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Munera: los deportes de sangre en la antigua Roma

El boxeo, el pancracio y los gladiadores eran disfrutados por todos pero practicados por muy pocos. Los riesgos eran demasiado altos.
All images via Wikimedia commons

La cultura de la antigua Roma quizá sea una de las fantasías históricas más recurrentes en Hollywood. De Gladiador, de Ridley Scott, hasta la breve serie de HBO Roma, o Spartacus en el canal STARZ, la historia romana, o por lo menos la versión hollywoodense de la historia romana, sigue fascinando a las personas, siglos después de la caída del imperio.

Roma, el epicentro del mundo desde el siglo 8 BCE hasta el siglo 5 CE, fue un estado inmenso que se extendía por varios continentes. Conforme Roma fue incorporando territorio y población, también se apropió de las costumbres de las culturas que quedaban bajo su dominio. El deporte fue una de las muchas cosas que los romanos se apropiaron de las tierras conquistadas y que hicieron suyo. Roma, a lo largo de su historia desde la república hasta el imperio y hasta su eventual caída, asimiló los deportes de combate de Grecia y Eturia, por nombrar algunos, y produjo una interpretación hiperviolenta del boxeo, la lucha y el pancracio. Y claro, es conocido que los romanos estaban obsesionados con otro tipo de entrenamiento sangriento. Uno que hacía que el boxeo y el pancracio, los "eventos pesados" de las antiguos Juegos Olímpicos, parecieran cosa dócil, o por lo menos, más segura. El deporte más amado en Roma era la justa entre gladiadores —un espectáculo violento que se utilizaba literalmente como pena de muerte en esa sociedad. Y uno que consignaría a los romanos como bárbaros para los historiadores.

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Describir a los romanos como bárbaros puede parecer preciso dada su predilección por la violencia extrema y la tortura como formas de entretenimiento, sin embargo, algunas de las historias de sadismo parecen haber sido exageradas por los historiadores antiromanos. Difamar a la sociedad romana y al paganismo en general, después de la caída del Imperio Romano era una táctica efectiva de propaganda en el creciente mundo cristiano. Los cristianos de entonces habían sido señalados, junto con otros grupos minoritarios, durante el Imperio Romano, y padecieron atrocidades que no se olvidan fácilmente. Pero entre las exageraciones de los historiadores de la antigüedad (un mote intresante) y las versiones sensacionalistas de Hollywood con sus eventos semi-históricos, las imprecisiones acerca de la cultura romana, y en específico acerca de los eventos gladatoriales, se han arraigado profundamente en nuestro imaginario cultural.

La historia de la antigua Grecia es, en un sentido, mucho más sencilla de examinar que la de otras culturas de entonces porque estaban tan enfocados en documentar cada aspecto de su sociedad. Eturia tenía una cultura cosmopolita que influyó mucho a la república romana y, más tarde, al Imperio Romano, pero los etruscos no dejaron registros escritos de deportes de combate o de juegos funerarios. Por fortuna, aunque la palabra escrita esté perdida, o quizá nunca haya existido, los deportes de combate etruscos fueron recordados y documentados en obras de arte. Vasijas y obras de bronce muestran escenas de lucha y pinturas funerarias incluyen a boxeadores.

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Eturia no competía en los Juegos Panhelénicos, pero, según Jean-Paul Thuillier, un experto en juegos etruscos, tenían su propia cultura deportiva que no era una simple calca de los deportes de la nación griega. De hecho, en la cultura de deportes de combate de Eturia influyó mucho en la cultura deportiva romana. El boxeo era un espectáculo popular en Eturia, y los expertos especulan que en su versión del pentatlón, junto con la carrera, el salto y el lanzamiento de disco se practicaba el boxeo y la lucha. Los peleadores etruscos, contrario a sus contrapartes griegas, peleaban a puño limpio durante el entrenamiento y el sparring. Y solo durante las competencias se envolvían las manos con tiras de cuero, algunas veces trenzadas en cuerdas para formar un tipo devastador de guante.

Los romanos recibieron la influencia de las culturas que conquistaron, pero su actitud hacia el deporte era singularmente distinta de la de los antiguos griegos. Para los griegos, el deporte era una manera que tenían los ciudadanos de demostrar su habilidad atlética, su determinación y su destreza. En aquellos días, los romanos practicaban deportes, en especial la carrera, la lucha y el boxeo, pero conforme Roma se convirtió en una república poderosa, y más adelante, en un imperio superpoderoso, los deportes se transformaron en una variante del entretenimiento, practicado por profesionales. Los peleadores profesionales arriesgaban su salud y su vida para entretener a la élite y a las masas, pero estaban relegados al peldaño más bajo de la escalera social.

