'Sin un registro médico': los abortos clandestinos en Argentina
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'Sin un registro médico': los abortos clandestinos en Argentina

Hablamos con las mujeres que se ven obligadas a abortar de forma ilegal y con los médicos que llevan a cabo las intervenciones.

Cuando hace dos años Camila Gonzalez, de 20 años de edad, se enteró de que estaba embarazada, rompió a llorar. «Sabía que no podía decírselo a mi madre, no porque no fuera a apoyarme a la hora de abortar, sino porque se habría avergonzado de mí por haberme quedado embarazada».

Hoy en día, el Código Civil de Argentina contempla el aborto, pero solo en casos de violación, incesto o en los que el embarazo suponga un riesgo para la salud de la madre —y la interpretación de esta última parte es la cuestión clave en Argentina—. El Ministerio de Salud publicó un informe en el que estipula que los riesgos de salud mental son motivo suficiente para tener acceso a servicios abortivos seguros en cualquier institución pública, pero el sistema aún permite a los profesionales de la medicina abstenerse de llevar a cabo intervenciones médicas por «cuestiones morales».

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Stella Manzano piensa que esto tiene que cambiar. Esta médico con una trayectoria profesional de tres décadas también es miembro de la campaña nacional por la legalización del aborto y una orgullosa practicante de abortos en un hospital público de la provincia de Chubut. «Los médicos no tienen derecho a la objeción de conciencia», nos dijo. «Estos objetores suelen ser los que nos atacan por realizar abortos, pero que luego también realizan abortos si están bien pagados. Creo que es simple: si no pueden o no van a realizar abortos, entonces que no estudien ginecología».

En el caso de Camila, la madre de su novio sabía de un lugar en el que podían hacer que todo desapareciera, por un precio. El acceso a los abortos ilegales realizados por profesionales es un lujo que solo las mujeres de clase alta o media pueden permitirse. Normalmente se enteran de qué médicos realizan abortos ilegales a través de conocidos. Las mujeres de los barrios de bajos ingresos tienen la desgracia de ser víctimas de la tradición —y acaban ingiriendo brebajes a base de lejía y perejil— o, peor aun, de los antihigiénicos abortos clandestinos.

Creo que es simple: si no pueden o no van a realizar abortos, entonces que no estudien ginecología

La principal causa de muerte materna en Argentina son las complicaciones en abortos inseguros, según la OMS. Y, a pesar de las duras restricciones, se estima que se realizan 500 mil abortos anuales en el país, lo que significa que aproximadamente el 40 por ciento de los embarazos son interrumpidos. Lo que debería ser un simple procedimiento médico —ya sea un aborto realizado quirúrgicamente o por vía oral, con la dosis correcta de mifepristona y misoprostol— termina con miles de mujeres argentinas en urgencias cada año, y miles más en la morgue. Pese a ello, ambos candidatos presidenciales decidieron ignorar este tema a lo largo de sus campañas, incluso durante el debate presidencial.

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A mediados de noviembre, se produjo un acontecimiento trascendental en Argentina: la reñida carrera presidencial entre dos candidatos, que pudieron haber cambiado el rumbo del país hacia polos completamente opuestos del espectro político, culminó en una victoria para los conservadores, liderados por el empresario Mauricio Macri, quien está en contra del aborto. El lema de su campaña era «Cambiemos». Pero el enfoque de las opciones reproductivas de las mujeres probablemente no cambie en absoluto durante su mandato.

Desde el inicio, esta era una batalla perdida para el aborto, pues la victoria del otro candidato, más liberal, no habría supuesto ninguna diferencia en absoluto: Daniel Scioli, el candidato de la oposición, también fue firme acerca de su postura antiaborto durante la campaña. Los activistas que estaban a favor del aborto perdieron la esperanza durante todo el proceso electoral, al igual que durante el mandato de la anterior presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Kirchner dejó su puesto el 10 de diciembre, después de dos mandatos consecutivos en los que no hizo absolutamente nada para avanzar en el acceso a la atención médica reproductiva; según un informe de 2010 de Human Rights Watch, el mandato de Kirchner «no ha mejorado la capacidad de las mujeres para ejercer sus derechos reproductivos y de saludy, de hecho, se ha retrocedido en determinados logros obtenidos en este terreno».

