​Recordando what.cd, el archivo de música más grande en internet

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​Recordando what.cd, el archivo de música más grande en internet

En sus 9 años de existencia, el amado sitio de torrents personificó la utópica posibilidad de la colaboración en línea.

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Este artículo se publicó originalmente en THUMP EUA.

En el 2010, yo vivía en Pullman, Washington, trabajando durante el día como Director Musical en KZUU, la estación de radio de mi colegio, y por las noches como cajero en la única tienda de discos en 100 millas. Tener una fuente confiable de música gratis no era una prioridad, pero al estar varado en un pequeño pueblo rural, necesitaba de variedad desesperadamente. Mientras me lamentaba de una infructuosa búsqueda en Google con un amigo por nuevos demos de Deerhunter en el último blog de la banda, él me invitó a what.cd, un tracker de torrents privados peer-to-peer. Un tracker de BitTorrent es un servidor que facilita la comunicación entre personas. What.cd realmente no albergaba ningún archivo ilegal en sus servidores, pero le permitía a la gente intercambiar archivos independientemente, utilizando un área gris legal para permanecer vivo por casi una década.

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Lanzado en el 2007—el mismo día que otro popular tracker fue clausurado, Oink—what.cd era algo como un lugar mítico en internet, alabado por su masiva biblioteca y ridiculizado por su riguroso proceso de ingreso y sus estrictas reglas. Aunque aparecían nuevos lanzamientos en el sitio, lo que daba relevancia a what.cd era su basto y profundamente especializado archivo de discos raros e inusuales; los usuarios recibían una guía de estudio y esperaban entender las matices de los medios analógicos y digitales, la conversión de archivos de audio y el análisis espectral. Esta combinación de principios intransigentes y recursos de comunidad hicieron a what.cd increíblemente exitoso: antes de cerrar inesperadamente un 18 de noviembre, el sitio era posiblemente el archivo más grande y extenso de música grabada en la historia de la humanidad.

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What.cd había sobrevivido masivos ataques DDoS y amenazas de ser cerrado, pero dos publicaciones en su perfil de Twitter dejaron pocas dudas de su fallecimiento. "Debido a algunos eventos recientes, What.CD está cerrando", se leía en el tweet. "Toda la información del sitio y de sus usuarios ha sido destruida". La Sociedad Francesa de Autores, Compositores y Publicistas de la Música (SACEM, por sus siglas en inglés), anunció que la Unidad de Delito Cibernético de la Gendarmería en Francia, en cooperación con la SACEM, se había apoderado de 12 servidores que pertenecían al sitio. La área gris legal que le había permitido a what.cd existir por tanto tiempo había terminado por ser su caída. "Este es un seguimiento al trabajo de investigación llevado a cabo por la SACEM por más de dos años, como parte de sus actividades antipiratería", comentó un representante de la organización a TorrentFreak. "Le pone fin a un daño que se estima en €41 millones de euros a los creadores de música".

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Había una tabla que mostraba los 10 torrents más activos de los últimos días, de los cuales cinco eran el último concierto de Phish en diferentes bitrates; por seis años, esa tabla sirvió como mi chart de Billboard.

Cuando me uní al sitio en el colegio, ofrecía un acceso desinhibido a una infinidad incontable de música. "Collages" hechos por los usuarios—what.cd trataba de colecciones de álbumes unidas por un tema—eran profundos agujeros de descubrimientos, etiquetados por los usuarios por género, artista y productor. Cada discografía asociada era presentada y curada tan prístinamente como la anterior, y una red gráfica con links clickeables al final de la página de cada artista te mostraba artistas relacionados. Podías comenzar con el exitoso trio de R&B de los 90s, SWV, y fácilmente terminar descubriendo a Mahogany Blue, un trio similar pero mayormente desconocido que sólo publicó un álbum en 1993. Había una tabla que mostraba los 10 torrents más activos de los últimos días, de los cuales cinco eran el último concierto de Phish en diferentes bitrates; por seis años, esa tabla sirvió como mi chart de Billboard.

El año pasado, en una noticia de The Atlantic, Adrienne LaFrance escribió sobre la ilusoria permanencia del internet. "La red, como parece en cualquier momento, es fantasmagórica. No es un lugar en el sentido fidedigno de la palabra. No es un depósito. No es una biblioteca. Es un mosaico constantemente cambiante de perpetuidad", escribió. "Se está destruyendo a pesar de estarse construyendo. Hasta que pierdes algo grande en internet, algo verdaderamente valioso, esta paradoja es difícil de entender". Durante sus 9 años de existencia, parecía que what.cd era la excepción a la regla. Se sentía como el más grande logro de lo que una biblioteca digital podía ser, su duración era testamento de su permanencia.

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Un manifiesto en la página gris de aterrizaje del sitio prometía una mezcla de Candyland con The Matrix: "Te has topado con una puerta donde tu mente es la llave. Más allá hay algo utópico". No era una hipérbola. Más allá de la página inicial estaba el acceso a más de un millón de discos, la mayoría de ellos con múltiples fuentes, desde grabaciones hechas desde los vinilos originales hasta CDs remasterizados y ediciones importadas, cada una en diferentes formatos de bitrate. Esta base de datos masiva y meticulosamente curada era la suma de conocimiento y trabajo duro de los usuarios de what.cd, que estaban dentro de los más apasionados de la red.

