El peor club de fútbol de la historia

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Berlin

El peor club de fútbol de la historia

Un castigo administrativo a sus grandes rivales, el Hertha BSC, mandó al club berlinés del Tasmania 1900 a la Bundesliga de forma inesperada. Su temporada en primera división no se olvidará jamás.

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Los sueños más improbables se hacen realidad en Berlín… y no siempre de noche. Hace medio siglo, un equipo pequeño, de barrio, se encontró inesperadamente en la Bundesliga. El Tasmania 1900 jugó una única temporada a nivel profesional y pasó a la historia como un mito esquivo para los aficionados al fútbol europeo.

Hoy, 50 años después, su nombre todavía encabeza las páginas de estadísticas en Alemania como el peor club de la historia del fútbol.

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En 1965, tan sólo dos años después de su nacimiento, la Bundesliga se topó con su primer gran escándalo: el Hertha BSC, el gran equipo de Berlín oeste, fue cazado en una maniobra económica ilegal y la federación le castigó con un descenso administrativo.

En la lógica de la Guerra Fría nadie podía contemplar que la parte sitiada de la antigua capital, tutelada por las potencias occidentales, no estuviera representada en la nueva liga de fútbol de la RFA.

De la noche a la mañana, el Tasmania 1900 Berlin de la Regionalliga (la cuarta división del fútbol alemán) se convirtió en el incómodo sustituto del Hertha sin apenas tiempo para reaccionar. Faltaban solo dos semanas para que comenzara el campeonato.

Era verano y la mayoría de los jugadores disfrutaban de sus vacaciones lejos de casa. El capitán del equipo, Hans Günther Becker, estaba pasando unos días en la costa del mar Báltico. Tenía encendida la Deutschlandfunk radio cuando, de pronto, con una fórmula eficiente y marcial, tremendamente alemana, el locutor anunció: "Atención, jugadores del Tasmania 1900. Preséntense en Berlín de inmediato", dijo. Y después añadió un reticente"por favor".

"Por supuesto, hice el equipaje y me volví a casa", recuerda Becker. Lo mismo hicieron los demás. Al defensa Helmut Fiebach, por ejemplo, la policía le encontró en un cámping en las montañas de Austria. Otros tuvieron que regresar desde las playas de España e Italia.

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Con tan pocos días de margen, la directiva tan sólo consiguió fichar a un jugador de renombre, Horst Szymaniak, que a sus 30 años era la estrella del FC Varese italiano e internacional por Alemania occidental.

"Para ser honestos", confiesa el ex-capitán, "sabíamos desde el principio que no teníamos ninguna oportunidad". Lo que no significa que no lo intentaran: "Todos queríamos embarcarnos en esta aventura. Aún así, le dije a todo el mundo que quizá fuera mejor que escribiéramos una carta que dijera: 'querida federación de fútbol alemana, muchas gracias por considerarnos para este puesto, pero preferiríamos entrenarnos durante un año más'". Dicha carta nunca fue escrita. En su lugar, los jugadores, casi todos aficionados, pidieron reducir sus jornadas laborales para dedicarse al fútbol más seriamente.

Becker, funcionario en Berlín, tuvo la suerte de toparse con un superior comprensivo. "Le dije: 'eh jefe, a partir de ahora sólo voy a poder trabajar a tiempo parcial; pero no se preocupe, que en ocho meses vuelvo seguro al horario normal'". Su jefe accedió y pasado el tiempo incluso se mostró agradecido. "Me alegra tenerle de vuelta, Becker. Sabía que podía contar con usted".

Sentado en la grada de piedra del Werner-Seelenbinder-Sportpark en el barrio de Neukölln, al sureste de la ciudad, Ulrich Timm recuerda con nostalgia los viejos tiempos de Becker, Fiebach y Szymaniak. Timm tiene ya 65 años y está retirado. A finales de los 50 vivió la época dorada del equipo, cuando dominaba al Hertha en los derbies regionales, y durante su adolescencia vio cómo el equipo de sus amores se convertía en la broma constante de una nación.