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Boxeo, lucha y pancracio romano

Los romanos preferían los munera, los deportes de sangre, por encima de todos los juegos (ludi). Las clases altas romanas quizá se regocijaron practicando el boxeo como amateurs, pero jamás se rebajarían a participar en una justa deportiva en público. Esta tendencia de dejar los deportes, particularmente los de combate considerados "pesados", a los profesionales era también algo que hacían las clases altas griegas en el periodo helénico. El boxeo, conocido como pugilatus, era el deporte de sangre más pipular en Roma, exceptuando, claro, las disputas entre gladiadores. El boxeo, como la mayoría de los deportes en Roma, era el ámbito del atleta profesional, que existía, según Johne, tanto "legal como socialmente fuera del ámbito de los ciudadanos romanos".

Como mencioné en otro artículo sobre los deportes de combate en la Antigua Grecia, la historia del caestus, el antiguo guante de boxeo (en realidad más una especie de vendaje que unos guantes), lleno de picos de metal es un mito que ha sido desacreditado por la mayoría de los expertos modernos, y se le considera un intento revisionista por retratar a los antiguos no solo como unos brutos, sino como unos inhumanos al nivel de Calígula (aunque, para ser justos, Calígula es uno de esos villanos históricos cuyos actos horrendos parecen haber sido exagerados por los historiadores). La mayoría de los expertos cree que las representaciones que muestran a los peleadores con puntas de metal en los puños son en realidad dedos y que esos "guarda nudillos" que se creía eran para arrancar carne del oponente, en realidad eran sujetados dentro del puño, como quien ahora empuña un rollo de monedas, más que como un "bóxer". El hecho es que el combate en la antigüedad era muy sangriento y las lesiones eran cosa cotidiana. Narices rotas, dientes tumbados y orejas de coliflor eran una realidad para los peleadores; es por eso quizá que los romanos preferían ver a profesionales pelear y no lastimar sus cuerpos.

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Los boxeadores de esta época utilizaban tiras de cuero alrededor de los dedos, como sus contrapartes griegas. Estas tiras se extendían hasta los brazos, y permitían que los antebrazos funcionaran como parte de la guardia defensiva. Las vendas de piel permitían que los boxeadores conectaran golpes particularmente duros, pero esos "guantes" no les daban el mismo tipo de defensa como lo hace el guante de boxeo moderno. En cambio, los boxeadores romanos sostenían los antebrazos de manera vertical para cubrir sus rostros y la parte alta de su cabeza, o en diagonal para atajar los golpes directos a la cara.

Había una serie de metodologías de guardia que los peleadores podían adoptar como parte de su boxeo. Algunos peleadores se paraban con la mano del frente extendida, con la palma abierta para empujar el rostro de su oponente y obligar al rival a tener que moverse para poder lanzar algún golpe. Además, dado que sus manos estaban libres, podían usar la palma de la mano para atajar o desviar un golpe recto. Esta guardia, con la mano del frente abierta y extendida, permitía que la mano de atrás se extendiera velozmente para conectar un golpe. Y los golpes rectos eran típico modus operandi de los peleadores. Los golpes eran dirigidos hacia la cabeza, ya que los golpes al cuerpo no se consideraban como un gran golpe. Otro tipo de guardia estaba basada en Sagitario, el arquero, en la que el peleador mantenía la mano de atrás flexionada, como si jalara del arco, para conectar un cruzado súbito.

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Los boxeadores romanos preferían lanzar golpes rectos a la barbilla o duros golpes descendentes, como los volados, para golpear los oídos. Como las griegas, las peleas romanas no tenían rounds ni categorías ni pausas, a menos de que ambos peleadores acordaran detenerse brevemente y reanudar el combate en breve. Así, la estrategia boxística romana exigía golpes para noquear en las partes de la cabeza que actúan como "botones", o golpes repetidos a la nariz o a los ojos, las zona más dolorosas y sangrientas. Dado que las peleas podían terminarse con un golpe certero, los boxeadores romanos escogían bien sus ataques y peleaban a distancia. Su parado era abierto, como el de un practicante moderno de artes marciales mixtas, más que el de un boxeador tradicional, lo que les permitía usar los pies para entrar y salir rápidamente.

