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el deporte puede cambiarlo todo

Por qué el quidditch es el deporte más revolucionario del mundo

Hace quince años el quidditch ni siquiera existía, pero hoy este deporte inventado por la creadora de Harry Potter se ha convertido en el deporte más inclusivo y socialmente innovador del mundo.
Todas las fotos son de Charlie Kwai

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Para ti y para mí, que no dejamos de ser el público medio, el quidditch es un deporte ficticio creado por la autora británica J.K. Rowling. En principio se juega sobre escobas que existen únicamente en las páginas de las novelas de Harry Potter —o en la pantalla con Tom Felton y Daniel Radcliffe—. No obstante, existe una creciente comunidad que ha convertido este deporte en algo real.

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La única diferencia entre los jugadores de quidditch ficticios y los reales es que los segundos no vuelan, solo corren con un palo entre las piernas. El palo, evidentemente, es una desventaja, igual que la regla de no correr sin botar el balón en el baloncesto o de no poder tocar la pelota con las manos en el fútbol a menos que seas el portero.

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Cada equipo de quidditch puede tener un máximo de 21 jugadores y únicamente puede haber siete en el campo: un 'guardián', tres 'cazadores' —los que lanzan la pelota y anotan puntos—, dos golpeadores —los que lanzan bludgers al equipo contrario para neutralizarlos— y el 'buscador' —que persigue la snitch.

En el quidditch real, la snitch no es una bola dorada con alas mecánicas como en los libros… sino una pelota de tenis metida dentro de un calcetín que a su vez cuelga de la parte trasera de los pantalones de un jugador vestido totalmente de amarillo y llamado 'corredor'.

Sí, no es lo mismo, está claro.

El pasado mes de marzo decidí visitar la final del campeonato de quidditch en Rugeley, en el Reino Unido. Allí me di cuenta de que más que celebrar la masculinidad, el quidditch es un deporte donde la integración de género es clave. Los equipos son mixtos; se acepta gente de cualquier género… y también personas que de plano rechazan el concepto de identidad de género. Es el juego del futuro.

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Conocí a Jack Leonard, que además de jugar en el segundo equipo de la Universidad de Oxford, los Oxford Quiddlings, se dedica a coeditar el Quidditch Post, una publicación que alcanza los 40.000 lectores por mes en el Reino Unido. Leonard es de género no binario y se enteró del deporte cuando iba en primer año de universidad por su obsesión con Harry Potter… pero no fue esa su razón para practicarlo.

"Este es el primer deporte que apoya la integración de género", explica Leonard. "Si eres trans, juegas en el género que te corresponde. Si eres no binario, es igual. Esa paridad ha hecho que el quidditch sea un ambiente único".

"Este elemento LGBTQ siempre ha formado parte del quidditch, pero cada vez es más importante y nos gusta anunciarlo", prosigue Jack. "Siempre va a haber gente que sienta curiosidad y se interese en el deporte pero no se sienta cómoda en un entorno claustrofóbico en la materia de género y sexualidad. El quidditch es todo lo contrario".

Jack Leonard, jugador de quidditch de los Oxford Quiddlings

En el reglamento de la Asociación Internacional de Quidditch hay un apartado enorme que explica los pronombres y la terminología preferida en torno a la identidad de género. Tomemos por ejemplo la regla de los "cuatro máximo por género": cada equipo puede tener como máximo cuatro jugadores —sin incluir al corredor— que se identifiquen con el mismo género en el campo. Como es un deporte nuevo, está diseñado para ser un espacio incluyente.

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Todos los equipos con los que hablé tenían al menos un jugador transexual, así como jugadores no binarios y un amplio rango de sexualidades. El equipo Taxes, que tiene jugadores de todo el Reino Unido, es un buen ejemplo de escuadra LGTBI.

"Yo soy no binario", explica McLaughlin, de 24 años. "Busqué a un jugador trans e hicimos juntos este equipo, por eso el ambiente es tan especial".

"Nuestro entrenador también es no binario. Tantos jugadores de género no binario atrajo a más personas que se sentían identificadas", prosigue. "Somos un equipo de cuatro géneros. Es muy diverso. Aunque a veces tenemos que ser cuidadosos de no sobrepasar el número límite de mujeres".

Otro miembro del equipo, que prefirió mantenerse en el anonimato, cuenta que gracias al quidditch descubrió su identidad: "Antes de meterme al quidditch no sabía que existían los términos agénero o género neutro", asegura. "Pero sabía que no era chica y que tampoco era masculino".

"Entonces oí a alguien decir 'soy de género neutro' en un entrenamiento de quidditch, me explicaron en qué consistía y sentí como si hubiera tenido una epifanía", prosigue. "Siempre he sido así. Y hay muchas personas como yo en esta comunidad".

