Fuimos al desfile de moda para personas con discapacidad en la CDMX

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Cultură

Fuimos al desfile de moda para personas con discapacidad en la CDMX

Fotos por Katia Tort.

I

Antonio Campos mira el vaivén de peinadoras y maquillistas. Están apuradas. Que faltan los accesorios de tal chica, que aún no peinan a esta otra, que el vestuario para tal muchacho. Piensa que es una fortuna ser hombre, porque a las mujeres las citaron una hora antes para maquillarlas y peinarlas. Él no necesitó nada de eso. Después de vestirse sólo metió los dedos entre el cabello rizado, aplicó un poco de gel y ¡vámonos! Quedó listo. Por eso mira tranquilo el desempeño de diseñadores, asistentes y elementos de producción. No pierde detalle. Pronto debutará en la pasarela "Estilo y Vida. Desfile de #ModaIncluyente de personas con discapacidad" y lo está disfrutando. Tal vez luego de esta noche se convierta en el primer modelo profesional en silla de ruedas en México.

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—¿Cómo te sientes? —lo distraigo por un momento.

—Bien, bien. Tranquilo. No pasa nada.

Pero sí pasa. En sus ojos se nota la emoción. Están chispeantes, brillan. Quiere impactar, por eso trajo su silla de ruedas conveniente, hecha a su medida y nivel de lesión. Tardó casi cinco años en juntar los 21 mil pesos que costó. Pero vale la pena. Es más ligera que una convencional, estética, se amolda a su cuerpo.

Una reportera de televisión ve al hombre y le pide una entrevista. El camarógrafo ilumina al modelo novato de 33 años. Antonio sonríe. La verdad es que tiene tipo: de cuerpo esbelto porque hace pesas, la barba se le dibuja como lija, el cabello castaño, corto y rizado; los labios delgados, ojos café, los dientes blancos y parejos cada vez que deja escapar la sonrisa. Está dando un paso a la fama. Pero busca algo más.

"Sería como un precedente de alguien que tiene una limitación. Ya hay gente que tiene síndrome de Down, en otros países, que es modelo, que puede salir en televisión. A las gentes que son normales les haría falta abrir más el panorama y, por qué no, ver en alguna película a una persona que de verdad sea una discapacitada y esté representando ese papel. O algún débil visual. No hay ningún problema, ya tienes el apuntador, no necesitas leer el guión. Igual alguien en radio, un locutor si tienes la voz bonita. No necesitas caminar, no necesitas ver".

Lejos ha quedado ese día, hace seis años, en que recibió un balazo mientras trabajaba. La trayectoria que tomó el proyectil al penetrar en su cuerpo lastimó algunos conductos que controlan la motricidad.

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Cuando le pregunto en qué laboraba aprieta los labios, hace un gesto que interpreto como resignación. Prefiere guardarse el dato. "Cuestiones de seguridad", me dice. Lo que sí recalca es que su jefe no lo abandonó, al contrario, lo llevó al hospital y hasta la fecha se hace cargo de él.

"Fue muy difícil, complicadísimo", me confesó la primera vez que platicamos. "Utilizaba mi cuerpo para todo, era muy ágil. Y de repente verte sin movimiento. Y más los primeros meses, no me podía ni sentar".

Tras el accidente Antonio pasó casi 30 días acostado, lo que provoco que su presión sanguínea disminuyera. Los médicos no podían sentarlo de un sólo movimiento porque el bombeo de la sangre sufría una variación. No era difícil detectarlo: Antonio se mareaba cuando lo trataban de levantar. Así que cada día obligaban a su cuerpo a enderezarse. Poco a poco aumentaban los grados de inclinación hasta que por fin alcanzó la posición deseada: sentado.

Sólo que a veces la vida no da tregua. Por esa época Antonio y su esposa se divorciaron. La existencia se le venía abajo. Antonio se tiraba al piso y lloraba. La silla de ruedas quedaba al lado. Le recordaba que no caminaría más. Al final el apoyo de su familia y su carácter jovial hicieron que pronto saliera de la depresión.

"No creas que porque ya pasó tanto tiempo no vuelvo a tener mis ratos de bajón. Si vuelven y de nuevo lloras. Pero afortunadamente sólo dos, tres minutos y ¡pum!, vas para arriba. Intento encontrarle lo chistoso. Reírse de uno mismo es parte de la vida".

