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Tom Green nos habla de "Freddy el colgao", la película más infravalorada de la historia

En 2001, Tom Green era sin lugar a dudas el cómico más popular de los EUA. Estaba en la cresta de la ola, pero, como suele ocurrir con estas cosas, de repente las cosas se torcieron. Bastante. Ahora ocupa su tiempo con un nuevo programa en Axs.tv y su...

Fotos por Jamie Lee Curtis Taete

En 2001, Tom Green era sin lugar a dudas el cómico más popular de los EUA. Tenía un programa en MTV, coprotagonizó la comedia Viaje de pirados e incluso creó una canción que habla sobre poner el culo en cosas, “The Bum Bum Song”. Estaba en la cresta de la ola, pero, como suele ocurrir con estas cosas, de repente las cosas se torcieron. Bastante.

Green protagonizó, escribió y dirigió Freddy el colgao, un largometraje en el que aparece lamiendo un hueso roto, destripando un ciervo y llevando su piel como si fuera un abrigo y masturbando a un elefante hasta que el animal descarga todo su líquido vital sobre él. No es precisamente lo que los entendidos de Hollywood denominarían una película para todos los públicos. La verdad es que es el único tipo de película que Tom Green podría hacer, porque es el único tipo de película que quería hacer.

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Ahora ocupa su tiempo con un nuevo programa en Axs.tv y su gira como cómico. Tom me invitó a su casa de Hollywood Hills para hablar de su transgresiva obra maestra. Charlamos durante casi dos horas mientras bebíamos caras cervezas belgas. He tratado de sintetizar la conversación (omitiendo los eructos) en lo siguiente.

VICE: ¿Hubo algo que dijiste o hiciste para convencer a la gente con dinero de que financiara una película que no gustaría al sistema?

Tom Green: Lo más duro de Freddy el colgao fue que hubo gente que creyó en ella. Fue una combinación del éxito del programa de televisión, el éxito de Viaje de pirados y mi tozudez.

Así que dices no, y esa es una respuesta que no reciben a menudo.

En efecto. Habría discusiones, habría peleas. Llamarían a mi manager, mi manager me llamaría a mí, pero nadie quería decirme que no en cada paso del proceso. Pero en ese momento, todo el mundo  estaba muy ilusionado con el programa de televisión y quería hacer la película. Así que gozaba de cierto poder. Creo que mucha gente lo habría aceptado. Cuando las peleas y las discusiones llegaron a cierto punto, la gente de Hollywood se ha acostumbrado, a diferencia de mí, a esa mentalidad de “di que sí y ya está”. No se discute con el estudio. Simplemente dices que sí. Nos mantuvimos en nuestras trece y lo hicimos.

Se dio la combinación perfecta de oportunidad y voluntad para hacer una película loca. Me ofrecieron otras películas, pero no quise hacerlas. Sí que vi la oportunidad de hacer esta película. Cuando estábamos en la MTV, en Nueva York, mi amigo Derek y yo nos quedábamos después de trabajar. Estuvimos cerca de un mes escribiendo todas las noches. En mi escritorio había 10 guiones de los principales estudios. Todos querían que hiciera sus películas. Entonces pensé, ¿por qué no les mandamos nosotros a ellos nuestro guión y les decimos, “esta es la película que queremos hacer”? Estábamos en una posición privilegiada. No todos los días tienes a varios estudios interesados en que hagas una película con ellos.

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Cuando estabas con Derek, trabajando en el guión por la noche, y se te ocurría alguna idea disparatada, ¿había algún momento en que pensabas, “¿debería pajear al elefante o no?”?

Siempre hay momentos así. No recuerdo específicamente cuáles, pero nunca he hecho nada contra lo que tuviera algún prejuicio moral o ético. Nunca nos hemos mofado de los menos afortunados. Se trataba de hacer películas divertidas. La idea era que cada escena fuera una locura.

Así que entregaste el guión al estudio.

La película no se produjo al momento. La compró un estudio que hace las principales comedias con los actores más famosos. En la primera reunión con ellos les dijimos que queríamos dirigirla. Dijeron, “¿Qué? ¿Que queréis qué? ¿Queréis dirigir la película? ¿Alguna vez habéis dirigido una película?” Bueno, yo había dirigido mi programa de televisión, pero no es lo mismo que una película. Les dije que quería dirigir la película y no quería cambiar nada del guión. Nada. Se me quedaron mirando. Creo que les descoloqué, porque ya habían comprado el guión.