Los filósofos de la Grecia antigua amaban la lucha, pero para los romanos, la relativa seguridad de la lucha, el lucatio, la convertía en el más aburrido de los "eventos pesados" en la antigüedad. Sin embargo, los romanos adoptaron la lucha mucho antes que el pancracio, algo que resulta sorprendente dado que lo sangriento del pancracio parece estar mucho más a tono con el amor del espectáculo que tenían los romanos. Los peleadores de pancracio tenían que ser los atletas más versátiles de todas las disciplinas de combate, y típicamente, eran los más fuertes y los más grandes. Como con los griegos, el pancracio no tenía reglas más allá de que estaba prohibido morder y picar los ojos. Los espartanos sí permitían esas dos tácticas, pero dado que nunca participaban en eventos internacionales debido a que no podían permitirse perder contra cualquiera que no fuera espartano, sus estrategias de mordiscos y piquetes de ojo eran legales únicamente en su territorio. Claro que las reglas no impedían que estas estrategias aparecieran, y un pancracionista de la época reportó que ser mordido era algo común una vez que la pelea iba al suelo. El pancracio romano permitía los golpes en el piso y uno de los ataques preferidos era patear al oponente desde el suelo. Galeno, el filósofo griego en el Imperio Romano, de broma le dio a un burro un premio de pancracio dado que el burro era un especialista de las patadas.

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En su libro, Gladiators and Caesars, los expertos Eckart Kohne y Cornelia Ewiglebe apuntaron que los romanos utilizaban sobretodo terminología griega para describir sus deportes de combate, pero en el caso de los eventos de gladiadores, sucede lo contrario. Esta característica lexicográfica es interesante porque revela cómo es que Roma codificaba las prácticas de las otras naciones. Además, aún cuando los historiadores, en especial aquellos que operan durante periodos que se encuentran en nuestra historia y que buscan enaltecer a la cultura de la Grecia antigua, pintan a los romanos como la única nación que disfrutaba de la violencia extrema, resulta que los griegos no se negaba a mirar e incluso disfrutaban espectáculos con gladiadores. Es una práctica común pensar que los griegos fueron nobles pensadores y que los romanos eran unos bárbaros, pero resulta en extremo reductivo. El hecho es que las personas aman la violencia y los romanos simplemente perfeccionaron lo vistoso del espectáculo en el mundo antiguo. Y nunca hubo un espectáculo más espectacular que en las peleas de gladiadores en el Coliseo Romano.

Gladiadores

No queda claro exactamente qué sociedad fue la que creo las primeras peleas entre gladiadores —antes los historiadores creían que fue Eturia, ya que los etruscos fueron una influencia importantísima sobre la cultura romana. Pero las representaciones más antiguas del combate gladiatorial vienen de frescos que datan del siglo cuarto BCE en la tribu de los Osco Samnitas, que vivían al sur de la actual Nápoles; estos mostraban a combatientes enfrentados en juegos fúnebres. No fue sino hasta 264 BCE cuando tuvo lugar la primera pelea de gladiadores documentada en Roma y sucedió en los juegos fúnebres en honor del aristócrata Brutos Pera. En 73 BCE, un prisionero de guerra obligado a entrar en la escuela de gladiadores conocido como Espartaco lideró una rebelión con otros setenta gladiadores en contra de la oligarquía romana. La historia de Espartaco sigue siendo contada en la cultura popular, y la serie de televisión actual da una versión moderna del violento espectáculo como entretenimiento.

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En 55 BCE, Pompeyo el Grande organizó un evento extravagante que incluyó disputas entre gladiadores y cacerías de animales, todo para ganar el favor del pueblo y anotarse puntos políticos. Resulta que el público no quedó impresionado, y al contrario, expresaron pesar por la suerte de los animales en el espectáculo. Diez años después, su rival, Julio César presentó una versión mucho más lujosa que la de Pompeyo, con una batalla escenificada que incluyó a más de 1,000 soldados de infantería, 60 a caballo y 40 elefantes que encantaron a los romanos y significó un gran éxito político para César.

