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Es momento de "desarreglar" las normas obsoletas de tiempo extra en la NFL

Al intentar nivelar el juego durante la prórroga, la NFL creó un monstruo.
Are you listening to me up there, Goodell? Photo by Ron Chenoy—USA TODAY Sports

Luego de sólo 20 empates en temporada regular desde que la NFL adoptó el tiempo extra de muerte súbita en 1974, la liga fue testigo de dos empates en siete días (casi tres con el partido de los Raiders). Entre los bajos niveles de audiencia, las preocupaciones sobre la seguridad de los jugadores, y los partidos que cada día son más largos, disputar cinco cuartos de futbol americano es lo último que la NFL necesita.

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La racha de empates que hemos visto en estos últimos días es resultado directo de las complejas y mal planeadas reglas de tiempo extra, instituidas hace seis semanas para arreglar algo que no estaba roto.

Todo comenzó con la imborrable imagen de Brett Favre mirando desde la banca de los Vikings, sin esperanza alguna, cómo Nueva Orleans acababan con su sueño de obtener un segundo anillo de Super Bowl con un gran regreso de patada, un primer y diez, y un gol de campo.

"Qué lástima", muchos pensaron, "que nuestro chico favorito Brett Favre no haya podido tener una oportunidad para ganar el partido".

Por eso la NFL se inventó una ridícula serie de reglas que A) son tan complejas que después de seis años aún necesitamos que alguien nos explique por televisión todas las variantes, y B) que le dan la ventaja de un 56 por ciento de ganar el partido al ganador del volado, según Brian Burke de ESPN y su viejo sitio Advanced Football Analytics.

Al intentar nivelar el juego durante la prórroga, la NFL creó un monstruo.

Se decía que los nuevos tiempos extra serían mucho más duraderos, de ida y vuelta, donde ambos equipos podrían anotar gracias a la "muerte súbita modificada", pero de todas formas el ritmo sigue siendo lento. Lo peor es que la percepción de que el volado le otorgaba las mismas probabilidades de ganar a ambos equipos, provocó que los entrenadores en jefe de la NFL apostaran cada vez más por irse a tiempo extra.

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De alguna manera, perdimos el centro de la discusión de la prórroga: concluir el partido.

El futbol americano no es como el beisbol, donde no existe contacto, el trabajo cardiovascular es mínimo, y hay tiempo de sobra para descansar gracias a los relevistas esperando en el bullpen. Tampoco es seguro, ni divertido que un deporte tan físico se prolongue cinco períodos extra (o más). La NFL instituyó la muerte súbita porque los empates son aburridos, pero no se trata de un premio para el juego conservador; es un castigo por no haber ganado en tiempo regular.

La verdad es que Favre —regresando a la victoria de Nueva Orleans en 2010— tenía una oportunidad de oro para ganar: Tenía el ovoide en la yarda 38 de los Saints con 19 segundos en el reloj. Todo lo que tenía que hacer era completar un pase más e intentar un gol de campo que le daría el triunfo; la historia pudo ser completamente diferente.

Pero no. Favre lanzó una intercepción.

Hace años, Burke sugirió un método simple y decisivo que terminaba rápidamente con los partidos, presumía una probabilidad de ganar del 50 por ciento para cada equipo, y que no requería que el espectador conociera la teoría de la probabilidad de Markov para entender cómo funcionaba:

  • El equipo de casa arranca el tiempo extra con el ovoide en su yarda 15.
  • El primer en anotar gana.
  • Es todo.

Si a la NFL le importa en lo mínimo el entretenimiento de sus televidentes, la seguridad y los resultados justos, dejará a un lado el desastre bizantino que crearon hace seis años y optarán por la solución de Burke. O, mínimo, que regrese al método anterior y a sus cabales.