Al día siguiente, por supuesto, recibimos una llamada. Dijeron, “nos parece que no podemos hacer la película tal como Tom quiere hacerla. Hay que cambiar muchas cosas. No podemos hacerla exactamente como aparece en el guión”. Me dijeron que iban a dejarla aplazada. Eso significaba que esperarían para ver si alguna otra productora compraba el guión. Si nadie lo quería, nos lo devolverían y nunca llegaría a producirse la película. El plazo fue de 30 días. Era como si nos estuvieran diciendo, “que os den. Si no queréis hacerla como nosotros decimos, dejaremos que el guión acumule polvo en una estantería”.

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Me parece raro que lo compraran inicialmente si ya lo habían leído y sabían que era la película que querías hacer. La compraron y luego quisieron cambiarla. Parece contradictorio.

Uno puede pensar que sería lo contrario, pero así funciona Hollywood. Compran las cosas y luego las cambian. Las grandes corporaciones y los ejecutivos captan a nuevos talentos que les parecen interesantes, se los llevan a su terreno y hacen su película con ellos. Querían hacer una producción estereotipada, y dije que no. Por fin tenía la oportunidad de hacer una película e íbamos a hacerla. Lo demás me importaba una mierda.

En retrospectiva, ¿volvería a hacer las cosas de la misma manera? Probablemente no, porque habría sido consciente de las consecuencias que habría tenido para mí y para mi capacidad de hacer otra producción. No habría sido tan tajante en mi empecinamiento respecto a las decisiones creativas, como cuando me fui del estudio porque querían eliminar un par de escenas de la película.

Para sorpresa de todos, 20th Century Fox y Regency compraron la película al día siguiente. Literalmente. Acudí a la primera reunión con ellos, donde conocí a un ejecutivo muy interesante, Sanford Panitch, quien a su vez trabajaba para otro hombre, también muy, muy interesante, Arnon Milchan. Es un tipo genial, un inconformista, en muchos aspectos. Cuando les pregunté si podía dirigir la película, se lo pensaron durante 24 horas y al final me dijeron que sí.

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Entrevisté a cinco directores —grandes cineastas de comedia— para realizar Freddy el colgao. En esa época estuve un tiempo postrado en la cama por una operación del ganglio linfático. Dos semanas después de la intervención, vinieron a mi casa, porque yo no podía moverme de la cama. De hecho, durante cinco semanas casi no podía ni caminar. Para hacer la situación más absurda todavía, William Shatner era mi casero.

¿Cómo es Shatner de casero?

Genial. Era un buen tío. Que conste en acta.

¿El susto del cáncer te sirvió como motivación para hacer las cosas a tu modo? ¿Supuso este careo con la mortalidad un acicate para hacer las cosas a tu manera, una oportunidad para expresarte plenamente?

Me gustaría decir que sí, pero realmente no fue así. No. El guión ya estaba escrito. Durante tres o cuatro años, estuve sufriendo más dolor físico y estrés de lo que nadie puede imaginar. Cuando quedaba con gente, estaba como distante, porque tenía la moral muy baja. Sufría dolor nervioso por la cirugía. Yo no me daba cuenta de mi cambio de humor. Solo sentía dolor. Creo que ese dolor se refleja de algún modo en la película: cuando hay tripas, hay más tripas; cuando hay sangre, hay más sangre; cuando hay gritos, estos suenan más alto y son más furiosos.

Hay una escena en la que Freddy está en casa mirando la operación.

Era mi operación, mis intestinos. Igual que Alfred Hitchcock hacía un cameo en todas sus películas, pues yo hice un cameo en el que aparecían mis intestinos, a pesar de que soy el protagonista de la película.

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¿Qué pasó después de que la productora viera la película que querías hacer?

La producción original duraba media hora más y tenía una banda sonora muy oscura. Algunas de las canciones eran las mismas, otras no. Se eliminaron algunas escenas; en algunos casos no eran escenas, sino la duración de las mismas. El tono cambió por completo. La película quedó entrecortada, cuando antes fluía de principio a fin. Se eliminaron escenas importantes, se acortaron para hacerlas menos ofensivas, menos chocantes y extrañas.

