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EL 29-S DESDE DENTRO

Ya has visto un carro de imágenes (entre ellas, las nuestras) del 29-S. Quizá te has reído con expresiones de nuevo cuño como esa de "ciudad antisistema-friendly". Pues bien, Alberto Arce estuvo en la asamblea dentro de la antigua sede de Banesto desde días antes de la batalla. Y esta es la crónica de lo que vio aquellos días hasta que una pedrada lo mandó a casa.

1. Reapropiación

Estoy en la terraza de la ex sede de Banesto en Barcelona. Estoy con H, un joven abogado y uno de los responsables de que, al menos por unos días, el control de este edificio hayan cambiado de manos: de la agencia inmobiliaria propietaria a la bandera pirata que ahora ondea en el pararrayos del piso 12. Bajo las ventanas del sexto piso, un cartel trata de vender, aún, una promoción de apartamentos de lujo que nunca llegaron a construirse. Hace 74 años, en julio de 1936, en esta misma terraza una miliciana de 17 años se dejó fotografiar en la terraza del Hotel Colón, entonces sede del PSUC. Aquella imagen se convirtió en uno de los iconos de la revolución que nunca llegó.

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H me explica que el sábado 25 de septiembre, al terminar una manifestación, se procedió a la toma pública del edificio. La acción tuvo poco de espontánea: "Varios compañeros llevaban días dentro. No puedo contarte cómo entraron pero cuando la mani se disolvía, comenzaron a lanzar bengalas y descolgar pancartas desde la terraza. Abrieron las puertas y entramos. Al estar previamente ocupado no se comete delito flagrante al entrar en el edificio y la policía no puede intervenir de oficio".

Se muestra satisfecho porque el juez ha decidido no ordenar el desalojo inmediato pese a la denuncia presentada por los propietarios. Banesto vendió este edificio en 2003 por 63 millones de euros. Posteriormente cambió de manos hasta cinco veces en cuatro años. La inmobiliaria Monteverde lo compró por 110 millones de euros en 2007. Entre tanto, el edificio ha permanecido vacío y ha generado una plusvalía del 95% respecto a su precio inicial. Como tantos otros miles de bienes inmuebles de la ciudad. Transformarlo en sede temporal de la autodenominada "Asamblea de Barcelona" y de su plataforma de acción, el "Movimiento del 25-S", a fin de que sea el centro neurálgico de la "huelga de los que no pueden hacer huelga el 29-S" ha salido gratis.

Para H y sus compañeros, el edificio no es más que una metáfora del capitalismo en ruinas, de la burbuja inmobiliaria que afecta a la ciudad. Los escalones por los que descendemos hacia el hall en el que tienen lugar las actividades de la Asamblea de Barcelona continúan cubiertos por plásticos protectores medio deshechos. Puede leerse todavía "Timeprotec", el nombre de la empresa que los suministró. "También tenemos los planos de obra", me informa H. Veo los cascos de unos albañiles que hace años abandonaron el trabajo. "Quizás sus antiguos propietarios forman parte del 19% de la población activa que no podrá ir a la huelga el 29 de septiembre. Quizá estén en el paro".

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Pese a su implicación en el movimiento, H. trabajó el día de la huelga general. Como abogado, trató de sacar de las comisarías al casi medio centenar de "antisistema" detenidos por los Mossos de Esquadra en los alrededores del edificio.

2. La huelga de los que no pueden hacer huelga

"A partir de las movilizaciones contra el plan Bolonia, y durante el largo encierro que mantuvieron los estudiantes en la universidad se creó un núcleo duro de unas 400 personas que mantienen fuertes vínculos políticos y acumulan cada vez más experiencia en la movilización". Quien habla es I, uno de los miembros de la "Asamblea de Barcelona" que ha ocupado el edificio.