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Y es cierto. Lo primero que Antonio me dijo cuando lo conocí fue que nos sentáramos en algún lugar, y de inmediato corrigió: "bueno, sigamos sentados". A otros los bromea peor. Les dice que su canción es "Antes muerto que sin silla", o que le apodan La Cucaracha porque ya no puede caminar, o El Estreñido porque está sentado y no hace nada. El humor negro le ayuda a vivir de mejor manera su incapacidad, esa que no le permite alejarse mucho de su casa porque no controla los esfínteres y en cualquier momento puede sentir algún malestar estomacal que precede a una diarrea.

Esa es una de las razones por las que no ha conseguido trabajo. Teme que su estómago lo traicione. Por eso busca laborar desde casa a través de internet. Pero el modelaje le llama la atención, tanto que se atrevió a ir desde su hogar, en Ecatepec, al Museo Soumaya, en la zona de Polanco, para rodar sobre la pasarela.

Hace dos años Antonio vio en televisión un reportaje acerca del desfile para personas con discapacidad. De inmediato investigó en Google de qué se trataba. Quería participar. Diez años antes del accidente, cuando trabajaba en una tienda departamental, una chica lo animó a acudir a la agencia donde ella modelaba. Antonio se presentó pero no le fue muy bien. No tenía experiencia y le argumentaron que la carrera técnica con la que cuenta no es suficiente para ser modelo.

Esta vez sería distinto. Envió algunos twitts pero no obtuvo respuesta. No se dio por vencido: dejó pasar un tiempo y volvió a intentarlo hace tres meses. Miró la convocatoria en Facebook y mandó un correo con fotos y nivel de lesión. Se ejercitaba cuando revisó el celular. En un mensaje le confirmaron su participación en el desfile 2016.

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"Sentí entre nervios y emoción. Sí se dieron cuenta que existo. Por fin voy a modelar. El hacer otra actividad diferente, y sobre toda esta, te dice que sí sirves para hacer cosas como las personas normales".

El desfile está a punto de empezar. Desde hace 30 minutos Antonio está en su posición. En la pasarela mostrará su estilo formal con una camisa rosa —su color favorito— de manga larga, un chaleco gris de tejido tartán con patrones a cuadros, zapatos café y un pantalón azul marino diseñado a la medida de sus necesidades: con las bolsas al frente, a la altura de las piernas, para que pueda meter y sacar el celular, monedas u otros objetos sin ladear el cuerpo o meter el estómago para encontrar los bolsillos en los costados de los pantalones convencionales.

"A lo mejor con alguien que modela la ropa en silla de ruedas puedes decir es más accesible para mí. Porque si, por ejemplo, ves modelar a los ángeles de Victoria´s Secret dices cuándo me voy a ver así. Entonces, si ves a alguien con silla de ruedas, a lo mejor lo ves más humano, más cercano a ti. También nosotros usamos la ropa de la gente normal".

Antes que den la tercera llamada, un niño de cinco años corre hacia la silla de Antonio y lo abraza. Parece que no lo fuera a ver por mucho tiempo. Es su sobrino. Antonio levanta la mirada y ve a su hermano y a sus papás. Estrecha al niño y le dice que ya pronto lo verá modelar. El sobrino lo mira con admiración. Yo también.

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II

A las siete de la noche hay tumulto en la entrada del Museo Soumaya de Plaza Carso. Ese día, 17 de junio, el recinto que guarda la colección de arte del empresario Carlos Slim se ha convertido en un pabellón para la moda. Sin embargo, el ambiente del lugar no se parece mucho al de otros desfiles. No están los críticos de la moda mexicana, tampoco las cotizadas estrellas de televisión que siempre dan nota, los asistentes no van con la última tendencia en el vestir, ni siquiera llevan frac o vestido de noche. No se respira ese tufo a pedantería que en ocasiones cargan algunos invitados.

No hace falta nada de eso. En este desfile, aunque la ropa es importante, nadie viene a ver las prendas. En una hora la pasarela, que está a nivel de piso y no en una plataforma, será pisada por 28 modelos, la mayoría debutantes. Todos personas reales, todos con algún tipo de discapacidad: ciegos, sordos, con síndrome de Down, sin una extremidad o con algún impedimento motriz.

En julio de 2011 Araceli Yáñez Mendoza, una mujer con glaucoma congénito, trajo este concepto que se desarrolla en países como Canadá, Estados Unidos y Brasil. Es la directora de "Aequalis", la asociación que organiza el desfile, y junto a la diseñadora Annett Castro creó esta pasarela de moda para personas con discapacidad. Desde entonces han montado siete en el país, de las cuales cinco se han realizado en la Ciudad de México.

