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Identidad

El imperecedero atractivo sexual de los calcetines blancos

Si bien los sujetadores de encaje y los ligueros son prendas intrínsecamente sexis, los calcetines blancos despiertan interés por el ingenuo entusiasmo que representan.
Illustration by Keara McGraw

Habiendo crecido como crecí en la década de 1980, el videoclub fue un elemento básico de mi infancia y lo que recuerdo con más cariño sobre aquel lugar es la pequeña sección de la parte de atrás, separada por una cortina roja de terciopelo, que contenía lo que para mí y para mi hermana era la cosa más interesante del mundo: "los vídeos para adultos".

Si el videoclub hubiera sido Oz, aquellos vídeos aberrantes tras la cortina habrían sido la voz del mismísimo Mago. Yo siempre tenía que echar un vistazo detrás de la cortina.

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La sala del porno estaba por supuesto completamente vetada para mí, de modo que yo me la imaginaba como un mundo de cosas sexis y sexuales que no fui capaz de entender hasta que no me hice mayor. Como me sentía tan intrigada por la idea del sexo y de los cuerpos adultos, me autoconvencí de que aquella sala contenía el secreto de cómo diablos conseguí la gente mantener relaciones sexuales sin machacarse los unos a los otros, además de todas las respuestas a las extrañas preguntas que yo me hacía sobre la fornicación.

Durante un aciago viaje al videoclub un sábado por la noche, conforme mis hermanos yo nos peleábamos para decidir qué alquilar y mi hermano estaba protagonizando un berrinche junto a mi padre en otro pasillo (seguramente porque su elección de Cujo no había sido ganadora), tuve mi oportunidad. Lancé una mirada a mi hermana y ambas nos leímos la mente como solo las hermanas pueden hacerlo. Nos giramos al unísono, nos escabullimos por el pasillo y con una rápida sacudida de la cortina roja de terciopelo, ya estábamos dentro.

Yo no paraba de dar vueltas en círculo tratando de captar a la vez las cuatro paredes de carátulas de vídeo llenas de carne desnuda y, en un nada característico ataque de autocontrol, recuerdo que me obligué a parar y mirar solo una de las carátulas, para poder retenerla en la memoria. Aún hoy sigo recordando vívidamente la imagen: una muchacha de pequeña estatura adornada con un altísimo peinado cepillado hacia atrás típico de los años ochenta y una enorme sonrisa en la cara me devolvía la mirada desde la carátula de Desnuda y calzada. La mujer mostraba orgullosa su terso cuerpo desnudo, pero lo que más me llamó a mí la atención fueron sus gigantescos calcetines blancos arrugados en torno a los tobillos y sus diminutas zapatillas de lona blanca, que en cierto modo hacían que pareciera más desnuda. Daba la sensación de que en su ansia por desnudarse se había olvidado por completo de los zapatos y los calcetines, y la pequeña yo supo en ese momento que todos sus sueños acerca de lo divertido que debía de ser el sexo estaban en lo cierto. Era tan divertido que uno podía llegar a olvidarse una parte tan esencial de estar desnudo.

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Aun a día de hoy, siempre que veo una camarera o una mujer que sale del gimnasio con los tobillos envueltos en una abultada capa de algodón blanco sigo sintiendo una oleada de electricidad por todo el cuerpo. ¿Alguna vez una prenda de vestir ha sido tan misteriosamente sexy, tan aparentemente inocente pero a la vez tan dispuesta a recibir atención sexual? Los calcetines blancos parecen desechos indeseables cuando están tirados sobre el suelo o pegados al resto de la colada dentro del cesto, pero cuando están en las piernas de una mujer rezuman vigor juvenil, ideal para emprender actividades físicas. El atractivo sexual de los calcetines blancos de gran tamaño abarca varias culturas y varias décadas. Vamos a explorarlas.

La oscura época antes de 1980

Los antiguos romanos, los soldados, los colonialistas, Twiggy… todos ellos llevaban calcetines largos. Gracias a la invención de las máquinas de tejer y los talleres textiles en el siglo XVI, los calcetines —ya fueran elegantes o funcionales— pasaron a ser accesibles para el gran público. Antes del siglo XX, los calcetines largos se asociaban sobre todo a los niños en edad escolar o a los hombres. La frase "súbete los calcetines" surgió en Inglaterra en el período bélico como grito de guerra para los soldados desanimados que sentían un total hastío mientras conquistaban tierras y gentes extranjeras.

En 1968, un joven médico de la fuerza aérea llamado Kenneth Cooper publicó un libro sobre un nuevo tipo de ejercicio físico llamado "aeróbic". Hasta la llegada del libro de Cooper, no se solía recomendar que los adultos aceleraran e incrementaran su ritmo cardíaco a menos que fueran atletas. Se daba por supuesto que la gente de más de cuarenta se caería redonda si intentaba hacer algo como el aeróbic y, en lo que respecta a las mujeres, sudar se consideraba poco femenino. Sin embargo, aquel ejercicio empezó a calar entre los norteamericanos de a pie y Cooper publicó un segundo libro junto con su esposa titulado Aerobics for Women ("Aeróbic para mujeres"). Norteamérica nunca volvió a ser la misma.

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Una explosión sexual enfundada en lycra

A raíz de la publicación del libro de Cooper, se calcula que en 1978 había aproximadamente 6 millones de personas haciendo aeróbic, y en 1987 esa cifra se había incrementado hasta alcanzar los 19 millones. En el caso de las mujeres, el look demacrado de 'heroína-chic' de los setenta quedó atrás. Los ochenta trajeron los músculos firmes, tensos y tonificados, y no tardaron en seguirles los enormes espejos de maquillador en los baños de los estudios de aeróbic salpicados de neones y poco después los enormes calcetines blancos. Pero no nos equivoquemos, aquellos calcetines se llevaban con un solo propósito: estar sexy.