Pone especial énfasis en el factor generacional cuando se le pregunta por el origen del "Movimiento del 25-S" y la huelga general alternativa que se organiza desde aquí. "Entendimos que a raíz de la convocatoria de la huelga general era necesario intervenir en las calles con voluntad disruptiva y de desobediencia. En 2009 la universidad permaneció tomada varios meses, se ocupó un supermercado, se realizaron acciones por la gratuidad del transporte, se ocuparon dos edificios, en plena Gran Vía, en los que vio la luz la Universidad libre de la Rimaia y contamos también con la experiencia de la ocupación temporal del Hotel Mandarín en Paseo de Gracia".

Según me cuenta, la Asamblea de Barcelona es una iniciativa que aún no ha tenido tiempo de madurar pero que no se limita a los jóvenes y que viene cultivándose desde hace varios años en diferentes entornos. "El sindicalismo alternativo barcelonés, el más clásico y al mismo tiempo aún combativo, comienza a confluir a finales del año pasado con los estudiantes. A mediados de este mismo mes de septiembre toman forma, finalmente, los Comités de barrio y de Centros de Trabajo".

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I ha formado parte de todo el proceso y puede explicar el planteamiento de fondo de este movimiento: "Crear un discurso que interpele a los sujetos que no pueden sumarse a la huelga institucional a partir de la pregunta '¿Qué hacemos los que no podemos hacer huelga?' Trabajadores desempleados y precarios, pensionistas, empleadas del hogar, migrantes sin papeles, músicos de la calle y trabajadoras del sexo". La lista, según él, alcanza a millones de personas.

¿Por qué este edificio? "Más allá de la denuncia de la especulación urbanística y el papel que juegan los bancos en ella, recuperamos un espacio central de la ciudad para uso colectivo. A lo largo de estos días hemos tratado de generar 'cajas de herramientas' con las que responder a la crisis". I está tan sorprendido como satisfecho de algunos de los ejemplos de los que ha sido testigo en apenas 48 horas. El "Foro de cuidados y vida independiente" creado por personas con "movilidad diferente" (las que van en silla de ruedas), por ejemplo. O el grupo de mujeres denominado "Mujeres p´alante", compuesto por mujeres latinas que cuidan a ancianos. "Los sindicatos no tienen respuesta para toda esta gente".

¿Y vosotros sí? "Por supuesto", responde sin dudar. "Las cooperativas de trabajo surgen como una de los instrumentos más útiles para ciertos colectivos invisibilizados. Criminalizados, incluso. Como las trabajadoras sexuales sometidas a explotación". Sin dejar de hablar, I trata de conseguir ceniceros para los fumadores. "Es importante mantener el espacio limpio y ordenado".

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Pocas horas después, fue detenido por la policía en el barrio de Sants mientras participaba en un piquete informativo. Ningún periódico le entrevistó mientras duró la "reapropiación" del banco. No obstante, las crónicas del día después no dudaron en meterlo, junto a los otros 40 y pico detenidos del 29-S en Barcelona, como uno de los "violentos que sembraron el caos en la ciudad".

3. Buscando a Mister Hyde en una asamblea.

En el exterior del edificio, enormes pancartas ofrecen consignas a los viandantes: "Esta es una invitación a luchar juntos, a la huelga social". Una mesa informativa invita a acercarse a viandantes y curiosos mientras se reparte un periódico de 8 páginas editado especialmente para la ocasión. Por dentro, el esqueleto vacío de un edificio, puro hormigón, ladrillo rojo, escayola reventada, ventanas sin cristales. Un par de focos alumbran el espacio gracias a dos generadores. La asamblea está a punto de comenzar.

Veo gente de todas las edades y orígenes. Desde mujeres que amamantan a sus hijos frente a un par de perros sin dueño hasta un grupo de punkis que se encarga de preparar la comida. También hay corrillos de sindicalistas de pelo blanco y camisa de cuadros. Y estudiantes –incluso de mechas rubias y bolsos Burberrys– que charlan con alguno de sus profesores de Ciencias Políticas, Historia o Filosofía. A mí me cuesta imaginar que aquí se encuentre reunido un ejército de alborotadores dispuesto a sembrar el caos y que pueda herir a 24 agentes antidisturbios perfectamente pertrechados.

