Los Celtics: con un ojo en el presente y otro en el futuro
Mike Dinovo-USA TODAY Sports

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La promesa de Boston

Los Celtics: con un ojo en el presente y otro en el futuro

Y no, no es que estén haciendo bizco...

Los Celtics de Boston tienen un ojo en el presente y otro en el futuro. Y no, no es que estén haciendo bizco, es que hasta ahora había sido inusitado el hecho de que un equipo adquiriera su pase a las Finales de Conferencia del Este en un día y al siguiente se quedara con la primera selección del draft. Por eso tan extraña expresión: el presente es emocionante, el futuro lo es mucho más.

El génesis de esto se puede remontar a un disparejo cambio que envió al trío veterano de Kevin Garnett, Paul Pierce y Jason Terry de los Celtics a los Nets de New Jersey, a cambio de jugadores intrascendentes incluyendo a un Gerald Wallace con fecha de caducidad pasada, cascajo, cabezas de pescado, unas corcholatas y tres selecciones del draft.

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Esas selecciones incluyeron la tercera del año pasado (con la cual seleccionaron a un sorpresivamente enérgico y recién despertado del letargo Jaylen Brown); la previamente mencionada selección de este año, que resultó la primera global, y para agregar limón a la herida, el derecho a intercambiar selecciones con los Nets el año que entra. Analizando como está construido el roster de los Nets, no extrañaría que volviera a ser una de las primeras en un draft aún más retacado de talento que el de este año.

Decir que este cambio fue tan afortunado para un equipo como para desdichado para el otro está sobrentendido. Con la ventaja de la retrospectiva se puede argumentar que no tiene el menor de los sentidos por donde lo veas, sin embargo en el momento podías defender que existía cierta lógica.

En 2013, los Nets añadían a estos tres jugadores a una talentosa base que incluía a Brook Lopez, Deron Williams y Joe Johnson y que aspiraban a ser contendientes en el Este con una alineación titular que parecía talentosa y versátil, aunque con una edad colectiva que desprendía un olor a senilidad. La advertencia siempre fue clara, este era un grupo cuya ventana de oportunidad iba a ser corta. Nadie se iba a esperar que lo fuera tanto.

Brook Lopez ha sido a lo largo de su carrera una lesión que camina; a Kevin Garnett y Paul Pierce los alcanzó la edad; y Deron Williams, entre lesiones y malas situaciones y entrenadores, perdió el kavorka.

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Boston, por su lado, participó en este intercambio con la principal intención de renovarse, de construir un equipo joven y flexible, armado con un entendimiento de hacia dónde se dirigía la liga. En otras palabras, estaban preparados para perder. Danny Ainge, gerente general de los Celtics jugó al lado de leyendas del calibre de Larry Bird, Kevin McHale y Robert Parish en aquellos míticos equipos de los ochenta y observó lo complicado que era reconstruir cuando te aferras a tus activos más veteranos.

La estrategia de Ainge siempre se centró en acumular tantos bienes flexibles y asequibles, jugadores jóvenes con contratos cortos y selecciones del draft que pudieran ser aglomerados para una superestrella o dos. De esas que te hacen ganar campeonatos.

Pero de la misma forma que nadie pensó que el ocaso de los Nets era uno tan inminente, los Celtics sorprendieron llegando a la fiesta mucho antes de lo esperado. Contrario al caso de los de Brooklyn, en retrospectiva todos sus movimientos fueron puntuales e inteligentes, cuando en el momento parecían una apuesta arriesgada:

1. Se deshicieron de los contratos caros

2. Se alejaron de hacer transacciones descabelladas,

3. Hicieron cambios inteligentes (más sobre esto más adelante) y,

4. Tomaron el riesgo de firmar a uno de los entrenadores más inteligentes de las filas colegiales para que se uniera al juego profesional cuando traen a Brad Stevens de Butler al equipo.

A su joven edad (apenas 40 años), Stevens es probablemente el mejor entrenador en la liga sólo detrás de Gregg Popovich, Rick Carslile y tal vez Erik Spoelstra. Stevens es un mago en la ingeniería del espaciado, un geniecillo que desarrolla las jugadas más ingeniosas durante los tiempos muertos y alguien que sabe instilar en sus tropas una creencia en su equipo de dejarlo todo en la cancha, sin importar cuan grande sea la adversidad. Adversidad que seguro enfrentarás de manera constante cuando tu mejor jugador apenas y llega a los 1.75 metros.

¿Recuerdan aquello de los cambios inteligentes? Si lo de Isaiah Thomas no se puede llamar un cambio inteligente, es porque tal vez fue un atraco descarado. Y es que lo único que le costó a los de Boston adquirir al que porta el #4 en el jersey fue Marcus Thorton (¿quién?) y una primera selección en el draft del 2016.

Thomas, al igual que el resto de los Celtics, superó las expectativas más arriesgadas con una temporada memorable donde no sólo promedió 28.9 puntos tirando 46% de campo, 38% de triples y 91% desde la línea de los libres, sino que también fue el segundo mejor anotador de toda la liga durante el cuarto cuarto, con 9.8 puntos en la cuarta parte final del juego, la segunda más alto en los últimos veinte años sólo dos decimas detrás de los 10 puntos que promedió Russell Westbrook este año.

Thomas encontró innumerables maneras de poner la pelota en el aro, haciendo uso de su velocidad privilegiada y colmillo para lanzar desde complicados ángulos, hacer buen uso de las pantallas y aprovechar hasta el más pequeño espacio concedido por la defensa.

Marcus Smart, Kelly Olynyk y Avery Bradley fueron seleccionados en el draft, mientras que Al Horford ha sido la única contratación por agencia libre. Renunciando a los agentes libres que tienen en la pretemporada, los Celtics tienen suficiente espacio para firmar a un jugador del calibre de Gordon Hayward o Blake Griffin. La pregunta es ¿deberían?