mal. Para tener idea de cómo construirlo, les pedimos a distintas personas que nos contaran qué aprendieron de la cuarentena anterior y qué lecciones aplicarían a una nueva.

Florencia Bagnato, 32 años, ejecutiva de cuenta 

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El confinamiento de 2020 me dejó muchos aprendizajes, pero comenzaría con la reafirmación de algo que sabemos hace tiempo, aunque nos hacemos los locos: por más compañía que tengamos, estamos solos. 

Me tocó compartir el confinamiento con mis dos compañeros de piso, que tenían un punto de vista diferente del mío respecto a lo que estaba sucediendo. Yo era más realista; además, estaba atravesando una enfermedad inmunológica, lo cual me tenía más preocupada de lo que podía pasar. Del otro lado había poca conciencia y empatía frente al tema. No tenían cuidado, no respetaban el confinamiento y negaban la situación.

Así que claramente puedo decir que mi primer aprendizaje fue que cuidarse depende de uno mismo, y que nunca más pasaría un confinamiento con personas con distintos principios de los míos.

Si tuviéramos que encerrarnos de nuevo, volvería a cocinarme como lo hice el año pasado, a meditar y hablar más con mi familia y amigos. Aprovecharía tantas horas de no hacer nada viendo Netflix, mi fiel amigo de cuarentena, para hacer un poco más de ejercicio y enfocarme en algún proyecto personal que haya dejado de lado porque ya nuevamente en la rutina no me da el tiempo.

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Y por último, miraría el lado positivo de parar y disfrutar de nuestro tiempo a nuestro gusto. Digamos que el famoso “vivir el momento”.

Yael Dávila, 28 años, ilustrador 

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Durante los primeros meses del confinamiento estaba desesperado por encontrar una conexión real, con todo el mundo. Quería hacer FaceTime con mis amigxs todo el tiempo, bajé todas las apps de ligue existentes, pasé un montón de horas viendo lives en Instagram de personas que definitivamente estaban más desesperadas que yo, pero ahí estábamos. Ellas me daban compañía y yo les daba mi atención, un intercambio justo. Creo que ahora ya sé cómo lidiar con el silencio, entendí que la única conexión que necesito realmente es conmigo mismo. Wish me luck.

Ruge, 32 años, guionista

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Para mí el inicio de la cuarentena fue una especie de paréntesis no deseado, pero necesario. Mientras veía caerse a pedazos todo lo que había planeado para el año, detrás del miedo y la incertidumbre extrañamente saboreaba una especie de victoria de mi otro yo, como si una voz interna me dijera que esa pausa o escape que siempre había estado esperando como algo apocalíptico y universal finalmente había llegado.

Luego de unas semanas de desconcierto y modo vacaciones o más bien: porro y reposera, empecé a “activar” y de formas extrañas que me dejaron un par de aprendizajes:

 1. Hay cosas para las que no nací y no habrá pandemia que lo modifique.
Por ejemplo, cocinar. Para el nuevo confinamiento, no pienso gastar ni un segundo de los tantos que malgasté en probar un nuevo hobbie que se agotó rápido y con mal gusto: mi incursión en la cocina de budines, panes y todo lo que llevara harina integral y claras de huevo.

2. No hay fanatismo por la descarga de energía que amerite dos rodillas rotas.
No pienso volver a hacerme la fit corriendo en la terraza. Apenas comencé esta rutina, me dejó una lesión por la que tuve que concurrir al médico de urgencia y guardar reposo. Por suerte, el nuevo confinamiento me encontrará preparada: me compré una bici fija (sí, me siento una anciana cada vez que me subo a ella en mitad del living comedor) y me volví fan de los videos de Youtube de Jeanette Jenkins, su “I´m with you” fue toda una gran demostración de amor en mi solitario encierro.

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 1. Hay cosas para las que no nací y no habrá pandemia que lo modifique.
Por ejemplo, cocinar. Para el nuevo confinamiento, no pienso gastar ni un segundo de los tantos que malgasté en probar un nuevo hobbie que se agotó rápido y con mal gusto: mi incursión en la cocina de budines, panes y todo lo que llevara harina integral y claras de huevo.