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La asamblea tiene lugar ante un mapa de la ciudad de 12 metros cuadrados. En él, 24 comités de barrio anuncian sus actividades tapando el callejero con sus planes, escritos en folios rosas y amarillos pegados con celofán. Busco alguna prueba concluyente, algún plan de la quema de contenedores, del saqueo de tiendas, de barricadas que deben arder. No lo encuentro. En su lugar: asambleas informativas en Sant Andreu, cacerolazos en Poble Sec, piquetes informativos en la Barceloneta o Sants y finalmente marchas que, surgiendo desde diferentes puntos de la ciudad confluirán en el centro de la ciudad el 29-S al mediodía para participar de una actividad central que se decidirá en asamblea.

Unas 100 personas se sientan formando un gran círculo. El espacio, que ronda los 800 metros cuadrados, se irá llenando a medida que el debate avanza. Al menos 400 personas participan al final de una discusión moderada por P., que pertenece a un grupo trotskista del barrio de Gracia y parece salido de un concierto de Belle and Sebastian. Se trata de decidir qué acciones llevarán a cabo durante la jornada de huelga general.

Pero antes, hay que decidir ora cosa: "No queremos hacerle demasiado caso a la prensa, pero nos han pedido permiso para entrar y grabar unos planos. ¿Se lo permitimos?". P trata de evitar la votación y acortar el debate. No lo consigue. "¡Que se vayan a tomar por culo!", grita alguien desde una esquina. "El que quiera que se ponga detrás de una columna". Se impone la votación. El resultado es abrumador. Vence el SÍ, que entren los periodistas. Pero para entonces, los periodistas, impacientes, ya se han ido.

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M es miembro del Comité de Huelga de TMB, Transportes Metropolitanos de Barcelona. Sindicalismo clásico. Abre la asamblea proponiendo que se identifique un punto central y simbólico para comenzar el piquete "unitario" del 29-S. El siguiente turno de palabra, temblorosa, le pertenece a un joven rapado con gafas y aspecto de estudiante de filosofía. Propone caminar hasta el barrio de Pedralbes, símbolo de la clase más pudiente de la ciudad. "Son 7 kilómetros, tardaríamos horas en llegar, no tiene sentido", responde un miembro del Comité de Huelga de Telefónica que plantea la "reapropiación" de las Ramblas: "Hace años que no se permite una manifestación por las Ramblas. Las han convertido en un espacio prohibido para la protesta social mientras permiten que se colapse por cualquier partido de fútbol. Tenemos que revertir ese mensaje y de paso continuar caminando hasta el Ayuntamiento, símbolo de poder político". Aclamación.

J interviene como miembro del Comité de Ciutat Vella. También cree que deberían actuar en Las Ramblas: "Allí se encuentran ciertos símbolos de la burguesía, sobre los que podríamos incidir. Vivimos a diario la ocupación de las Ramblas por el sector turístico y creo que debemos liberarlas de alguna manera para devolvérselas a sus habitantes. Avancemos e improvisemos sin detallar objetivos". Varias personas insisten en que la asamblea no es lugar para detalles. Por seguridad, ante el riesgo de infiltración policial. O periodística.

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P trata de que la asamblea avance y plantea la cuestión de qué tono debe tener la protesta. El Comité de Huelga del Transporte defiende que "lo importante es convencer ofreciendo información pero que hay que defender la libertad de acción. A mí no me gustan los encapuchados pero hay que medirse en función de la fuerza que se tenga enfrente. Dejemos en paz al pequeño comercio y centrémonos sólo en símbolos como El Corte Inglés". Y remata con una reflexión: "Mucha gente no quiere ir a la huelga porque no se siente representada por los grandes sindicatos oficiales. Este espacio debe servirnos para transmitir que existen formas de lucha diferentes".

Ahora habla L, que es filósofo: "La mejor estrategia es la combinación de agua y fuego. El agua se infiltra. Si nos rodean, infiltrémonos y posteriormente utilicemos el fuego para destruir esa realidad que nos aprisiona". Propone que el ritmo sea "firme, educado e in crescendo, evaluando continuamente el escenario, sin atacar a la policía".

