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FIGHTLAND

El largo, extraño, y cautivador viaje de Kimbo Slice

De reventar el ojo de su oponente en una pelea callejera a convertirse en uno de los peleadores de MMA más vistos hasta la fecha, Kimbo Slice siempre contó con la atención del público.

Artwork por Grimoire

Aún no concebimos el hecho de que Kevin "Kimbo Slice" Ferguson se ha ido.

De acuerdo al periódico de Florida, Sun-Sentinel, el viernes pasado Ferguson se presentó en el Northwest Medical Center con dolor abdominal, dificultad para respirar, y náuseas. Para el lunes, su condición había empeorado y fue diagnosticado con insuficiencia cardíaca congestiva y trasladado a terapia intensiva. Algunos doctores mencionaron un trasplante de corazón. Después esa misma tarde, a la edad de 42 años y a un mes de su pelea de revancha ante James Thompson, Ferguson falleció.

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Fue una noticia que surgió de la nada. También fue el final inesperado de una vida que habría sido una ficción de no haberla visto con nuestros propios ojos: un hombre musculoso, calvo y barbón del salvaje sur de Florida temido por sus puños, cuyas proezas ilícitas ante sus oponentes sobre césped descuidado y pavimento se convirtió en ícono del internet de mediados de los 2000, y quien pasó de pelear frente a cámaras de vídeo antes de la era HD a pelear ante algunas de las mayores audiencias dispuestas a ver una pelea de artes marciales mixtas. Kimbo Slice era parte mitología griega, parte de una historia de Horatio Alger, y puro carisma. Tal vez haya sido una figura frustrante para los idealistas preocupados por la santidad de este deporte, pero incluso para los puristas, Kimbo Slice era obligatorio verlo pelear.

La primera vez que escuché de Kimbo Slice fue en 2004 en las páginas del Boston Herald, cuando el agente de la policía de Boston y peleador de MMA de medio tiempo, Sean Gannon, se metió en problemas por pelearse con Slice (y ganar) en secreto. También por medio del Messenger de AOL, mis amigos compartía ligas sedientas de sangre de clips de vídeo pixelados de sus hazañas. (Cada vez que escucho que Slice obtuvo su fama por medio de YouTube, quiero acomodarme los lentes y destacar que, en realidad, era un fenómeno desde antes que YouTube existiera). Pedazos y fragmentos de una historia de trasfondo emergieron: se trataba de un jugador de futbol americano destacado que había pasado por tiempos difíciles, y que ahora trabajaba para una compañía pornográfica y peleaba por fajos de dinero. Pero la biografía importaba menos que sus vídeos. La pelea donde Kimbo Slice le abre el ojo a uno de sus oponentes es la piedra de toque del internet de 2004.

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Pero para cuando Slice se transformó en un auténtico peleador profesional de MMA en 2007, el deporte a su alrededor se había estremecido y convertido en un lugar delicado con un pie en la corriente mainstream, y el otro colgando del precipicio. Las comisiones atléticas de los estados continuaban colocando al MMA bajo su ámbito, los peleadores caminaban hacia el ring portando playeras con logotipos serigrafiados de compañías de llantas y fármacos profilácticos esperando involucrarse con un deporte en crecimiento, la UFC era la favorita de Spike TV, y las promotoras rivales como Elite XC y IFL hacían sus propios avances. Pero las señales de progreso incrementaron lo doble tanto como las razones para cuestionarse la propia identidad y susceptibilidad a las críticas. La sustentabilidad de MMA no estaba asegurada, y las malas impresiones amenazaban con borrar la buena voluntad.

Cuando Elite XC convirtió a Kimbo Slice en la imagen de la organización, no había secreto del porqué: era un tipo alto, negro y aterrador —con todo el subtexto racial y horrible bagaje historial contenido en dicha descripción— que prometía nocauts, nada de abrazos, y una dosis del pasado rebelde que la MMA intentaba sacudirse. Desde el principio, su carrera había sido preparada para verlo ganar. Derrotó 10-10 al buen peleador Bo Cantrell en su debut profesional en noviembre de 2007. Tres meses después, venció a un sobrealimentado Tank Abbott y asumió la posición de Abbott como el peleonero premier sin necesidad de matices (o transiciones de guardia). Terminó por salir en la portada de ESPN The Magazine poco tiempo después.

