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Cultură

Así afecta a tu salud mental estudiar en el extranjero

Las personas que se van al extranjero a estudiar o a trabajar pueden experimentar trastornos psiquiátricos cuando salen de su zona de confort y rompen con sus comodidades.

lustración por Francis Smith

Estaba en París la primera vez que me sucedió. Desperté y no me podía mover de la cama. Mierda, pensé, ¿Estoy muerta? Aunque morirme habría sido algo malo, mirar fijamente la tapa de un ataúd para toda la eternidad habría sido mucho peor. Entré en pánico y traté con todas mis fuerzas de moverme, pero ni mi mente ni mi cuerpo respondieron.

Lo que me pasó esa mañana no fue una experiencia cercana a la muerte, sino algo mucho más raro: parálisis del sueño, una condición en la que la pérdida de fuerza que experimentas durante el sueño REM —llamada atonía— no termina inmediatamente después del momento en que abres los ojos.

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Esto no daña tu sistema; lo único que sucede es que sufres terribles alucinaciones. Sin embargo, yo no las tuve, y a pesar de que sufrí parálisis del sueño en varias ocasiones durante el tiempo que viví en Paris, cuando regresé a Estados Unidos, esos episodios terminaron.

La idea de cruzar fronteras puede dañar el cerebro de formas extrañas que no son desconocidas.

Un estudio que la BMJ publicó en marzo de este año reveló que los refugiados que viven en Suecia son 3,6 veces más propensos a presentar síntomas de esquizofrenia que los nacidos en ese país. De igual forma, los hijos de inmigrantes, tanto de primera como de segunda generación, han demostrado tener mayor riesgo de padecer estos síntomas.

Muchos refugiados e inmigrantes deben lidiar con todo tipo de problemas que el ciudadano promedio no tiene, como la discriminación en el país de acogida o los recuerdos traumáticos del de origen. Pero, ¿es posible que el simple acto de abandonar el país de origen traiga consigo complicaciones en el cerebro?

Los estudiantes extranjeros son 23 veces más propensos a regresar a su país por problemas de salud mental, a diferencia de las personas que van al extranjero a trabajar

Nadie está al cien por cien seguro de qué es lo que causa la parálisis cerebral; algunos estudios han demostrado que la depresión y la ansiedad pueden llegar a influir. En mi caso, mostré algunos de esos síntomas en mi fría y larga estancia en el duro invierno de París. En lugar de salir y hacer actividades en grupo, me encerraba en mi cuarto todo el día.

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Existen pruebas de que vivir en el extranjero hace que las personas sean más vulnerables ante estas enfermedades. En 2011, en un estudio publicado en el International Journal of Mental Health, se descubrió que en las personas repatriadas o que viven lejos de su hogar, el riesgo de padecer problemas de depresión o ansiedad es 2,5 mayor que si vivieran en sus lugares de origen.

No formar parte de la sociedad también puede ser una causa; esto lo mencionó uno de los autores del estudio, Sean Truman, psicólogo y director de la clínica de servicios en el Truman Group en St. Paul, Minnesota, en la que se ofrecen terapias vía internet a estadounidenses que se encuentran en el extranjero.

"Las comunidades de expatriados tienden a aceptar a cualquier persona y las que van con ellos hacen amigos con facilidad", dijo Truman. "Sin embargo, no es lo mismo conocer a alguien desde hace ocho o diez meses que de toda la vida, sobre todo cuando te sientes deprimido y necesitas a alguien en quien apoyarte", añadió.

Otra cosa que puede ser sumamente difícil para los extranjeros es el acceso a los medicamentos o a la asistencia sanitaria. Truman explicó que "estas comunidades están increíblemente desatendidas".

La falta de acceso a terapia fue el mayor problema para Sarah*, quien pasa la mitad del año fuera de casa debido a su trabajo con refugiados. En su email, afirmaba que mientras que con medicamentos y terapia conseguía controlar la ansiedad en casa, "en el extranjero estoy hecha un desastre".

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Durante su estancia en Turquía, Sarah se quedó sin sus pastillas para la ansiedad, de las cuales requiere una alta dosis para poder dormir. A pesar de tener a su lado a un buen intérprete, tuvo dificultades en hacer entender a los médicos la dosis que necesitaba.

Más tarde, cuando por fin logró que se las recetaran, se dio cuenta de que el médico le había prescrito cuatro veces más pastillas de las que ella pidió.

Encontrar ayuda en otro país es difícil, sobre todo si uno se mete con la burocracia de los medicamentos; el riesgo quizá sea mayor para los viajeros jóvenes.

"Hace unos años me di cuenta de que entre nuestros clientes había un gran número que regresaba a sus hogares por cuestiones de salud. Eso me preocupaba, como padre y como miembro de este sector", dijo Robert L. Quigley, vicepresidente del servicio de atención médica del International SOS, una empresa que provee servicios médicos a empresas en distintas partes del mundo.

La tendencia de padecer estos síntomas se puede deber a que ahora los estudiantes ya no van a países como Alemania, Francia o Gran Bretaña, sino a lugares de África o Asia

Un estudio publicado en 2015 por Quigley y varios colaboradores del The Journal of Global Mobility reveló que los estudiantes extranjeros son 23 veces más propensos a regresar a su país por problemas de salud mental, a diferencia de las personas que van al extranjero a trabajar.