La práctica deportiva usualmente dicta que tienes que escoger un bando: femenino o masculino. En quidditch, nadie se ve obligado a escoger un género si no quiere.

"Casi todos los equipos en la universidad están divididos por género, lo cual genera problemas", argumenta Zoe Ford, una persona agénero de 22 años que juega en los Oxford Quiddlings. "En quidditch, hasta la chica más pequeña puede hacerle una entrada a un jugador de rugby enorme. Eso hace que el juego sea dinámico e interesante".

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No cabe duda de que el quidditch, al menos visto desde fuera, parece un deporte muy absurdo. En otras disciplinas, ver a una chica bajita y con rastas chocando contra un tipo enorme y ganándole la partida es prácticamente impensable, pero aquí es lo habitual. Muchos jugadores aseguran que jamás habrían empezado a practicar deporte de no ser por el quidditch.

"Se necesitan muchos enfoques, tácticas y posiciones para jugar al quidditch", nos explica Leonard. "El corredor, por ejemplo, es distinto del guardián. Algunos corredores son 'cardio' porque corren mucho; los guardianes pueden ser unos tanques que pueden impedirte el paso solo con levantar el brazo… o detenerte porque saben artes marciales y pueden vencerte con facilidad".

Andrew Price, un jugador de 21 años que forma parte del equipo Nottingham Nightmares, tiene sus propias razones para sentirse bienvenido en el quidditch: "Quería ponerme en forma y competir, pero nunca me metí a jugar a rugby. Cuando entré en la universidad, creí que no era lo suficientemente bueno para entrar a un equipo: me pareció que era demasiado tarde".

Con el quidditch, en cambio, no se necesita tanta experiencia, porque el deporte nació apenas hace unos años. Es lógico, por lo tanto, que la mayoría de jugadores ya estén en la facultad como Price; además, dado el peso político de las universidades, es normal que un deporte así salga a flote en muchas conversaciones.

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A pesar de la filosofía incluyente del deporte, se nota mucho que el quidditch está dominado por gente blanca de clase media. Le comenté esto a Leonard, pero no estuvo de acuerdo: él asegura que algunas de las primeras universidades que tuvieron equipo fueron Keele y Chester, conocidas en el Reino Unido por su diversidad étnica.

Entonces, si los universitarios son los jugadores ¿quiénes son los espectadores? ¿Quién decide pasar el fin de semana viendo un partido de quidditch?

La mayoría son amigos o familiares de los jugadores… aunque también hay varios que asisten a los eventos por curiosidad después de haber visto un anuncio del partido.

La familia Paduano, por ejemplo, me explicó que fueron porque su hija de 14 años es fan de Harry Potter y querían saber de qué se trataba: "Teníamos mucha curiosidad", me dijo el padre.

"Estoy un poco decepcionado porque no hay escobas reales, pero es un juego fascinante y más físico de lo que esperábamos. Es todo un espectáculo y a los niños les va a encantar", prosiguió. Los niños, de siete y ocho años respectivamente, coincidieron.

Al quidditch, evidentemente, aún le queda un largo camino por recorrer. Nadie fuera del círculo de practicantes habituales cree que el quidditch sea un deporte de verdad —al menos, aún no.

"Queremos que las autoridades deportivas británicas reconozcan el quidditch", asegura Leonard. "Para eso, debe cumplir con varios requisitos —que ya tenemos—, como que haya un torneo nacional, que exista una federación deportiva y que esta reciba estatus de organización benéfica. Tenemos la esperanza de que nos reconozcan el año que viene".

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Es probable que haya padres amantes del fútbol que odien el quidditch porque rompe totalmente con la tradición: al fin y al cabo, sus valores y el ambiente en el que se juega son distintos de los de otros deportes.

"Nos amamos sin importar de qué equipo seamos", explica Leonard, que comenta que tras los partidos los jugadores se funden en un abrazo. "Estamos juntos en esto y somos amigos, y eso es lo que importa".

Nadie sabe si este ambiente amistoso seguirá existiendo cuando el quidditch se vuelva un deporte de masas. En el aire planea la duda sobre su seguridad en caso de que algún día sea mainstream: ¿realmente es viable que chicas físicamente pequeñas jueguen contra tipos enormes?

Leonard explica que la prioridad de los jugadores de quidditch es que el deporte crezca para expandir sus valores, no la base de jugadores: "La regla de cuatro por género es muy importante en lo que hacemos. Es un factor que no se puede modificar, porque está en el núcleo de los valores del quidditch: es mucho más importante celebrar la diversidad que competir".

La autora no es muy buena conduciendo la Nimbus 2000, pero sí que caza buenos tuits: @hannahrosewens

Este artículo se publicó originalmente en VICE UK.