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Al igual que Abbott, el estilo de un solo golpe de Slice ejemplificó la percepción de MMA que sus propios defensores creían peligrosa para su supervivencia. Slice fue uno de los primeros peleadores que, sin tener la culpa, fue arrojado bajo los reflectores con deficiencias técnicas que nunca lograría dominar, y durante un tiempo donde observar una pelea de MMA acompañado de alguien siempre requería una explicación —sí hay reglas, y no, no pueden patearse en los bajos—; Slice era una celebridad confusa. "Cada vez que Kimbo pelea, echa a perder el progreso de este deporte", comentó en 2008 el ex campeón de peso completo de UFC, Frank Mir, para Five Ounces of Pain, expresando el sentir de miles de publicaciones y mensajes. "Tipos como él sólo refuerzan la idea ante el ojo público de que todos somos unos bárbaros sedientos de sangre que buscan golpearse el uno al otro sin habilidad alguna. Tipos como él son una vergüenza para el deporte".

Ninguna de las peleas de Kimbo Slice fue convencionalmente buena en un sentido deportivo, pero siempre fueron interesantes. En mayo de 2008, su victoria en la pelea principal ante James Thompson y su hinchada oreja morada lograron una cifra récord de 6.5 millones de televidentes para Elite XC: Primetime. Cuando Slice cayó ante el reemplazo de último minuto Seth Petruzelli aquel octubre, Elite XC decayó a 4.5 millones de espectadores. Cada pelea ocasionaba críticas y teorías de conspiración. Cada pelea nos dejaba pidiendo más.

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Slice tal vez haya sido el embajador de un deporte más complejo de lo que realmente era capaz de comprender, pero las miradas lo seguían a todas partes. Cuando renació en The Ultimate Fighter 9 en 2009, era una estrella y todos en la casa querían sacar las tornamesas, reproducir la canción de fondo, y verlo cantar. En su derrota ante Roy Nelson, Kimbo Slice mandó los ratings de The Ultimate Fighter a un tope de 6.1 millones de espectadores. Ganó una pelea oficial de UFC contra Houston Alexander, pero después de la derrota por nocaut técnico ante Matt Mitrione en mayo de 2010, Slice fue descartado de UFC y se adentró en la maleza del boxeo profesional donde obtuvo un récord de 7-0 no exento de controversia.

Durante su ausencia de media década de las MMA, los instintos paranoicos de protegerlo que surgieron a principios de su ascenso finalmente se desvanecieron. Esto se convirtió en material para las páginas deportivas, terminó peleando cuatro veces al año en televisión nacional para FOX, y mostró una tendencia para desgastar a sus oponentes —la sobreprotección se había terminado—. Peleadores como Ronda Rousey y Conor McGregor ascendieron a la fama tanto como su carisma, sus barras de brazo, y ganchos izquierdos. Y en el Bellator de Scott Coker, la audiencia para ver a Tito Ortiz contra Sephan Bonnar —en ese entonces una cifra récord— edificó una verdad que los puristas del 2008 nunca habrían admitido: cuando se trata de atraer a la audiencia, el nombre del peleador importa más que el deporte mismo.

En junio pasado cuando Slice, con 41 años encima, regresó para pelear con Ken Shamrock en Bellator 138 y cumplieron su promesa del 2008, atrajeron 2.3 millones de espectadores y lograron un récord de promoción. Incluso antes de subir a la jaula, Kimbo nos hizo recordar inmediatamente la razón por la que lo extrañábamos: hablando para MMA Junkie sobre la necesidad de las pruebas antidopaje antes de las peleas, Slice dijo, "Estos jóvenes nos ven como sus modelos a seguir, y si todos consumimos esteroides y nos metemos cocaína y toda esa mierda, entonces no podremos serlo". (Por supuesto, sería negligente no mencionar que Slice dio positivo por nandrolona después de su siguiente pelea). De cara a su encuentro con Dada 5000 —la cual fijó un récord más de audiencia para Bellator — la conferencia de prensa de las "bolas de bebé" se convirtió en un clásico promocional.

Pero la verdad retocada es que Kimbo Slice no era conocido realmente por sus palabras. Nunca habló de contender por un título o caminó por todos lados con un cinturón falso: siempre dejó en claro que intentaba mejorar en el gimnasio y en su vida, y parecía ser el único con humildad y que no subestimada quién era. Incluso si odiabas su fama magnificada, no podías odiar a Kimbo Slice. En momentos más tranquilos era un cariñoso padre con seis hijos: el vídeo donde entrena con su hijo Kevlar, que padece autismo, es especialmente conmovedor. Tras su fallecimiento, todos, desde sus compañeros en American Top Team hasta sus oponentes han recordado a Slice con un afecto inagotable. Incluso Dada 5000, su némesis final, le rindió honores.

Ante su conclusión escrita demasiado pronto, las vidas de Kevin Ferguson y Kimbo Slice han cumplido su tiempo de préstamo. Slice trascendió las circunstancias de la mala suerte para convertirse en uno de los verdaderos personajes en el deporte de contacto profesional. Qué vida tan agitada y colorida tuvo, y supo exactamente dónde se encontraba incluso cuando no era evidente: a un mundo de distancia de donde empezó, ante millones de personas esperando a ver su siguiente acto.