En fotos: cerveza, sudor y pelirrojos en el torneo ibérico de fútbol gaélico
Fotografías de G. Álvarez y M. Sánchez

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En fotos: cerveza, sudor y pelirrojos en el torneo ibérico de fútbol gaélico

Fuimos al campeonato ibérico de fútbol gaélico para descubrir cómo funciona y quién practica esta fascinante mezcla de rugby y fútbol en España.

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Cuando llegué al campo de La Foixarda en Montjuïc, Barcelona, no sabía muy bien qué esperar: allí se disputaba un torneo de fútbol gaélico, un deporte que hasta ese momento había pasado desapercibido para mí… y, probablemente, para una gran mayoría de habitantes de este planeta.

Lo primero que escuché fueron los gritos, voces roncas que ponían la melodía a los tipos que corrían arriba y abajo sobre el campo mientras el resto de presentes disfrutaba de unas cervezas en la grada —y también en los banquillos.

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Un buen puñado de irlandeses, fácilmente identificables por su inglés cerrado, animaban a los equipos en liza. Sin duda, el fútbol gaélico debía ser un invento irish, y la confirmación llegó cuando me senté entre el público: jamás había visto a tantos pelirrojos en un mismo sitio.

Todas las fotos por Guille Álvarez y Marc Sánchez Badia

Lo siguiente fue descifrar el juego: un poco de fútbol por aquí, algo de baloncesto por allí y una atmósfera que recuerda al rugby… como sugieren claramente los dos postes alargados por encima de la portería de fútbol.

La intensidad del juego fue lo primero que noté al observar a ambos equipos, y con el paso de los minutos fui capturando más detalles técnicos de un deporte tan curioso como entretenido.

La libertad con el balón me pareció absoluta: podías tocarlo con el pie o con la mano, y la única restricción parecían los cuatro pasos, el tope permitido sin "hacer algo con la pelota". Aunque había mucho músculo sobre la hierba —artificial en este caso—, la dinámica de juego no permitía demasiados contactos; todo era más bien cuestión de velocidad y cambios de ritmo.

Para marcar había dos opciones, según me indicaron los espectadores —amigos, parejas, familiares… y los del bar—: meterla dentro de la portería eran tres puntos, mientras que enviarla entre los postes de rugby sumaba un punto. La ventaja de la segunda alternativa era bastante evidente, y es que ni el portero más ágil del mundo podría despejar un disparo tan elevado.

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Más detalles a tener en cuenta: todos los jugadores podían lanzarse a bloquear los tiros del rival con las manos, así que cualquier Casillas frustrado se lo pasaría en grande sin sacrificar su movilidad sobre el terreno de juego. Incluso había la opción de tirar penaltis.

A mí, que vengo del baloncesto, el fútbol gaélico me pareció un deporte con una curva de aprendizaje relativamente sencilla. Al poder usar las manos para pasar, botar e incluso marcar, las opciones se expanden notoriamente. Si colgarse del poste a lo LeBron James puntuara, la disciplina ya sería la bomba.

En España hay alrededor de veinte equipos de fútbol gaélico, un deporte que a día de hoy es amateur y pretende seguir siéndolo para "no perder la esencia". Así lo explica Esteban González, miembro de los Gaélicos do Gran Sol, un equipo formado por gallegos —con alguna excepción local y extranjera— basado en Barcelona.

Galicia es la región española donde este deporte está más implantado: en total, las personas que practican este deporte en nuestro país son pocas, alrededor de 300 según el cálculo rápido del coordinador de la Asociación Atlética Gaélica (GAA) en España, Óscar Feliz Lucas.

El buen rollo es una parte esencial del juego, y la hermandad entre los equipos es absoluta: se dejan jugadores entre ellos, ya que a veces no llegan al mínimo de 11 por banda con los que se juega en España; entrenan juntos, como en el caso de los Gaélicos do Gran Sol y los Barcelona Gaels, los dos equipos locales que se encuentran cada domingo; y, cuando acaban las competiciones, se marchan todos al pub a cenar y continuar la fiesta.

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Más allá de divertido y diferente, el fútbol gaélico mantiene ese romanticismo que el fútbol y el baloncesto han perdido al convertirse en una maquinaria para ingresar billetes. "La profesionalización se ha llevado, en gran parte, la esencia de esos deportes", me explica Esteban para destacar que la GAA prefiere quedarse con un sistema amateur.

Tiene mucha razón: el hechizo que sentí al ver por primera vez el fútbol gaélico fue la proximidad y el buen ambiente, la sensación de que allí no había más que un grupo de personas pasándolo en grande y compartiendo un rato de sus vidas.

En el torneo disputado el pasado sábado 30 de abril en la Foixarda, los Madrid Harps —actuales campeones ibéricos— ganaron la final ante los Barcelona Gaels… aunque el resultado era lo de menos.

Entre birras y sonrisas, la jornada demostró que las culturas foráneas pueden encontrar su hueco e integrarse en el país de acogida gracias a diversos medios, y uno de los más efectivos es el deporte.

La mayoría de equipos participantes —venidos de Madrid, Valencia y Barcelona— estaban formados básicamente por irlandeses afincados en España o estudiantes de Erasmus, aunque la presencia de talento local sigue aumentando poco a poco.

El próximo 28 de mayo, si alguien busca un plan alternativo a la final de la Champions League de Milán, se disputarán las finales ibéricas en Madrid y Barcelona. El fútbol gaélico mola, y como probablemente no lo hayas visto en tu vida, no estaría mal que le dieras una oportunidad algún día.

El autor hubiera jugado encantado, pero al final optó por comprarse una cerveza y contemplar el espectáculo: @GuilleAlvarez41