La 'jungla' de los peluches de la Puerta del Sol

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La 'jungla' de los peluches de la Puerta del Sol

Pululan por el centro de Madrid y esconden muchas historias: alquiler de espacios, rivalidad entre muñecos, trajes de segunda mano, contratos encubiertos y soledad... Les pedimos que nos muestren su cara y que nos hablen sobre ellos.

​A primera vista, los muñecos que deambulan por la Puerta del Sol resultan atractivos. No todos son iguales, los hay muy conseguidos y otros tienen una apariencia definitivamente cutre. Recuerdan a personajes de la infancia, sobre todo televisiva, y enloquecen a los turistas que visitan esta transitada plaza madrileña. Todos tienen algo en común: dentro de estos enormes trajes hay unos hombres que, como dicen ellos, se están "sancochando" (hirviendo).

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Nos imaginamos que lo más cercano a los mundos de Yupi puede ser este espacio donde Mickey Mouse y su pareja Minnie, Bob Esponja y Doraemon, entre otros, conviven diariamente… Pero no es así. Todo internauta aficionado a los grandes momentos recuerda el vídeo de la célebre ​pelea entre Bob Esponja y Hello Kitty en pleno Kilómetro Cero.

Y con solo hablar cinco minutos con uno de los varios "Mickeys" que hay, nos enteramos de que Bob y Kitty, encarnados por dos bangladesíes, eran conocidos porque marcaban celosamente su territorio en la zona. "Por uno pagamos todos. Mickey no pelea, pero había uno de Bangladesh en la esquina que se ponía con una chica que sí lo hacía. La chica hasta pegó a un policía y ese es el que sale en YouTube", nos cuenta en tercera persona el ratón, que en su interior tiene a Nelson de Perú.

"Ha habido muchas peleas porque aquí no existe el compañerismo, es peor que un mercado. Yo intento no meterme con nadie e ir a mi bola, y eso que llevo dos años trabajando aquí. La plaza está dividida, la parte de abajo, pegada a la Plaza Mayor, es para los más antiguos y los otros se supone que tienen que estar del otro lado", comenta Nelson mientras se "adentra" en su traje. Una operación que puede llevarle unos diez minutos, porque incluye muchos detalles, como un pañuelo para proteger su cara de la del muñeco, que está hecha de gomaespuma y le suele producir llagas.

Lo que parece un entretenimiento puro y feliz, huele desde lejos a mafia. Y todos sus miembros, los antiguos y los más recientes, como Ramón que lo pillamos en su primer día de Mickey (otro más), están bajo condiciones distintas. Al parecer hay algunos que "viven de la voluntad de los turistas y de las buenas personas" y otros que, según nos cuentan, tienen un contrato por un sueldo de 800 euros mensuales. Se lo preguntamos a varios, pero los muñecos suelen ser bastante herméticos, incluso Doraemon, bajo su apariencia de gato cósmico, nos llegó a insultar.

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El mercado de los disfraces

Los hombres que personifican estos iconos yanquis, los que trabajan por horas, ganan "unos 7 u 8 euros, dependiendo del día". Esta cantidad diaria se multiplica por las jornadas que pueden cumplir, que no son siempre seguidas. Nelson, por ejemplo, trabaja los días que puede, "y si no estoy aquí, estoy en los supermercados pidiendo ayuda o colaborando con la gente para meter las bolsas en sus coches. Es que esto es muy agotador, son horas sin comer que se hacen eternas… Según lo que aguante, pero estoy normalmente unas seis horas cuando vengo a la Puerta del Sol".

Sin duda las ganancias no son prósperas en comparación con la inversión que hacen estos animadores. "No sé cuánto ganaré, hoy es mi primer día", nos cuenta el ecuatoriano Ramón que acaba de comprar a un amigo el traje (que está bastante usado) del emblemático ratón por 100 euros. Lo que todavía no sabe es que tardará al menos dos semanas en recuperar su dinero íntegro. "Ese otro traje que te dieron por 100 euros seguro que es de segunda mano, porque el mío me salió más caro", refuta el otro Mickey, Nelson.

Tienen que cuidar mucho su vestimenta de dibujo animado porque es su herramienta de trabajo, pero no es lo único por lo que velan. Casi todos llevan un accesorio que desentona: la mochila. "Antes dejábamos la 'maletita' con la ropa por ahí. Lo que pasa es que ahora la Policía piensa que pueden ser bolsos bomba y otras veces te lo roban cuando lo dejas por ahí. Ya me ha pasado como seis veces que he tenido que regresar a casa vestido de Mickey", nos dice Nelson.

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En el momento en que estábamos terminando la conversación, y él de vestirse para comenzar el largo día de curro en el sitio más concurrido de la ciudad, decidió rezar por nosotros. Se arrodilló en la esquina de un kiosco, creando su capilla urbana. Cuando terminó, antes de ponerse la cabeza de Mickey, nos dijo emocionado: "No tengo amigos, son contados en realidad, el único amigo es Dios. Aquí no existen los compañeros, a veces ni la mujer de uno es compañera fiel de por vida".