Los cuerpos de las mujeres, cuyas curvas realzaban mediante su adicción a las pastillas para adelgazar y el hecho de hacer ejercicio hasta sudar enfundadas en bodys-tanga, estaban coronados por calcetines y calentadores agresivamente grandes y arrugados en torno al tobillo. Patentado en 1983 por un fabricante de géneros de punto de Pensilvania, este abultado accesorio se convirtió en algo obligatorio para acentuar la fina definición de sus musculosas pantorrillas. Wigmam 622 Socks empezó a reducir el grosor del tejido en torno al pie de sus calcetines para que las mujeres pudieran ponerse varias capas de calcetines arrugados, creando un brazalete multicolor que complementaba sus opacas mallas de deporte.

Un artículo publicado en 1983 por la revista Rolling Stone que trataba sobre el auge de los clubes deportivos mixtos como nuevo lugar de encuentro para los solteros (inmortalizados por el glorioso fiasco protagonizado en 1985 por John Travolta, Perfect), hacía hincapié en la atmósfera elevadamente sexual de los clubes de aeróbic:

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Captura de pantalla del artículo publicado en junio de 1983 en Rolling Stone

"Los saltos, las patadas y los sensuales contoneos son los nuevos bailes. Los instructores —que ponen discos para mantener vivo el ritmo— son los discjockeys. Los clubes deportivos mixtos, los nuevos bares para solteros de los ochenta, han usurpado los sonidos y la energía de la razón de ser de las discotecas. Se han convertido en parte del ritual de apareamiento".

Maravillosamente hortera

No es ninguna sorpresa que el grupo de hombres que creó el enormemente exitoso uniforme de la franquicia Hooter's, una célebre cadena de restaurantes norteamericana cuyo eslogan es 'Delightfully Tacky, Yet Unrefined' ("deliciosamente hortera, pero vulgar") vistieran a sus "deliciosamente horteras" camareras con zapatillas blancas de tenis y gruesos calcetines arrugados en torno al tobillo. Según cuenta la propia historia del origen de estos establecimientos, la primera camarera de Hooter's fue contratada directamente tras ganar un concurso de modelos de bikini en Clearwater, Florida. Durante la reunión que mantuvo la directiva para decidir cuál debería ser el uniforme estándar de las chicas Hooter's, el fundador Ed Droste señaló a su "bella secretaria" Loretta, "una ávida corredora" que a menudo se dejaba ver con zapatillas blancas de deporte y calcetines deportivos arrugados en torno a los tobillos. Y… voilà!, así nació la chica Hooter's. Virginales por su color y haciendo alusión a cierta deportividad que sugiere metas juveniles, la combinación de los calcetines blancos arrugados y las zapatillas deportivas sobre las piernas desnudas equivale casi a echar un vistazo en el interior del vestuario femenino del instituto.

Images courtesy of Hooters

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El estilo callejero del Tokio de los noventa

Por supuesto, ningún ensayo sobre los calcetines arrugados estaría completo sin mencionar a las colegialas japonesas u Oshi Kosei, como se las conoce en Japón. Tanto los cómics manga indecentes como el anime para niños han hecho indeleble su imagen. En la década de 1990, los grandes calcetines blancos eran un elemento básico del estilo callejero kawaii. Aquellos calcetines, tan enormes y pesados, a menudo se mantenían en su sitio gracias a un adhesivo que las chicas se untaban en las piernas. En lugar del firme arrugado de la variedad de las chicas Hooter's, el calcetín de colegiala japonesa colgaba desastrosamente a la altura del tobillo, lo que hacía que pareciera que están dados de sí y deformados (a causa de qué actividad, solo dios los sabe) y que solo se mantenían en torno a las piernas de sus jóvenes propietarias de forma bastante precaria. A menudo se combinaban con gruesos mocasines que no hacían sino incrementar su atractivo sexual, insinuando las rodillas desnudas y los muslos descubiertos sin anunciar abiertamente su presencia. Si bien los sujetadores de encaje y los ligueros son prendas intrínsecamente sexis, los calcetines blancos despiertan interés por el ingenuo entusiasmo que representan.

La tendencia de los calcetines arrugados en torno a los tobillos pasó de moda en Tokio durante la década de 2000 y fue sustituida por los más sobrios calcetines a media pantorrilla, pero en 2013 iniciaron su regreso: se vio a algunas modelos jóvenes llevándolos y las boutiques más a la moda volvieron a tenerlos en stock. El resurgimiento de la corriente de los calcetines arrugados es la mejor prueba de su naturaleza sexy porque actualmente se combinan con, agárrate, Crocs:

Incluso el más horripilante de cuantos zapatos ha conocido la humanidad puede convertirse en algo flirteante y algo travieso si se combina con grandes cantidades de algodón.

Por supuesto, mi hermana y yo fuimos inmediatamente expulsadas de la sala de porno y recibimos una reprimenda por parte de nuestro padre y del encargado del videoclub, pero aquella noche, mientras veíamos Cujo (nuestros privilegios para ver Dirty Dancing se habían revocado a modo de castigo) nunca me había sentido tan complacida conmigo misma. Como adulta he aprendido que el sexo puede ser tan excitante como para olvidar quitarte los zapatos; he visto una buena cantidad de porno y realmente es tan caliente y tan sexy como imaginé que sería, pero nunca será tan excitante como estar desnuda dejando solo unos grandes calcetines blancos arrugados en torno a los tobillos.