La tradición de las piñatas en México nunca morirá
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La tradición de las piñatas en México nunca morirá

Podrá morir la tradición religiosa de las posadas, pero jamás nos olvidaremos del momento cumbre de toda reunión social decembrina: romper la piñata.

"Hacemos lo posible por conservar las tradiciones en este país, sobre todo en este pueblo, donde dicen que se hicieron las primeras posadas navideñas [en México]", me dice Guadalupe Ramírez mientras ambos miramos la posada que va en procesión por la calle. Estamos en Acolman, un pueblo a unos 15 kilómetros de la Ciudad de México y frente a nosotros pasan unas 15 personas acompañadas de un burro, cargado por un hombre mayor, y una niña vestida de la Virgen María. Todos cantan la letanía tradicional de las posadas y tocan el timbre en cada casa.

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FRAY DIEGO STATUE

En honor del fraile Diego de Soria, el pueblo de Acolman erigió en la entrada del pueblo, una estatua de bronce de él mismo rompiendo una piñata. Todas las fotos son del autor. Las piñatas de burro simbolizan al burro en el que peregrinó la Virgen María.

Dicen que aquí, en 1587, el fraile superior del convento de San Agustín, Diego de Soria, solicitó permiso al vaticano para realizar 9 misas previas al nacimiento de Jesús, el 24 de diciembre. Así comenzaron las posadas en México, aunque originalmente las piñatas (esas ollas de barro rellenas de dulces y frutas, y decoradas con papel de colores que se rompen a palazos durante las posadas) no estaban incluídas.

Las piñatas son originarias de China. Las utilizaban en su celebración de Año Nuevo para marcar el inicio de la primavera —y de las cosechas—. Hacían figuras de vacas, toros y búfalos recubiertas con papeles de colores y las rellenaban con cinco tipos de semillas. Para romperlas, usaban varas de colores. Luego se quemaba el papel decorativo, y las cenizas se recogían y guardaban para tener buena suerte durante el año que empezaba. Algunas historias sitúan a Marco Polo como el viajero que llevó esta costumbre a Italia. Allí llamaron a ese tipo de objetos pignatta —u "olla frágil"— y la llenaron de baratijas, joyas o dulces, en lugar de semillas. Con el tiempo, la tradición se extendió a España y luego llegó a América en las naves colonizadoras a principios del siglo XVI.

HANG PINATAS ON THE COYOACAN MARKET IN MEXICO CITY

Piñatas en Acolman. Antes de la decoración.

Pero es posible que los misioneros hayan descubierto con sorpresa —como nosotros— que los pueblos de México ya poseían una tradición similar. Los aztecas celebraban a finales de año el nacimiento de Huitzilopochtli, dios del Sol y de la guerra, colocando en su templo una olla de barro en un poste. La olla se adornaba con plumas de colores y se llenaba con pequeños objetos de valor; luego se rompía con un palo y los objetos derramados se convertían en la ofrenda para la imagen del dios. Los mayas también ejecutaban un juego en el que los participantes, con los ojos vendados, golpeaban una olla de barro suspendida de una cuerda.

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Así, los listillos evangelizadores asociaron la costumbre azteca y las piñatas extranjeras a la celebración religiosa de Navidad —el nacimiento de Jesús el 24 de diciembre— y le inyectaron el concepto del pecado a la nueva tradición. Crearon una olla de barro, la decoraron con papel de colores llamativos lo que en teoría representaba a Satanás; luego añadieron siete picos, los cuales personalizaban los siete pecados capitales y ya tenían la forma de estrella, la de Belén. Todo perfecto. Las rellenaron con frutas y golosinas, que serían recibidas como premio y por vencer al pecado al romper la piñata. Eso sí, con los ojos vendados, para que no quede duda de la fe ciega y de la voluntad para vencerlos.

PINATA FACTIRY IN ACOLMAN-ZACARIAS FAMILY

La fábrica de piñatas de la familia Zacarías en Acolman. Las personas de Acolman hacen sus pedidos para la posada.

En Acolman esta tradición se mantiene muy viva, a diferencia de las colonias más modernas en la Ciudad de México. La procesión de la posada antes vista se dirigió a la iglesia para presenciar la misa que da inicio a las posadas del año. Cuando el cura termina el sermón, manda a los feligreses pequeños formar dos filas, una de niños y otra de niñas. A la salida de la iglesia les entrega a cada uno una bolsa con "colaciones": frutas, dulces y alguna galleta. Salen al patio y todos corren gritando "¡No quiero oro, ni quiero plata, yo lo que quiero es romper la piñata!". Y así se da aviso del momento cumbre de la posada.

Se dice que son los niños los que deben romperla, ya que ésta representa al diablo y al ser ellos almas puras, son los únicos que pueden enfrentarse a él. Hay poca luz, unos hombres cuelgan la primera piñata de la noche en un árbol y una mujer entrega el garrote al niño más chico del grupo. Cuando éste comienza a pegarle a la piñata todos cantan: "¡Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino; ya le diste una ya le diste dos, ya le diste tres y tu tiempo se acabó!".

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TECOJOTES INSIDE PINATA

Pero otras tienen frutas, como tecojotes. Niños recitando letanías en Acolman.

Los niños más grandes logran destrozar la piñata. Todos se abalanzan como locos a recoger lo que sale de la misma: dulces, mandarinas, tejocotes, caña de azúcar, naranjas, jícama, cacahuates y limas. También sale algún que otro juguete. Hay tres más. Todos, chicos y grandes, están muy entusiasmados. El entusiasmo se mantendrá durante los 9 días que faltan.

En México amamos la tradición de la piñata. No seguimos al pie de la letra la costumbre de la posada, pero las reuniones sociales de diciembre nunca olvidan la bonita tradición de pegarle a una olla de barro hasta que se rompa y riegue regalos.

Ya pocos se acuerdan de que la piñata es la representación del diablo y los pecados capitales. No importa. El hecho de destrozarla es gratificante. Y así cada año.

Este artículo fue publicado en MUNCHIES en diciembre del 2014.

READY TO SMASH THE PINATA

Piñata, lista para ser aniquilada. "Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino."