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Los Celtics de Boston son verdaderamente, un buen equipo de basquetbol | ES | Translation

Son un buen equipo, parecen ser geniales y verdaderamente, están en medio de la honestidad de equipos que tienen menos escrúpulos que ellos.
Photo by ​Derick E. Hingle-USA TODAY Sports​

Nunca antes un equipo regular de baloncesto se había visto tan noble como ahora. La actual NBA se juega con apuestas de probabilidades a la larga, selecciones de jugadores a tres años de distancia y juntas de agentes libres tan desesperados que hasta se puede ver el sudor en la interfaz de ESPN. Los equipos ganadores necesitan estrellas, según la sabiduría convencional, y las estrellas se obtienen en la lotería o en el período de transferencias de verano. Si no puedes ser grandioso, sé pésimo, porque lo mediocre te lleva al deseado lugar del draft o a la diferencia entre el tope salarial y la nómina de tu equipo. Quedarte en cualquier punto medio —ser respetable, competitivo, y condenado— es estar perdido.

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Por supuesto, los 76ers son la organización ideal del baloncesto de quinta en cuanto al desarrollo de jugadores, pero no están solos. La mayoría de los equipos con aspiraciones asimilan un octavo lugar como una pírrica victoria, una iniciación en el purgatorio de varios años siendo eliminado de los playoffs en primera ronda. De esta forma, la competencia desproporcionada no da lugar al crecimiento, ni la oportunidad de reponerse. Establece un tipo de acuerdo, un ímpetu por perseguir victorias banales en diciembre y febrero, en lugar de hacerlo en fechas importantes como mayo.

Los Celtics de Boston son un equipo regular. Poseen un pedigrí aceptable, disputan buenos cuartos, y son solidos en el parado defensivo. Cuentan con una marca de 14-10 en el año que los posiciona para el séptimo lugar en la Conferencia Este. Cada victoria ha sido merecida, cada derrota razonable.

Los Celtics han sido devotos al labor que sus compañeros consideran un tanto bobo, trabajando para mejorar su récord de 40-42 aunque sea en un grado menor, y al hacerlo, demoran su inevitable explosión. Intentan ganar partidos, y son buenos haciéndolo, y ambas cualidades no superlativas los hacen extrañamente distintos.

Cuando te diviertes con tus amigos y uno de ellos es Evan Turner —Foto por David Butler II-USA TODAY Sports

Es casi imposible adherirse a cualquier organización jerárquica cuando se trata de describir a los Celtics del 2015-16. ¿Comenzamos con Avery Bradley, el guardia de peso crucero que detiene los pick-and-rolls de sus oponentes como sellador, o con Isaiah Thomas, el artista de las fintas que da giros y llega a toda prisa a la pintura cuando los sets de los Celtics son detenidos? ¿Quién es más representativo, Brad Stevens, el entrenador de tercer año con un aire de senador, cuya defensa engañosa toma un tinte estratégico extra del piso de parquet de Boston, o Jae Crowder, quien no ha encontrado un escenario de baloncesto que se beneficie de la rápida aplicación de su hombro musculoso? Tal vez la mejor figura decorativa para esta escuadra, con sus devotos ideales y defectos físicos, es el guardia de apoyo Evan Turner. Tiene un estilo de juego de medio alcance que encaja, con movimientos giratorios, y parece, poniéndolo en práctica, como si estuviera relajado.

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Los Celtics tienen más sentido como un compuesto. Juegan con una defensa motivante y directa donde ni un solo intento de fijar la mira en la canasta para disparar —ya sea una finta con la mano, o un pase— es ignorado. Bradley asume una posición agazapada para la máxima secreción de ácido láctico y mueve sus pies como si todos los entrenadores de todos los campos de baloncesto en el mundo le estuvieran gritando para hacerlo, y Crowder hace lo mismo motivado por la obligación del honor.

A la ofensiva, donde dichas agallas no son una moneda tan valiosa, los Celtics hacen lo que pueden. Dada su relativa falta de anotadores natos, sus jugadas de bloqueo y apertura tienden a no crear mucho espacio. En ocasiones, un jugador se avienta para el uno contra uno, abandona su campaña, y manda el balón a lo largo de la cancha donde su receptor se encuentra con menor tiempo en el reloj para tirar y una tarea más difícil. Kelly Olynyk lanza de tres, y en alguna parte de Montana, un bísquet terminara pareciéndose a Juan el Bautista.

La noche del viernes pasado, los Celtics se enfrentaron a los entonces invictos Warriors de Golden State en doble tiempo extra. Lo lograron encerrando a Stephen Curry, interceptando las líneas de pases, y contragolpeando con las nociones de Thomas y Bradley. En general, se la pasaron tratando la amada geometría de Curry y los Warriors de la misma forma que las hormigas tratan las sobras de pastel olvidadas en el picnic.

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No fue suficiente. Turner convirtió un vacilante layup con un minuto restante en el segundo tiempo extra para acercar a los Celtics a un punto, pero Golden State se la pasó haciendo los tiros libres de requisito. Los exhaustos Warriors perdieron la siguiente noche en Milwaukee, y los Celtics se sintieron parcialmente satisfechos por haberlos hecho batallar.

Cuestión de orden: tengo 16 años y no soy lo suficientemente mayor para trabajar en esta cámara. —Foto por Sam Sharpe-USA TODAY Sports

Resulta que Boston sí tiene el tipo de ayuda regularmente disponible para las franquicias menos honestas. Los Celtics poseen un número sano de selecciones en drafts próximos, incluyendo la supuesta selección de Brooklyn en 2016. Tendrán una oportunidad para el tipo de talento de equipos como los que Sam Hinkie se la pasa hablando con una fe desesperada típica de un predicador de metro.

Sería de gran interés para todos los que disfrutan del buen baloncesto si el actual profesionalismo de los Celtics resulta beneficioso para cualquier prospecto a la caza que adquieran en junio. Tal vez Boston pueda, la siguiente temporada, subir a 55 victorias. A lo mejor descartan la ideología contemporánea de reestructurar, demostrando que los ajustes en conjunto dan mejores y más rápidos resultados.

Sin embargo, no creemos que lo hagan. La suerte misma no se impresionó con el esfuerzo en equipo de los Celtics en contra de los Warriors el viernes por la noche, y puede que los castigue con una selección inútil y los consigne a la interminable media tabla que muchos equipos temen. La historia de la NBA reconoce la lógica y la razón solo de forma vaga; tiene un completo desinterés por la moral competitiva.

Pero ahora, al menos, los Celtics pueden jugar en buenos partidos de baloncesto. No son los favoritos de los partidarios, pero poseen intereses. Algo muy raro para un equipo de la NBA hasta el momento. Es admirable, y no sólo porque sea tan escaso.