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Marca España

Analizamos el vídeo del antiindepe que quita los protectores de los andamios

Son amarillos y nadie dijo que la despolitización de los andamios fuera un camino de rosas.
Imagen vía Twitter/@Bernat_Castro

En algún momento de esta semana, o de la anterior o del mes pasado, un señor de edad indefinida ataviado con una sudadera de Piperrak decidió arrancar los protectores de los andamios de una obra. No lo hizo por orden de un capataz ni por mandato del Ayuntamiento ni porque se lo ordenara un jefe de obra: le obligó su conciencia. Las redes de protección de los andamios eran amarillas, ergo estaban politizadas, tomadas por los indepes. Y la calle es de todos, así que pasó a la acción.

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Y es que sucede a veces, pocas, pero sucede a veces, que la vida merece la pena. Que el realismo mágico se materializa de alguna forma, que la melodía de "El anillo pa cuando" que va silbando una de repente suena en el Día, que un tío desconocido nos interpela y no es para decirnos una burrada sino que se nos han caído veinte euros al suelo o que se cruza en nuestro camino un ser extraordinario.

Un ser que nos provoca esa sensación de superación del espacio/tiempo, esa sensación de darnos cuenta de repente de que el mundo no es tan simple como habíamos asumido. Un ser capaz de demostrarnos que el surrealismo no es solo cosa de las películas de Buñuel o de los relatos de Max Aub y de que la vida no es levantarse, ir al curro, volver a casa, verse un capitulillo y acostarse sin echar un polvo un día más: la vida es trascender. O al menos, intentarlo.

Y el chico (¿hombre? podría ser o un cuarentón bien conservado o un tío de veintitodos con entradas) que arranca los protectores amarillos de los andamios es uno de esos seres. Durante días, el chico-hombre (a partir de ahora lo llamaremos así por la complejidad de su complexión y sus rasgos) pinchó en cada uno de los links que comparten desde el Twitter de Ciudadanos. Vio lo de Susana Griso un par de mañanas, después se tragó dos o tres vídeos de YouTube sobre los chemtrails, los marcianos de Roswell y los Illimunati y claro, sucedió: lo que siempre le habían parecido protectores de andamios se revelaron ante él como lazos amarillos camuflados. No eran molinos, amigo Sancho. Nunca lo habían sido. Pero vayamos por partes.

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LOS DÍAS PREVIOS AL DÍA D

Los días previos al día D (de "Diada mis cojones"), el chico-hombre, consciente ya de la politización de los andamios, estudió los horarios de los obreros que allí trabajaban. Cuando los tuvo controlados, buscó la Opinel con la que cortaba el hachís en su adolescencia y le limpió los restos. La noche anterior al día D, con todo planificado y la navaja reluciente sobre la cómoda, no pudo evitar soltar una risilla antes de cerrar los ojos. Una risilla en la que se mezclaban dos pensamientos: el orgullo del héroe patriota y el "verás tú cuando les pase mañana la foto por WhatsApp a los del Hoy se sale, qué risas".

EL DÍA D

Todo lo anteriormente expuesto son conjeturas, aproximaciones a una realidad, por otra parte, bastante plausible. Pero esto ya son certezas. Porque el día D empieza exactamente cuando empieza el vídeo. El chico hombre se despertó tarde porque le costó conciliar el sueño dándole vueltas a los jajas que se iban a soltar sus colegones del Hoy se sale, así que se despertó pegao y tuvo que tirar directamente a la obra.

Con el sabor pastoso de las mañanas tardías aun en la boca, sacó su Opi del bolsillo y se puso al lío. Estaba tan emocionado que no reparó siquiera en los dos trabajadores de la obra que le observaban atentamente y sin dar crédito. Ese día habían comido un poco antes porque había churrasco en el menú del día y el que llegaba tarde se quedaba sin él, así que habían vuelto antes a la obra.

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LOS TRABAJADORES IMPASIBLES, LOS AUTÉNTICOS HÉROES

Pero hablemos de esos hombres. Porque el chico-hombre no tiene más, el chico-hombre simplemente corta, con la serenidad de quien se sabe en posesión de la verdad, las fundas de los andamios. "El cambio tranquilo" como ha visto en la tele que dice Girauta, piensa en bucle el chico-hombre para relajarse.

Los trabajadores, a su lado, comentan la jugada. Uno de ellos sostiene el móvil, probablemente le esté dando el parte al jefe de obra de que un señor ha decidido que las fundas de los andamios querían romper España. "Hay más tontos que ventanas", comenta su compañero.

Ambos asienten, alcanzados por ese realismo mágico, por esa sensación de que el mundo no es siempre tal como lo asumimos y por la seguridad de que lo mejor es pasar del chico-hombre. "Si es que ¿para qué?", le dice el de rojo al de azul cuando el chico hombre, de repente, hace ademán de entrar al portal.

EL CONATO DE ENFRENTAMIENTO

El único momento de tensión del vídeo es el conato de enfrentamiento que se produce entre el trabajador y el chico-hombre cuando el chico-hombre trata de entrar al portal, vaya usted a saber por qué. Quizá para comprobar si algún vecino tenía puesto en papel de post it su nombre en el buzón y se veía en la obligación de arramplar con ello también.

Pero el conato de enfrentamiento se resuelve pacíficamente, porque, como hemos apuntado antes, el chico-hombre tiene en la cabeza todo el rato el eslogan de Ciudadanos: "el cambio tranquilo, el cambio tranquilo". Acepta sin queja que el trabajador de rojo le diga que no puede entrar, se seca el sudor de la frente dramáticamente y sigue al lío. Nadie dijo que la despolitización de las fundas de andamios fuera un camino de rosas.

EL MONTONCITO

Como es un hombre de orden, el chico-hombre apila cuidadosamente los trozos de polietileno que va arrancando de los andamios a un lado de la acera. También guarda las bridas. El vídeo acaba abruptamente cuando el trabajador de rojo le comenta al chico hombre algo que nadie sabrá jamás. Tampoco sabrá jamás nadie lo que ocurrió después con el montoncito amarillo.

Lo que es seguro es que en el Hoy se sale se echaron unas risas y que el chico-hombre volvió a casa con la satisfacción que solo da el deber del patriota cumplido. Esa sensación que sólo alcanza a unos pocos privilegiados: Inés Arrimadas, José Manuel Soto, tal vez Álvaro Ojeda y por supuesto, a partir de ahora, también el chico-hombre.