Todas las fotos de la autora
Debido a todo esto, y quizás también por causa de un enfermizo deseo que me ha acompañado desde cría de desear y venerar todo aquello que no tengo o no soy, siento hacia el acto de casarse (sea este por la iglesia o no) una especie de amor-odio. En el fondo de mi ser, sé que nunca pasaré por el altar aunque, en horas bajas de mi existencia o en noches etílicas, me gusta imaginarme dando el "sí, quiero" en una ceremonia hippie-folk en el bosque, con túnicas, y solo acompañados por un druida.
Publicidad
Publicidad
Publicidad