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"De lo que se trata es de seguir creando conciencia; es que la sociedad nos vea", comenta Araceli frente al micrófono antes que los modelos tomen el escenario. "Las personas con discapacidad podemos realizar infinidad de actividades, incluso sobre una pasarela. Que la sociedad vea que lo único que necesitamos para realizarnos en cualquier ámbito es un voto de confianza".

Este año el tema de la pasarela fue "Productivos como todos", que hace referencia a la ropa para el trabajo. Para confeccionar las prendas los diseñadores preguntaron a cada participante a qué se dedican, qué hacen; y exploraron un poco su personalidad y sus gustos. Algunas prendas tienen que adecuarse a la discapacidad del modelo, desde telas suaves y frescas para quienes tienen que pasar la mayor parte del tiempo sentados, hasta la minifalda para una cantante y maestra de arte de una secundaria que sólo tiene una pierna, eso sí, bien torneada y bella. De lo que se trata es que la ropa sea funcional.

Es claro que el vestuario para personas con discapacidad tiene mercado, sin embargo, en México no hay una tienda que venda ropa hecha para este sector de la población.

"Yo creo que no tenemos esa cultura, yo creo que ni la misma familia la tiene porque no lo ha exigido", me explica Aline Moreno, una diseñadora de modas que ha participado en el desfile desde su primera edición. "Se ha contemplado poco la parte de función de una prenda para ellos. No dudo que las haya, no dudo que se las manden a hacer. Sin embargo, no hay una tienda especializada para ellos. La debería de haber. Pero tampoco las familias lo han provocado".

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III

Sofy y Gaby no temen a la cámara. Al contrario. En cuanto les piden que posen lo hacen con naturalidad. Muestran su perfil, recargan el rostro maquillado en el dorso de sus manos entrelazadas, luego colocan las extremidades en la cintura, cruzan los brazos, enseñan la pierna. Gaby sonríe en su sesión. Sofy no. Pero no está enojada ni nerviosa: está siendo sexy. A ninguna de las dos el síndrome de Down les ha impedido ser modelos al menos este día.

Son amigas desde hace cinco años. Mejores amigas, dice Sofy. Es la primera vez que modelan pero eso no las asusta. Las pone nerviosas, les gana la emoción, pero nada más. Ni pareciera que debutarán en el "Desfile de personas con discapacidad". Esta noche no sólo portarán un vestido diseñado para sus cuerpos, que tienden a ser anchos de la cadera, también protagonizarán un número musical porque pertenecen al grupo de baile que abrirá el evento, integrado en su mayoría por chicos con Down.

"Cuando llega una situación a tu vida, usted tiene un hijo especial, es !uy!", me cuenta Tere Moreno, la mamá de Sofy, en el restaurante donde platicamos un día antes del desfile. En cosa de segundos circula por su mente el nacimiento de su hija, la noticia del Down, y los 25 años que ha trabajado para que la niña se pueda valer por sí misma.

"Pasa un lapso de tiempo para que trates de aceptar tu realidad y ponerte a trabajar, porque es el trabajo constante como padres. No se trata de tengo un hijo especial, lo llevo a la escuela y voy a ver que el maestro haga su trabajo. Si queremos el avance de nuestros hijos debemos trabajar. Es de toda la vida. Con ellos es más. Es un trabajo muy arduo pero muy gratificante, muy padre cuando vez los avances de tu hijo".

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—¿Van a ordenar? —Pregunta la mesera.

—Sí, yo quiero una piña colada —dice Gaby.

Sofy cierra la carta, levanta la mirada, recrea en su rostro una seguridad absoluta y pide:

—A mí también me trae una piña colada… con alcohol, por favor.

Su mamá la mira, ríe incrédula. Su hija no toma alcohol, ¿o apenas se está enterando? No sería raro que una chica de 25 años tomara un coctel, pero Sofy no es una jovencita común. Las personas con Down tienden a imitar. ¿A quién está emulando la muchacha?

Tere le da una pequeña palmada. Así lo hace cada vez que Sofy habla de algo que le hace subir los colores a la cara: cuando la niña se dice atractiva, cuando se elogia más de la cuenta, cuando menciona a sus medios hermanos y a su papá.

Gaby también ríe. Conoce a su amiga y no puede creer que pida alcohol. "Ay, esta niña", dice divertida.

Hace tres meses Tere supo del desfile gracias a la mamá de un chico que fue integrante del grupo de baile al que asisten estas chicas. Gabriel, el papá de Gaby, se enteró de forma similar, mientras su hija tenía una presentación en un teatro.