Como una sociedad utópica, cada usuario tenía participación en el bienestar del sitio, simplemente porque la única forma de seguir adquiriendo era seguir contribuyendo.

Si what.cd era un mundo por si mismo, entonces la información era su moneda de cambio. Los usuarios tenían un proporción de contenido descargado y subido, y si caías debajo de cierto nivel (por ejemplo, si descargabas demasiado sin subir nada), te bloqueaban. Este sistema requería que contribuyeras para seguir siendo miembro. Muchos usuarios utilizaban "seedboxes"—servidores privados que constantemente subían torrents—para mantener su nivel. Los usuarios incrementaban su ratio llenando peticiones de álbumes extraños o versiones únicas y agregándolas a la librería. Para mi, siempre se sintió como que what.cd había perfeccionado el modelo de crowdsourcing: como una sociedad utópica, cada usuario tenía participación en el bienestar del sitio, simplemente porque la única forma de seguir adquiriendo era seguir contribuyendo.

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Álbumes faltantes en la base de datos tenían lo que el sitio conocía como "recompensas", o crédito de descarga para el primer usuario que subiera los lanzamientos antes mencionados. Los usuarios podían agregar crédito de descarga a la recompensa dada a un cierto lanzamiento, extrayéndolo de su propio ratio para motivar a otros a subir ese álbum faltante. Esto llevó a algunas recompensas absurdas: el usuario que llenó la petición de ocho años de Wildflower, el primer álbum de The Avalanches en 16 años, ganó 10.3 terabytes, o aproximadamente 2,000,000 de canciones, de crédito en descargas.

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El pequeño pueblo que una vez había sido mi barrera para descubrir música era ahora mi llave. Use mi tiempo en la estación de radio y en la tienda de discos buscando en cajas en el sótano, limpiando anaqueles de discos, y subiendo olvidados discos de bandas escolares y locales. Para cuando me gradué en el 2013, había alcanzado un saludable ratio que mantuvo bien hasta el cierre del sitio. Creo que di por garantizada la libertad que what.cd me había ofrecido. Cuando el sitio cerró sin explicación un último jueves, me quedaban cientos de gigabytes de crédito para descargas.

Libros y cómics también se compartían en what.cd y cuando un usuario creó una petición para tres trabajos inéditos de J.D Salinger que habían sido prohibidos para su publicación hasta el 2060, muchos tiraron sus monedas, creando una sorprendente recompensa de 6 terabytes. La única copia conocida de estas historietas fue sellada dentro de cuartos privados supervisados en Princeton en la Universidad de Texas. En el 2013, un usuario de what.cd llenó la petición con páginas escaneadas de los libros, filtrando las historias con el mundo por primera vez.

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Esta era la belleza de what.cd: su sugerencia subyacente de que todo podía, y debía, ser accesible al público. La historia lo recordará como el Fort Knox de la piratería ilegal, pero la música gratis no era su meta—puedes encontrar música gratis casi en cualquier parte en internet. What.cd era un proyecto de archivo, un esfuerzo colaborativo que combinaba tesoros populares y olvidados en un mismo lugar, haciendo que el disfrutarlos fuera lo más fácil posible. Alentaba la primera digitalización de cientos de discos de impresión privada y fuera de impresión, y seguía siendo el único lugar en internet donde de verdad podrías encontrarlos. En lo que respecta, yo diría que what.cd tuvo un efecto saludable en la música y la cultura como un todo; después de todo, los estudios han mostrado que la piratería no necesariamente es igual a perdida de ventas, y que la gente que piratea tiende a comprar más música.

En el colegio, hice una presentación sobre sampleo de música, piratería y leyes de derechos de autor. Al calificar mi trabajo, mi profesor cariñosamente me consideró un "comunista de los derechos de autor", ya que había argumentado por un acceso igualitario de trabajos artísticos para todos, y me había mostrado en desacuerdo con la obsesión de la industria musical en defender el capital sobre el arte. Me di cuenta en ese momento lo mucho que what.cd había moldeado no sólo mi gusto musical, también mi naciente conciencia política, abriendo mi mente a un mundo donde la información y la producción cultural estaba disponible libremente.

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El viernes pasado, el staff del sitio publicó un último mensaje en Twitter, celebrando el espíritu que hizo de what.cd algo tan especial y ofreciendo esperanza de que un sitio similar surgirá para tomar su lugar. "Hemos visto lo que sucede cuando miles de personas trabajan en equipo para construir un tributo a la cultura humana libre de preocupación por las ganancias o la ovación". Incluyeron un link pidiendo a sus seguidores que donen a archive.org, un sitio sin fines de lucro que trabaja diligentemente para catalogar casi todo lo que existe, incluyendo, junto a Wayback Machine, el propio internet.

Si escribes what.cd en esa máquina, y navegas a cualquier día antes del 11 de noviembre del 2016, verás ese conocido homepage con un manifiesto. "No hay nadie que te ayude; estas pruebas son tuyas para conquistarlas por tu cuenta", se lee. "Encuéntrate a ti mismo y encontrarás eso que se esconde detrás de esta página. Este es un espejo". Siempre pareció una forma sin sentido de manufacturar misterio, pero cuando ingresé la mañana del jueves y vi que se había ido, finalmente entendí la paradoja de la que LaFrance estaba hablando. Como un milagro, what.cd se había ido.

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