La estudiante de las mechas y los cuadros Burberrys plantea una duda muy razonable: "A ver si alguien me puede decir cómo vamos a evitar que la policía pare esto desde el principio". No tardan en responderle: "Si somos 500 es muy fácil que nos rodeen y que no podamos ni movernos. Pero si se lo comunicamos a nuestras madres, nuestros vecinos, nuestros amigos y conseguimos ser 5.000 no podrán hacer nada".

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Me dicen que P es un clásico. "Sandinista", le llaman. "No estaría mal que desde ahora mismo un pequeño grupo comience a organizar en privado alternativas sorprendentes en caso de que la policía no nos permita avanzar". Luego le quita hierra al asunto: "Que salga el policía y nos explique cuáles son sus planes del mismo modo que nosotros acabamos de hacerlo. Así llegamos en igualdad de condiciones". Entre bromas y distensión se desconvoca la asamblea. Corta y efectiva: todos los piquetes de barrio confluirán en Plaza de Cataluña y tratarán de descender por las Ramblas. Si la policía lo impide, se replegarán en el edificio tomado y habrá otra asamblea.

4. Cacerolazo.

Martes, 10 de la noche. Poble Sec. Plaza del Sortidor. Un grupo de niños marroquíes juega al fútbol, pelotazo arriba, pelotazo abajo. Desde las terrazas del único restaurante abierto, la clientela les clava miradas de desaprobación. No pueden cenar tranquilos. Aún no saben lo que está por venir. Llega un primer grupo. Cuatro personas. Rondan la treintena. Armados de sartenes y cucharas, se sitúan en medio de la plaza. Alguien ironiza: "Van a ser cuatro y el apuntador". Se equivoca. Poco a poco van sumándose varios grupos más. Parecen no conocerse entre sí. Ya son medio centenar. Comienza el cacerolazo de Poble Sec.

Luces que se encienden, ventanas que se abren. La gente mira desde los balcones. Algunos van a la cocina y también le dan a la sartén. Los más decididos se animan a bajar a la calle en zapatillas. Los mismos camareros del restaurante que hace unos minutos trataban de conseguir la paz para su clientela golpean ahora las bandejas. Algunos clientes baten sus botellas contra las mesas metálicas. Quien no tiene nada a mano, aplaude. Los niños se lo pasan en grande.

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Leen un manifiesto: "Nos están tomando el pelo, nos recortan los sueldos, retrasan la edad de jubilación. Darío Fo dijo que lo bueno de que la mierda te llegue al cuello es que te permite caminar con la cabeza bien alta. Pero lo que no añadió es que si no haces nada corres el riesgo de asfixiarte".

E. trabaja en Gracia pero vive en Poble Sec. Ha venido con su compañera de piso. "Nos hemos organizado en el trabajo. En la oficina no hay ningún sindicato y hemos montado una asamblea de trabajadores. El de más edad tiene 31 años. Todos con contratos de mierda, eventuales. No podemos imaginarnos no hacer huelga, no protestar. No podemos quedarnos de brazos cruzados. Pero lo haremos por nosotras mismas. Sin sindicatos".

En cada manzana, un banco. Las puertas, selladas y pintadas. J es sueca y disfruta del buen tiempo sentada frente a una sucursal de Caixa Penedés que está siendo pintarrajeada. ¿No te molesta todo este jaleo? "No, la gente tiene que protestar. La vida se está poniendo muy cuesta arriba en toda Europa. De hecho, debería unirme a la marcha". No lo hace. Pide otra cerveza.

El camarero es dominicano: "En nuestro país ya habrían prendido fuego al banco y la policía estaría pegando tiros. Tendríamos que haber levantado las mesas y las sillas. Sois muy tranquilos en España". Se diría que le divierte lo que ve. Pero pregunta, "¿Y nosotros tenemos que cerrar? Si cerramos no hacemos caja y, sin caja, nos hundimos".

