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Identidad

¿Por qué a los gais les encanta Britney Spears?

Los hombres gais, el colectivo de fans más apasionada de Britney, hablan del atractivo atemporal de la celebridad.

Ha sido la encarnación del sueño americano desde que tenía 17 años y, aunque muchos esperaban (o temían) que la ex-Mouseketeer se desvaneciera después de que la coronaran princesa del pop, Britney Spears sigue siendo fundamental en la cultura americana desde hace casi 20 años.

La artista, igual que muchas de las estrellas pop femeninas que la han precedido, debe gran parte de su éxito continuado a la legión de hombres gais que alcanzó la mayoría de edad con el nuevo milenio, que vio a una diva que valía la pena seguir y que se entrega en cuerpo y alma a adorar al "Spearitu Santo". Hoy en día, su música sigue siendo un clásico en los bares de gais, tiene montones de imitadores drag y ha hecho una aparición en Will & Grace. Además, a su trayectoria se le acaba de sumar en Lifetime una película biográfica horriblemente afectada, Britney Ever After. Pero tanta adoración hace surgir una pregunta: ¿qué les atrae a los gais de Britney?

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La pregunta era más fácil de responder a principios de los 2000, quizá. Con álbumes que superaban todos los récords, escandalosas actuaciones en directo y un romance de prensa amarillista con Justin Timberlake, Britney era una presencia seductora en la escena pop. Para Jordan Miller, fundador de Breathe Heavy, un portal de música que empezó siendo un blog de fans de la cantante en 2004, el icono del pop aprovechó esa colosal presencia que cautivó a Jordan de niño. "Su presencia era deslumbrante, y todo lo que hacía, las icónicas actuaciones, las escenas de publicidad, la música… esa irreprochable música, era una combinación embriagadora", dijo.

El discurso fácil de liberación del que se sirvió la cantante a medida que avanzaba en su carrera fue revelador, y cada canción y álbum mostraban una Britney no apta para todos los públicos, más sexual y menos inmaculada. Fue un patrón que muchas de sus contemporáneas usaron con bastante éxito (después de todo, Christina Aguilera llamó la atención y la elogiaron cuando sacó "Dirrty", en su tercer álbum), pero había algo más reconocible y subversivo en el despliegue estratégico de su liberado impulso sexual. Quizá fuera la manera en que se formuló con metáforas y actuaciones, dando a los gais que salían del armario en la época de Total Request Live un toque de representación como clave para la propia identidad y basado en los gustos pop personales.

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En los inicios de su auge durante la década de 2000, Britney construyó su carrera con sencillos para la radio que flirteaban con mensajes transgresivos sobre una sexualidad juguetona. Pero siempre hay algo que acecha tras la caracterización de la reina del pop. Tal y como dijo a VICE B. Pietras, quien escribió un emotivo ensayo para BuzzFeed sobre su conflictiva relación con la celebridad a finales del año pasado, "la atracción de los gais por Britney yace en la manera de juntar ese sentido de sexualidad poderosa con una vulnerabilidad esencial. El vídeo musical de '…Baby, One More Time' es un ejemplo perfecto: está repleto de imágenes de alumna traviesa, y aun así la canción habla de la soledad". Esa imagen de una chica solitaria, (¡con suerte!) atrapada dentro de la brillante fachada que proyectaba al mundo, la seguiría en lo que sería la época más convulsa de su vida personal.

Entre escándalos y titulares sensacionalistas, y a pesar de la salida de lo que fue su mejor producción hasta el momento ( Blackout, en 2007), solamente los fans más acérrimos permanecieron a su lado. "La vimos tocar fondo", recordaba Miller, "aunque nunca se rindió. Britney encontró la fuerza interior para volver a levantarse y seguir jugando el rol de bombón estrella del pop." El infame incidente de la rapada, la actuación en los VMA con la mirada vacía, el mediocre vídeo de "Gimme More"… todo apuntaba hacia un inminente desastre que acabara su carrera, de esos que Hollywood adora. Pero Britney resistió. La perpetua vulnerabilidad que insinuaba parecía ahora presente en todos lados, y aquellos que habían visto un punto de luz en Britney, se vieron a sí mismos como los que debían cuidarla.

El ejemplo más deplorable llegó con el éxito de YouTube que se hizo viral "Leave Britney Alone!", en el que un lloroso fan gay arremetía contra todos los que se echaban encima de su adorada diva. Ser un fanático de Britney significa resistir a su lado ante el mundo, y hoy hay una actitud protectora de la relación entre sus fans gais y ella, lo que les lleva a tener que justificar el fracaso de su último vídeo o de sus pobres actuaciones en directo como si su mera existencia constituyera una prueba de su tenacidad. Mientras que otros iconos de los gais rebosan calma, la frágil resistencia de Spears la ha convertido en un modelo a seguir incluso más fascinante, más cercana a Judy Garland que a Lady Gaga.

Esa fragilidad se complica todavía más por el conservadurismo de su padre y abogado (que mantiene encendida la polémica sobre si puede resistir por su cuenta, como preguntó el New York Times el mayo anterior), pero desde el primer álbum después de su caída ( Circus, en 2008), la fragilidad ha sido los cimientos en los que su persona se sostiene. Se enrojece y tartamudea en las entrevistas. En las actuaciones, se nos anima a comprar una imagen de estrella del pop cuyo eslogan ("¡It's Britney, bitch!") sugiere una fiereza que vale la pena celebrar e imitar. Pero en realidad, ahora parece que esa fiereza se ha agotado. Su frase más memorable de "Gimme More" en Blackout siempre ha parecido un eslogan más apropiado porque, en vez de ser un reflejo de la voluntad de Britney, está vacío, y los fans lo pueden hacer suyo. Y ese vacío podría ser también una de las claves de la adoración que sienten sus fans gais.

Después de todo, la carrera de Britney a veces parece ser un espacio en el que nuestras ideas culturales sobre las estrellas del pop y su sexualidad se pueden proyectar. Por lo que sabemos sobre su vida personal, la aburridísima madre de dos hijos sigue lejos de nuestra imaginación, y sus transiciones de colegiala recatada a seductora tóxica, o de compañera de cenas a suburbanita pervertida, no son exactamente el convincente modelo de reinvenciones exhaustivas que Madonna ha dominado y que Lady Gaga ha acabado haciendo suyo.

Pero sus fans gais incluso tienen en broma una jerga propia para su universalidad, usando palabras compuestas para referirse a épocas específicas de Britney (Circusney, Gloryney) a la vez que alaban varios aspectos de su estrella del pop favorita. Ante todo es Godney, pero también es Sassney cuando está irritable, Danceney cuando nos recuerda por qué es una gran artista, Fierceney cuando lo demuestra, e incluso Starbucksney cuando va a su franquicia de café favorita. Todas esas Britneys se refieren a toda la variedad de personajes que Britney puede encarnar en un santiamén, al parecer. Simplemente es que proyecta infinitas posibilidades. quizá es por eso por lo que Britney sigue hallando su lugar en los clubs gais de todo el mundo. Es una bola de espejos brillante que devuelve el reflejo fracturado a esos hombres en la pista.