Perú, por ejemplo, cuenta con una empresa estatal —Enaco— que ha comprado coca desde 1982, y Bolivia con varias empresas que adquieren coca desde antes de que ese país se separara de las convenciones de drogas de la ONU.Actualmente, en Bolivia existe una regulación del mercado de la hoja que incluye reglas para su cosecha, transporte, acopio, distribución y usos. Perú, por su parte, tiene más de cuatro millones de consumidores de hoja en distintas presentaciones, siendo la harina la más usada, para lo cual existen más de 30 empresas que elaboran múltiples productos con ella, según la más reciente Encuesta de Consumo publicada por Devida.La lista de experiencias aumenta con Colombia, donde también hay emprendimientos alrededor de la hoja. Coca-nasa es un vivo ejemplo de lo que se hace y hemos encontrado organizaciones campesinas en Lerma, Cauca, o en Hacarí, Catatumbo que también están surgiendo. Este recorrido se nutre con casos que anteceden a esta propuesta, probando con ello que sí es factible.En Colombia el consumo tradicional es pequeño; sin embargo, la coca podría ser usada con fines medicinales, científicos y ancestrales. Este es un aspecto central en la propuesta que, siendo representante a la Cámara en 2005, ayudé a presentar ante el Congreso de la República y que fue archivada por presiones del Consejo de Política Criminal.Comprar la coca es una idea que se inscribe en el rediseño de la política de drogas a partir de considerar que el Estado ha tenido experiencias fallidas en sus intervenciones con los productores. Pero limitar esta idea a una priorización de zonas podría contradecir la tesis de que "la lógica de atacar la oferta está desvirtuada".
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