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Golpes dolorosos para egos gigantescos: El fin de semana del United

José Mourinho y Zlatan Ibrahimovic necesitan hacer valer su legado para un United que no convence.
PA Images

Se ha vuelto un tema recurrente en la carrera de José Mourinho como director técnico que cuando se marcha de un club, la suerte de éste se deteriora rápidamente. Después de marcharse del Chelsea en 2007 con dos trofeos de liga y tres copas nacionales bajo su nombre, el monumento de su éxito se desmoronó en manos de Avram Grant y José Felipe Scolari. Cuando se fue del Inter de Milán con el triplete dos años después, su legado colosal se vino abajo con la llegada de Rafa Benítez. Mourinho se ha convertido en una suerte de Ozymandias que construye majestuosos imperios para verlos colapsar a su salida.

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Este es el costo por complacer su prestigioso ego, y las personas a cargo de un club lo entienden a la perfección. "Mou" es un Napoleón moderno o Julio César, incluso Alejandro Magno; la fuerza de su personalidad es suficiente para construir un imperio, mismo que perecerá una vez que su liderazgo carismático llegue a su fin. Sin embargo, existe un problema en todo esto, y que se ha hecho más aparente en años recientes. Gradualmente, conforme pasa el tiempo, el colapso catastrófico post-Mourinho ha comenzado a afectar, también, su reinado.

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Hacia el final de su cargo en el Real Madrid, Mourinho se acercaba cada vez más al desastre. Se enfrentó a la rebelión en los vestidores y al desdeño de la grada, y cerró su temporada final sin trofeos luego de haber conseguido, un año antes, la primera liga merengue desde 2008. En su regreso a Chelsea, Mourinho redescubrió su habilidad para erigir imperios, todo para que en la tercera temporada la situación reventara en Stamford Bridge. Ahora, cabeza del Manchester United, el portugués amenaza saltarse la etapa gloriosa que ha acompañado su experiencia como entrenador, y pasar directamente a la etapa de las ruinas esparcidas sobre su propio polvo.

Tal vez, el ego de Mourinho ha disminuido en años recientes, empezando por la tensa "despedida" en Madrid. En sus días gloriosos, el ego del portugués contaba con un tremendo campo magnético, y atraía trofeos de todo tipo. En la actualidad, a pesar de retener su gigantesca superficialidad, el ego de Mourinho parece carecer de esa misma fuerza. Grita y reclama desde el área técnica como siempre, pero donde solía haber motivación para sus jugadores, ahora hay una decepcionante caminata de vuelta a la banca, como sucedió en el empate con el Burnley.

Si Mourinho está pasando por una suerte aterradora de crisis personal, lo mismo se puede decir de su fichaje estrella. De muchas formas, Zlatan Ibrahimovic es una personalidad hecha al molde de Mourinho, y su ego parece desaparecer con la edad también, como lo demostró luego de perder la batalla con el más prosaico de los héroes del fin de semana, Tom Heaton.

Cuando desembarcaron este verano en Manchester, José y Zlatan llevaron consigo esperanzas renovadoras a Old Trafford. Hasta el momento, las acciones se han quedado en promesas.