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Mientras que la mentalidad patriarcal que ha dominado durante mucho tiempo a Argentina ha hecho concesiones por causas progresistas encabezadas por varones blancos —por ejemplo, se aprobó una ley de igualdad en el matrimonio gay a pesar de que el Papa sea argentino—, el debate sobre el aborto permanece estancado. La igualdad de derechos no es para todos.

Es ridículo que tengamos el deber de tratar a un asesino convicto, pero no a una mujer que desea abortar

Julieta fue otra víctima de este silencio. Durante su embarazo, sufría fuertes náuseas matutinas que no le permitían ni moverse. «Estaba segura de que este embarazo me iba a matar», dijo. También estaba segura de lo que quería: acabar con el embarazo, para ponerle fin a su sufrimiento y volver a su vida normal. Aunque desde el punto de vista jurídico su bienestar estaba en peligro y tenía derecho a solicitar un aborto seguro en un hospital, cuando se lo mencionó a su médico, él simplemente respondió: «Yo no hago eso», y se dio la vuelta, relata Julieta. Se sintió un poco aliviada cuando el médico volvió con una nota escrita a mano. «Llame a este número», le dijo el médico. «Esta persona hace lo que estás buscando». Ni una sola vez pronunció la palabra «aborto».

«Esto no es más que una consecuencia de las políticas patriarcales sobre la natalidad», dijo Victoria Keller, miembro del Colectivo de Antropólogas Feministas. Keller explicó que el papel de la mujer dentro de la sociedad argentina normalmente es el de portadora y cuidadora de niños. El Dr. Manzano ve las restricciones al aborto como un ataque contra la mujer. «En el mundo de la medicina es común la misoginia y el sexismo», dijo. «Las mujeres sufren violencia constante a manos de los profesionales en todos los sentidos de la palabra, tanto física como emocionalmente. Nosotros, los médicos, deberíamos ser los guardianes de los derechos de las mujeres. Es ridículo que tengamos el deber de tratar a un asesino convicto, pero no a una mujer que desea abortar».

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Encontrar a un profesional que practique un aborto en Argentina no es difícil. Lo difícil es encontrar a uno que lo haga en condiciones seguras y con el equipo y las técnicas apropiadas. A Sonia Rodríguez (alias), enfermera que trabaja en diferentes clínicas improvisadas para abortos, le preocupa que se recurra al raspado como técnica más habitual. «Muchos médicos terminan la carrera de medicina sin aprender a realizar un aborto, ya que se asume que no será necesario», dijo. «Los que sí aprenden, solo conocen la técnica antigua, el raspado».

Muchos médicos terminan la carrera de medicina sin aprender a realizar un aborto, ya que se asume que no será necesario

En cuanto a las técnicas de aborto, el raspado es la más rudimentaria de todas. Aunque es eficaz, conlleva ciertos riesgos: se utiliza una cureta para raspar el revestimiento uterino y retirar su contenido, y a veces se puede perforar el útero o causar una lesión cervical. Las alternativas más modernas se sirven de la aspiración, ya sea eléctrica o manual. Esta última, en particular, no solo es más rápida, sino que también ha demostrado ser menos dolorosa. Además, el riesgo de perforaciones y lesiones es menor. El problema es que los médicos locales no están entrenados en estos métodos, bien porque sus profesores no creen que valga la pena enseñarlos o porque están en contra del aborto, según Sonia. Además, el aparato de succión tiene que ser importado y sus piezas deben cambiarse con regularidad, lo que hace que sea demasiado caro para el mercado local.

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Después de un par de llamadas, Camila terminó en una clínica de aborto ilegal una semana después de descubrir que estaba embarazada. Había reunido los 14 mil pesos que necesitaba para el procedimiento y engañó a su madre para que firmara el formulario de consentimiento para el uso de anestesia fingiendo que era para que le colocaran un DIU, lo que era cierto en parte. «La práctica se realizó en parte legalmente y en parte bajo la mesa», recordó. «Ellos te arreglan los papeles como si estuvieras allí para que te pusieran un DIU, pero sales de ahí con 14 mil pesos menos, un aborto quirúrgico y un DIU colocado».

