Kronos Quartet: Una defensa del ocio

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Música

Kronos Quartet: Una defensa del ocio

OPINIÓN// En el tiempo libre está la oportunidad de dar el debate público de otra manera.

El pasado miércoles 5 de abril se presentó en el Teatro Colón de Bogotá el Kronos Quartet. Luego de más de 40 años de carrera, el cuarteto de cuerdas radicado en California se ha posicionado como uno de los intérpretes más representativos de la música clásica contemporánea.

Una de las facetas particulares de este proyecto es que les piden a compositores alrededor del mundo escribir música para que ellos puedan interpretarla. Para ello, siempre seleccionan a músicos representativos de movimientos culturales locales. Hasta hoy han comisionado más de 700 obras y así han convertido su propuesta en un espacio en el que confluyen no solo formas de hacer música, sino también identidades y sociedades.

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El miércoles, el cuarteto interpretó dos obras comisionadas a Mario Galeano, el comandante del Frente Cumbiero, que junto a Los Pirañas, es uno de los arquitectos del noise tropical, y junto a Will Holland también el cerebro de Ondatrópica, esa maravilla de proyecto que unió a los músicos de la tropicalia de la vieja y la nueva generación y que ahora lanza su segundo álbum, Baile Bucanero.

"Es en estos espacios, aparentemente despolitizados, donde se le puede dar forma al debate público".

Pero más allá del calibre de la experiencia, el concierto puso en evidencia las posibilidades de diálogo que abre la música. Porque como lo decía Silvie Ojeda en su columna de opinión en Noisey esta semana, en la cual trataba el caso de ZZK records: es precisamente en estos espacios, aparentemente despolitizados, donde se le puede dar forma al debate público.

Una nueva forma.

Las piezas que compuso Galeano fueron las siguientes: 'Cortetos', basada en las melodías de gaita y demás flautas de la cumbia, y 'Microsurco de liebre', para la cual el músico bogotano creó un disco de acetato lleno de ruidos que apelaban a la música del Caribe. En vivo, los ruidos funcionaron como un quinto elemento del cuarteto. El acetato empezó a rodar y los músicos tocaron junto a sus sonidos mientras jugaban con el tempo del mismo. Una genialidad que unía a la música de cámara europea con los sonidos salidos de nuestro mestizaje, que Galeano tanto conoce. Los integrantes del Kronos Quartet lo asociaron, en una entrevista para El Espectador, a la primera vez que interpretaron un tango de Astor Piazolla.

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Además de las dos obras de Mario, el cuarteto interpretó una obra de Franghiz Ali-Zadeh, que junta la música tradicional de Azerbaiyán con las técnicas de composición occidental del siglo XX; una de blues, de Geeshie Wiley; y otra de Komitas, quien, paseando la Armenia histórica, grabó más de 3.000 canciones populares y más tarde perdió la razón tras presenciar el genocidio en ese país.

También tocaron a Terry Riley, compositor estadounidense enmarcado en el minimalismo, que colaboró con La Monte Young y con el grupo Fluxus en Nueva York; o a Abel Meeropol, también poeta, y que durante mucho tiempo estuvo afiliado al Partido Comunista norteamericano en tiempos de un mundo bipolar. Y además nos hicieron estremecer con la pieza 'Bombs of Beirut', de Mary Kouyoumdjian, en la cual simularon lo sonidos de las explosiones de bombas y misiles ocurridas durante la Guerra Civil Libanesa.

Más allá de las menciones explícitas al problema de la migración y del racismo que hacía el fundador del cuarteto David Harrington, el escenario era testigo de los debates, las tensiones y las discusiones que siguen marcando el pulso de nuestra historia. Y este diálogo entre identidades, entre estéticas y simbologías, es lo que abre la mente de quienes, como espectadores, también participan de la conversación. Es ahí dejamos de lado la noción de que algo debe permanecer estático, puro y sacro. Donde nos confrontamos.

También es ahí donde reside el potencial del ocio como centro del debate público.

La fe ciega en el trabajo, en su concepción más occidental, tiene como consecuencia un único ideal de progreso, en el que los valores más sagrados son la eficiencia y el crecimiento. Así le ha dado una connotación utópica al tiempo libre y una negativa al ocio. Por eso, mientras nos enfrascamos en un caminar muchas veces contraproducente, vuelven y aparecen personajes como Paul Lafargue, quien en su provocador texto El derecho a la pereza hacía una reivindicación del ociosidad como una forma de liberación, como una manera de alimentar la mente y nuestra vida tan golpeada por las jornadas laborales.

El ocio, desconocido por cualquier tendencia política, se convierte en un espacio de diálogo fundamental. Y no se necesita de un teatro, ni ser explícitos. Las obras que encarga el Kronos Quartet, una vez grabadas, quedan gratuitas en Internet, dispuestas al diálogo. Pero cada noche, en cualquier lugar que se quiera convertir en una caja de resonancia, está la posibilidad de que los debates públicos también le pertenezcan a la música, a la creatividad y a la imaginación. Y no tiene que ser explícito, y es la maravilla del lenguaje en el arte. Que sea de allí de donde salgan las nuevas narrativas con las que queremos abarcar debates y crear mundos.