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La Yakuza japonesa está en declive pero promete morir matando

Cambios sociales, disensiones internas y una menor influencia entre la sociedad han erosionado el poder del proverbial sindicato del crimen nipón. Claro que nadie dijo que su declive fuera a ser discreto: están muriendo con las botas puestas.
Un membre des Yamaguchi-gumi s'incline devant les leaders de l'organisation criminelle qui quittent leur QG à Kobe, dans l'ouest du Japon, en 2005. Photo de Franck Robichon/EPA
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El sindicato de la Yakuza, los señores del crimen organizado japonés, está en decadencia. Si bien su influencia todavía se deja notar, los números hablan de una paulatina disminución de sus miembros: se ha pasado de una comunidad formada por los 180.000 individuos que la integraban en 1960, a los 53.000 Yakuza de hoy. Así lo concluye un informe publicado por el periódico francés Les Echos, que cita como fuente a la agencia de la policía nacional nipona.

Parece que los avances tecnológicos y los nuevos hábitos modernos han hecho mella en el tradicional poder del sindicato del crimen japonés, cuya existencia se remonta a varios siglos atrás.

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"El rol de la Yakuza en la sociedad se ha ido reduciendo", comenta Curtis Milhaupt, director de la Centro de Derecho de Estudios Legales Japoneses de la Universidad de Columbia. "Han disminuido socialmente, en general, y ya no tienen la misma influencia en la administración gubernamental, que cada vez tolera menos a los Yakuzas".

Sucede que la recesión del sindicato ha desatado una auténtica oleada de violencia. El año pasado, un cisma en el clan de los Yamaguchi-gumi, la organización Yakuza más grande de Japón, provocó la creación de una sociedad enemiga de los Yamaguchi-gumi en la ciudad de Kobe. Hoy ambas bandas están embarcadas en una espiral de ataques violentos que han incluido disparos, bombas y deliberados alunizajes de vehículos en los hogares de los enemigos, en lo que ya es una guerra territorial a degüello.

"Normalmente, cuando asistes a la violencia provocada por las disensiones y la lucha interna, lo primero que hay que concluir es que las organizaciones implicadas están atravesando un momento de tensión, un momento crítico", deduce Milhaupt.

Esta mujer hace prótesis de dedos meñique para ex miembros de la mafia japonesa. Leer más aquí.

Una de los motivos que ha provocado la escisión ha sido que algunos de los miembros del centenario clan de los Yamaguchi-gumi decidieron que había llegado el momento de modernizarse y dejar atrás algunas de sus tradiciones más ancestrales. Así lo relata el colaborador de VICE en Japón y experto en la Yakuza Jake Adelstein.

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"Shinobu Tsukasa, el responsable de los Yamaguchi-gumi es puritano en un sentido tradicional: no le gusta hacer dinero ni con el narcotráfico ni estafando a gente mayor". Cuenta Adelstein. "Los Kobe Yamaguchi-gumi quizá no aprueben tales comportamientos, pero lo cierto es que desean abrazarlos".

Igualmente los proverbiales y estridentes tatuajes que acostumbraban a surcar la anatomía de los criminales son cada vez más poco habituales.

"Los Yakuza más inteligentes llevan años sin tatuarse", explica Adelstein. "Ya no sirve de nada".

Las organizaciones Yakuza llevaban años funcionando como organizaciones semilegales, actividades que alternaban con negocios en el mercado negro, como la usura, la extorsión, la prostitución o las apuestas, a menudo con el conocimiento de la policía. Sin embargo, algunos cambios legales aparentemente mundanos que empezaron a aplicarse a partir de los años 90 han ido recortando el poder de la Yakuza.

A principios de los años 90, Japón aprobó una ley que permitía a la policía considerar a la Yakuza como una organización violenta. La ley criminalizó sus actividades y permitió que se responsabilizara a los líderes del sindicato del crimen por los delitos de sus subalternos. Otras leyes persiguieron y censuraron a empresas de las que se sabía que trabajaban con los Yakuza.

"El objetivo es eliminarles por completo", explica el teniente de la policía nacional Tetsuya Yamamoto al rotativo galo Les Echos.

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'Cuando las organizaciones criminales están en guerra y padecen disensiones es que están en tensión'

Y las nuevas leyes están surtiendo efecto. En 2012 el exjefe Yakuza Tadamasa Goto pagó 1,4 millones de dólares para compensar legalmente a la familia de una de las víctimas de sus sabuesos. Además, como parte de la sentencia, Goto se comprometió a expresar sus condolencias, algo que raramente se había visto entre los gánsteres nipones.

Y luego, hace 10 años, el Tribunal Supremo japonés, disminuyó los tipos de interés que los acreedores podían imponer a sus clientes. La medida trasladó la presión hacia los prestamistas, explica Milhaupt, los que habría afectado negativamente al sistema de préstamos para negocios de la Yakuza como a su sistema de usura.

Y, finalmente, de la misma manera en que los vecinos de Little Italy, en Nueva York, ya no tienen a los jefes de la mafia en muy alta estima, el japonés medio ya no acude a los Yakuza en busca de ayuda como hacía antaño. Japón ha instituido una serie de reformas modernas en las últimas décadas que han ido menoscabando la influencia de su sindicato del crimen.

"Uno de los papeles tradicionales de los Yakuza era intervenir como mediadores", narra Milhaupt. "Funcionaban a la práctica como un sistema alternativo a los tribunales, porque estos eran demasiado lentos. A menudo resultaba más rápido y expeditivo utilizar a los mediadores ilegales. Hoy, sin embargo, los tribunales japoneses son de lo más eficientes y el mercado de los Yakuza ha disminuido.

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Claro que los criminales todavía son influyentes.

En 2012, uno de cada cinco empresas japonesas sucumbió a las tramas de extorsión de los Yakuza, según revela un informe elaborado por la agencia de la policía nacional. Los Yakuza también habrían reivindicado haber acorralado a los trabajadores de la importante industria nuclear nipona para extorsionarles, y se sospecha que tienen a varios infiltrados en el Comité Olímpico nacional que prepara la organización de loa Juegos Olímpicos de Tokyo de 2020.

Hace cuatro años, un tabloide nipón publicó la fotografía de Shinzo Abe, quien entonces se encontraba entre sus dos mandatos como primer ministro, en compañía de Icchu Nagamoto, uno de los economistas del clan Yamaguchi-gumi, al que se conocía como al "rey del mercado negro". La imagen había sido tomada en 2008, casi un año después de que Abe hubiese dimitido, y fue publicada poco después de que fuera reelegido en 2012. Nagamoto fue detenido entonces, acusado de haber violado las leyes de préstamo financiero antes de la publicación de la fotografía.

Esta podría ser la foto más peligrosa —y más cara — de Japón. Leer más aquí.

Abe siempre desmintió sus vínculos con los Yakuza. Sin embargo, el abuelo del primer ministro, Nobusuke Kishi — quien fue encarcelado por los aliados durante la Segunda Guerra Mundial como sospechoso de haber cometido crímenes de guerra — era conocido por sus buenas relaciones de amistad con la Yakuza.

Según el rotativo nipón Tokyo Reporter, un secretario de Abe sugirió que Nagamoto habría visitado al entonces ex primer ministro, junto a una delegación en la que estaría el tercer individuo que aparecía en la imagen de 2008: nada menos que Mich Huckabee, exgobernador de Arkansas y excandidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, quien, curiosamente, se encontraba entonces visitando el imperio del sol naciente.

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