Los campeones olvidados de Chile
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Los campeones olvidados de Chile

Para Cobresal, el último año fue de película: un equipo que nunca había ganado un solo título, se coronó campeón de Chile, pero su estrepitosa caída sería aún más rápida que su ascenso.

"Al igual que todo historia, esta terminará. Cuando la mina muere, todo aquí muere con ella. El pueblo morirá. El equipo morirá."

Cristian Cortés Avendaño mira alrededor del estadio El Cobre. Tiene capacidad para 20,000 seguidores, luces que fueron instaladas hace menos de 20 años, e irradia una luz de tono blanco y naranja, de alguna forma intocable por el polvo de la región más seca del mundo, el Desierto de Atacama en Chile. Aquí es donde todo lo conocido y amado por Avendaño existe. Todo lo que conoce y ama es el equipo de futbol Club de Deportes Cobresal, y el pequeño pueblo minero de El Salvador en el cual apenas se puede prosperar.

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Como el manager de medios y negocios del equipo, Avendaño sabe mejor que nadie la historia que ha convertido la verdad del año pasado en algo más extraño que la ficción. Un equipo que nunca ganó un título se convirtió en el campeón nacional de Chile, todo para después verse desintegrado. Toda una región fue destruida por desastres naturales y se reconstruyó a sí misma. Mientras cuenta la historia en un día calurosamente inusual de invierno, Avendaño se aguanta las lágrimas. Le dan escalofríos a pesar del incesante sol y la violenta aridez.

Más importante aún, sonríe.

Los Mineros practicando el campo de El Cobre. Foto por Grant Legan

Salvador está situado a más de 2,400m sobre el nivel del mar en una meseta en medio del Desierto de Atacama. La población apenas llega a los 7 mil habitantes, y todos están presentes por una razón: la mina de cobre.

La mina fue comprada hace 55 años por la Corporación Nacional del Cobre de Chile, Codelco. Codelco es la productora de cobre más grande en el mundo, generando cerca del 11 por ciento del total del abastecimiento global. Al principio, la compañía tenía poco interés en cavar aquí —los impuestos eran altos, y muchas minas en el área estaban quebrando—. Así que cuando la compañía decidió comisionar las minas, su subsecuente producción fue una sorpresa. La mina incrementó la producción total de cobre en Chile cerca de 450 mil toneladas por año; Codelco nombró la mina oficialmente como "El Salvador".

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Hoy en día, la industria minera permanece como el aliento de la vida en esta villa desértica. Las calles son del ancho de autopistas para estacionar mejor los camiones de cobre, rodeados por casas de estilo provincial con jardines rodeados por vallas. La ciudad más cercana, Capiapó, está a más de 200 km de distancia. Dos vuelos provenientes de la capital Santiago llegan y se van de Capiapó todos los días, donde el 90 por ciento de los pasajeros son mineros.

"La gente está aquí por un propósito: para trabajar", dice Juan Silva Riveros, el actual gerente general de Cobresal. "Nadie viene a El Salvador sin una intención. Están aquí para trabajar en las minas o jugar futbol. Es todo." Riveros llegó a El Salvador como jugador de Cobresal en 2001. Llegó para jugar, pero se quedó para trabajar. Después de su paso por el campo, Riveros fue contratado como un técnico del estadio, subió de puesto hasta llegar a ser el gerente deportivo en 2007. Es joven para su cargo —47 años de edad, y sin rastro de canas—. Aunque la gran mayoría de los futbolistas retirados son jóvenes.

Imagínense a Barry Sanders trabajando en una fábrica de autopartes en Detroit después de su paso con los Lions. Suena extraño, pero esa es la realidad en El Salvador. Casi seis de cada diez mineros de Cobresal juegan hasta retirarse a la edad promedio de 35 años. Después se van a las minas para trabajar. Cuando has jugado futbol desde los cinco años y llegado a la liga profesional a los 17, con una carrera que no requiere de educación y con una duración de menos de 20 años, tiene sentido quedarte en el lugar del que has hecho un hogar. Los jugadores están establecidos en la comunidad. Las familias que procrearon están aquí, y se gana bien de la mina. Después de que Franklin Lobos, uno de los delanteros más codiciados de Cobresal —y Chile— de la década de los 80 se retirara, terminó como chofer de taxi y decidió que la minería era la mejor forma de darle una educación universitaria a sus dos hijas. Lobos fue uno de los 33 mineros atrapados en el accidente en San José en 2010, a solo 96 kilómetros al sureste de El Salvador.

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El mediocampista Nelson Sepúlveda llegó al pueblo de los barrios de Santiago para jugar para el Cobresal a la edad de 17. Ahora, con 24 años, es considerado un veterano del equipo. Él quiere que su futuro sea diferente al de los demás. "Quiero seguir jugando para Cobresal hasta que ya no pueda más", dice mientras carga a su hija de dos años Agustina. Cuando le pregunto si teme un destino similar al de Lobos, me ve como si ya lo tuviera todo planeado. "Me gradué de la preparatoria a los 16 y obtuve mi certificado en contaduría antes de venir a jugar como profesional. Pero sin importar lo que suceda, siempre le deberé a Cobresal todo en lo que me he convertido."

