FYI.

This story is over 5 years old.

Tecnologia

Lo que aprendí viviendo sin pantallas en casa durante un mes

Durante un mes, mi pareja y yo abandonamos la rutina de pasar horas centrados en una pantalla para disfrutar del placer de cocinar en casa y descubrir nuevas aficiones.

Este artículo se publicó originalmente en Motherboard, nuestra plataforma dedicada a la ciencia y a la tecnología.

Arriba: Ese brillo familiar. Imagen: WikiMedia Commons

Durante los últimos 31 días, mi casa ha sido una zona libre de pantallas de todo tipo. En cuanto se cruzaba el umbral, no había televisores, ni móviles, ni ordenadores. Glups.

La idea se nos ocurrió a mi pareja y a mí durante las fiestas navideñas, una especie de compromiso de abstinencia, como los buenos propósitos que se hace la gente para el nuevo año. Nos habíamos instalado en una rutina incómoda y poco saludable de cenar todas las noches viendo la tele, y ambos sentimos la necesidad de obligarnos a abandonarla.

Publicidad

Los dos somos periodistas y, como es tan habitual hoy día, nuestra profesión nos obliga a estar atentos a nuestros dispositivos. Nos pasamos el día mirando el ordenador y el teléfono por asuntos de trabajo y para estar en contacto. Sin embargo, en casa, durante nuestro tiempo libre, teníamos la posibilidad de establecer nuestras reglas, y así lo hicimos.

Las normas eran sencillas, pero estrictas:

  • nada de tele
  • nada de ordenador
  • nada de móvil

Solo había unas pocas excepciones: podíamos usar el móvil para consultar una receta de cocina o para poner música. Si había algún asunto de trabajo urgente, también había carta blanca. Pero en cualquier otro caso, los aparatos tendrían que estar apagados en casa, incluidos los fines de semana, durante un mes.

"Quería hacerlo para apartarnos un poco de la monotonía de Netflix o Reddit", me dijo mi compañero, Stuart. "Es como el azúcar para el cerebro, y estoy seguro de que si la gente intentara dejarlo de golpe, se darían cuenta de lo adictivo que es".

Hay infinidad de estudios sobre los efectos que produce en los niños un exceso de visionado de pantallas, pero no tantos centrados en los adultos. Sí sabemos que fijar la atención en una pantalla antes de irse a la cama influye negativamente en la calidad del sueño y que el constante y frenético ritmo de tareas que llevamos en el día a día pasar de hacer la cena a consultar Facebook y luego mirar el correo deja totalmente extenuado al cerebro. Estos problemas, unidos al hecho de que no nos sentíamos a gusto pasando tanto rato enganchados a una pantalla, terminaron por convencernos de que había que tomar medidas.

Publicidad

Iniciamos aquel experimento con una serie de expectativas y de objetivos. La idea era que habláramos y nos viéramos las caras más tiempo, así como hacer todas esas cosas para las que parecía que nunca teníamos tiempo: ir al gimnasio, al museo, o empezar alguna actividad creativa.

Creíamos que sin el ruido y las distracciones de los medios, dispondríamos de gran cantidad de tiempo y energía para hacer todo lo que nos habíamos propuesto. En cierto modo, así fue, aunque hubo ciertas limitaciones.

Los primeros días fueron de ensueño. Llegábamos a casa, poníamos música, cocinábamos juntos y —por increíble que parezca— nos sentábamos a la mesa a cenar. Después, Stuart se ponía a tocar la guitarra un rato y yo leía. Hacíamos las tareas de forma eficiente y sin dudar. Todo maravilloso.

"Era como vivir en los años cincuenta", dijo Stuart. "Estaban todos juntos en casa, escuchando vinilos y hablando porque eran las únicas opciones que tenían. Estuvo bien vivir esa experiencia".

Luego llegaba el fin de semana.