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En la mesa de al lado un grupo de amigas se suma al debate. ¿Vais a ir a la huelga? "Somos autónomas. Si no estuviésemos de acuerdo con la huelga sería como si un mercenario se negase a ir a la guerra. Tiraríamos piedras contra nuestro propio tejado. Pero lo que no trabajemos mañana tendremos que recuperarlo al día siguiente. Si no, el trabajo no sale. Si no se entrega, no se cobra. A nadie le importa lo que yo haga o piense. Trabajo sola en casa, pero apoyo cualquier movilización".

O. pertenece a la Asociación de Vecinos de Poble Sec. "de la Asamblea de Barcelona vino a informarnos y nos pareció una buena idea sumarnos al cacerolazo para tratar de despertar un poco a la gente del barrio". Confiesa que no le ve continuidad a este movimiento, no es la primera vez que es testigo de esta espontaneidad "pero luego no fructifica, no se convierte en una estructura que perdure". La manifestación-cacerolada se disuelve al llegar frente al Molino no sin que un par de vecinos les lancen cubos de agua desde la ventana.

Un grupo de paquistaníes se acerca con curiosidad. Les interpelan: "Dinos algo en urdu, dilo a través del altavoz". "¿Y qué digo?", pregunta el paquistaní. "Di que mañana ningún paquistaní abra su tienda". Lo hace… o no. Todos los paquistaníes se parten de risa. Sólo ellos saben lo que ha gritado por megafonía. "Recordad que el piquete informativo de mañana comienza aquí a las 7.30 h. Quien no quiera levantarse tan pronto que vaya directamente a Plaza Catalunya a las 12 h". Un paquistaní responde: "Eso es muy pronto, amigo. Yo trabajo por la noche. Cerveza, beer, amigo, one euro amigo"

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5. Empieza el 29-S

"La talla 38 me aprieta el xoxo" es la primera pintada de la marcha unitaria, concretamente en el escaparate de C&A. Los antidisturbios han cortado el acceso a las Ramblas. La manifestación ha avanzado espontáneamente en dirección a Plaza Universidad. Todas las consignas se caen ante la ausencia de liderazgo. Ni "presión firme contra el cordón policial" ni "repliegue en el banco reapropiado" como se había decidido en Asamblea. A partir de ahora, el caos. Aunque el ambiente, por ahora, me parece festivo.

Comienzan a cruzarse contenedores en la calle Pelayo. Un joven francés de película en blanco y negro –gorra de repartidor de periódicos de los años 50, perilla pelirroja, gafas redondas– conecta su mp3 a un inmenso altavoz que vomita a todo volumen el himno anarquista "A las barricadas". Una docena de policías espera en la confluencia entre la Ronda de Sant Antoni y la Plaza Universidad. La manifestación se ha partido en tres. Apenas dos docenas de personas forman un cordón que comienza a acercarse a la policía. Ni son todos jóvenes, ni necesariamente visten de negro. Aumenta la tensión. En menos de 10 minutos y parapetados tras los contenedores, que avanzan contra las furgonetas, la manifestación presiona al cordón policial. Los agentes tratan de defenderse a porrazos. Se ven desbordados. Por más que reparten madera, la gente avanza por la Ronda de Sant Antoni. Llueven piedras, botellas, palos, mesas y sillas. Un policía grita "¡Qué cojones está pasando!". Parece asustado. Llegan refuerzos. Comienzan a volar las pelotas de goma [por mucho que La Vanguardia diga lo contrario].

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Alguien ha incendiado un coche de la guardia urbana. Nadie se acerca por miedo a que explote. Carreras y palos. La Gran Vía se corta en un segundo. Frente a los cines Aribau continúan las cargas. Golpean con todas sus fuerzas. Hay poca policía para tanta gente. Los manifestantes huyen en dirección a las calles anchas y rectas del Eixample en vez de colarse en las callejuelas del Raval. O les gustan los retos o no aprenden de la experiencia.

