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Sexo

Por qué me gusta que se vengan en mi cara

¿Es posible ser una mujer libre, inteligente y poderosa aun cuando estés de rodillas esperando a que te llegue una carga de semen? Claro que sí.
Ilustración por @sinmuchasfotos

Artículo publicado por VICE México.

¿Saben cuándo se me antojó sentir el semen de mi pareja en mi carita preciosa? Después de que me pidiera que me colocara de cuclillas sobre su cara, mis nalgas un poco más abajo de su barbilla, para que me diera sexo oral: terminé en su boca y en su cuello. ¡Nunca nadie me había propuesto tal cosa! Fue una experiencia sumamente excitante y reveladora, y jamás, por ningún momento, se me cruzó por la cabeza la idea de que lo estaba humillando, o que estaba siendo irrespetuosa. Al contrario, nos alegró el hecho de poder llevar nuestra actividad sexual a un plano desenvuelto, atrevido y más placentero. Hay quien piensa que esta práctica es aburrida, que incluso arruina una buena película porno por tratarse de un final “poco ingenioso”. Otros más opinan que degrada a la mujer, dejándola en un plano inferior. No coincido con ningún planteamiento.

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Yo preferí experimentar y le pedí, luego de esa primera experiencia, que eyaculara en otras partes de mi cuerpo: nalgas, piernas, vientre, senos y cuello; hasta que un día, después de nuestro manoseo y besuqueo habitual previo a la relación sexual, le ofrecí cambiar el clásico final (pene y vagina unidos) por un cumshot, aunque con algunas variaciones, según mi comodidad: el semen cerca de la boca, incluso en la nariz, el cuello y el cabello, pero no directo a los ojos (no sé si es verdad aquello de que arde en los ojos, lo que sí puedo asegurar es que la secreción puede llegar a arder en la boca si acaso el hombre consumió mucho picante horas antes del acto). Así lo hicimos: de rodillas sobre un cojín, empecé a chupar sus testículos, después su pene, luego la punta. Sumé esfuerzos con mis manos (arriba, abajo, arriba, abajo, con presión, sin presión) y cuando menos me di cuenta, me estaba embarrando el pene en mi cuello y mis mejillas; me estaba dando golpecitos con su cabeza en mis labios. Me lo quería comer. Y cuando pensé en la carga de semen que tenía para mí, lo único que pude decir fue “Venga, venga, dámelo todo mi amor”. Por eso defiendo el ‘Vente en mi cara, sí, sí, sí…’, pues hoy sé que es un deseo genuino.

En mi caso, y sin ánimo de arruinar una práctica puramente sexual, he de admitir que mi pareja me gusta mucho y que, además, me encanta su pene.

En cosas más técnicas. No, no te va a caer un litro de semen como suele ocurrir en los videos de pornografía donde, a veces, las mujeres fruncen el ceño y aprietan los ojos. Tal vez por eso algunos piensan que es una práctica sexista que tiene como única finalidad que te ahoguen a la mala en semen. Eso no va a pasar, a menos de que tú lo desees y pidas, de manera explícita a tu pareja, o parejas.

Siguiendo con el tema de la pornografía, aquella categorizada como feminista, es mil veces más empática con el deseo femenino, pues muestra a mujeres que gozan plenamente de sus antojos sexuales —que ellas piden y que no son a contentillo del hombre—, ya sea mientras reciben un grandioso sexo oral, o mientras las amarran y les dan un par de buenas nalgadas. Porque eso sí, la sumisión no es ser “una dejada”, simplemente se trata de un gusto personal que se siente bien y punto; desde tu propio placer, con tus propias reglas.

¿Es posible ser una mujer libre, inteligente y poderosa aun cuando estés de rodillas esperando a que te llegue una carga de semen? Claro que sí, ese es tu deseo, tu elección.

Para los que piensan que el cumshot es un final cero creativo, yo les diría que no siempre hay que hacer malabares en la cama para alcanzar el placer. Está bien, de vez en cuando, variarle a los finales felices.

Por último: lávate la cara, y puede que también el cabello, si es que piensas salir luego de una sesión de “facial”.