2. No hay fanatismo por la descarga de energía que amerite dos rodillas rotas.
No pienso volver a hacerme la fit corriendo en la terraza. Apenas comencé esta rutina, me dejó una lesión por la que tuve que concurrir al médico de urgencia y guardar reposo. Por suerte, el nuevo confinamiento me encontrará preparada: me compré una bici fija (sí, me siento una anciana cada vez que me subo a ella en mitad del living comedor) y me volví fan de los videos de Youtube de Jeanette Jenkins, su “I´m with you” fue toda una gran demostración de amor en mi solitario encierro.

3. Más vale pocos muebles que mil baratijas rotas.
Esto me quedó claro al mes, pero aún no pude resolverlo. Pasé la cuarentena odiando mis muebles: el escritorio Sodimac, la biblioteca maldita, el sillón (que extrañamente uso de cama), las mesas de luz que apenas uso o veo… en fin, llegué a odiar mi casa y sigo en esa. No creo que logre solucionarlo antes de que vuelvan a encerrarnos. Apenas pude deshacerme de la biblioteca maldita y ahora tengo una hilera de libros como si fuera una reja perimetral en mi living comedor.

4. Puedo vivir en un metro cuadrado y necesito mucho menos de lo que pensaba.
Durante el aislamiento me dediqué a regalar ropa, libros, objetos decorativos, y pasé casi todas mis horas en el living frente a la computadora. Ahí socialicé, trabajé, almorcé, cené y hasta dormí. Mátenme.

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5. ¿Seguiré acumulando conocimientos inútiles? Tal vez.
Ya tengo un doctorado en cuidado del cutis y principios activos de las cremas (hasta aprendí lo que significa INCI —International Nomenclature Cosmetic Ingredient— ¡ja!); sé nombres y parentescos de toda la familia Montaner; aprendí que el tema “Yummy” de Justin Bieber es una denuncia encubierta a una red de pedofilia de Estados Unidos, y que Britney Spears quizás haya sido espía de la CIA durante el gobierno de Bush. Mezclar sandía y vino definitivamente no mata.

Daniel Guana, 27 años, artista

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De la forma más insospechada, el estar confinado en casa durante estos largos meses de cuarentena me hizo encarar aquello de lo que tanto huía, situarme en frente de un espejo en el cual pude ver lo más oscuro que he albergado en mí: el miedo, las frustraciones y el abandono que se cocían a fuego lento desde hace muchos años. El estar en casa sin las distracciones del ruidoso y convulso exterior, con lo doloroso y aterrador que puede llegar a ser, me permitió entrar en cada una de estas emociones y recuerdos de la forma más visceral. De esta manera entendí que la sanación está a una emoción de distancia. 

Con este aprendizaje, algo que he procurado desaprender y no repetir es evadir o postergar el sentir las emociones que consideramos negativas (tristeza, ira, miedo, etc.). Se nos ha educado para no mostrar “debilidad”, para siempre “poner buena cara”, y esto es solo permitir que el dolor nos consuma de a poco sin que nos demos cuenta.

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Leli, 25 años, música

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 El aprendizaje más importante de la cuarentena anterior es tratar de mantener las actividades no virtuales activas para no entrar en una psicosis online. Me interesa poder continuar con trabajos en casa, me hizo muy bien tocar música, cocinar, arreglar con las manos, construir con madera reciclada.

Ana María Pino, 33 años, productora de TV

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La cuarentena del año pasado me deja muchos aprendizajes. Lo que creemos a veces como algo imprescindible no lo es y priorizamos nuestras relaciones. Soltamos y dejamos ir rutinas innecesarias, comprar cosas inútiles y volvemos a conectarnos con las personas que verdaderamente queremos.

Al principio nos cuesta encerrarnos y organizar una rutina en la que el trabajo no lo es todo, pero con el tiempo hacemos el espacio para compartir con quien vivimos, para cuidarnos ya sea leyendo un libro, haciendo una rutina de ejercicio o simplemente viendo todas las temporadas de una nueva serie de tv. 

Vemos nuestra casa desde otra perspectiva, queremos darle a cada lugar un nuevo aire, cambiando de sitio semanalmente algo para verlo diferente. Creo que seguiré con las medidas de limpieza de las cosas que compramos, o el lugar especial de los zapatos, las llamadas a amigos semanalmente y las rutinas de trabajo con pausas activas que en la vida había hecho y ahora veo necesario.