Los policías avanzan en furgoneta recibiendo todo tipo de objetos y se bajan cada 100 metros para golpear con todas sus fuerzas. No quieren, o no pueden, discriminar entre manifestantes o turistas. Luego, inmediatamente, corren a refugiarse en sus vehículos. Es el caos. En una cafetería, los camareros, latinos, se enfrentan a los manifestantes a puñetazos. Empiezo a ver caras ensangrentadas. No ha transcurrido ni media hora. Se mire a la esquina que se mire, hay disturbios. El caos se instaura en el centro de la ciudad. Esta es la huelga general de quienes no se sienten representados en el sindicalismo oficial. También es el día, claro está, de los que sólo buscan su día de furia.

6. Rompiendo cosas hasta aburrirse.

El banco ocupado se ha convertido en centro de una kermesse. Suena Víctor Jara por megafonía. Un estudiante me pide el bolígrafo. "Es que si no me firma la tesis me quedo sin papeles". Se dirige al filósofo que hablaba de infiltrarse como el agua y golpear como el fuego en la asamblea. "Sí, ya sé que es posmoderno. Pero después de ver cómo se quema un coche de la policía me da menos vergüenza".

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Tres chicos desentonan en el ambiente. Fotografían y comentan los carteles que cuelgan del edificio. Por el corte de pelo, las camisas de sastre y las gafas de aviador es evidente que turistean. ¿Qué os parece esto?. "Interesante, curioso, divertido. A ver si a las 6 hay más gente y más lío. Somos de Sarriá y no solemos bajar a esta parte de la ciudad, casi nunca atravesamos la Diagonal". Sonríen, bromean. "Es un problema demográfico –añade– Otto Von Bismarck ya lo había entendido en 1870. Sólo se pueden garantizar las pensiones si nadie va a llegar a cobrarlas. Antes había que esperar a los 70 y la esperanza de vida era de 60 años. Ése sí que sabía. ¿Porque todo esto por las pensiones, verdad?". ¿A qué te dedicas? "Soy planificador financiero, asesoro a la gente para que los bancos no se aprovechen de ellos. Soy un banquero bueno. Tengo conciencia social, me importan las cuestiones sociales". Me muestra la pantalla de su blackberry: "Recibo siempre este periódico, ¿cómo se llama?, Periodismo Humano. Temas sociales y todo eso". ¿Y tú? Se lo pregunto a su amigo: "Yo soy lo contrario de trabajador. Soy propietario. ¿Estos? Unos incoherentes, debe ser el único día del año que trabajan".

Tanta calma se me hacía extraña. Entonces un grupo relativamente numeroso camina nuevamente hacia las Ramblas. La policía no aparece esta vez. Se lían a patadas con Movistar y Carrefour. Y a golpes con Berto, el humorista de La Sexta. Incluso algún turista que pretendía llevarse el recuerdo de los "Barcelona riots" se lleva un coscorrón. Todas las papeleras arden. Sin policía cerca, es obvio que pierden el norte. Sólo verlos de lejos, todos los comercios bajan la persiana. Pero el mercado de la Boquería trabaja a pleno rendimiento. El grupo ni intenta entrar en el mercado y termina por disolverse. Les han dejado romper en paz. Debe tener poco interés.

7. "Los hechos"

Un cordón de vallas y furgonetas rodeaban el edificio. Era la hora de comer. Se repartían sándwiches y sonaba la música. El ambiente era, cuando menos, campestre. De paz absoluta para varios cientos de personas que disfrutaban del sol y el calor. El edificio se encontraba cerrado. Los policías irrumpieron entre la multitud, avisando desde los altavoces de sus lecheras. "Atención, les habla la policía. Despejen la zona".

La policía se acerca sin orden de desalojo y coloca hasta 12 furgonetas delante del edificio ocupado. Comienzan los empujones y porrazos para desalojar la calle. Cae un plato. Otro plato. Y otro. Se ha justificado el asalto. Montan el cordón policial: "Atrás, atrás, atrás!". La gente hace una sentada pacífica. Carga. El oficial ordena cargar de nuevo. Los policías se retraen. Muchos de los que protestan son adolescentes junto a hombres a punto de la jubilación con las manos arriba para mostrar su actitud no-violenta. Les cae una tormenta de golpes. Algunos policías parece que no son capaces de golpear sin más, nadie les está atacando. Golpean en frío, de cara a la galería, como posando para más de una docena de fotógrafos. Es muy absurdo todo.