A pocas mujeres se les da la más sencilla opción de todas: abortar mediante medicación oral, mediante el consumo de una dosis de mifepristona acompañada de misoprostol. «Es el método ideal», dijo el Dr. Manzano. «Ha sido avalado por la OMS y es el que tiene menos riesgo. Y además de eso, empodera a la mujer dejando que tenga el control sobre su propio cuerpo».

[El aborto médico] Es el método ideal. Empodera a la mujer dejando que tenga el control sobre su propio cuerpo

Sin embargo, el acceso al misoprostol y la mifepristona realmente depende de con quién se pongan en contacto estas mujeres, por lo general desesperadas. Las líneas de asistencia telefónica para el aborto y los centros de asesoramiento para antes y después del proceso abundan. Informan a las mujeres sobre las diferentes opciones disponibles que tienen e incluso las acompañan durante el proceso, sin importar el camino que elijan. El truco es que la información de contacto de estas organizaciones suele difundirse por internet, un medio de comunicación al que las mujeres con pocos recursos no tienen acceso fácil. Otra cuestión es que solo el misoprostol está disponible en Argentina, pero no la mifepristona. Además, el misoprostol se suele utilizar para tratar dolores reumáticos en personas de edad avanzada, por lo que muchos farmacéuticos se niegan a vender el medicamento a las mujeres jóvenes. Incluso cuando se las arreglan para conseguir el misoprostol, sin la mifepristona solo es efectivo en el 60 por ciento de los casos, según el Dr. German Cardoso, un practicante de abortos que también afirma que la mayoría de las mujeres que acuden a él en busca de un aborto quirúrgico lo hacen después de haber intentado abortar con misoprostol.

Como una de los pocos médicos que realiza abortos abiertamente y de forma gratuita en el hospital público donde trabaja, la Dra. Manzano calcula que lleva a cabo entre 2 y 3 procedimientos al día, en promedio. Los abortos en las clínicas ilegales cuestan unos 17 mil pesos (1.100 euros) de media, por lo que estos médicos se embolsan al menos 50 mil pesos (3.300 euros) al día y hasta un millón (66.000 euros) al mes. Incluso después de que se contabilicen los costes y se paguen los sobornos obligatorios a la comisaría de la policía local, los embarazos no deseados siguen siendo el impuesto de las mujeres en el mundo de la medicina: constituyen un negocio muy lucrativo, uno que se resentiría si el aborto se legalizara y las mujeres ganaran autonomía sobre sus propios cuerpos.

Respecto a los sobornos, los que se niegan a pagar acaban siendo denunciadas. Un ejemplo es el del ya mencionado doctor Cardoso, un médico a quien los medios han apodado «Dr. Aborto», denigrado por la prensa de derecha y tácitamente respaldado por los izquierdistas. Saltó a la fama después de que la policía asaltara su clínica clandestina, no una, sino dos veces. «Siempre y cuando no te agarren in fraganti, justo en el medio de un aborto, no pueden hacer nada». El Dr. Cardoso no tiene reparos en admitir que continúa con su práctica y que sus breves periodos en la cárcel fueron solo el intento del Gobierno para ponerlo como ejemplo de lo que le puede pasar a los médicos que realicen abortos ilegales. Él hace lo posible por ofrecer ciertas garantías. «No guardo ningún expediente médico de ninguna de mis pacientes», dijo Cardoso.

Esa es una práctica común, confirma la Dra. Manzano, que añade que pocas clínicas mantienen registros de sus abortos, aunque hayan sido totalmente legales. El aborto sigue siendo un tema tabú, y el miedo a lo que la gente diga si alguien se entera todavía les pesa a muchas mujeres. Julieta solamente se lo dijo a su marido, quien aun así trató de convencerla de que siguiera con el embarazo a pesar del dolor físico que tenía que soportar. Por temor a ser estigmatizada, no se lo contó a nadie más en su círculo inmediato. Camila, por otra parte, poco después de someterse al procedimiento, se lo contó a su madre. «Me gritó y me dijo que era una puta», recordó.

Con Macri en la presidencia de Argentina, esto es lo que les espera: cuatro años más de historias llenas de sexismo, violencia contra las mujeres, abortos ilegales y cientos —si no miles— de muertes. Habrá más registros médicos inexistentes, procedimientos e incluso muertes. Cuatro años más de un movimiento provida basado en la religión que mata. Cuatro años de silencio, mientras se ignora el elefante en la cacharrería.