Juan Silva Riveros en su oficina. Foto por Grant Legan

Cobresal inició como un club amateur en 1979, comisionado como una prueba para determinar cómo los campos de minas se podrían beneficiar económicamente de la presencia de un club de futbol. Desde la fase de prueba, llegaron hasta la Asociación Nacional de Futbol Profesional (ANFP). El club siempre ha sido propiedad de Codelco y dirigido bajo un esquema de negocio de asociados. Hoy día, hay 1,700 asociados que pagan su cuota anual de 7 mil pesos chilenos para mantener al club; más de 700 de estos miembros trabajan todos los días en las minas de cobre visibles desde el estadio. Sus cuotas, junto con las inversiones de Codelco, mantiene al club vivo. Los asociados y sus familias tiene acceso a las instalaciones del equipo.

Después de una década tumultuosa con múltiples descensos en los 90, los Mineros de Cobresal han permanecido en la primera división del futbol chileno desde 2001. En el pasado, habían terminado en los último lugares de la liga, incapaces de competir con los clubes más exitosos y populares de Chile, como el Colo-Colo y la Universidad Católica. Ambos equipos están localizados en la capital; ambos cuentan con contratos lucrativos de patrocinadores que les permiten fichar a los mejores futbolistas de Chile; ambos juegan en estadios hermosos, y tienen uniformes con marcas, y son siempre favoritos para llevarse el campeonato. Colo-Colo ha ganado 30 veces el título.

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El año pasado, Cobresal inició el torneo de clausura con un inusual récord ganador en la temporada regular. Entonces el desastre se hizo presente. El 25 de marzo, inundaciones repentinas y torrentes de lodo destruyeron Atacama. En una región donde el promedio de lluvias es de .06 pulgadas, las dos pulgadas que cayeron ese día originadas por un sistema de baja presión fueron demasiado para que el suelo rocoso y duro las pudiera absorber. El Río Copiapó, el cual había permanecido seco por 17 años, se salió de su cauce y acabó con todo a su paso, ocasionando pérdidas por más de 1.5 mil millones de dólares. Las corrientes de lodo mataron a 26 personas, y miles fueron desplazados. La presidenta de Chile Michelle Bachelet declaró la zona estado de emergencia.

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Codelco tuvo que suspender sus operaciones por el bloqueo de caminos en El Salvador. El pueblo completo estuvo incomunicado. El campo del estadio El Cobre perdió todo su césped. No había agua potable, trabajo, ni partidos de futbol. Para poder continuar la temporada y el torneo, Cobresal tuvo que ser trasladado a Santiago. El equipo vivió en un hotel 34 días, separada de sus familias y su comunidad en crisis. A pesar de todo, continuaron ganando partidos y escalando en la tabla.

"El entrenador Dalcio [Giovagnolli] siempre dijo que teníamos que jugar por los hombres que llenaban sus pulmones con tierra para ver nuestros partidos, por la gente que sufre y sigue trabajando arduamente para tener una mejor vida todos los días", dice Johan Fuentes, el capitán de Cobresal. "Pero después de la inundación, lo hacíamos no solo por lo mineros sino por todo el mundo. Por todos aquellos que lo habían perdido todo. Sentimos su pérdida, y queríamos llevarles bendiciones. Demostrarles que hay esperanza."

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Para el 26 de abril, a un mes de la catástrofe, los Mineros estaban en la posición para ganar su primer campeonato en toda su historia, y tuvieron la oportunidad de hacerlo en casa. No solo los jugadores habían tratado de dar un mensaje. Por semanas, voluntarios de la región de Atacama se organizaron para cubrir con césped el campo de Cobresal. Arreglaron los baños, pintaron las paredes, reemplazaron las pipas de agua, y prepararon el estadio para que estuviera listo en el último juego de la temporada.

"Esa tarde, entramos al campo sabiendo que era nuestro día", dice Sepúlveda, el mediocampista.

El capitán Johan Fuentes. Foto por Grant Legan

Para poder terminar el Clausura con más puntos y llevarse el trofeo a casa, Cobresal necesitaba ganar sus dos últimos encuentros, en contra del Barnechea. También necesitaban que la U. Católica perdiera ante Deportes Iquique. Cualquier otro resultado le daría una vez más el campeonato al primer lugar Colo-Colo.