Cuando se trata de matar el rato unas horas entre semana, prescindir de las pantallas no es tan complicado, pero cuando te enfrentas a 48 horas de asueto, la idea de no tener Netflix empieza se presenta como todo un desafío. Pese a ello, no nos costó demasiado buscar entretenimiento: al fin y al cabo, vivimos en Nueva York. De vez en cuando, fuimos al gimnasio y también hicimos excursiones para conocer otros barrios. Quedamos con amigos e, irónicamente, fuimos al Museo de la Imagen en Movimiento para ver una exposición de Martin Scorsese.

Publicidad

En muchos aspectos, el resultado de nuestro experimento había superado con creces nuestras expectativas.

"Con el tema del ejercicio o la comida saludable es distinto, porque se tarda más tiempo en ver los resultados; pero con la tecnología, los beneficios se notan enseguida", señalaba Manoush Zomordi, presentador del podcast Note to Self, de WNYC Studios. "No hay nada más gratificante que hacer algo y ver los resultados casi al instante".

En Note to Self a menudo se tratan temas como la fatiga causada por la tecnología y se lanzan retos a los oyentes para intentar romper los malos hábitos. Uno de los proyectos, titulado Bored and Brilliant, proponía el desafío de que nos aburriéramos deliberadamente para tratar de conectar nuevamente con nuestra faceta creativa.

La relación entre aburrimiento y creatividad se hizo evidente en seguida en el caso de Stu y mío. Él empezó a dibujar de nuevo por primera vez en años. Yo, aunque me de un poco de vergüenza admitirlo, retomé mi afición por escribir poesía, algo que no hacía desde el instituto. Nuestras musas habían regresado. Lo único que hacía falta era mantenerse apartado de las pantallas un par de horas.

Varios de los bocetos que hizo Stu durante nuestro mes sin pantallas

Los dos también coincidimos en que la abstinencia tecnológica había contribuido a mejorar nuestra relación. Hablábamos más a menudo, muchas veces de cosas profundas, pero también de cosas banales. Era curioso porque pasábamos la misma cantidad de tiempo juntos y, sin embargo, conectábamos de una forma distinta.

Publicidad

Pero no todo fue como esperábamos. El hecho de tener todo el tiempo del mundo para hacer cosas no significaba necesariamente que tuviéramos dinero suficiente para hacerlas; exposiciones, lecturas, cenas fuera, clases particulares… Todo eso cuesta dinero. Además, hay veces en las que realmente lo único que quieres es desconectar y ver un episodio de The Office.

"No es que nos sentáramos cada noche a hablar de cosas superprofundas", señaló Stuart. "A veces simplemente hay que hacer cosas divertidas, así que cubríamos esa parte con crucigramas. Hicimos un montón de crucigramas".

Hacia el final del mes, los dos nos saltamos un poco las normas. Yo me sorprendí a mí misma curioseando en Facebook cuando se suponía que simplemente estaba mirando la dirección de un restaurante, y el último fin de semana, Stu se quedó atrapado leyendo noticias en Twitter.

Pero en general, los dos estábamos de acuerdo en que sería muy positivo ampliar los beneficios de una vida sin pantallas a nuestra rutina diaria. Queremos usarlas cuando haya un propósito real. Ver un episodio de Juego de tronos porque nos gusta la serie para nosotros es distinto que pasarse tres horas mirando Reddit por mirar, sin hablarnos.

"La palabra clave es 'deliberado'", aseguró Zomorodi. "La idea es usar la tecnología con intencionalidad; si no, puede acabar consumiendo nuestras vidas".

Por esa razón, este tipo de experimentos son más que un simple desafío divertido. Nos enseñan a determinar dónde queremos poner los límites en un mundo en que la tecnología está precisamente pensada para derribar todos los límites y hacernos volver por más. Obviamente, esto funciona de forma distinta según cada uno, pero la mejor manera de descubrir el poco tiempo de tu vida que necesitas pasar frente a una pantalla es eliminándolas por completo al menos durante un mes.

Traducción por Mario Abad.