Veo cómo se llevan a alguien detenido. Tres policías de 2 metros de altura lo arrastran hasta una furgoneta. Lo mantienen de rodillas. Me acerco a preguntar: ¿De qué se le acusa, señor agente?. "Mira esto". El policía muestra una mota de sangre en los nudillos. Se lo ha hecho de tanto golpear, entiendo yo. ¿Cómo te llamas, qué has hecho? –le pregunto al chico que está de rodillas. "Me llamo Antonio y no he hecho nada". Le cruzan la cara de un puñetazo contra el metal del vehículo. "Si quieres respuestas, le preguntas a los políticos –me aclara el policía– le preguntas a Saura y que te responda él. Ahora largo de aquí". Le enseño el carnet de Prensa. "Me da igual. No me jodas más que te vas caliente para casa".

La docena de grilleras se esfuerza por impedir que los periodistas puedan captar imágenes de la entrada del edificio. Una docena de policías disfrazados de okupas entra corriendo. Llegan los albañiles con ladrillos y cemento para tapiar las entradas y evitar, así, la reocupación. Cada vez más gente se acerca al cordón policial en la confluencia entre Paseo de Gracia y Plaza de Cataluña. "Atención, les habla la policía, despejen la zona, de lo contrario tendrá lugar una carga. Se lo advertimos por su seguridad". Durante aproximadamente dos horas los Mossos de Esquadra juegan al gato y al ratón con los presentes. Ni a una docena llegarían los que tiraban piedras, palos y trozos de metal contra las furgonetas y prendían fuego a las papeleras y quemaban contenedores. No aprecio interés alguno en detenerlos. Los periodistas se preguntan qué sucede. La policía sube y baja sin parar, golpea a saco y se retira para volver a golpear unos metros más adelante. No hay relación causa-efecto entre los proyectiles que reciben y los golpes que dan. Tampoco piden refuerzos. Sólo son tres furgonetas, menos de 20 agentes.

Un hombre que camina con muletas cae al suelo en una de las carreras. Protesta, insulta. Paliza. Detención. Las jardineras a la mierda. "Avanza!", grita el oficial. El conductor, sosegado, no quiere destrozarlas. "¡Que avances coño!". Pelotas de goma. Los turistas, en vez de correr, se acercan con sus cámaras y teléfonos. La escena les parece entretenida. "¿Qué sentido tiene esto?", se pregunta un fotógrafo. No ha visto esta estrategia policial antes: repliegue y avance, repliegue y avance. No me queda claro quién está provocando los disturbios. ¿Los policías que se pasean entre la multitud sin responder a los ataques pero golpeando arbitrariamente, o los que les atacan con total impunidad? ¿Qué tipo de órdenes ha recibido la policía cuando dispara pelotas de goma en dirección a Paseo de Gracia? Ahora sólo veo 10 policías y 10 "provocadores". Alrededor, cientos de personas que, en un momento dado, aplauden cuando una piedra impacta en la luna de un coche patrulla agrietándola lentamente.

"¡A lo guerrilla, ponte a lo guerrilla que mola mazo!". Son niños. Varios de ellos, marroquíes que pasaban por allí. "¿Te acuerdas de la última en Canaletas? Había más madera. Que pena que no haya contenedor de cristal aquí. Eh, ¡no me saques fotos!". Entonces una piedra vuela hasta mi pantorrilla. Impacto directo. Tenía que pasar. Ha sido suficiente por hoy. Dolerá.

De vuelta a casa, me encuentro una manifestación de la CNT en Plaza de Cataluña. Leen un comunicado. Nadie escucha ni toma notas. Los periodistas están demasiado ocupados buscando el enésimo plano de la papelera ardiendo y el encapuchado lanzando piedras.

TEXTO: ALBERTO ARCE
FOTOS: ONA BROS