Los partidos, separados por más de 960km, arrancaron al mismo tiempo. Para el minuto 40, la U. Católica ya estaba arriba 3-0, y Cobresal abajo 2-0. En los vestidores, según Fuentes, Giovagnolli dio un discurso emotivo: "Están aquí. Ustedes juegan futbol. Más les vale que jueguen por todos los que pelearon por estar aquí. Por los que pelearon por ustedes para que estuvieran aquí. Pelearon por ustedes mismos para estar aquí. Vayan a jugar con un carajo. Jueguen con los pies. Jueguen con el corazón. Jueguen con su equipo. Jueguen como mineros."

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Cobresal le contestó a Barnechea con dos goles, empatando el partido. Por la radio, Avendaño recibió la noticia de que Iquique también había empatado a la U. Católica, 3-3. Sepúlveda, regresó al campo y le comunicó a sus compañeros del empate en Santiago. Con cuatro minutos por disputar, se pitó un penal en contra de Barnechea.

El goleador de Cobresal, Matías Donoso, se perfiló hacia el arco, y anotó. Mientras en equipo celebraba el gol, se anunció que durante el cobro del penalti Iquique había anotado otro gol en Santiago, adelantándolos 4-3. Por fin todo se inclinaba a favor de Cobresal. Pero mientras se consumía el tiempo, y Cobresal aseguraba la victoria 3-2 ante Barnechea, se cobró un penalti en contra de Iquique. La U. Católica tuvo la oportunidad de anotar, empatar el juego, y arrebatarle el campeonato a los mineros.

Todo Cobresal esperó —los 40 segundos más largos en El Salvador— para que las señales de radio trajeran consigo el veredicto del cobro del penalti de la U. Católica. Finalmente, la noticia llegó: se había fallado desde los once pasos. Los 7 mil fans en las gradas —más que la población de El Salvador, pero no lo suficiente para llenar un tercio del estadio— estallaron de alegría.

"Sentimos que ese día los ángeles estaban con nosotros", dice Fuentes. "Sabíamos que estábamos destinados a ser campeones."


Como cualquier campeonato de importancia, el título del Clausura chileno por lo general viene acompañado de un protocolo: un desfile, especiales de televisión, acuerdos con patrocinadores, y fama. Pero nada de esto le pasó a Cobresal. El 26 de abril en el estadio El Cobre solo hubo unas cuántas cámaras y un pequeño podio. En los días posteriores a la victoria, se escucharon un puñado de historias sobre los menos favoritos del desierto chileno que habían ganado su primer campeonato nacional, pero no hubo reconocimientos por las prácticas que terminaron con duchas a "jicarazo", ni una sola mención de los 34 días en un hotel lejos de casa, ningún vínculo con la catástrofe de la inundación. No se ofrecieron acuerdos con patrocinadores. Y seguramente tampoco existieron historias al pendiente de la vida de David después de Goliat.

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Posterior al torneo, la caída de la economía china hizo que los precios de cobre bajaran. El equipo ya obtendría dinero extra. Cuando los clubes más ricos quisieron a los jugadores del campeón chileno, Cobresal no tenía dinero para hacer una contraoferta. Se terminó por vender a diez jugadores a otros equipos. Se trajeron a nuevos bajo contratos baratos. Fuentes y Sepúlveda son los únicos jugadores que todavía quedan de la temporada 2014-15. Al entrenador Dalcio Giovagnolli también le ofrecieron un puesto en otro lugar, pero terminó por marcharse de El Salvador y se perdió rastro de él, argumentando que había hecho todo lo que podía hacer: él creía que había alcanzado su punto más alto y no quiso enfrentar su declive. Un equipo que se había conformado como los menos favoritos en mayo se había convertido en un grupo de extraños para junio.

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Como campeón del Clausura, Cobresal llegó a la temporada 2015-16 en primera clasificación, pero desde entonces han caído hasta el décimo lugar. Un nuevo entrenador fue contratado para reemplazar a Giovagnolli; se le despidió rápidamente. Esta semana, los Mineros hicieron su primera aparición en Copa Libertadores desde 1986, cuando Franklin Lobos estaba en el campo.

El pavor existencial mora sobre todo. En 2005, Codelco planeó dejar El Salvador para 2011 por el declive en niveles del mineral y costos a la alza. Desde entonces, la compañía decidió incrementar la vida de la mina por unos 15 a 20 años más. Esto sólo posterga un final inevitable…tal vez de todo.

"No mencionamos del cierra de la mina a los jugadores porque no queremos que se preocupen, pero la realidad es que nos vamos a quedar sin cobre y se nos acaba el tiempo", dice Riveros. "Siempre existe la posibilidad de que tengamos un patrocinador o ser comprados por un dueño privado, pero no sería lo mismo. No podemos ser los Mineros de Cobresal sin el espíritu de los mineros, sin una mina. Nada será igual cuando se cierra la mina. El Salvador se transformará en un pueblo fantasma."

En la minería, uno escarba, escarba y escarba; se retiran toneladas de piedra y obtienes onzas del precioso metal. Mucho trabajo para pocos resultados, pero al final puede que lo valga. Es lo que mantiene la sonrisa en el rostro de Avendaño.