FYI.

This story is over 5 years old.

yerba

Fui a una clase de pintura para porreros

Puff, Paint and Pass surge como una iniciativa para terminar con el estigma que pesa sobre el cannabis que a la vez ofrece a artistas incipientes la posibilidad de explorar posibles facetas creativas ocultas.

Este artículo se publicó originalmente en VICE EUA.

Supongo que a nadie le pillará de sorpresa saber que muchos artistas de vez en cuando recurren a las drogas para potenciar su creatividad. Desde los hombres de las cavernas, que ingerían frutos madurados al sol, hasta grandes figuras como Jean-Michel Basquiat, que llegó a inyectarse 100 bolsas de heroína al día para producir obras maestras del arte abstracto, o Thomas Kinkade, que solía emborracharse para engendrar piezas kitsch desprovistas de alma, artistas de todos los géneros y épocas se han servido de diversas sustancias psicoactivas para encontrar la inspiración.

Publicidad

Por desgracia, el tiempo, los recursos y la motivación necesarios para cultivar la creatividad son lujos al alcance de muy pocos. En EUA, además, el sector de las artes es más precario que nunca desde que Trump decidiera retirar toda la financiación del Fondo Nacional para las Artes y numerosos centros escolares empezaran a eliminar las actividades artísticas de sus programas de estudio.

Pero no todo son malas noticias: aprovechando que algunos estados han legalizado el consumo recreativo del cannabis, la empresa Cannabis Tours ofrece las clases Puff, Pass, and Paint (PP&P), con las que se busca fomentar el lado creativo de los alumnos. Además de las clases de pintura, Cannabis Tours dispone de cursos en los que se combina la maría con otras aficiones relajantes como la cocina, la alfarería o el punto. Hace poco acudí a una clase de PP&P en Las Vegas para presenciar en primera persona el posible nacimiento de los nuevos Pollocks y Warhols del mañana.

Pese a la reciente legalización, los gobiernos estatales todavía se muestran bastante más puntillosos con el cannabis que con la bebida, así que la clase de pintura con porros no se celebró, como sería propio de este tipo de talleres, en ningún establecimiento comercial moderno del centro, sino en una casa que la empresa había alquilado a las afueras.

clase de pintura para porreros

Todas las fotos por el autor / el lienzo antes de recibir la obra maestra

La anfitriona y cofundadora de los talleres, Heidi Keyes, me recibió con una copa de vino y una pipa con Blue Dream, una cepa híbrida que por lo visto proporciona "un suave estímulo cerebral". Keyes me acompañó a mi sitio en la mesa, junto con otros alumnos primerizos y un tipo que acudía a la clase por cuarta vez y que había encontrado en su pasión por la pintura una forma de alejarse del alcohol. A continuación me dieron el material: un plato de papel con pintura acrílica de varios colores, tres pinceles de distinto tamaño y un lienzo en blanco en el que debía plasmar mi obra maestra.

Publicidad
clase de pintura para porreros

Las obras de ejemplo de Cassini

Desde el taller me habían avisado de antemano que no podían garantizar que hubiera marihuana para todos los asistentes y me animaban a llevar la hierba de casa. Yo ignoré los consejos y me presenté de manos vacías y, pese a todo, tanto los organizadores como los alumnos me ofrecieron sus porros y pipas.

Una vez nos hubimos acomodado y empezamos a sentir el efecto de la marihuana, nuestro profesor de pintura, Mike Cassini, nos mostró varias obras de ejemplo que debíamos tratar de imitar: verdes colinas con setas. Se limitó a darnos un par de instrucciones básicas, dejando que cada uno trabajara libremente en su obra durante las dos horas que duraba el taller.

Pronto empezaron a perfilarse estilos diferenciados en el trabajo de cada uno. Como la profesora de guardería que anima a sus pequeños alumnos, Kayes se iba parando junto a cada uno de nosotros, alentándonos con palabras positivas. "¡Oye, me encantan esas pinceladas! ¡Y cómo has ido oscureciendo esta zona! ¡Muy buena idea, lo de poner un sol ahí arriba!".

La mayoría de los que estaban en mi mesa no se mostraron muy dispuestos a ser entrevistados o fotografiados para este artículo, una consecuencia más de la percepción negativa que se tiene del cannabis. La pareja que tenía a mi derecha, no obstante, Brandon y Ryan, no tuvieron reparos en que los entrevistara. "Me dijeron que había un taller en el que podías pintar y fumar maría, y aquí estoy", respondió Brandon a mi pregunta de cómo había acabado allí. Más tarde me dijo que aquella era la primera vez que pintaba sobre un lienzo y que posiblemente nunca lo habría hecho si no fuera por esos talleres.

Publicidad

A medida que pasaba el tiempo, nuestras obras iban adquiriendo más personalidad. Los organizadores nos animaban a desprendernos de nuestras inhibiciones y a pintar desde el instinto, lo que dio lugar a obras superabstractas u otras en las que sus autores habían abandonado por completo el tema sugerido y se habían lanzado a pintar personas o tigres.

Mientras Brandon y yo charlábamos sobre la semiótica de nuestras respectivas obras, la chef Kristal Chamblee se asomó para anunciar que en la sala contigua había galletas, brownies y dulces para todos. Lamentablemente, tardamos un poco más de la cuenta y para cuando fuimos, nuestros compañeros habían limpiado las bandejas. Aproveché la mala noticia para soltar la gracia de que ahora sí podíamos considerarnos verdaderos artistas, al haber sacrificado la comida por el bien de nuestra obra.

clase de pintura para porreros

Brandon, Ryan y sus respectivas obras

La clase terminó con una ronda de halagos a las obras de los demás alumnos fumetas y con la limpieza de mesas y materiales. Mientras recogíamos, le pregunté a Keyes si creía que sus clases podrían ser de ayuda en un futuro en que la existencia misma del arte está amenazada.

Keyes me dijo que le parecía "extremadamente alarmante" que hubieran dejado de financiar el Fondo Nacional para las Artes, y aseguró que creía en "el poder relajante del arte y en su valor como actividad y fuente de belleza".

Además del propósito de fomentar una visión más positiva del cannabis, Keyes espera que todos los participantes del taller "salgan sintiéndose relajados e inspirados, que hayan reído, fumado y hecho amigos, aunque no hayan creado las obras de arte que esperaban". Al respecto, recalcó que la idea de PP&P "no es crear la obra de arte perfecta, sino poder consumir cannabis legalmente mientras desarrollas tu lado creativo".

clase de pintura para porreros

Más obras

Fue muy divertido colocarse y pintar, y me atrevería a decir que el resto de los participantes opinaban lo mismo. Para aquellos que nunca han hecho sus pinitos en el mundo del arte y son demasiado perfeccionistas como para dejarse llevar y experimentar con su creatividad, las clases de pintura con cannabis podrían ser justo lo que necesitan. A pesar de que las clases de Keyes y Cassini ofrecen una experiencia fantástica, espero sinceramente que esta no sea la única formación que puedan recibir los futuros artistas estadounidenses.

Sigue a Justin Caffier en Twitter.

Traducción por Mario Abad.