"Están entusiasmadas, es algo nuevo para ellas", me vuelve a decir Tere. "Están con mamá me vas a maquillar, que las uñas, que lo otro. Gaby es muy coqueta, le gusta pintarse y demás. Sofy no es así, pero también es muy especial".

Sofy interrumpe. Sabe que lo más bonito de su cuerpo es su cabello, que cae en su rostro como mechones en forma de espiral.

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—A mí me escogieron porque tengo un nivel alto, porque yo bailo y compito. Pero también me escogieron por mis chinos, por mis rizos.

La chica se toca el cabello. Su mamá vuelve a sonreír y a darle una palmada.

—Mi pasión es modelar y estar esbeltita, como siempre.

Sofy se lleva las manos a la cintura, se recarga bien en el respaldo de la silla y muestra su vientre plano cubierto por una playera rosa ajustada. De nuevo la cara de su mamá se pone colorada.

No es gratis que tenga un cuerpo casi esbelto. La alimentación se lo ha permitido. En el CTDUCA, la escuela donde estas dos chicas estudian y desarrollan actividades para la vida diaria, como cocinar, han descubierto que los lácteos, el azúcar y el gluten son alimentos que las personas con síndrome de Down tardan más en procesar y eso provoca inflamación en el abdomen. Por eso es que muchos se ven pasados de peso.

Aunque es la primera ves que las amigas van a modelar, Gaby tiene más experiencia. Se nota en las poses. Sabe cómo hacerlas, como voltear el rostro, mirar a la cámara. Hace cinco años, sus papás deambularon por la Zona Rosa para compara su vestido de quinceañera. En la tienda donde lo adquirieron daban clases para modelar. Cada vez que la niña iba a la prueba de la prenda, se ponía unos zapatos de tacón y se metía a la clase con las otras modelos. A la directora le gustaba la actitud de esta chica que tenía un motivo para salir de su inhibición.

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"Me gusta el modelaje", me dice Gaby con esa sonrisa que jamás pierde. "Me gusta que me digan cómo les modele, cómo les pose. Aparte la ropa me encanta, los vestidos. Voy a modelar un vestido azul"

Las dos amigas se preparan de alguna forma para el desfile. En sus casas vacían los closets de sus mamás, miran videos, se ponen zapatos de tacón y caminan en línea recta, en su pasarela imaginaria.

Sí, el modelaje les atrae, pero lo que en verdad emociona a las niñas es la danza. No importa si no van un día a la escuela, si faltan a una terapia, si no modelan. Pero si está en peligro su asistencia a una de sus clases de baile, ahí sí puede haber problema. Si por alguna circunstancia faltan, el día se torna triste.

El baile es prácticamente una terapia. Desde que lo practican han desarrollado su capacidad para interactuar con la gente. No lo hacen mal. De hecho las personas con esta discapacidad tienden a ser muy rítmicos. Una vez que aprenden una rutina la ejecutan como si en ella se les fuera la vida. A veces sus movimientos son desordenados, pero no importa. En ese momento como que están en trance, hacen caras para expresar alegría, enamoramiento, fuerza, lo que venga en cada ritmo. Cuando bailan el mundo se mueve a su paso.

IV

Antonio es el modelo número nueve. En cuanto las ruedas de su silla pisan la pasarela, del lado izquierdo surgen voces que lo aclaman. "Eso Toño, eso". El hombre estira los labios, avanza con su silla sobre la pasarela marcada con una cinta adhesiva negra para que no se desvíe. Se detiene justo a la mitad, mira al público y este le responde con una ovación. La sensación es mejor de lo que había imaginado.

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Cuando pasa frente a sus papás, su hermano y su sobrino, que no para de aplaudir, Antonio levanta el puño. Es su primer pasarela. Puede ser el inicio de su nueva historia.

Sofy y Gaby no miran a Antonio y su silla cuando pasa frente a ellas. Las chicas están atentas a las indicaciones de la producción. Cada una en su momento domina la pasarela, caminan seguras, miran a la gente y le lanzan besos. Los vestidos resaltan los puntos fuertes de sus cuerpos: las piernas.

La Puerta del Infierno, la obra de Auguste Rodin, enmarca la reverencia que hacen los 28 modelos para dar gracias a la gente que les aplaude. Nadie sabe si alguno de ellos se convertirá en profesional. Pero no importa. Me viene a la mente un comentario que me hizo Tere:

"Que esta noche vivan la experiencia. Tienen derecho".

@MemoMan_

@CronicasAsfalto