Quigley indicó que existen tasas muy altas de trastornos mentales entre los jóvenes, y esto podría ser la causa de que más de un tercio de los estudiantes que van al extranjero regresen argumentando que se sintieron tan deprimidos en el tiempo que estuvieron fuera que les era difícil llevar una vida normal.

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No solo se trata de una falta de acceso a medicamentos y a terapias: el simple hecho de estar en un lugar desconocido en el que probablemente hablen un idioma diferente, comer cosas que nunca antes se han probado y vivir situaciones inesperadas pueden ser detonadores de un trastorno mental.

Estudiantes que crecieron en un ambiente privilegiado seguramente nunca antes habían visto a un niño mendigo o a una persona que perdió alguna extremidad en una mina, y este tipo de sufrimiento no es fácil de procesar

Anna* dejó París para irse a estudiar al extranjero; tras una semana fuera, resurgieron los síntomas del TOC (trastorno obsesivo compulsivo) que le habían diagnosticado anteriormente. "El cambio de escenario destrozó mi estabilidad más de lo que hubiera imaginado", comentó en un correo electrónico. "Simplemente me di cuenta de que no podía hacerlo durante más tiempo".

Los expertos coinciden en que en países con una mayor diferencia cultural a la del origen, el impacto puede ser más significativo. "La tendencia de padecer estos síntomas se puede deber a que ahora los estudiantes ya no van a países como Alemania, Francia o Gran Bretaña, sino a lugares de África o Asia", explicó Quigley.

Esta experiencia puede ser una que los marque de por vida, ya que estudiantes que crecieron en un ambiente privilegiado seguramente nunca antes habían visto a un niño mendigo o a una persona que perdió alguna extremidad en una mina, y este tipo de sufrimiento no es fácil de procesar. Sin mencionar que varios expertos destacaron que hay expatriados que pueden tener traumas mayores por haber sido secuestrados o agredidos sexualmente.

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Con todo esto en cuenta, es posible que haya personas que viajan al extranjero para trabajar y tengan problemas psicológicos similares, aunque con menor intensidad que los estudiantes.

Si dejas tu país de origen para un intercambio escolar, se tiene un incentivo que va a dificultar dejar todo cuando las cosas no salgan bien. También hay mayor motivación si no hay presencia de ningún trastorno mental.

Por ejemplo, tenemos a Dave*, que estaba en Guam por su trabajo en el ejército cuando empezó a sentir paranoia y ansiedad social. Si un amigo pedía una cerveza diferente a la que él había pedido, sentía como "si hubiera sucedido lo peor y eso duraba una semana entera", escribió en un mail.

Se tomaba su cerveza con cierta reticencia y luego pedía lo mismo que su amigo para sentirse mejor sabiendo que estaba haciendo un esfuerzo por integrarse. Esta montaña rusa de emociones continuó durante semanas.

Si hubiera comido tres veces al día y hubiera tenido lazos de amistad, probablemente nunca habría experimentado parálisis del sueño

Dave no se atrevió a pedir ayuda, puesto que los trastornos mentales suponen la inmediata expulsión del ejército y para él su trabajo era "la única cosa en el mundo que tenía sentido". Un profesional le dijo después que sus síntomas se debían a un típico trastorno de personalidad, caracterizado por la dificultad para gestionar las emociones y los cambios drásticos de humor. Los síntomas remitieron cuando dejó Guam hace tres años y hasta la fecha no ha vuelto a presentar ninguno.

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¿Deberían estos síntomas convencer a los estudiantes de abandonar la experiencia de vivir en el extranjero? Probablemente no, pero deben tener en cuenta sencillas precauciones.

Por ejemplo, los viajeros que tomen medicamentos deberían llamar a la embajada en el país de destino para que les recomienden a qué médico acudir. De igual manera, deberían tener a alguien que los apoye si se sintieran ansiosos, deprimidos, o con cualquier malestar.

Las personas que se van al extranjero a estudiar o a trabajar deberían de seguir haciéndolo, para descubrir cómo somos cuando nos sacan de nuestra zona de confort

Aparte de todo esto, cuidar de uno mismo es de vital importancia. El psicólogo Christopher Willard, autor de el libro Growing Up Mindful, trabajó con estudiantes extranjeros en la Tufs University y señaló lo importante que es "procurar no enfadarse, ni pasar hambre, ni estar solo o cansado. Tratar de no estar estresado puede mantener a raya los problemas mentales". El psicólogo sugiere que establecer una rutina diaria y ser constantes con ella ayuda a asegurar un espacio privado en el que podrán alejarse del caos del día a día.

Suena sencillo pero la verdad es que es muy fácil olvidar este tipo de cuestiones cuando se vive lejos de casa. Cuando estuve en Francia, constantemente me saltaba comidas para ahorrar dinero, no conocía a nadie que estuviera en mis clases, y veía que algunos ya habían hecho amigos.

Si hubiera comido tres veces al día y hubiera tenido lazos de amistad, probablemente nunca habría experimentado parálisis del sueño.

Parece que tan solo con seguir esas simples indicaciones se podrían evitar bastantes problemas, como en el caso del TOC de Anna o de el trastorno de personalidad de Dave. A lo mejor gran parte de los riesgos se podrían evadir y la vida fuera de casa sería mucho más interesante.

Las personas que se van al extranjero a estudiar o a trabajar deberían de seguir haciéndolo, para descubrir cómo somos cuando nos sacan de nuestra zona de confort. Solo nosotros podemos decidir si vale la pena arriesgarnos o mejor quedarnos en casa.

*Los nombres se han cambiado.