Es importante recordar que había dos tipos de combates entre gladiadores: los que se realizaban como castigo y los que se realizaban por deporte. La idea de la lucha gladiatorial como deporte parece algo exagerado, pero algunos de los practicantes, en especial aquellos bien entrenados y con fieles seguidores entre el público no eran enviados a la arena para morir sino, como sucedía con boxeadores o practicantes del pancracio, para que pelearan. Pero los combates del otro tipo, los que eran utilizados como castigo, eran una historia completamente distinta. Estos gladiadores eran por lo general asesinos, o criminales que habían robado, incendiado o vandalizado algún tempo. Había dos tipos de sentencias para ellos: muerte por la espada (ad gladium) o por bestias salvajes (ad bestias) Si un hombre lograba sobrevivir a cualquiera de sus dos sentencias, podía recibir el indulto. Si un condenado lograba hacerlo, y rara vez sucedía cuando eran condenados ad bestias, podía continuar viviendo como gladiador, y vivía en la escuela y cumplía con su nuevo deber de pelear e idealmente matar a otro criminal en el futuro.

Quizá algunos gladiadores eran sobrevivientes de la condena ad gladium, pero la mayoría de ellos eran prisioneros de guerra, o reclutados por sus dueños, o gladiadores entrenados para pelear. Los combates eran tan populares en Roma que los ganadores podían hacerse de una gran fama y apoyo financiero. Quizá se les considerara lo más bajo de la sociedad, pero eso no detenía a unos cuantos romanos al momento de voluntariarse para convertirse en gladiadores y con suerte alcanzar el estrellato y la fortuna monetaria. Para el segundo siglo BCE, los gladiadores eran un grupo de peleadores bien entrenados en el combate con armas que competían en público contra otros gladiadores. Las lesiones eran frecuentes y la muerte una posibilidad que todos los peleadores estaban dispuestos a enfrentar.

Los gladiadores estrella eran tratados como dioses por el público romano. Muchos de ellos adoptaban pseudónimos, quizá anticipando a los luchadores profesionales del siglo XX. Uno de estos en particular, Hermes, fue inmortalizado por Marcial en un poema en el que revelaba que era tanto "un gladiador como un entrenador", versado no solo en uno sino en tres diferentes estilos de combate. Dominó a otros peleadores con la lanza larga, el tridente y con su propio casco. Tan grande fue Hermes que le hizo una fortuna "a los revendedores". Según Sport in Ancient Times, el libro de Nigel Crowther, el Coliseo Romano podía acomodar a 50,000 espectadores, y aunque había zonas de asientos gratuitos, cuando un gladiador estrella como Hermes iba a pelear, los fanáticos le pagaban a estos revendendores para garantizar un sitio para ver a su ídolo.

Para algunos los gladiadores eran dioses, pero legal y moralmente, eran considerados parte del peldaño más bajo de la escalera social, parte de la infamia, junto con actores, prostitutos. Sin embargo, Cicerón, el abogado y estoico del primer siglo BCE creía que los combates entre gladiadores eran un "arte noble y pedagógico", en el que los combatientes mostraban autocontrol y gracia ante la muerte. Los estoicos admiraban el comportamiento de los gladiadores, pero miraban con desdén al público excitado, presa de emociones turbulentas que no tenían lugar en una mente disciplinada. Los filósofos romanos posteriores condenaron estos combates por considerarlos burdos y nocivos para la moral romana.

Fue un tremendo escándalo cuando, al final del siglo segundo CE que el emperador romano Cómodo avergonzó a la aristocracia romana al aparecer en público como gladiador en una justa. A Cómodo no solo no le importaba el sentir popular, sino que hacia el final de su vida, completamente loco, se disfrazó de Hércules y exigía que se le pagara por sus apariciones en el Coliseo. Eventualmente fue asesinado, no en la arena, pero en su propia casa por su compañero de entrenamiento, un luchador llamado Narciso.

Una versión de las hazañas de Cómodo aparece en la película del año 2000 de Ridley Scott, Gladiador; una película no precisamente famosa por su precisión histórica ni por su autenticidad, pero una que solidificó la imagen de las peleas entre gladiadores en el Coliseo. El espectáculo sangriento que la película muestra quizá sí atrapó una versión de la espantosa vida de los gladiadores, pero también la glorifica. La violencia y las atrocidades perpetradas en Roma, y disfrutadas por una gran mayoría en el mundo antiguo, fueron capturadas por la película, y nosotros como público, participamos de esa violencia. Quizá eso intentó hacer Scott —a un mismo tiempo encantar y horrorizar al espectador para que, como los romanos en el Coliseo hace miles de años, nos emocionáramos con las brutalidades ante nosotros. La realidad de los deportes de combate, incluido el de gladiadores, en la Antigua Roma fue tan violenta que no hace falta ningún embellecimiento histórico.