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Igual que en las grandes tragedias, el Tasmania cayó a los infiernos después de rozar el cielo. El año en la Bundesliga provocó que la directiva apostara la economía del club a un regreso a la élite que nunca ocurrió. En 1973, con una deuda acumulada de 800.000 marcos, el Tasmania 1900 se declaró en bancarrota y desapareció.

Timm fue uno de los aficionados que apoyó la refundación del club, al que bautizaron como SV Tasmania 73 Neukölln. "Nos gusta la imagen del desfavorecido", explica. A pesar de todos los reveses, el jubilado alemán sigue acudiendo al estadio cada domingo de partido con un tambor negro reluciente y una bufanda deshilachada. "No hay nadie que venga aquí sin conocer nuestra historia. Es un relato de sufrimiento y no se puede dejar atrás."

Vestidos de azul y blanco, los jugadores del Tasmania se bregan todos los fines de semana en la sexta división alemana. Son un equipo fuerte en lo físico, con dos centrales muy altos y expeditivos y un delantero centro joven, Kevin Lenz, dominante en el juego aéreo y en el remate frente a sus rivales. Desde la grada, con unas cervezas, resuena entre risas un cántico al ritmo del himno de Italia: "Tasmaa-nia, Tasmaa-nia, TasMAA-NIAA, FAN-TAS-TI-CAA."

"Queremos agradecer a los 78 espectadores que se han acercado hoy a ver el partido de nuestro equipo", dicen con voz cascada por la megafonía. No llegan al centenar, pero a todos los asistentes al campo les une una certeza: su gran adversario sigue siendo el Hertha, un equipo sin alma al que hay que despreciar.

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Nadie reconoce, sin embargo, que esta rivalidad funciona en un solo sentido. Y aunque probablemente en la plantilla del Hertha pocos hayan oído hablar del Tasmania, la rivalidad sigue estando ahí, atrincherada en el Werner-Seelenbinder-Sportpark, junto al antiguo aeropuerto de Tempelhof.

El Tasmania no es un equipo pequeño. En el deporte los récords importan tanto como los títulos y el Tasmania todavía conserva dos buenas docenas de marcas que van a ser difíciles de batir. Entre 1965 y 1966, el club cosechó el peor bagaje de puntos de la Bundesliga, el mayor número de derrotas (28), el menor número de victorias (2, ninguna de ellas fuera de casa), los peores registros anotadores (15 goles a favor y 108 en contra), la derrota más abultada como local (0-9 contra el MSV Duisburg) y la asistencia más baja a un estadio en la liga alemana (sólo Ulrich Timm y 826 aficionados más acudieron a verles jugar contra el Borussia Mönchengladbach).

"A medida que la temporada avanzaba", recuerda el delantero Jürgen Wähling, "ser uno de los 11 jugadores de campo se convirtió en una especie de castigo". Las reglas alemanas no permitían que se hicieran cambios, lo que hacía más dolorosa la experiencia para los defensas y el portero.

"Más pronto que tarde, perdí la alegría por jugar al fútbol", afirma el guardameta Hans-Jochim Posinski. La afición se tomaba las desgracias, partido tras partido, con cierta dosis de humor negro. Cuando el otro portero, Heinz Rohloff, encajó el tercer gol en contra el 30 de abril de 1966 frente al Eintracht de Frankfurt, en las gradas se asomó una corona de flores y un gran crespón negro.

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Tras las flores, una pancarta con el número 100 cubrió la grada. El equipo había alcanzado un centenar de goles concedidos.

Frente a la intrascendencia del Hertha, que el Tasmania haya asegurado su espacio en la historia del fútbol llena de orgullo a sus aficionados. "Ese año en la Bundesliga probablemente nos mató", se queja amargamente Ulrich Timm, "pero también nos hizo inmortales". Estadísticamente, la frase de Timm todavía encierra una gran verdad. Una verdad que quizá sea eterna.

Nunca ha habido un equipo peor en la Bundesliga que el Tasmania de la temporada 1965/66.

Sigue a Javier Sauras en Twitter: @jsauras