Pero no fue culpa del estudio. Arnon Milchan me apoyó en todo momento. Hubo una proyección en los estudios de 20th Century Fox, a la que asistió todo el mundo. Era la versión del director. Cuando la película acabó, Arnon Milchan se levantó y empezó a aplaudir. Soltó un largo discurso en el que dijo que era la mejor película hecha por un director primerizo que había visto en toda su trayectoria profesional. Dijo que era perfecta. No quiso cambiar nada. Fue un gran día y todo el mundo estaba feliz. Luego tuvimos que probarla. Se hace con todas las películas. Es la última fase de ajustar la película lo más posibles a los moldes de la industria.

Volamos a Phoenix para ver la producción con un grupo de personas que habían sido seleccionadas para acudir y hacer de críticos de cine por un día. Un chico respondió, “¿Había mucha sangre?”. Sí, la había. “¿Era demasiado asquerosa?” Sí, lo era. “¿Era demasiado larga?” Sí, era demasiado larga. “¿Te ha parecido lo suficientemente divertida?” No, no ha sido divertida. “¿Te gusta este personaje? ¿No? Pues entonces lo quitamos”.

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Siempre van a decir lo que creen que es lo más apropiado. A todo el mundo se le pasó por alto que el propósito de esta película era cabrear a la gente. Intentamos hacer lo opuesto de lo que se supone que hay que hacer.

¿Dices que eliminaron un personaje?

Sí, el tío que tenía una fábrica de queso para sándwiches. Cuando fui a Los Ángeles por primera vez, hay una escena buenísima con mi tío protagonizada por Stephen Tobolowsky. Él me enseñó la fábrica de queso. Luego hicimos lo de la máquina de sándwiches I Love Lucy, pero no les gustó la escena. Al final, fuimos a la fábrica y simplemente me puse queso en la cabeza.

Y ahí se acaba.

Y ahí se acaba. Queda un poco raro, ¿verdad? Por eso digo que los críticos no entienden lo que he tenido que pasar. Ahí hay una película mucho mejor de la que he hecho. El final…

La del chico que queda hecho trizas con el motor de un avión y dice, “estoy bien”. ¿Eso se añadió después de que ocurriera?

Por supuesto. No estaba bien. Estaba muerto. Se lo tragó el motor del avión. Estaba muerto. En la escena aparecía un brazo volando. La hélice le había cortado el brazo. Su padre estaba gritando y cayó el brazo junto a él. Más idas de olla.

La película había costado 14 millones de dólares y eso fue lo que recaudamos. Todo el mundo lo consideró un fracaso. La crítica se ensañó con la película, todo el mundo decía que era la película más pueril, ofensiva, asquerosa y mala que había visto.

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¿Qué haces en esos casos?

No fue el éxito de taquillas que la gente quería, pero tampoco fue un fracaso tan grande. Un fracaso es cuando la película cuesta 80 millones y se recaudan 14. Pero si cuesta 14 y obtienes lo mismo, más 30 millones por la venta de DVD, cosa de la que nadie habla, pues al final ha habido beneficios. No ha sido un fracaso desde el punto de vista económico. Pero nadie habla de eso.

El fin de semana que se estrenó la película, la gente habló muy mal de ella, lo que todavía me sorprende, a día de hoy. Me hubiera gustado que al menos me concedieran el reconocimiento de que había hecho una película diferente.

Sinceramente, creo que al final ha tenido más éxito de lo que esperaba, porque ha cabreado a mucha más gente de lo que creía. Ha cabreado a todo el mundo. Cuando íbamos a las proyecciones, me encantaba ver cómo las señoras mayores se levantaban de sus butacas y se marchaban con la escena del bebé, cuando muerdo el cordón umbilical y la sangre lo salpica todo.

Pero salvaste el día.

Exacto. Nos encantaba que la gente se levantara y se fuera, lograr esa reacción, que la gente se enfadara. ¿Quién hace una comedia para cabrear a la gente?

Después de que se publicaran las críticas recibí una llamada de Arnon Milchan. Me dijo, “Tom, quiero que sepas que has de estar muy orgulloso de esta película. Una vez hice una que se titulaba El rey de la comedia. Cuando salió, tuvo muy mala crítica, no funcionó. Roger Ebert la valoró muy negativamente. En cambio, 10 años después, la gente la ve con otros ojos y ahora se ha convertido en un clásico. En aquella época fue la única película que había recibido mala crítica por parte de Roger Ebert. Debes estar orgulloso. Dentro de 10 años, puede que venga gente a decirte que le ha encantado la película”.

Y ciertamente, la única película sobre la que Ebert ha cambiado de parecer ha sido Freddy el colgao. No es que cambiara de opinión al cien por cien, pero pasados cinco años afirmó que la película era ambiciosa.

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