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Música

Las sinfonías oscuras: Un repaso por la banda sonora de Bukowski

Una lista de música brusca y desesperada.

Bukowski, o mejor, su alter ego Chinaski, o también sus otros y múltiples machotes narradores, son hombres de pocas obsesiones aunque recurrentes. Ya se sabe que tenerlas, junto con las compulsiones, no es tanto un privilegio como una carga llena de responsabilidades; complacerlas es un camino a la autodestrucción. Y las de Bukowski han sido ampliamente conocidas, por el lado de la escritura, la música, los caballos y la bebida, las dos últimas relacionadas: en algún momento de su vida, uno de sus tantos médicos le advierte que, con una gota más de alcohol, era probable que sus huesos pararan en el cementerio. Así que una de sus tantas mujeres (otra de sus obsesiones) le sugiere cambiar las visitas constantes a los bares de mala muerte del downtown de Los Ángeles, por un hobby no tan aparentemente aniquilante, como es la contemplación de caballos que corren incesantemente y sobre los que se puede apostar. Pero, un hombre tan afecto a las compulsiones como Bukowski, no era de reemplazarlas sino de reclutarlas, incorporarlas y adoptarlas. Así que a partir de ahí, se dedicó por el resto de sus días a las carreras de caballos sin dejar, por supuesto, la aniquilante, aunque siempre placentera bebida.

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Pero nosotros aquí vamos a referirnos a otra de esas obsesiones: la música. ¿Cuál era el género musical que Bukowski escuchaba en sus destartalados radios? No queda difícil saberlo porque era afecto a hablar de sus gustos y de sus fobias, tal vez más de las últimas. Se sabe que odiaba el cine, la televisión, el beisbol y el rock más un largo etcétera. Pero adoraba su música clásica. Y esto lo hace interesante, repitámoslo, porque la música clásica por estar relacionada con la alta cultura, pareciera no ser privilegio de la clase obrera. Aunque esa conexión la logra hacer Bukowski en solo unos cuantos versos:

I switch on the radio/ Enciéndo la radio
get Stravinsky/ suena Stravinsky
note the dirt under my fingernails/ noto el mugre entre mis uñas
he's/ él es
the best./ el mejor.

(War All The Time)

La recurrencia de la música clásica en Bukowski ofrece un contraste entre su brusca personalidad y esta música, vinculada a las buenas maneras, la suave sensibilidad, y el canon de la clase alta. En Bukowski no hay que ver al melómano que vanidosamente conserva una colección de discos, o mucho menos, el que va a conciertos y hace alarde de su pasión. Características que no podían ir con él porque constantemente afirmaba que “todo lo que necesita un hombre cabe en una simple maleta”. Y Bukowski sí que supo de eso, de empacar en maletas sus pocas pertenencias, yendo de un lugar a otro, trabajando aquí y allá. Su libro Factotum, de hecho, es exclusivamente el recuento de este peregrinaje laboral. Y para empacar todo en una sola maleta hay que ser exclusivos: un par de arrugadas camisas, unos pantalones de señor, su infaltable máquina de escribir y, lo que importa para este artículo, su persistente radio, con la que tuvo una relación apasionada. Y léase apasionada en los términos del amor y del odio: acompañándolo en sus borracheras y en su escritura, pero también pagando el pato al ser lanzado por cualquier ventana en una de sus típicas lagunas etílicas, solo para ser rescatado porque, en definitiva, sin música clásica no podía vivir.

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Por tanto, en Bukowski pareciera que la música clásica guardara relación en tres órdenes. El primero, para huir del mundo. El segundo, para buscar un acompañamiento al escribir. Y tercero, como si buscara una identificación con ciertos compositores y sus trágicas vidas. Bien lo dice él en la que tal vez es su novela más famosa, Post Office: “La mayoría de las vidas de estos hombres eran tan trágicas, que disfrutaba leyendo acerca de ellos, mientras pensaba: 'Bueno, yo también estoy en el Infierno y ni siquiera puedo escribir música'”.

Y si se hace un rastreo a cierto segmento de su obra, se encuentran realmente pocos nombres y todos recurrentes: Bach, Beethoven, Brahms, Gershwin, Handel, Mahler, Mozart, Sibelius, Shostakovich, Stravinsky, Tchaikovsky y Vivaldi. Nombres relacionados, por demás y en algunos casos, con la tragedia misma.

Para Bukowski, algunos de esos compositores son sus compinches de desgracia, y son tratados informalmente como si formaran una sociedad secreta en eso de sobrevivir y crear. Así, el imponente Beethoven es tratado coloquial y hasta tiernamente con un simple "the Bee": “La radio pasaba sobre todo a Mozart a Brahms y a the bee”.
O aparecían aludidos como si fueran cualesquiera de sus amigotes de bebida:

turn the radio back up: it's/ prende la radio de nuevo:
Mahler, the 10th, right after the Bee's 5th, some hell/ Mahler, la décima, justo después de la quinta de Bee, un infierno
of a heavy night as pretty much alone here/ de noche pesada como esta solo aquí

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(War All the Time)

Esta comunidad de creadores, musicales y literarios, en el imaginario de Bukowski es parte indispensable de la tensión narrativa y ejemplifica el cruce entre alta cultura y cultura popular que hizo del poeta borracho un ícono de la Para entender mejor a este melómano, nada como escuchar lo le gustaba. He aquí una breve e incompleta lista con algunas de sus obsesiones musicales:

The Bee, entre sus favoritos, siempre complacía al exigente Henry. Entre las sinfonías más mencionadas están:

La Tercera:

Y la Quinta:

También las de Mahler eran favoritas:

La Novena:

Y La Décima

Y bien vale pena recoger que la marcha de la mujer amada con su vestido azul está emparentada con “The March to the Gallows”:

Por último, y para salirnos del género clásico, el mismo Bukowski señala que lloró ante estas dos piezas extrañas a su género preferido. Y no sabemos si dice que lloró por su constante sarcasmo o porque sí tocaban un punto vulnerable en su corazoncito. Informa, pues, que lo hizo ante las monerías de la Shirley Temple, esa graciosa y melosa niña, cuando esta cantó «I got animal crackers in my soup»:

Y también informa que derramó lágrimas, no sabemos si de cocodrilo, cuando Judy Garland cantó “Over the rainbow” porque “aquella vez en Nueva York, ponía toda el alma, no había quien pudiera con ella”. Aunque lo más probable es que le haya gustado por ese aire de perdedora, por ese espíritu siempre tan bukowskiano y poético, cuando remata su descripción con un:

—está muy gorda y bebe mucho.

(La máquina de follar)

Así que aquí el video, no de lo que Bukowski vio, pero que tal vez se acerca a su descripción por lo sórdido y triste de la representación: